Humilde y expoliado

Luis:

Sabes que el desconcierto casi perpetuo forma parte de mi manera de ser. Aldea del Sacristán se parece a Babia. Digo yo que no comprendo nada. Leo y escucho por doquier a políticos y personas de toda índole que se amargan – lógico – ante los acontecimientos y se perjuran porque el capitalismo es cruel, porque tienen que refundarlo y reinventarlo a pesar de que lo odian. Pero sobre todas las perplejidades una me es superior a todas: cuentan por todos los micrófonos que tener más estado es la solución a nuestros problemas y que los despropósitos son todos culpa de señores desaprensivos, atrozmente codiciosos que han puesto su beneficio personal por delante del de todos los demás.

Por un lado, no dejo de pensar que la memoria es floja. Y que las generaciones que empiezan a sumar experiencias no tienen recuerdos ni comparaciones. Yo, que sólo me atribuyo un poco de mérito en mi capacidad de observación, tengo la sensación de que nada ni nadie ha podido impedir jamás que haya momentos de más prosperidad y otros de menos, pero que parece seguro que la imperfección manifiesta del mundo sólo es soportable asumiendo que unas veces se gana y otras se pierde: todos los experimentos destinados a resolver esta fatídica condena han resultado poco estimulantes. Resulta que todos pierden.

Pero sin divagar mucho, la sorpresa del mes me la llevo por la evidencia de la contradicción: en plena marea baja de las riquezas y los patrimonios, vemos cómo el escándalo de los votantes se centra un día sí y otro también en lo que gasta el gobierno en artistas, en coches blindados, en regalos de navidad para nuestros propios empleados (los damos en llamar funcionarios) con la apariencia de que esos gastos tienen poco o poquísimo control. Uno de mis vecinos, un autónomo, no tiene ni seguro de paro ni manera de que le den préstamos para sobrevivir, a pesar de que no debía un duro a nadie y de que honradamente y sin muchas pretensiones sigue fabricando algunos chorizos y algunos lomos. Son buenos, te mandaré cuando pueda. Eso si no se me desespera y se queda en casa, lo único que no pueden quitarle para su bien, y arregla las cosas con los empleados que no puede permitirse ya.

Es decir, nunca antes la sociedad ha estado discutiendo como ahora por lo que hace el estado con el dinero que le damos y su finalidad. Nunca antes ha existido la ocasión de poner en evidencia lo que a mí me parece la creación de una injusticia en nombre de la superación de otras injusticias: los ricos financieros no pueden quebrar porque tienen los apoyos de la política y de los gobiernos y mi vecino autónomo no tiene la bendición de la protección social. Ni siquiera podría apelar a que le aplazaran su hipoteca. Sus empleados, sí. Algunos piensan que resolver esta injusticia se soluciona protegiendo a todo el mundo obligatoriamente, pero te decía que ya tengo memoria para poder hacer comparaciones.

Dicen también que vuelven a modificar los cálculos de tus cotizaciones sociales para reducir la pensión que recibes: ¿puede haber mayor paradoja e injusticia en el hecho de que pagues obligatoriamente parte de tu riqueza para proteger tu jubilación y que no tengas certeza nunca de lo que vas a recibir? ¿es justo que te cambien las reglas después de que ya no tienes derecho a salirte del sistema o, si te sales, será una pérdida de tu dinero? ¿es justo que no tengas nada que decir ni influir en lo que percibes si eres tú el que pagas?

A mí me parece una injusticia. Y me parece que el argumento de que estoy siendo generoso con mis semejantes porque serán otros los que paguen mi retiro cuando me toque y serán generosos conmigo, es de una injusticia todavía mayor. Porque en realidad nadie está siendo generoso, sino forzado a hacer algo que no quiere hacer y cuyo único destino real es cubrir una eventualidad que afecta a lo más central de tu existencia y de lo que te amputan la voz: es mi vejez, son mis años de ocaso de los que hablamos y no de los de mis semejantes más jovenes y se dice que me resuelven el futuro sin que yo pueda tomar mis propias decisiones.

Así pues, en medio de los gritos sobre el terrorífico escenario de que la gente haga con su libre albedrío lo que considere mejor con sus vidas, resulta que las decisiones de lo que hacen con tu dinero son más bochornosas que nunca antes. Y todo ello sin que haya un liderazgo social e intelectual capaz de hacer, como poco, estas preguntas que yo, tan torpe y de tan pocos títulos, me puedo hacer. ¿Será porque todos los que tienen voz tienen cubiertas estas aspiraciones amparados por esos mismos gobiernos que les dan mejores opciones que a los demás? ¿Será porque los que recaudan tienen los mecanismos para verse protegidos de cualquier eventualidad?

Perdón que lo diga así: pero tanto once eme, tanta nación y tanto cura de por medio para no hablar ni saber explicar que la injusticia cotidiana se puede palpar con las manos. Todavía no he visto un político que pida mi voto con un mecanismo sencillo: «esto es lo que gasto en la televisión de mi pueblo, si no lo gastase su hijo tendría seguro dental». Se dirá que eso de la salud como dádiva es cosa muy discutible. Que se diga. Pero el liderazgo consiste realmente en comunicar y ser creíble comunicando. Mientras, llueve, llueve para confundir a la gente con lo fácil: que el mundo es muy injusto y lucharemos para cambiarlo. A costa de mi vida y mi patrimonio.

Van a decirte, Luis, que soy un extremista, pero sólo soy un tipo tranquilo que opta por una vida humilde para dedicarse a sus placeres el mayor número de años que pueda.

Tuyo,

Mardito Roedor

TIRABUZÓN
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Un comentario

  1. Extremista? pero si el articulo está lleno de sentido comun. Solo te ha faltado ( como maldito roedor) terminar con la frase de otro roedor famoso » Y aun hay más, amigos».

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