Hágase la ley y el problema estará resuelto. Así deben pensar quienes a fecha de hoy se afanan por defender la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, uno de esos trastos inútiles, que a base de criar polvo y moho acaban por infectar el resto de las cajas en las que guardamos las cosas que nos importan. Promulgar leyes es un trabajo harto peligroso. Legales fueron la esclavitud, el Holocausto y el Holodomor. Son legales muchas de las guerras que se han producido a lo largo de la Historia, y sus muertos, por tanto, ajustados a derecho. Las leyes no son garantía de nada y mucho menos de proteger la bondad o la razón. Un sistema legislativo forjado a base de intereses más o menos oscuros no puede otra cosa que promover sistemas de ordenamiento que sirvan a esos intereses. Eso del interés general es, evidentemente, como los Reyes Magos, un cuento que sólo niños y crédulos pueden tragarse.
En general, y en una forma cada vez mas onerosa para los ciudadanos, el dictado de las leyes suele traer consigo consecuencias muy distintas a las que se citan en la Exposición de Motivos que acompaña a cada texto. Los impuestos no los pagan los ricos, si no la clase media, porque los ricos tienen la capacidad de pagar asesores para tributar lo menos posible. Las leyes de dependencia rara vez tienen fondos suficientes. Los impuestos al tabaco son para que no se fume y los impuestos al trabajo son para que ¿sí? se trabaje. Las bajas y sus pensiones son un coladero y las otras pensiones, las de la jubilación de todos, están quebradas y agotadas por muchos cambalaches legales que salgan del parlamento. La Ley Orgánica 1/2004 es básicamente una mierda pinchada en un palo, que se carga la presunción de inocencia, conculca la Constitución (que no es que me motive demasiado, pero no deja de ser una ley de mayor rango) y no tiene otros efectos que criminalizar a personas honradas, abrir la puerta para el abuso y regar con millones de euros a quien sabe montarse la paraeta, como se dice por aquí.
Así, ante una ley sumamente defectuosa y a todas luces contraproducente se orquesta un pesebre encargado de defenderla, previo cobro del montante. No importa que no exista un solo resultado medible que demuestre que sirve para algo. Aquí lo escribí ya hace algún tiempo. El fin no justifica los medios, pero si ni siquiera alcanzamos el fin, díganme ustedes que justificación queda. Luego llega el llanto y el rechinar de dientes.
No se puede poner una vela a Dios y otra al Diablo. Si las leyes no funcionan, lo mejor es eliminarlas. Sencillo. Pero claro, de que iban a comer…
Pues mira sí que tienes toda la razón España es el país diría del mundo que más legisla al menos de Europa, leyes que no sirven para nada salvo entretener al los «pensantes» de quienes les dan la idea y luego están esas otras leyes que no se cumplen ni intención de cumplirlas.