Las ideologías, esos muebles que nos «ayudan» a organizar a los demás a base de sesgos superfluos. Y digo muebles porque son muy pesadas, porque cuando se quieren mover o quitar de en medio hay que hacer un esfuerzo inmenso, y porque de tanto estar en el mismo sitio han dejado una marca en el suelo que se verá durante bastante tiempo.
Lo último es juzgar en base al sexo, la orientación sexual y la raza: otra vez. Y es que cuando se dice aquello de que la historia es cíclica cuesta encontrar contraejemplos. Da absolutamente igual que la vida de alguien haya sido difícil o por qué no, una auténtica basura de circunstancias, pongamos: padres yonkis y pobreza extrema, que si eres de determinadas características, no tienes derecho a quejarte.
Las características superfluas son superfluas porque NO te definen como persona, por eso son irrelevantes a la hora de medir la interioridad de cualquiera. Sin embargo, ahora parece que hay que seguir nuevos estamentos y se ha de re-jerarquizar a todo el mundo en base a éstas, todo por el bien común. Es decir, lo que se está proponiendo es una neo-discriminación en la que lo único que tenga importancia es si perteneces a tal o cual grupo, y según eso ya te informarán si mereces o no hablar.
Ya no existen las personas, todo atisbo de hacer relevante la singularidad de cada individuo se ha diluído en el manual ideológico de turno. Los seres humanos pasan a ser ganado del pensamiento en esta era en la que todos somos «muy tolerantes salvo si no piensan como nosotros».
La nueva religión hegemónica vendrá con grandes sonrisas y abrazos para todos. Venga del bando que venga. Estáis todos condenados: seréis unos fachas o unos progres. Te marcan con un sello o con otro, pero el individuo ideologizado sólo os verá como vacas de mataderos distintos.
Verán como vacas, a los que puedan dar leche, y carne… A los demás, nos verán como insectos a los que hay que eliminar porque «no compensan» ( ¡ Si lo sabré yo, que por algo no me pienso jubilar nunca , por vieja que sea y gagá que esté ! )