Decía un personaje en cierta película de serie B de finales del siglo pasado, que echaba de menos la guerra fría. Uno sabía quién era amigo y quién enemigo. O se estaba con un bando o con el otro. La cosa era sencilla.
Dejando de lado la flagrante simpleza, y sin entrar en disquisiciones acerca de una nueva guerra fría, me gustaría comentar cierto aspecto de quien ha sabido hacerse con el control total de Rusia. Concretamente el éxito que ha tenido en el campo de la publicidad y la promoción de su figura en el exterior. Lo que es un logro, sobre todo porque ha sabido ganarse las simpatías de muchos europeos independientemente de su posición política, cosa que tiene su mérito.
Resulta evidente que Vladimir Putin pertenece a la nueva hornada de dictadores de nueva generación, cuya diferencia con los tradicionales estriba, básicamente, en tratar de mantener la apariencia de no serlo. Ahora, en las primeras décadas del siglo XXI, todo tirano que se precie debe asegurar que su régimen no sólo es una democracia homologable a cualquiera de las de Europa occidental o el mundo anglosajón, sino que incluso es más perfecta.
No creo necesario señalar otros ejemplos, porque a todos nos vienen fácilmente a la memoria algunos países más donde sucede lo mismo. El argumento fundamental, claro está, es que existen elecciones. Evidentemente el análisis se queda ahí, porque la tesis no resistiría el estudio somero del resto de datos, pero es suficiente para una gran cantidad de población que, creyéndose culta (porque sus programas de televisión o blogs favoritos les dan pinceladas de conocimientos, convenientemente capados en función de la conveniencia ideológica de quien paga), ignora los principios elementales de la sociedad en la que vive.
No es una técnica original, claro. Me viene a la memoria así sin mucho esfuerzo, que ya durante el último cuarto del siglo pasado, el gobierno francés justificaba a sus ciudadanos su apoyo al régimen marroquí en que como tenían un parlamento que se elegía mediante sufragio, era una democracia. Los nuevos tiranos no son demasiado originales, pero hay que reconocer el mérito de quienes han conseguido colar el cuento a tanta gente.
Por lo demás, Putin se diferencia de otros dictadores contemporáneos en que no pretende instaurar un totalitarismo basado en una determinada religión (ya sea una variante del socialismo o el Islam). En ese aspecto es un dictador a la antigua usanza. No digo que no tenga una línea política en cuanto a economía y sociedad, sino que dicha línea está supeditada al mantenimiento del poder (como cualquier dictador decimonónico) y no al contrario.
Lo que distingue a los nuevos dictadores, también, es su empeño en mantener campañas de imagen de cara al exterior. En ese aspecto, lo normal es que dichas campañas se centren en el sector de población de otros países que pueden ser más afines ideológicamente a sus posiciones políticas. Así, el caso del gobierno venezolano es un ejemplo perfecto.
El éxito de Putin estriba en cambio en que ha sabido ganarse las simpatías de personas a ambos extremos de las trincheras políticas del mundo occidental, y España no es una excepción. Ya sea la derecha tradicionalista o la izquierda más furibunda, han encontrado en el bueno de Vladimir un referente en el que poner ciertas esperanzas.
Por supuesto, un factor decisivo para ello es retomar la bandera de la lucha contra los Estados Unidos. Ese es un reclamo que une a izquierdas y derechas (entendiéndose por tal a los tradicionalistas y, por convención, aunque sean un derivado del socialismo, a los diferentes fascismos) en toda Europa y buena parte del resto del mundo.
Los motivos de la izquierda son simples y no han variado apenas desde los buenos tiempos del ejército rojo y los gulags siberianos. Muchos a este lado del Dnieper lloraron de emoción, por poner un pequeño pero significativo ejemplo, cuando tras unos pocos años de llevar una escarapela tricolor, los aviones de la fuerza aérea rusa volvieron a lucir la estrella roja de cinco puntas. Un simple guiño meramente estético, claro, pero que demostró ser una gran hazaña propagandística.
Para ellos, Rusia sigue siendo la heredera de la Unión Soviética, el escudo del proletariado frente a la opresión capitalista, encarnada en los EEUU, el mal en su estado puro. Con ese simple argumento ya los tiene ganados. Pero es conveniente trabajárselo algo más, claro. Porque es cierto que para una Rusia continental enclavada en el centro de Eurasia, la potencia naval hegemónica es su principal rival, y los choques son inevitables.
El juego de alianzas más o menos estables (China sigue siendo ese enemigo aterrador del que dependen de forma vital, como quien cabalga un tigre) y unas necesidades estratégicas que no han variado demasiado desde hace 400 años hace que se formen bloques de países nada afines a los intereses norteamericanos, con lo que la imagen de Putin como baluarte y sostén de regímenes socialistas, como Venezuela, o demás enemigos de Washington se afianza en quienes mantienen con fe religiosa la esperanza en que esas ideas aún puedan tener algún futuro.
Claro, les da igual que al mismo tiempo actúen como brazo ejecutor de regímenes teocráticos tradicionalistas como Irán. Son detalles incómodos sobre los que no hace falta detenerse demasiado, porque la realidad nunca debe estropear una bonita e ilusionante teoría. La idea de contar con el poderoso (otra ilusión sobre la que habría mucho que comentar) ejército ruso para imponer por la fuerza las ideas correctas y el bien universal, es un cebo demasiado irresistible.
La verdad y sin ánimo de quitarle mérito, es que a este grupo de población es bastante fácil ganárselo siempre que se tenga cuidado en el tipo de lenguaje a usar. Frases no demasiado largas, mucha imágen (el detalle de la estrella roja en los timones de los MIG-29 es el ejemplo perfecto) y mensajes sencillitos, sentimentales y acordes con unas pocas ideas reiterativas previamente absorbidas como la verdad revelada; y poco más.
El apoyo de la derecha está más trabajado. Por supuesto, como ya he dicho, el antiamericanismo primario es una baza importante. Incluso para algunos a los que ese prejuicio no les afectaría en principio, ver a Putin como una figura capaz de ser confrontada con Obama le confiere un gran prestigio. Desde ese punto de vista, nuestro Vladimir tiene mucho que agradecer al actual presidente de los EEUU. Por supuesto, ésta es una falsa dicotomía. Uno puede no simpatizar con el dirigente americano que más asesinatos extrajudiciales ha ordenado y que más antipatías ha creado entre sus propios aliados tradicionales, y tampoco hacerlo con Putin; pero casi medio siglo de vivir en un mundo dipolar quizás genere ciertas costumbres difíciles de desechar.
Sin embargo este detalle, si bien importante, no es el más decisivo para este sector de la sociedad. Como parte de la solución a algunos de sus problemas interiores, Putin supo valerse de un fuerte sentimiento arraigado en buena parte de su población, y ya trabajado desde el anterior régimen totalitario: el nacionalismo, al que une como elemento inseparable la religión.
Putin se coloca en la posición del nuevo Zar, reivindicando (de nuevo, como desde hace siglos) el papel Moscú como la Nueva Roma. La heredera y guardiana de los valores del cristianismo y la civilización. El Imperio del Bien que se alza frente al Imperio del Mal, sea éste cualquiera que el destinatario de la propaganda elija como tal en función de sus prejuicios.
Basta con echar un vistazo a la hornada de películas históricas rusas de las últimas décadas (algunas especialmente divertidas, por cierto), para descubrir esa exaltación de épicas gestas pasadas, el cristianismo ortodoxo como pilar de la sociedad y el recuerdo de ofensas históricas. Todo ello independientemente de que se trate de episodios situados en el lejano pasado, como en la época soviética o casi en la actualidad.
Y es esa defensa de valores atávicos, seculares (también rancios, que dirían algunos) lo que hace que desde cierta derecha tradicionalista o incluso desde el fascismo, se vea a Putin como un baluarte frente al islamismo y a la pérdida de la tradición de una imaginaria cristiandad unida, o una mitificada Europa de tipos blancos, guapos y rubios.
Por supuesto, la confrontación de Rusia con el islamismo es meramente funcional, puntual y de mera conveniencia táctica. Comenzó en Chechenia por motivos evidentes, igual que ahora tiene tropas en Siria luchando contra unos islamistas, aunque en apoyo de otros musulmanes y aliado con otros islamistas no menos incompatibles con la civilización occidental. Da lo mismo. Como también da igual que interviniese militarmente y con agresividad contra occidentales y civilizados cristianos en Ucrania y Georgia, por ejemplo.
Nos encontramos la misma contradicción a izquierda y derecha y la misma respuesta desde ambos extremos. En función de a quién preguntes, Putin está ahí, cual héroe elegido por el destino, para librarnos de la conspiración de la banca internacional, de los EEUU, de los judíos, de los musulmanes, de los comunistas, de los fascistas, de la pérdida de valores… y de hacer caso a Russia Today, también de los extraterrestres reptilianos y los Illuminatis.
Es imposible no quitarse el sombrero ante un éxito propagandístico tan grande. Cualquier empresa de publicidad estaría encantada de tener a alguien así entre sus filas. Aunque teniendo en cuenta que su profesión es la política y su meta mantener el poder, es evidente que es el adecuado para ello. Al menos de momento.
Que quieres que te diga, aquí si dices lo que piensas de algo, y esto no es políticamente correcto, es muy posible que acabes enjuiciado y en la cárcel en base a una de las muchas leyes creadas para defender el pensamiento único.
Hola, Angel. Gracas por comentar.
Si hablas de España, es cierto a medias. El retroceso en las libertades civiles de los últimos años (y hablo principalmente de la legislatura de Zapatero, por mucho que se intente hacer creer ahora que todo es culpa de Rajoy, que tiene sus deméritos, pero no éstos) ha sido bastante considerable. Sin embargo, hay diferencias muy significativas con lo que ocurre en Rusia. Para empezar, aquí (aún) no se asesina a periodistas no afines al gobierno.
De todas formas, mi artículo no se centraba en criticar la política rusa (eso podríamos dejarlo para otra ocasión, porque requiere un análisis mucho más profundo), sino en lo curioso que me resulta la campaña de imagen de su presidente. Una campaña que puede resultar incluso hortera, pero que ha calado mucho en el exterior.
Hola, Plaza. No era mi intención ridiculizar posturas (excepto en el párrafo que dedico a las frases cortas para cierta izquierda, que no me pude contener). El caso es que hablo del éxito de una campaña de culto a la personalidad enfocada hacia el exterior, y no de aspectos concretos de una política puntual de determinado Estado.
Por supuesto, el sistema polítiuco ruso les afecta a ellos, pero indirectamente también a nosotros. Me parece innegable que Rusia es una dictadura, y me he limitado a señalarlo, así como el empeño de su gobierno en negarlo, y la necesidad de su gobernante de mantener una campaña de imagen constante. Yo preferiría que fuese una democracia, y sin duda muchos rusos estarían de acuerdo conmigo, pero el artículo no iba de eso. Precisamente, una parte importante de esa propaganda de culto a la personalidad se ha basado en decir que sin Putin, Rusia sería un infierno. Es posible que sin él se hubiera desintegrado. También es posible que las cosas hubieran ido mucho mejor. La Rusia actual es un país con graves problemas internos que su gobieno no sabe cómo afrontar. La propaganda del líder providencial y salvador choca bastante con la realidad.
Y respecto del mundo bipolar, yo puedo entender que se apoye la política rusa frente a la china o la norteamericana, pero no que ello conlleve defender al personaje en cuestión. Puedo opinar, por ejemplo, que a grandes rasgos nos interese estar en la órbita de EEUU, pero a la vez pesar que Obama ha sido un presidente nefasto. Con Rusia eso parece imposible. La identificación del país con su líder es enorme. Casi parece Cataluña… 🙂
1.- Me hablas de Snowden y de la alternativa de haberse refugiado en uno de los países del Marxismo-cantinflismo, pero Rusia es en realidad una país muy similar. La diferencia está en que es europeo (lo que le confiere un prestigio de «potencia de toda la vida») y ha orientado sutilmente su propaganda en otro sentido. El hecho de que defienda los derechos civiles sólo para afuera de sus fronteras, mientras que los aplasta en casa, no es más que el clásico movimiento de intentar desestabilizar al rival. Es un caso muy similar al del kaisert mandando a Lenin a Moscú.
2.- Respecto del calentamiento global, Putin hace lo mismo que China o La India. Evidentemente, no voy a quitarle la razón cuando la lleva, y no estoy diciendo que sea un completo inepto, ni que no tenga razón en ocasiones; sólo que es un dictador.
3.- Hablando de Oriente Medio: Volvemos a lo mismo que te decía algo más arriba. Los EEUU la han cagado (sería largo de analizar en qué y por qué, pero es evidente que el resultado final de su política dista de lo que pretendían), pero eso no significa que Putin tenga razón ni que sea el salvador de la humanidad que nos vende. Rusia no ha llegado a Oriente Medio como pacificadora, sino simplemente para apoyar a un aliado estratégico en apuros (Assad) y para ganarse a quien piensa que puede ser otro valioso aliado (Irán) (Y para usar aquello como escaparate para veder sus armas, pero esa es ora historia). Su acción es la típica de una potencia decimonónica en estas mismas circunstancias. Que lo vendan como una cruzada contra el Estado Islámico es bastante sonrojante, cuando la mayoría de sus ataques han sido contra otras fuerzas.
4.- Respecto de Ucrania se podría decir otro tanto. La maniobra europea era bastante torpe, lo que les dejaba el asunto en bandeja, pero la jugada de rusia fue de tal incompetencia que sólo pudo tratar de arreglarla mendiante una una invasión militar. No es realpolitik. Es una cagada en toda regla. De hecho, podría haberlo enmascarado con una victoria rápida (como sí ocurrió en Crimea), pero en Ucrania están estancados, con lo que a la imagen de «soy tan torpe que sólo me queda el recurso a la fuerza» unen la de «tampoco soy tan fuerte como alardeo».
5.- El caso es que Putin no nos cae tan lejos. Su propaganda cala en sectores muy alejados, ideológicamente entre sí, y no sólo eso, sino que se está dedicando a apoyar movimientos desestabilizadores en toda Europa. Entre ello a nustros castizos podemitas. No es que sea demasiado agradable ni demasiado amistoso.
En serio, mi intención ridiculizadora se limitaba a mi pequeño desahogo hacia el progresismo patrio. No era mi intención ofender excesivamente. Pero respecto de tu última pregunta, es muy difícil hacer disquisiciones de «qué hubiera pasado si». Sin Putin, nos podría ir mejor o peor. ¿No crees que Rusia podría mantener un gobierno democrátco estable? No veo razón para que no sea así. Pero no puedo simpatizar con gobernantes que por ejemplo, ejercen el asesinato y la coacción como armas políticas internas, o que mantienen vergonzosas y cutres campañas de culto a la personalidad incluso de cara al exterior.
Un abrazo, y gracias por tus comentarios.
Toc, toc.
Miguel A., es relativamente fácil ridiculizar una postura cuando uno mismo pone las palabras a las dos partes en discusión. Vaya, que es la apuesta más segura que existe. Siempre ocurre que la postura contraria es perfectamente imbécil, y la propia resulta completamente razonable. No falla.
El problema también es siempre el mismo. Que hay muchos motivos / razones por los que se puede simpatizar con Putin, en muchas circunstancias, que no tienen exactamente nada que ver con ninguno de los motivos que has expuesto. Por eso suele ser muy conveniente dejar que «el otro» diga sus propias palabras. Por ejemplo, citándole. Pero para avanzar un poco, voy a intentar hacerte un boceto de una entre las muchas formas en que su puede aplaudir a Putin.
Por supuesto, se trata de partir de asunciones diferentes. Por ejemplo, el sistema político que tengan los rusos es un asunto de los rusos. A mi lo que me afecta es la influencia externa de Rusia en el mundo, y no lo que pase dentro de Rusia. Nota: la idea de que todos los países tienen que ser «democracias homologables», a la voz de ya, me parece de una ingenuidad muy enternecedora, pero demostradamente falsa. Si habláramos desde dentro de Rusia, seguro que yo estaría en contra de Putin. Pero no es el caso.
Tratemos de ver el efecto sobre el mundo de una Rusia con Putin, imaginando cómo sería su contrario. Una Rusia que hubiera seguido el camino de debilitamiento y desmembración que llevaba. ¿Qué ventaja tendría eso para mi, o para mi visión del mundo? Yo no veo ninguna. Aunque en general soy admirador de Estados Unidos, no soy partidario de dividir el mundo en un bloque occidental comandado por USA con un dominio absoluto, y un bloque «chino». Porque soy partidario de un poder tan distribuido como se pueda. Vaya, muchos centros de poder relativamente independientes. Y soy partidario de múltiples esquemas de pensamiento compitiendo. Y eso es exactamente lo que me ofrece Putin.
Un mundo bipolar, USA / China, no me parece suficiente. Porque son impermeables. Serían dos mundos separados, cada uno de pensamiento (y poder) único. Pero Rusia (y Putin) son Occidente. Hay interacción. Y lo que quiero es esa interacción y competencia. No por estar de acuerdo con Putin. En algunos asuntos estoy de acuerdo, probablemente en la mayoría no. Pero la cuestión no es el acuerdo, sino -precisamente- la competencia de ideas.
¿Quieres ejemplos prácticos? Venga, vamos allá.
1- Snowden, y el espionaje masivo de las homologadoras democracias occidentales a sus ciudadanos. Es muy diferente el efecto político de un Snowden refugiado en Moscú, que en Caracas o en La Paz. Sí, suena grotesco que desde Rusia llegue una voz defendiendo derechos civiles. Y sin embargo es una voz mucho más potente, y mucho más sonrojadora, desde Rusia que desde Venezuela. Y eso es muy muy bueno. Para mi. Para mi visión del mundo. Es muy diferente que los disidentes de las «democracias homologadoras» se tengan que refugiar en países del «marxismo-cantinflismo», que en esa Rusia de Putin. Retrógrada, sí; pero manifiestamente inteligente, realista, y que intenta (y consigue) mejorar las condiciones de vida de sus ciudadanos.
Nota: El caso Snowden ya ha cambiado leyes, y producido sentencias, en USA, UK, y Alemania.
2- Calentamiento Global Acojonante. Sin duda que Putin va a firmar cualquier tratado y gansada, si logra que sea ventajoso para Rusia. Pero, y probalemente es sintomático, Putin es exactamente el gobernante del mundo que mejor ha encarado el cuento del calentamiento global. Señalando que, (1) por lo que se ha asesorado con sus científicos, es muy dudosa la proporcion del calentamiento que es «antropogénica» y la que es natural; y (2) el calentamiento para Rusia es una bendición.
3- Oriente Medio. ¿Tú qué crees que es mejor para el mundo, y para los que viven en Irak? ¿Sadam Hussein, o la «democracia homologable» impuesta por USA? Te sugiero que cuentes los cadáveres, dentro y también fuera de Irak. ¿O prefieres que hablemos de Pakistán y Al Qaeda? ¿Tampoco te dice nada que Israel haya abierto su espacio aéreo para las operaciones de los aviones rusos en Siria?
4- Ucrania y Crimea. La genial operación de las «democracias homologadoras» consistía en meter Ucrania en la OTAN y en la UE. Y como no era muy rentable, lo ibas a pagar tú — entre otros, y para beneficio de unos pocos. Putin te lo ha ahorrado. Y tampoco es que nos venga mal cierta dosis de realpolitik
5- La «reserva moral de Occidente». Sí, lo reconozco; toda esa carcundia del nacionalismo y religión de Putin son un rollo deprimente de tres pares de narices. Pero tiene dos ventajas. Queda lo suficientemente lejos como para que no lo suframos, y lo suficientemente cerca para ofrecer cierto contraste y competencia de ideas. Además, nacionalismo y religión son pamemas relativamente digeridas. Siguen teniendo efecto, sí, pero es un peligro que conocemos. Sabemos lo que hacer con él. Pero no es el caso de los unicornios modernos. Y Putin es un político «antichorradas» formidable.
Resumiendo. ¿A ti te va mejor con Putin o sin Putin? Sugiero que le des una nueva vuelta a la sartén, desde esta otra perspectiva. Que no es, ni progre, ni facha. Ni tan ridícula como la querías imaginar. Hay vida mas allá de las cajitas de siempre.
Slds.
Hola, Plaza. No era mi intención ridiculizar posturas (excepto en el párrafo que dedico a las frases cortas para cierta izquierda,
que no me pude contener). El caso es que hablo del éxito de una campaña de culto a la personalidad enfocada hacia el exterior, y no de aspectos concretos de una política puntual de determinado Estado.
Por supuesto, el sistema político ruso les afecta a ellos, pero indirectamente también a nosotros. Me parece innegable que Rusia es una dictadura, y me he limitado a señalarlo, así como el empeño de su gobierno en negarlo, y la necesidad de su gobernante de mantener una campaña de imagen constante. Yo preferiría que fuese una democracia, y sin duda muchos rusos estarían de acuerdo conmigo, pero el artículo no iba de eso. Precisamente, una parte
importante de esa propaganda de culto a la personalidad se ha basado en decir que sin Putin, Rusia sería un infierno. Es posible que sin él se hubiera
desintegrado. También es posible que las cosas hubieran ido mucho mejor. La Rusia actual es un país con graves problemas internos que su gobierno no sabe cómo afrontar. La propaganda del líder providencial y salvador choca bastante con la realidad.
Y respecto del mundo bipolar, yo puedo entender que se apoye la política rusa frente a la china o la norteamericana, pero no que ello conlleve defender al
personaje en cuestión. Puedo opinar, por ejemplo, que a grandes rasgos nos interese estar en la órbita de EEUU, pero a la vez pesar que Obama ha sido un presidente nefasto. Con Rusia eso parece imposible. La identificación del país con su líder es enorme. Casi parece Andalucía… 🙂
1.- Me hablas de Snowden y de la alternativa de haberse refugiado en uno de los países del Marxismo-cantinflismo, pero Rusia es en realidad una país muy similar. La diferencia está en que es europeo (lo que le confiere un prestigio de «potencia de toda la vida») y ha orientado sutilmente su
propaganda en otro sentido. El hecho de que defienda los derechos civiles sólo para afuera de sus fronteras, mientras que los aplasta en casa, no es más que el clásico movimiento de intentar desestabilizar al rival. Es un caso muy similar al del kaiser mandando a Lenin a Moscú.
2.- Respecto del calentamiento global, Putin hace lo mismo que China o La India. Evidentemente, no voy a quitarle la razón cuando la lleva, y no estoy diciendo que sea un completo inepto, ni que no tenga razón en ocasiones; sólo que es un dictador.
3.- Hablando de Oriente Medio: Volvemos a lo mismo que te decía algo más arriba. Los EEUU la han cagado (sería largo de analizar en qué y por qué, pero es evidente que el resultado final de su política dista de lo que pretendían), pero eso no significa que Putin tenga razón ni que sea el salvador de la
humanidad que nos vende. Rusia no ha llegado a Oriente Medio como pacificadora, sino simplemente para apoyar a un aliado estratégico en apuros (Assad) y para ganarse a quien piensa que puede ser otro valioso aliado (Irán) (Y para usar aquello como escaparate para vender sus armas, pero esa es otra historia). Su acción es la típica de una potencia decimonónica en estas mismas circunstancias. Que lo vendan como una cruzada contra el Estado Islámico es bastante sonrojante, cuando la mayoría de sus ataques han sido contra otras fuerzas.
4.- Respecto de Ucrania se podría decir otro tanto. La maniobra europea era bastante torpe, lo que les dejaba el asunto en bandeja, pero la jugada de Rusia fue de tal incompetencia que sólo pudo tratar de arreglarla mediante una invasión militar. No es realpolitik. Es una cagada en toda regla. De hecho, podría haberlo enmascarado con una victoria rápida (como sí ocurrió en Crimea), pero en Ucrania están estancados, con lo que a la imagen de «soy tan torpe que sólo me queda el recurso a la fuerza» unen la de «tampoco soy tan fuerte como alardeo».
5.- El caso es que Putin no nos cae tan lejos. Su propaganda cala en sectores muy alejados, ideológicamente entre sí, y no sólo eso, sino que se está
dedicando a apoyar movimientos desestabilizadores en toda Europa. Entre ellos a nuestros castizos podemitas. No es que sea demasiado agradable ni demasiado amistoso.
En serio, mi intención ridiculizadora se limitaba a mi pequeño desahogo hacia el progresismo patrio. No era mi intención ofender excesivamente. Pero respecto de tu última pregunta, es muy difícil hacer disquisiciones de «qué hubiera pasado si». Sin Putin, nos podría ir mejor o peor. ¿No crees que Rusia
podría mantener un gobierno democrático estable? No veo razón para que no sea así. Pero no puedo simpatizar con gobernantes que por ejemplo, ejercen el asesinato y la coacción como armas políticas internas, o que mantienen vergonzosas y cutres campañas de culto a la personalidad incluso de cara al exterior.
Un abrazo, y gracias por tus comentarios.
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Ahí está el problema. No sé lo que es gobierno «democrático» estable. Tampoco sé cómo funciona tu frontera democracia / dictadura. Sí entiendo que tipos de democracias hay muchas, algunas de ellas francamente impresentables. Pero no tengo muchos motivos para pensar que Rusia, en tan poco tiempo, pudiera mantener una «democracia presentable» y estable. ¿Qué motivos? Que las «democracias presentables» en genaral suelen tener, muchos años de historia y lento desarrollo, Por poner un ejemplo, me parece que España tiene una democracia (más o menos) presentable, pero con un nivel de estabilidad francamente delicado. Si no fuera por un agente externo como la UE, no apostaría dos duros por esa estabilidad.
Resumiendo. Creo que tenemos un ideal político que ni de coña se puede implementar en cualquier circunstancia. Y creo que es algo que la realidad está desmintiendo con sorprendente frecuencia. Si esta tesis fuera cierta, el jucio sobre Putin cambiaría. Porque todo lo que alegas se basa en la lejanía de Putin de tu (nuestro) ideal político. Pero puede ser un ideal sencillamente falso, dependiendo de la circunstancia.
Ese, creo, es el quid de nuestra divergencia.
Es cierto que las democracias (las actuales, olvidándonos de la de la Grecia Clásica, que aunque se le da el mismo nombre era una cosa diferente) se presentan con diferencias entre ellas que pueden parece grandes en ocasiones. Pero hay unos principios básicos y comunes a todas: sufragio universal, división de poderes, unos pocos derechos humanos básicos (los de primera generación) con un procedimiento medianamente eficiente para hacerlos cumplir, sumisión del poder a normas, y poco más.
En la Rusia actual existe todo eso de forma teórica, pero no en la práctica (como en cualquier dictadura de las de nueva generación, como Venezuela, por ejemplo). Que el resto de democracias no sean idílicas ni desde luego perfectas no significa que no sean sistemas preferibles para cualquier ciudadano. No es una cuestión de querer que la realidad se ajuste a mis ideales (ya me gustaría), sino de entender que existe el mal menor (las democracias liberales occidentales) que es preferible a otras cosas.
Rusia no es Somalia. Es un país con una larga tradición de relaciones con Occidente. Tanto que es difícil entender la historia de Europa desde al menos el siglo XVIII sin ella. Está tan capacitada como España o Alemania para tener el sistema de gobierno que sea.
El caso es que la propaganda de Putin nos ha vendido que todo lo bueno que ocurre en Rusia es por obra de su gobernante, y lo malo (y hay problemas muy graves), o bien no existe, o es culpa de conspiradores malvados de la oposición. Es como la Junta de Andalucía pero con asesinatos políticos (aunque… Bueno, no añado nada que ya estoy demasiado en la mira de la Junta… ¿Ves?, si es que no puedo evitar los paralelismos…. )
Lo que me lleva a otra disquisición: una democracia (mi concepto de democracia es uno muy clásico, como ves; de manual de Derecho) puede descomponerse. Un ejemplo perfecto es España: no hay más que acercarse por Andalucía para ver que las cosas han ido a peor y seguirán en esa línea . En ese aspecto tienes toda la razón al poner en duda mis palabras sobre «democracia estable». Quizás debiera haber dicho «un país estable con un sistema democrático».