Existen numerosas teorías políticas y sociológicas que vienen a defender que la libertad individual no es más que una deriva cultural que determinados pueblos han escogido entre las numerosas formas que los seres humanos tienen de establecer sus lazos sociales. Unas sociedades son colectivistas y otras son individualistas, sin más. Simplemente es un aspecto cultural, un reflejo de la cultura de la sociedad en cuestión, una forma legítima vivir en sociedad como tantas otras que puedan existir.
Esta es la tesis que defiende, por ejemplo, Alejandro Cao de Benos, un catalán que forma parte del gobierno de Corea del Norte, conocido en todo el mundo como uno de los países con el gobierno más autoritario del mundo. Alejandro, que conoce bien las dos sociedades, señala que simplemente en España la gente tiene una visión individualista donde todo el mundo se preocupa por sí mismo y establece sus fines individuales, mientras que la cosmogonía coreana consiste en ver la sociedad como un conjunto al cual el individuo pertenece de forma indisociable. Como él resume: en Corea la gente ve el país como una gran familia.
Otro de los defensores del mito al que hacemos referencia es Luis Torras, autor de El despertar de China, que en las páginas 90 y 91 de su libro expone lo siguiente:
El eje principal sobre el que se desarrolla el confucionismo es la armonía. El cosmos se observa como un todo armónico y en equilibro con un orden natural propio. (…) En estos países la realización del hombre se valora en la medida en que éste ocupa y desempeña un papel positivo dentro de la colectividad, buscando la aprobación del colectivo más que en los deseos y en la libertad del individuo, como es típico en las sociedades occidentales. (…) El Estado es visto como una gran familia que configura un complejo sistema en el que el orden y la jerarquía desempeñan un papel fundamental para el buen funcionamiento del conjunto. (…) Esta especial atención a lo colectivo, es decir, a la idea de que el hombre ha de estar integrado de forma armoniosa en el conjunto, es la diferencia más sustancial entre los valores confucianos y los de tradicion judeo-cristiana que se apoyan en mayor medida sobre el individuo. (…) De esta forma, la preferencias individuales quedan subordinadas a la voluntad del conjunto.
Luis Torras, El despertar de China (pags. 90-91)
Con este artículo quiero hacer ver que este tipo de cuestiones son falaces y no son más que entelequias que sirven para justificar regímenes contrarios a la libertad. A continuación enumeraré las razones por las que una sociedad basada en la libertad individual está basada en la naturaleza humana que una sociedad basada en el colectivismo. No hace falta que analicemos argumentos biológicos muy complejos, sino simplemente de sentido común que todo el mundo puede entender por el hecho de ser un ser humano.
Como todo el mundo sabe, la mente humana es limitada. Uno solo puede conocer un cierto número de cosas que le son familiares, propias o cercanas. Cuanto más cercanas y más trato tenga una persona con las cosas más las conocerá. Así, numerosos expertos psicólogos han llegado a afirmar que existe un límite en el número de amigos que podemos tener, y que más allá de este número, nuestro cerebro no podrá controlar más relaciones de amistad. De ahí que el que mejor se conozca, salvo en caso de problemas cognitivos, sea uno mismo por varias razones: con quien pasamos la mayor parte de nuestro tiempo es con nosotros mismos; existen determinadas ideas, sentimientos o sensaciones que no pueden transmitirse a otras personas pues la naturaleza de las mismas es tácita e intransferible, por lo que la mejor comunicación que puede establecerse es la que se produce en el interior del propio individuo.
Por supuesto, no estoy defendiendo que uno deba encerrarse en sí mismo y olvidarse de los demás. Todo lo contrario. Los seres humanos son animales sociales y un individuo está incompleto si no tiene cercanía con otros, con los que compartir ideas, experiencias, sentimientos, mercancías, etc. Lo único que estoy diciendo es que, por naturaleza biológica, no podemos conocer a todo el mundo y que la mejor comunicación que puede producirse es la que se establece con uno mismo.
Asimismo, es legítimo que el que gobierne o maneje algo sea aquel que tiene más información sobre lo que va a manejar. Por ejemplo, va a manejar mucho mejor una aeronave un oficial con 80.000 horas de vuelo que otro con 30 horas. Por tanto, y como consecuencia de todo lo argumentado, el que mejor se gobierna a sí mismo, salvo problemas cognitivos, es el propio individuo puesto que es el que tiene más información sobre su persona. Así, una sociedad basada en la libertad individual tendrá unas relaciones sociales mucho más satisfactorias que una sociedad basada en el colectivismo.
Por otro lado, el ser humano es el único ser vivo (a la espera de una demostración en contrario) que tiene autoconsciencia. Es decir, es el único que puede reconocerse y que tiene la facultad de percibir que es un ser único y puede diferenciarse con respecto a los demás. Según los neurocientíficos, esta es una característica muy compleja que se produce gracias al elevado número de neuronas y conexiones que el cerebro humano es capaz de albergar. Este hecho hace que cada uno tenga sus propios deseos, preferencias, fines, objetivos, etc. Y por ello su acción individual va a orientarse en función de ellos. Unos querrán beber cocacola, otros agua, otros querrán casarse con una determinada mujer, otros querrán vivir en determinado lugar. No existe un cerebro colectivo que piense por todos.
No es cierto que exista un orden colectivo en función del cual el individuo es tan sólo una pieza de la maquinaria social. La sociedad brota del individuo y no el individuo brota de la sociedad.
De hecho, si fuera cierto que determinadas sociedades se organizaran mejor mediante el colectivismo, tales sociedades serían ricas y los individuos que la integran inmensamente felices. Sin embargo, en las sociedades colectivistas de todo el globo, los individuos no consiguen medrar, más bien todo lo contrario. Los individuos reciben las consecuencias en su vida las decisiones que otros toman (sin conocimiento profundo de ellos) por ellos, no aportándoles una satisfacción plena. Los individuos, al verse obligados a trabajar en trabajos no deseados, pierden el interés. Los individuos al ver sus frutos del trabajo repartidos a otros seres que no conocen, y que por tanto no pueden alegrarse por ello, pierden sus incentivos. Así la productividad total de la economía va retrocediendo.
Ahora bien, aunque antropológicamente la libertad individual sea la forma política más adecuada al ser humano, es cierto que existen multitud de regímenes políticos en el mundo y que ciertas sociedades tienen más tradición liberal que otras. Pero esto no es un argumento que nos permita afirmar que hay ciertas sociedades donde la forma adecuada de organizar sus lazos sociales sea el colectivismo. Simplemente, los individuos de determinadas sociedades están más acostumbrados al colectivismo que los individuos de otras, pues lo han sufrido durante un mayor número de años. Pero en cuanto entran en contacto con otras sociedades rápidamente se adaptan y terminan prefiriendo vivir en sociedades más libres.
En definitiva, la libertad no se halla en la cultura de los pueblos, sino en la naturaleza de los seres humanos.
http://etrusk.blogspot.com.es/2008/04/basis-of-human-behavior.html
http://etrusk.blogspot.com.es/2008/05/definition-of-freedom.html
–En este artículo lo que estoy diciendo que todos los seres humanos prefieren, por biología, tomar sus propias decisiones a que otros las tomen por ellos.
¿Y no podemos intentar poner un poco los pies en la tierra, y abrir los ojos? Porque, no por biología, sino por simple observación, lo que se puede ver es que en realidad el ser humano hace prácticamente lo que sea con tal de no tomar sus propias decisiones. Algo así como el 99% de las veces.
Es más, estoy empezando a convencerme de que eso que tenéis en la cabeza y que circula en ella bajo el nombre de «individuo», no existe. Es un mito, una quimera; un construcción teórica.
A ver, pongamos el ejemplo gráfico. Coges un individuo humano, lo sacas de donde esté, y lo dejas en otro sitio. Es una forma muy buena para distinguir «sus propias decisiones» de «sus decisiones no propias». Porque en su sitio habitual hay tal imbricación entre lo propio y lo social que es difícil separar.
Vale, ya tenemos al extraterrestre en su nueva ubicación. Que si es una ubicación representativa de cómo viven los humanos, el 99,99% de las veces será una sociedad. ¿Y qué va a hacer lo primero nuestro fenómeno cuando llegue? Exactamente lo mismo que haría un perro. Preguntarse, -¿aquí quien manda?-. Afortunadamente los dos animales tienen un instinto que les permite averiguarlo con una cantidad pasmosamente mínima de datos.
Y después de saber quién manda, nuestro paracaidista irá averiguando rápidamente:
– ¿Quién es «nosotros» y quién es «ellos»?
– ¿Qué es lo que nos distingue?
– ¿Cómo vivimos, cazamos, comemos, amamos, …, «nosotros»?
– ¿Qué opinamos «nosotros» respecto de A, B.C, …?
– ¿Cómo nos vestimos «nosotros», y qué nos gusta en este momento (moda)?
– ¿Qué música nos mola?
– Etc, etc.
Podría seguir, pero creo que la idea está clara. Y creo que no puede quedar mucha duda que tenemos todo un esquema de conducta, nada menos que institntiva, destinada -precisamente- a lo contrario de tomar «nuestras propias decisiones». Tampoco hace falta abrir demasiado los ojos para observar que nuestras «propias» decisiones (y opiniones, etc), son, en un porcentaje acojonante, decisiones (opiniones) o bien heredadas, o bien copiadas. Que es exactamente equivalente a «no propias».
En resumen, eso que llamáis «individuo», y que por biología prefiere tomar sus propias decisiones, simplemente no existe. Sí existen en cambio fulanos que algunas veces tienen un interés muy grande en tomar algunas decisiones por sí mismos. Pero hay bastantes variaciones entre cada fulano. Entre los dos extremos (todas las decisones / ninguna decisión por sí mismo), ambos inexistentes, hay infinitos puntos.
¡Joé!, a menudo os preguntáis por qué tan poca gente se suma al carro del liberalismo -digamos- axiomático, a pesar de lo inteligente, sencilla y evidente que es la teoría. Me parece muy fácil, y que requiere muy poca investigación. La gente observa que la teoría no coincide con la realidad que conocen. La gente «sabe» (sin necesidad de pensarlo), que la inmensa mayoría de las decisiones y opiniones, ni son propias, ni ganas que tienen. Son del grupo, y se sentirían perdidos sin grupo. Y tan tristes como un perro abandonado.
Y lo que más me jode es que este error del liberalismo axiomático, por una parte se carga el liberalismo, y por otra parte tiene la más sencilla de las soluciones. Haz relativo lo que quieres imaginar como absoluto, y pon entre las libertades la libertad de elección de grupo – en plan de mecanismo dinámico. Las dos cosas coinciden con la realidad observable. Y son los dos elementos que producen fundamentalmente eso que llamamos libertad. Pero lo que no son, en (casi) ningún caso, es «nuestras propias decisiones». Eso (casi) no existe.
Vuestro individuo no existe. Nunca ha existido. Y nunca va a existir – mientras seamos humanos. Es un mito. Pero un mito muy poco popular, por excesivamente irreal. Y sin embargo, básicamente tenéis razón, si dejáis de partir de una perspectiva irreal.
Perdón por el rollo.
Me temo Plazaeme que te pierdes en las palabras. Extraigo tu conclusión (lo que cuenta en realidad):
En resumen, eso que llamáis “individuo”, y que por biología prefiere tomar sus propias decisiones, simplemente no existe.
Supongo, porque no creo que niegues tus sentidos, que cuando hablas de “individuo” te refieres al individuo libre, del cual afirmas que no existe, por lo tanto, en realidad, afirmas que la libertad no existe, con lo cual, si asumieras las consecuencias si no fueras libre tampoco serías responsable (ni moral).
Ha existido, existe, y existirá, gente con la libertad (sin coacción, se entiende) de quitar la vida o de no pagar impuestos. La posición del fiel que limita la libertad es la que determina su ética o buen uso, su valor moral y la responsabilidad que implica. Y también la eficacia económica de una sociedad. Pero no quiero estirarme más porque no es el tema. Con argumentos biológicos, antropológicos o los que sean, la conclusión de Vegas sigue una pauta tan predecible, y por lo tanto tan científica, como la secuencia principal de la vida de las estrellas; los hechos lo confirman y se puede considerar una verdad científica que la libertad genera riqueza (los griegos decían además que sin libertad no se puede ser feliz) y viceversa. Mi primera y breve intervención fue para apoyar esa tesis. La tuya es que el individuo libre no existe, es decir, la niega. Daría igual que hubieras argumentado sobre mármol con letras de oro que esa falacia tira por tierra tu esfuerzo.
Mis disculpas.
– No es cierto que exista un orden colectivo en función del cual el individuo es tan sólo una pieza de la maquinaria social. La sociedad brota del individuo y no el individuo brota de la sociedad.
1. Una sociedad no tiene por qué ser una máquina. Nunca lo es. Al menos, es tan compleja que tienes menos justificación para llamarle «máquina», que la que tienes para llamárselo al animal humano. Pero como el individuo está en un sistema, y afecta al sistema y es afectado por el sistema, desde luego que es una pieza del mismo. Vamos, por definición de sistema.
2. El individuo nace y se educa en una sociedad. Incluso en un caso extremo de Robinsona Crusoe viuda, sería una sociedad de dos. Una hembra adulta y un bebé. Luego puede irse por su cuenta, y ser un individuo aislado. Pero ha surgido, sido formado, o sea ha brotado, en buena medida de esa sociedad.
«De hecho, si fuera cierto que determinadas sociedades se organizaran mejor mediante el colectivismo, tales sociedades serían ricas y los individuos que la integran inmensamente felices. Sin embargo, en las sociedades colectivistas de todo el globo, los individuos no consiguen medrar, más bien todo lo contrario.»
Éste es el mejor argumento, que aunque no absoluto, sí determina que es de sentido común optar por la sociedad liberal en vista de la experiencia. Muchos creen que el progreso y la libertad son caminos necesarios e inevitables en la evolución humana, pero en realidad son un milagro. La libertad social nació en Grecia y de aquella luz vivimos. Llevábamos decenas de milenios en el obscurantismo, sin ningún progreso significativo y todo esto se puede enterrar en cualquier momento. La Edad Media duró mil años pero podría haber durado diez mil o cien mil sin el Renacimiento (de la semilla griega). Y es muchísimo más fácil destruir que crear. Vivimos en una sociedad frágil aunque la gente se quiera creer que esto no hay quien lo pare.
Cómo me duele no haber sido capaz en estos años de explicar a Plaza que una sociedad de hombres libres es la más social de todas las sociedades posibles. Y que libertad individual no es antónimo de sociedad.
Soy muy mal pedagogo, lo digo sin ironía, casi derrotado.
Coño, Luis. En ese desacuerdo que tienes contra (casi) el resto de la humanidad, podrías contemplar la posibilidad de que la humanidad esté en lo cierto. Al menos, a título teórico. 😉
Bueno, el resto de la humanidad me importa bastante poco, Plaza. En esto, como en todo, no hay consensos. La historia muestra claramente cómo los mayores niveles de bienestar, desarrollo y productividad de un grupo social siempre van a sociados a un mayor grado de libertad individual. Más que nada porque se fomentan el trabajo, el esfuerzo y la creatividad: son recompensados!! En las manadas colectivistas la gente se siente cómoda un tiempo: están seguros… hasta que se dan centa de lo que realmente cuesta esa «segurdad»: extorsión, carcel, ersecución, imposibilidad de hacer lo que se desea. Y llegan las revoluciones.
Me temo que la mayoría de la humanidad está en desacuerdo conmigo sólo cuando duerme el letargo de los «somos». Cuando abren los ojos a lo que «quieren los yoes» no.
No sé si lo entiendo bien, Antonio. Suena bonito, y razonable. Suena. Pero como no está definido «colectivismo», ni «la libertad», no estoy seguro de que el significado sea obvio.
Por no enrollarme, hagámoslo de forma gáfica. Pongamos una bandada de lobos. Para un tigre, es colectivismo. Pero un humano le llamaría la libertad. Y un liberal alegre probablemente le llamaría tiranía. Por lo que colectivismo y libertad, sin más definición, pueden ser lo mismo. Depende. Del axioma del que se parte. Y el axioma, lamentablemente, solo es axioma en la imaginación.
–antropológicamente la libertad individual es la forma política más adecuada al ser humano
No sé lo que quiere decir «antropológicamente». Pero, (1) libertad individual y sociedad son bastante (*) incompatibles, y (2) el humano es un animal social. Tenemos un problema con la conclusión. No puede deducirse del argumento. Por falta de precisión. Por falta de deslinde entre colectivismo y libertad. Me temo.
(*) En realidad todo el problema / chiste / solución está en ese *bastante*. No somos hormigas, vale; pero tampoco somos tigres. 😉
Mire usted:
En este artículo lo que estoy diciendo que todos los seres humanos prefieren, por biología, tomar sus propias decisiones a que otros las tomen por ellos. En este sentido, libertad es decidir por uno mismo (gobernarse a sí mismo) mientras que colectivismo es que otro te gorbierne.
Sí, Antonio. Si defines así «libertad», en cuanto hay una sociedad ha dejado de existir. No hay mucha discusión en que el tigre es más libre (sus propias decisiones) que el lobo en manada.
Pero sabemos que no ha dejado de existir del todo, porque vemos unas sociedades humanas que nos parecen más libres que otras. Luego libre, al menos algunas veces significa algo diferente del absoluto que planteas. Y entonces, tal vez estamos hablando de una cuestión de grados. Que es lo contrario de tu disyuntiva libre / colectivismo. Y por ese camino podríamos llegar a entender la realidad.