El escepticismo en España está, como tantas otras cosas, imbuido en la corrección política. Aunque hacen un buen trabajo divulgativo en algunas áreas (homeopatía, transgénicos, parapsicología…), rápido se les ve el pie del que cojean cuando se ponen a comer curas y/o atacar a los creyentes (a los católicos, se entiende, los demás caen en la Alianza de Civilizaciones), o cuando alguien pone en duda alguno de los mandamientos principales de la Iglesia del Ecologismo, y muy especialmente su más reciente mito, el Calentamiento Global Antropogénico Catastrófico, o cualquiera de sus dogmas seudocientíficos.
Tuvimos un ejemplo con un catedrático (ya sabéis, nos encantan) que en una conferencia para «escépticos» sobre el tema (agarraros: «La peligrosa pseudociencia del negacionismo del cambio climático«) rompió todas las barreras del rigor científico (y del humor), consiguiendo convertirse en el primer candidato a los Premios Ruiz de Elvira.
Bueno, pues ya tenemos otro ejemplo, esta vez desde un blog, Magonia, nos llega un artículo, «Google financia a los ‘negacionistas’ del cambio climático… y Facebook también«, firmado por el periodista y presentador de la serie Escépticos de la ETB, Luis Alfonso Gámez. Terrible.
Vayan por delante mis respetos por este periodista y por su trabajo en general que he seguido desde hace años. Pero mucho me temo que aquí se ha columpiado a base de bien, por mucho que, a decir verdad, le entienda perfectamente: posicionarse como escéptico ante el Cambio Climático es un estigma que puede ser insuperable para un personaje público, y eso hay que comprenderlo. Pero también criticarlo.
En cuanto al tonito general:
El artículo cae en los principales sinsentidos del catecismo Alarmista, empezando por el meme de las 400 ppm de concentración de CO2 alcanzadas recientemente, un hito totalmente irrelevante y más cercano al mínimo necesario para la vida que del valor necesario para pensar en extinciones masivas (la explosión cámbrica por ejemplo se produjo hace 540 millones de años produciéndose la mayor, más rápida y diversa aparición de nuevas especies, con una concentración de CO2 de 6000 ppm) ; y terminando por las poco escépticas falacias de apelación a la autoridad y a la mayoría, revestidas de un consenso artificial que poco pinta en el proceso científico, más el habitual hombre de paja del escéptico que discute lo que en realidad no discute (nadie niega el Calentamiento Global de la segunda mitad del siglo XX, y mucho menos el hecho de que el clima cambia).
Además de caer en estos sinsentidos digamos, inocentes, también se mete de cabeza en el charco de las imbecilidades canallescas, desde la sincrética calificación de «negacionistas» a los escépticos del alarmismo (algo que ya ni los histéricos de Skeptical Science hacen -ahora los llaman «contrarians«- otros escépticos que tal bailan, dicho sea de paso), hasta su comparación con los que rechazan que el VIH sea el causante del SIDA. De una vergüenza tal que solo puede ser atenuada/justificada por la ignorancia.
Así que a cualquier escéptico que se precie, y que sea ajeno a la confesión del Alarmismo Climático, le saltarían todas las alarmas sin analizar siquiera los contenidos, simplemente notando el evidente uso de argumentaciones falaces.
En cuanto a la esencia del artículo:
El escándalo al parecer proviene de que dos empresas (horror, el capitalismo neocon) punteras, Google y Facebook, han realizado donaciones a sociedades «negacionistas«. En concreto el artículo cita decenas de miles de dólares y especifica 50000 dólares de Google y 25000 dólares de Facebook al think tank (horror) Instituto de la Empresa Competitiva (CEI) vinculado a la petrolera (horror) Exxon-Mobil Corp (horror-horror).
Todo esta estupidez se desmonta de un plumazo simplemente fijándose que en España, solo para 2013 y en plena recesión, se destinan 50 millones de euros para las políticas de cambio climático y 450 para el fomento de las energías renovables. De nuestro dinero, claro. Y esto es una mínima parte de los cientos de miles de millones de € de dinero público internacional, que se dedican de una manera u otra a alimentar un monstruo que, en condiciones normales, jamás debería haber salido de un puñado de laboratorios especializados.
También habría que fijarse que en el mundo real, una vez que sales de Rivendel, todo es muy difuso y se pueden encontrar petroleras que financian a lobbies ecologistas, o invierten en energías alternativas, sin olvidar que gasísticas y nucleares, por razones evidentes, no anduvieron muy lejos de la creación del mito de la demonización del CO2. Es decir, como sucede en todos los campos, transformar la realidad en un cuento de buenos y malos, solo funciona en la Mitología y en la Religión, y un escéptico metido es esos mundos pierde credibilidad a chorros.
Por tanto, que un par de empresas privadas, en uso de su libertad, haya dedicado un puñado de dólares para ayudar a una parte de la Ciencia del Cambio Climático que está siendo denostada víctima del ostracismo oficial, no parece una circunstancia que pueda llevar a nadie a poner el grito en el cielo. A no ser que forme parte de la nada escéptica nueva inquisición climática.
En cuanto al vídeo:
El vídeo, sin ser una prodigio de escepticismo y/o rigor científico, es mucho más inofensivo que el artículo. Probablemente porque es actual y ya no queda gente con la suficiente cara dura para decir las chifladuras que se decían hace unos cuantos años. A continuación los puntos claves del reportaje:
– Una parte del programa recoge la impresión de los estudiantes de secundaria y ciudadanos de a pie sobre el tema de cada reportaje. En éste se refleja la empanada mental de unos y otros, confundiendo polución con calentamiento global, clima y tiempo, calentamiento global y atribución antrópica… Con todo, algunos chavales dan la impresión de estar mejor documentados que el propio conductor del programa, lo cual a la vista del artículo tampoco es decir mucho.
– El Director de la agencia de Meteorología deja claro que a pesar de los miles de millones de Euros invertidos en estudiar el Clima, no se puede discriminar cuantitativamente la señal antrópica. Y es cierto, en términos de validación empírica estamos en el mismo escalón que Arrhenius. Por algunas cosas de las que dice muchos alarmistas le lanzarían a la hoguera sin pensarlo dos veces.
– Fundido en negro y nos planta a Rajoy con sus estupideces: les ha faltado Aznar y Bush -se conoce que se les está pasando el arroz- y el neoliberalismo salvaje… aunque supongo que queda implícito dada la mínima relevancia del corte.
– Un profesor de Física explica que el problema está en las atribuciones, exponiendo con la boca pequeña y mediante circunloquios que no se puede afirmar qué cantidad de calor se debe al ser humano, ni tampoco los efectos a décadas vista, no digamos ya siglos.
– La explicación sobre los proxys (medidas indirectas de variables climáticas) es de Barrio Sésamo, y por descontado esquiva los múltiples problemas de resolución, precisión, homogeneidad, etc que se producen especialmente cuando se comparan con datos directos obtenidos mediante instrumentación moderna.
– Antón Uriarte expone su posición escéptica, crítica a la politización de la Ciencia y comenta ese paralelismo entre socialismo y ecologitis del que tanto hablamos algunos, y que tan inadvertido pasa para otros. Por descontado que el entrevistador resulta ser totalmente transparente a los argumentos de Uriarte.
– No podía faltar el integrismo ecologista. Nos cuenta una monja de Greenpeace que le ha dicho su Unicornio violeta que el ser humano es capaz de sintonizar la temperatura al gusto de su hermandad, como el aire acondicionado. Sin comentarios.
– Tampoco podía faltar el mito de la «Energía Limpia» (sol, viento, mar…), y se cita como paradigma el ruinoso caso español, con un 32% de la producción «gracias» a las energías renovables, olvidando que están sobre-subvencionadas y que nos han provocado un agujero del copón que no sabemos como vamos a pagar.
– Se dice que el equilibrio del planeta es muy delicado. Al contrario, podríamos hablar de delicado si acaso en términos geológicos, en términos humanos las diferencias han sido mínimas entre la actualidad y esa añorada época en la que vivíamos en las cuevas, que fue hace unos segundos en escala geológica.
– Unas gotas de catastrofismo nunca vienen mal: «…es posible que cada vez veamos más catástrofes». Bien, eso es cierto, pero no porque haya más, sino porque las vemos en tiempo real en la TV (o en el móvil), gracias, por cierto, a tecnologías que se han desarrollado quemando carbón, y que entre otras muchas cosas, nos permiten empezar a estudiar el Clima, por ejemplo, desde el espacio y usando superordenadores (mucha gente no cae en la cuenta que estas tecnologías no se han creado alrededor de una hoguera comiendo ciervos semi-crudos con las manos).
– Hablan sobre la subida de entre 18 y 59 cm del nivel del mar, unos valores tan arbitrarios, como indemostrables. E inofensivos por cierto, el mar sube y baja desde el principio de los tiempos, y en concreto ha estado subiendo desde hace más de 18000 años (el último episodio glacial), recién bajados de los árboles y ya en las cuevas.
– También sale el asunto de la acidificación de los océanos, que no es más que otro tic histérico, dado que la bajada de menos de una décima en la escala de pH en los últimos 200 años, está muy lejos de significar un problema.
– Perejil en todas las salsas, la explosión demográfica también aparece en el seudo-reportaje, no importa que vivamos en un planeta en el que toda la población mundial viviría sin problemas en el Estado de Texas, (o con los mismos problemas que en Nueva York -i.e la misma densidad demográfica) ni el rancio hedor a Malthusianismo, la bomba demográfica tiene todas las características necesarias para tomar el relevo del a todas luces fallido Apocalipsis Climático: demagógico, seudocientífico, especulativo, cercano al nazismo, etc…
Conclusión:
Por si el propio Luis Alfonso Gámez lee este artículo, primero me gustaría recordarle que el concepto de escepticismo según la primera acepción de la RAE es «1. m. Desconfianza o duda de la verdad o eficacia de algo«, independientemente de la corrección política, del consenso o lo que digan los «expertos». Por supuesto que hay distintos factores que influyen en la relevancia que pueda tener el consenso, dependiendo por ejemplo del grado de evidencia empírica de la hipótesis, y en esa dirección, el hecho de que haya consenso sobre una hipótesis de la que no hay evidencia empírica es cuando menos sospechoso.
Y cuando el escepticismo se refiere a la Ciencia, nada mejor que recordar al gran Feynman, que nos regaló esta magistral cita:
La ciencia es la creencia en la ignorancia de los expertos.
Por tanto, se puede concluir que la Ciencia avanza gracias al escepticismo, y a la superación de los consensos cuando son erróneos. Tras leer el penoso artículo de Gámez, se podría añadir que la Ciencia ha avanzado también porque no ha caído en manos de periodistas. Pero eso sería una maldad por mi parte.
—
De propina y para compensar el mal sabor de boca, me gustaría recomendar un espléndido artículo de Matt Ridley: «Apocalipsis no. Una historia de predicciones fallidas de la fatalidad»:
—
Addendum
Plazaeme tiene unas cuantas preguntas para Gámez: Seis preguntas fáciles y legítimas para el escéptico sedicente Luis Alfonso Gámez. Aunque tienen un componente retórico, sería interesante conocer la respuesta, o mejor dicho descubrir si es diferente de «manzanas traigo«.
—
Este Gámez y su cuadrilla sí que son unos conspicuos negacionistas…
Cuanto mas me informo, mas me cuesta creer, igual que descartar.
Informarte siempre es bueno, no te hará creer, pero te ayudará a descartar dogmas, y ese es un buen trecho del camino para llegar a tus propias conclusiones.
Siempre he sido un escéptico con el cambio climático antropogénico; me valía con recordar los estudios de Geología y que nuestra tierra ha padecido un continuo cambio climático sin que el hombre ni estaba ni se le esperaba.
Supongo que muchos participáis conmigo que el Nobel va de descrédito en descrédito tan rápidamente como cayeron las bolsas poco tiempo ha.
Ciertamente para mí el Nobel para Obama supera en descrédito ya hasta al de Rigoberta Menchu; pero el dado a Al Gore y el IPCC creo que no tendré ocasión de verlo superado en el ranking de los deméritos además del deshonor para un premio que en tiempos tuvo un notable prestigio.
El premio Nobel de la Paz es un premio eminente político, y ha tenido críticas desde hace mucho tiempo, como ésta de Sala-i-Martin. Pero es justo decir que los premios Nobel de Ciencia, y específicamente los de Física, son bastante rigurosos, dentro de que, como con todos los premios, siempre se queda alguien en el tintero. En Física al menos todos los que están, son, aunque no todos los que son, están. Y en esa dirección una cosa es irrefutable: ningún alarmista ha aparecido nunca en ninguna quiniela para el Nobel de Física (ni ningún Climatólogo en realidad), algo lógico si tienes en cuenta que es una ciencia que está en parihuelas, y que de momento no cuenta con el menor atisbo de validación empírica.
Estos escépticos cientifistas, cuando se trata de ciertos temas, soy muy poco escépticos y muy poco científicos. Gámez, al que dejé de leer hace tiempo precisamente por eso, recuerda a veces un poquito a la triste figura de un inquisidor. Luego está lo de Michael de Dora, al que cita Gámez, y sus «actos malévolos», que parece sacado de algún polvoriento manual medieval, como el de Bernardo Gui. Leo en la página de inicio del Center for Inquiry en el que Mr. De Dora tiene un cargo directivo:
The mission of the Center for Inquiry is to foster a secular society based on science, reason, freedom of inquiry, and humanist values.».
¡Chsst! Atentos: «free-dom-of-in-qui-ry» (pronúnciese /ˈfriːdəm ɒv ɪnˈkwaɪərɪ /) ¿Qué significa tal cosa en este contexto? Pues no lo sé… Que venga Gámez y nos lo explique.
En fin, es la naturaleza humana y sus paradojas.
Así están las cosas.
Espeluznante Cara de palo. Yo he pasado por todas las fases a lo largo de la vida: comprenderlos, aceptarlos, sufrirlos, odiarlos, reírme de ellos, tenerles miedo… A día de hoy, aunque me siguen pareciendo intelectualmente grotescos, cada vez más la sensación general que más me producen es directamente miedo. Es tan patente que son la fusión de lo peor del siglo XX (nazismo y comunismo), que es imposible no asustarse. Sinceramente, creo que son la mayor amenaza para el ser humano como entidad libre, por encima incluso del integrismo islamista. Así que toda ocasión que tengamos para ponerles en evidencia será bienvenida.
Además muchos de sus seguidores son personas de buena fe que son víctimas de la manipulación y la demagogia política, y están convencidos de que están en posesión de la verdad absoluta y que tienen la obligación de salvar al mundo. Como los nazis. Desadoctrinar a esa buena gente debería ser prioritario, antes de que sea demasiado tarde.
Un día voy a sacar una lista con los «valientes» alarmistas que han salido corriendo con el rabo entre las piernas ante un debate serio con los que ellos denominan «magufos» como Ecléc, Plaza, Luis…
Es una lástima, sería interesante para todos.
Mira esto, Haddock:
http://www.thegwpf.org/lord-lawson-invites-royal-society-fellows/
A esta gente ya no les queda ni «fair play». No llegan a comprender que, para un no-experto como yo, su COBARDÍA es la mayor prueba de la inconsistencia de sus argumentos y el mejor espaldarazo a mi creciente escapticismo climatico.
Ya lo he dicho alguna vez, no hay que saber una palabra de Ciencia para sacar algunas conclusiones sobre el debate, en base a consideraciones éticas (¿quién usa juego sucio?), lógicas (¿quién abusa de las falacias?) e incluso formales (¿quién censura en sus blogs?). Si te das cuentas de que la respuesta a esas preguntas es «los alarmistas», ya tienes un motivo, o tres, para inclinar la balanza hacia los escépticos.
Hay otro, quizá irrelevante pero significativo. El sentido del humor. Si te fijas en todos los blogs escépticos hay un hueco para la risa, en las entradas, en los comentarios, o incluso con sección fija. Los blogs alarmistas son como un funeral, siempre lloriqueando, malmetiendo y pocas veces verás un chiste. Parece una tontería pero es otro factor ajeno a la Ciencia que debería hacer a la gente reconsiderar las posturas.
Entonces, voy a intentarlo yo. Más directo.
¿Y ya le has invitado? Debería ser lo primero. A ver si puedo:
https://twitter.com/plazaeme/status/355687819185893378
Le han llegado varios tuits, pero entiendo que no va a contestar. Yo tampoco saldría de debajo de la cama para defender lo indefendible 😉
Ah, pues haber puesto los tuits, hombre. Le da salsa … y morbo.
Si pinchas en el número del marcador de tuits más arriba salen todos los tuits y varios van con el correspondiente @lagamez, empezando como es natural por el amigo Esopra 😉
Los «escépticos» estos no son escépticos ni nada que se le parezca, son cientifistas, y cualquier cosa que se disfraze lo suficientemente bien de ciencia, se la tragan sin pestañear. Esto es porque tienen asimilados una serie de clichés acerca de las cosas que al final les convierten en unos fanáticos no muy diferentes de cualquier otro de un país occidental(esto es, gritarán mucho e intentarán apartarte de la vida pública, pero más no, porque no pueden, afortunadamente).
Pues estoy de acuerdo. Han convertido la Ciencia en una Religión, desvirtuando ambas y olvidándose de los límites de cada una. Un error epistemológico y un horror intelectual, desde mi punto de vista.
Es curioso, y muy significativo, este escepticismo condicional (on-demand), muy habitual en el reducido ámbito del escepticismo español «profesional» (ARP/SAPC, Gámez, etc): a sus ojos, los escépticos del cambio climático (digan lo que digan y antes de analizar sus argumentos) NO son escépticos, sino «negacionistas». Tamaña incongruencia debería hacer saltar todas las alarmas de cualquier escéptico que se precie, domine o no la ciencia del clima, pero es al contrario: solo desata reacciones furibundas y cierre de filas en torno, esta vez sí, del Poder con mayúsculas, alineado con el «consenso» del calentamiento global. Es, efectivamente, un escepticismo de pacotilla, casado con el mainstream más politizado y dogmático.
Yo me considero escéptico, por naturaleza, y ese efecto lo he detectado desde hace años que les sigo(de hecho salí asqueado de un grupo de Facebook en el que casi me linchan por declararme agnóstico, ridículo)… ¿Sorprendente? Si, pero muy indicativo de con quién nos jugamos los cuartos.
Ya hace un tiempo que me pregunto algo parecido en torno al alcance real de esa actitud escéptica, o a las razones por las que parece ponerse en segundo plano cuando se trata del calentamiento global antropogénico. Se puede estar más de acuerdo con el enfoque «negacionista» o con el de «consenso»-yo al menos no estoy en condiciones de poder defender una de las dos con absoluta firmeza- pero el tono con el que suele tratar el tema desde el sector escéptico tiende a ser demasiado condescendiente. A ver si con esto se genera al menos un micro-debate.
Mi teoría es que Política gana a Razón, y que para muchos ambas facetas no van más allá de ser una pose. No es tan fácil salirse del rebaño y criticar la opinión general, sólo te llevas insultos y ostracismo, a mucha gente no le merece la pena. Lo entiendo, pero lo critico.
Pero lo extraño es que ese «coste» de salirse del rebaño y recibir palos por ello se asume cuando el tema es, por ejemplo, el de los transgénicos. Ahí además también hay un coste político, el de significarse contra buena parte de la izquierda.
Hay un matiz. Estar en contra de los transgénicos es todavía más indefendible desde el punto de vista científico que el Cambio Climático, que ha creado a base de muchos miles de millones de dólares toda una telaraña de literatura científica que abala de una u otra manera el Cambio Climático. Por tanto es mucho más sencillo criticar el miedo a los transgénicos sobre la base de que solo atacas al sector más iletrado del rebaño. Criticar el Cambio Climático es atacar a todo el rebaño, a los pastores y al dueño del ganado. Así que ni hablar, el apocalipsis climático va a misa.