Hoy se celebra el vigesimotercer aniversario de la reunificación entre la República Federal Alemana y la República Democrática Alemana. Normalmente, cuando se habla de esta reunificación, «die Wende», como lo llaman los alemanes, solemos contar que aquello era una dictadura espantosa donde tatuarse era ilegal porque el Estado era propietaria legal de tu piel, donde si eras preso podías trabajar para Ikea como esclavo, donde si querías escapar del país te disparaban por la espalda o donde no podías formar un partido político sin riesgo a que la Stasi te vigilase, te pegase una paliza, te metiese en la cárcel y/o algo aún peor. Aún así existe en España gente que defiende el régimen totalitario de Erich Honecker y sus lacayos, pero ello se debe principalmente porque no han vivido bajo él, porque no le han preguntado a nadie que viviera bajo el régimen, porque no se han pasado por el Museo de Historia de Leizpig o porque siquiera se han molestado en mirar un álbum de fotos con el «antes y después» de las ciudades.
Me gustaría hoy dar algunas informaciones sobre cómo estaban la «nueva Alemania» (los Ländern que integraban la antigua RDA).
Reconversión industrial completa. La antigua República Democrática Alemana en los años ochenta del siglo pasado era la décima potencia industrial del mundo. Con una particularidad: No producía nada útil. La economía entera de la RDA era un gigantesco Plan E zapateril basado en que la necesidad de una ocupación de la gente era prioritaria frente a sus verdaderas necesidades. Así, el legado económico de la RDA para sus ciudadanos (hablando en positivo) son los pepinillos de Spreewald (la marca de Spreewaldhof, en general) y los productos de souvenirs relacionados con la dictadura (hasta el Trabbi tuvo su momento de gloria). Y un poco más genéricamente, los semáforos. Ya está. Eso es todo. No busquen más, que ya lo he hecho yo y no hay (sigo aceptando sugerencias).
Tasa de paro superior al 20%. Como aquello no funcionaba, poco a poco esas empresas fueron cerrando, al punto de que los Ländern de la antigua DDR llegaron a tener una tasa de paro del 20,6%.
Migración de los jóvenes. Ante la falta de oportunidades, muchos jóvenes optaron por hacer la maleta y marcharse a «la vieja Alemania». Con una particularidad: Muchas de las titulaciones que habían empleado no servían para nada, de modo que tuvieron que aceptar trabajos de cualificación inferiores.
Inversión pública. Alemania, con todo, era una socialdemocracia, de modo que los Estados ricos decidieron enviar cantidades ingentes de dinero en forma de inversiones públicas. No todas ellas funcionaron. En Sajonia, antaño uno de los motores económicos, científicos y culturales de Alemania, tuvieron suerte y pocas de estas inversiones salieron mal (una excepción sería el metro de Leipzig: 850 millones de euros tirados para un kilómetro de vía). En Turingia no sólo fueron un desastre, sino que se dieron escándalos de corrupción. Podemos hablar de un éxito localizado (las inverseiones del Max Planck Institut en la Universidad de Leipzig) que en absoluto compensaría el total de millones de euros invertidos.
Reformas laborales y ayudas sociales. Allá por 2005, cuando Angela Merkel llegó al poder, Alemania estaba hecha unos zorros. El problema no eran los Ländern antiguos, sino los de la República Democrática Alemana, que a duras penas conseguían mejorar la situación heredada. Ella, en coalición con los socialdemócratas del SPD, llevaron a cabo una serie de reformas. De todas ellas me centraré en tres:
– Hartz IV. El Hartz IV comprende varias ayudas sociales, así como la prestación por desempleo. Actualmente, dependen de él más de 6 millones de personas, y desde su implantación han llegado a recibir esta prestación más de 7 millones.
– Minijobs. Se trata de un contrato especial, con el que una persona que está recibiendo una prestación, por ejemplo el Hartz IV, puede trabajar 15 horas semanales por 450 euros (antes 400) en puestos que no requieren cualificación, sin necesidad de asegurar. Su función es la de complementar las ayudas sociales.
– Integración de los jóvenes en las empresas. Hoy en día, un universitario alemán que ha acabado su carrera tiene dos años de experiencia reales en una empresa. En Alemania, además, quien no tiene una carrera tiene un «Ausbildung», es decir, un curso de Formación Profesional, del cual también se sale con experiencia.
Inversiones privadas. En Alemania no existe un salario mínimo estatal y unitario como en España. Por contra, sí existen salarios mínimos sectoriales y regionales, de forma que a muchas de las grandes empresas alemanas les salía a cuenta realizar inversiones en los nuevos Ländern. Si a eso se añade que las inversiones públicas y de formación en Sajonia funcionaron bastante bien, tenemos un caldo de cultivo interesante para la prosperidad.
Y así llegamos al día de hoy. Ahora Sajonia está de moda, al punto de que muchos jóvenes de la vieja Alemania vienen aquí a estudiar y vivir. La tasa de paro se acerca seriamente al 10%, y cada vez la iniciativa privada mejora la calidad de vida de las personas. La gran mayoría de los edificios han sido renovados (muchos llevaban sin ser siquiera reparados después de la Guerra Mundial), al menos exteriormente. Y, con mayor lentitud, los otros Länder también mejoran. Al punto de que se empieza a hablar de burbuja inmobiliaria en Berlín.
Pero no todo es miel sobre hojuelas. Tal vez sea la peor secuela del comunismo que se puede ver a día de hoy sea Turingia, de donde los jóvenes siguen huyendo como de la peste. Die Linke, los herederos del Partido Comunista, es a día de hoy el segundo partido más votado, rondando el 25% en las últimas elecciones (ojo, votar a Die Linke no quiere decir que todos sus votantes quieran volver a la dictadura anterior, lo que quieren es que aumenten los subsidios). Su mayor virtud electoral consiste en saber vender un producto a quienes no fueron capaces de adaptarse al cambio al modelo capitalista. Además, las diferencias salariales entre las dos Alemanias sigue siendo importante.
Aún así, sopesando pros y contras, podemos decir que el viaje a la normalidad ha terminado para la antigua República Democrática Alemana.
La pregunta que me gustaría formularles hoy, Día de la Unidad Alemana, es: ¿Ustedes se imaginan que eso mismo estuviese pasando en España? Pues salvo por la espantosa dictadura, me temo que nos encontramos en una situación similar.
– ¿Reconversión industrial? Nosotros tenemos la burbuja inmobiliaria.
– ¿Altas tasas de paro? Nosotros hemos llegado a superarlas.
– ¿Formación inútil? ¿Por la de los trabajadores de la construcción, o por nuestros licenciados que deben trabajar de camareros o en otros puestos donde están sobrecualificados?
– ¿Emigración de los jóvenes? Todo aquel que no tenga ataduras o miedos se lo plantea.
– La parte de la inversión pública, me temo, ya la tuvimos con nuestros Planes E.
¿Y qué es lo que NO tiene España?
– España no tiene una República Federal Alemana dispuesta a sacarnos de nuestra ruina.
– España no tiene un espíritu empresarial que sí existe en Alemania, incluso en la República Democrática Alemana.
– Y, por supuesto, España no tiene políticos a la altura de los alemanes, capaces de tomar las decisiones que permitan a los ciudadanos actuar libremente para desarrollar sus actividades económicas, mejorar sus condiciones de vida y prosperar porque les da miedo defraudar a su electorado y perder votos.
Sé que tanto los problemas de España como los alemanes en su momento son y fueron mucho más complejos que lo expuesto en este artículo. Pero creo que las semejanzas existen, al punto de que me atreva a plantear abiertamente el paralelismo.
Felicidades, Alemania. Has peleado muy duro para conseguirlo y, 23 años después, lo lograste. Y tú, España mía, ¿cuánto tardarás?
Pues salvo por la espantosa dictadura en España.Se nota que no la vivistes,la ilusion y progreso en mucho tiempo de la dictadura fue superior a lo vivido en la maravillosa democracia, por lo demas el articulo es muy bueno
No, no viví por suerte aquel período. No obstante, hay libertades que no se compensan con el desarrollo económico. Saludos.
Hay una falta de ortograífa: han escrito «echa» del verbo hacer, por tanto debe escribirse con hache
Gracias por indicar la errata. Era horrenda.
Hay una errata en la frase: En Alemania no existe un salario mínimo estatal y unitario como en Alemania.
Por lo demás, un artículo interesante.
Corregida la errata, Tomás. Muchas gracias.