Una analogía que surge de tanto en cuanto en el debate del Clima (o más apropiadamente, sobre su modulación antrópica), es su comparación con el evento de la detección de un asteroide que pudiera colisionar con nuestro planeta, y que tenga la suficiente entidad como para provocar una gran extinción. El seudo-argumento proviene de identificar a los escépticos del presunto consenso del AGW, con unos escépticos imaginarios ante un previsible consenso en cuanto al impacto del meteorito (aquí un ejemplo reciente de la tontería). Por supuesto, como veremos, no es más que una argumentación falaz.
Claro que hablar de falacias lógicas no deja de ser una redundancia cuando nos referimos al Calentamiento Global Antropogénico, en el sentido de que toda la Climatología Alarmista se basa en una gigantesca falacia ad verecundiam (o de autoridad) en su apelación al consenso de los científicos, con tropezones de otras falacias menores: ad hominem -al llamar negacionistas a los que no tragamos sin entrar en los argumentos; hombre de paja -cuando se identifica al escepticismo hacia el Calentamiento Global con una voluntad de dañar el Medio Ambiente; falacias ad nauseam, ad baculum, etc… En general todo un repertorio de lógica basura que tiene su origen en la falta de adecuación de la Climatología Alarmista (y sus predicciones) al Método Científico, estrella de la corona de la evolución intelectual del ser humano -que por cierto se basta y se sobra tanto para determinar la validez de una determinada teoría, como para definir su ámbito de aplicación y bajo qué intervalos de confianza.
Como decía, en ocasiones se traza un paralelismo entre la pasividad y escepticismo ante un presunto cataclismo climático provocado por las emisiones de CO2 de origen antrópico, y la actitud que eventualmente se produciría ante el anuncio de una futura colisión de un asteroide con la Tierra. En el primer caso se anuncia que las emisiones humanas de gases de efecto invernadero (inferior al 0.3% del total) causarán una hecatombe de proporciones bíblicas durante este mismo siglo. En el segundo caso se anunciaría una fecha precisa en el que determinado cuerpo puede impactar con la Tierra, junto con su tamaño, órbita y probabilidad del suceso.
Sobre las crecientes dudas sobre el cataclismo climático, su pésima adecuación al método científico (por no existir ni validación empírica ni criterio de falsabilidad), y su aún peor praxis, ya se da cumplida (y magistral) cuenta aquí mismo en Desde el Exilio, no es necesario ir más lejos. Veamos algo de la Ciencia que hay detrás del otro posible cataclismo.
Los asteroides son restos de la nebulosa protosolar que dio origen al Sistema Solar que conocemos. Según la teoría más comúnmente aceptada se tratan de planetesimales que no alcanzaron el suficiente tamaño (i.e. campo gravitatorio) para ser considerados planetas, pero con la suficiente entidad para haber mantenido su tamaño sin desintegrarse por sucesivos choques con otros cuerpos similares y que por tanto se mantienen del mismo tamaño y en la misma órbita hoy que hace 4600 millones de años, momento en el que probablemente se produjo el colapso nebular. Todos giran en el mismo sentido que los planetas, y la mayoría de ellos se concentra en un cinturón de asteroides situado entre las órbitas de Marte y Júpiter, quedando el resto dividido en dos grupos que comparten órbita con Júpiter (de ahí que sean conocidos como asteroides troyanos).
El cálculo de la órbita de un asteroide así como los modelos que describen la posición y velocidad de los diferentes elementos que orbitan en torno al Sol, son un problema conocido y encauzado desde hace más de dos siglos según diferentes trabajos de Joseph-Louis de Lagrange (1736-1813), Pierre-Simon Laplace (1749-1827) y Carl Friedrich Gauss (1777-1855), basándose en las Leyes de Kepler (1609), en los métodos matemáticos desarrollados fundamentalmente por Newton y Leibniz en el siglo XVIII, así como en elementos de Trigonometría, Álgebra y Geometría Euclídea ampliamente conocidos desde tiempos de la Grecia Clásica. Esto no quiere decir que por clásico el problema sea sencillo, se trata en esencia del famoso Problema de los tres Cuerpos, que sólo puede ser resuelto de manera aproximada en base a una serie de simplificaciones, y que de hecho es un ejemplo paradigmático de caos determinista (imposibilidad de definir la evolución de un sistema determinista, debido a las grandes divergencias en las soluciones provocadas por pequeñas variaciones o incertidumbres en las condiciones iniciales).
Por ejemplo Gauss desarrolló un método que calculaba con gran precisión la órbita de Ceres, cuerpo descubierto por el monje Italiano Giuseppe Piazzi en 1801 que hoy está clasificado como planeta enano, y que se resistía a responder a las soluciones planteadas a partir de la obra cumbre de Laplace en Astronomía: Mechanique Celeste. El método propuesto calculaba la trayectoria de Ceres a partir de tan solo tres observaciones, y fue capaz de predecir exitosamente la posición en un determinado momento -lo cual por cierto encumbró al jovencísimo Carl Friedrich Gauss al Olimpo de la Astronomía mundial, prolegómeno para el que terminaría convirtiéndose en uno de los científicos más prolíficos, innovadores y multidisciplinares de la Historia de la Ciencia (rara es la rama de la Ciencia en la que no haya al menos una ley, teorema, método o modelo de Gauss). Un resumen ilustrado se puede encontrar en este artículo, y de una manera más extensa se puede consultar en este pdf.
Hoy están indexadas las órbitas de todos los asteroides potencialmente peligrosos, y pueden ser consultadas una por una en esta página de la NASA.
La probabilidad de ocurrencia de un suceso de colisión con nuestro planeta es una variable esencial a la hora de planificar salvaguardias y dedicar recursos al asunto. Dado que es imposible calcular de manera exacta la trayectoria que sigue un asteroide se ha de recurrir a la Estadística. La probabilidad se puede inferir por métodos observacionales (a partir de la distribución de cráteres en la luna se puede estimar la frecuencia de impactos) o por estimaciones teóricas a partir de modelos numéricos, obteniéndose los siguientes valores (fuente):
Diámetro | Frecuencia de impacto |
d > 10 Km | -> cada 50 millones de años |
1 Km < d < 10 Km | -> cada 500.000 años |
100 m < d < 1 Km | -> cada 5.000 años |
30 m < d < 100 m | -> cada 500 años |
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Es interesante también repasar los eventos de colisión que han acontecido en la Tierra, y que son atribuidos fehacientemente al impacto de un asteroide (lista, mapa). Alguno de ellos sabemos que han sido esenciales en la historia geológica del planeta, y unos pocos además son sospechosos habituales -bien como agente único, bien como cooperador necesario- de alguna de las extinciones masivas que ha sufrido este planeta y que supusieron una verdadera hecatombe biológica.
La magnitud de la catástrofe que produciría la colisión de un asteroide depende de diversos factores: tamaño y densidad del objeto, ángulo, velocidad y lugar del impacto. La Universidad Purdue tiene una bonita página en la que se pueden ensayar los diferentes tipos de impacto y ver al instante los efectos locales que se producirían. Y si quieres profundizar, en este paper te explican los entresijos.
Se utilizan principalmente dos escalas para medir el impacto: la escala de Turín para sucesos en un horizonte de 100 años, que gradúa el peligro entre 0 y 10 en función de las probabilidades de impacto combinadas con la Energía Cinética del asteroide (función de la masa y de la velocidad al cuadrado); y la escala de Palermo que es una escala logarítmica del riesgo relativo de impacto (cociente entre la probabilidad de impacto del evento en cuestión y la probabilidad de impacto en el intervalo dado).
La buena noticia es que en la actualidad no hay ningún asteroide que suponga una amenaza para el planeta. En la tabla centinela de la NASA solo hay un asteroide con valor distinto de cero (un miserable 1) en la escala de Turín: el 2007 VK184, un asteroide de 130 metros con una probabilidad de 1 entre 3130 de impactar con la Tierra en Junio de 2048.
La mala noticia es que en cualquier momento puede aparecer un asteroide desconocido que suponga una seria amenaza de colisión, o que las correcciones aplicadas a alguno de los ya conocidos lo hagan subir dramáticamente en las escalas de riesgo. C’est la vie.
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Recapitulando, tenemos dos posibles escenarios de extinción masiva, el Calentamiento Global Apocalíptico y el impacto de un Asteroide. En el primero de ellos ya estamos inmersos según la religión ecologista. A continuación una lista de las características que tendría el anuncio por parte de la comunidad científica del segundo escenario:
- Los mecanismos que intervienen en un acontecimiento de este tipo son perfectamente conocidos y dependientes de unas variables bien definidas y con poco recorrido para la sorpresa.
- Si el escepticismo viniera del cálculo de la órbita, los escépticos tendrían que vérselas con un conocimiento acumulado de siglos, validado empíricamente no solo por observaciones directas, si no también por su exitosa aplicación en diversos campos ajenos a la propia astronomía.
- Más allá de la resolución instrumental, las fuentes de incertidumbre para pronosticar exactamente la certeza de la catástrofe provienen de dos factores conocidos y relativamente controlables: la imposibilidad de conocer la trayectoria exacta del asteroide, y la dificultad en estimar su tamaño y densidad. Ambos factores de error se van atenuando paulatinamente según van aumentando el número de observaciones y/o la cercanía del objeto.
- La fecha del apocalipsis sería conocida probablemente con años de antelación. Esto permitiría tanto a científicos como a astrónomos aficionados cotejar las diferentes variables en juego.
- No hay implicaciones políticas (no se puede culpabilizar a nadie) en la caída de un asteroide. Quizá por eso cuando una asteroide potencialmente peligroso es descartado, se descarta y punto. Tenemos un ejemplo reciente de esto con el asteroide (99942) Apofis, récord de peligrosidad en la escala de Palermo para un posible impacto en 2036, que se ha caído de la lista tras su última visita a primeros de este año, una vez efectuadas las consiguientes correcciones.
A la luz de lo expuesto queda para el lector la comparación entre ambos casos.
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Corolario
Vivimos en un insignificante planeta que pertenece a un sistema solar insignificante situado en la Vía Láctea, una de las cuarenta galaxias de su Grupo Local, que a su vez se encuadra en el Supercúmulo de Virgo, uno más entre los 10 millones de supercúmulos que se cree existen en el Universo conocido. Lo que suceda o deje de suceder en este rincón del Universo es esencialmente irrelevante para la evolución de éste, sea cual sea.
Desde su origen hace 4600 millones de años, la historia de este planeta ha estado plagada de sucesos críticos tanto terrestres como extraterrestres, miles de especies han dejado de existir mientras que otras han surgido por diferentes mecanismos evolutivos. Está en la propia dinámica del planeta.
Las posibilidades de un cataclismo que acabe con un porcentaje alto de las formas de vida actuales, o las arrase por completo, no son despreciables pero disminuyen si consideras que eso pueda pasar en este mismo siglo o incluso milenio. Entre los eventos que sabemos que pueden suceder, porque ya han sucedido o porque suceden periódicamente, están un cambio dramático del Clima terrestre, y una caída de un asteroide suficientemente peligroso. En el primer caso estamos ciertamente lejos de comprender los mecanismos que modulan los múltiples factores que definen el clima, y aún más lejos de determinar el papel de los recién llegados humanos en él. En el segundo conocemos tanto los mecanismos, como las limitaciones implícitas.
En ambos casos carecemos de una solución para evitar las consecuencias. En el caso del Clima malamente vamos a plantear unas salvaguardas si ni siquiera somos capaces de entender el papel de muchos de los factores implicados, y todo lo que tenemos son unos modelos que más o menos reconocidamente, no funcionan. En el segundo caso hay varias soluciones que podrían funcionar dependiendo del tamaño del asteroide y de la distancia temporal al suceso.
En uno y otro caso las claves para sortear estos peligros son la Ciencia y la Tecnología, ligadas íntimamente al progreso económico y social, que a su vez depende de que los recursos energéticos del planeta sean utilizados de una manera racional y pragmática. Justo la dirección contraria a la propuesta por las diferentes corrientes «ecologistas» con su culto a la Pachamama y otras mitologías derivadas, víctimas de la mala ciencia y la mucha propaganda.
Por todo ello, si en alguna ocasión utilizan la metáfora del asteroide para desacreditar el escepticismo sobre el consenso del apocalipsis climático, la primera opción es utilizar algunos de los argumentos que aquí se han expuesto. Muy probablemente no servirá de nada, pero por nosotros que no quede, siempre tendremos la otra opción: mandarles a esparragar.
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Claro. Es que si las captaran, si tuvieran un mínimo nivel de conocimientos, de formación científica real o como minimo de decencia intelectual, no serían creyentes.
Ojo, que muchos si son científicos o tienen formación científica. Lo cual no quita para que el peso asfixiante de la corrección política y el sectarismo, les lleve al corral del alarmismo climático, al ecologismo naive y sus mitologías andinas. Entre los biólogos por ejemplo es casi tendencia obligada… ¡cuánto daño ha hecho Walt Disney! 😉
Eclekticus: estupendo el art. Como protagonista del debate enlazado, siento que llegaras tarde al mismo, ya que,por supuesto, tienes conocimientos precisos sobre el tema, que a mí, simple aficionado, se me escapan, pero me alegra constatar que al menos capto los aspectos esenciales de lo debatido y no digo excesivas burradas. En cualquier caso, si te soy sincero, no creo que la posición de los creyentes fuera a variar excesivamente, porque ni siquiera captan las diferencias del nivel del conocimiento científico actual entre las dos cuestiones que plantea tu art: clima y órbitas.
Gracias Pvl.
En realidad es un debate de sentido común, no es necesario profundizar en exceso para ver de que pie cojean (del método científico). De hecho tus intervenciones son correctas (en esta entrada tienes algunos argumentos), y ante la falta de argumentos solo le queda salir con la habitual retórica falaz (que si el consenso, que si sois negacionistas…) y sin peso.
La frase que cierra su comentario del asteroide es bien descriptiva:
¿Alguien se imagina a Schrödinger o a Feynman acabando una argumentación física con una moraleja, o con una solapada amenaza de castigo? Creo que no, sin embargo es fácil encontrar frases que pondrían colorado al alarmista más avezado. De estos dos mismos gigantes por ejemplo tenemos entre muchas otras estas:
Claro y documentado. Gracias por el magnífico artículo.
Gracias también por los enlaces. Animo a pinchar aunque sea en el primero («aquí») a quien quiera contemplar un ejemplo de libro de las actitudes religioso-totalitarias de los calentólogos apocalípticos.
Gracias Ijon.
Efectivamente esa discusión enlazada es bastante paradigmática de la cerrazón de los creyentes, de su alergia a los argumentos (y a los datos), y de su inclinación a las falacias lógicas en las que chapotean sin rubor. Desgraciadamente llegué tarde y no pude poner mis dos centavos, pero al menos me surgió la idea de este artículo… algo es algo 😉
plas, plas, plas! de lo mejor que he leído en varios días. Abrazo
Gracias Daoiz, tú que me lees con buenos ojos 😉
Un articulo muy bien documentado y argumentado. Se agradece.
Gracias Txomin.
Muy bueno, sí.
Hay un matiz. Definición de apocalipsis. Los ejemplos que pones indudablemente encajan. Pero no hace falta una extinción masiva de especies para que resulte un cataclismo para nosotros. Ni siquiera un cambio climático brutal. Y aunque parece muy difícil que por ejemplo 1,5 o 2ºC más de temperatura global en unas décadas siglo fueran a causar muchos problemas, es casi seguro que lo contrario -esa misma cantidad en frío- supusiera un problema muy muy gordo. Lo malo es que resulta tan poco improbable como que pasó hace entre 200 y 500 años, es recurrente, Y la tendencia es a que han ido siendo más fuertes las últimas que han ocurrido. y eso por no hablar de una glaciación propiamente dicha. Supondría una disminución bastante acojonante de la producción agraria.
Resumiendo el matiz. Si yo me pusiera a pensar en un cataclismo, pensaría en la próxima glaciación. No habría una extinción masiva de especies, pero sí de humanos y de países y culturas enteras. Que yo sepa, no podemos poner la mano en el fuego porque no esté a la vuelta de la esquina. Ni por lo contrario, claro. Y como -si no cataclismo, al menos algo muy serio-, una nueva LIA. Y esta mucho más cercana, si no tenemos la suerte de que el CO2 ayude realmente a evitarla.
Efectivamente, es una matiz importante. De hecho las especies aparecen y desaparecen también antes y después de los sucesos extremos. Por ejemplo echa un ojo a este gráfico de extinción de géneros marinos a lo largo del tiempo.
También abría que diferenciar entre apocalipsis extremos inmediatos (caída de un meteorito) y geológicos. Los primeros tienen consecuencias instantáneas, y a corto, medio y largo plazo. Los segundos suceden en tal escala de tiempos (decenas de miles de años) que resulta difícil imaginar a una sociedad evolucionada, próspera y mentalmente equilibrada que no fuera capaz de afrontar los cambios. Es de suponer que la propia lógica evolutiva, acabe provocando la extinción de los ecologistas antes que la del género humano como tal 😉
Hmmm, salvo que la lógica evolutiva lleve a que los ecologistas consigan la extinción de la especie humana, ecologistas incluidos. En cuyo caso sería simultáneo. 😉
Bueno, ya sabes, será por encima de nuestra tumba.
Hacía tiempo que no leía algo tan bueno. Felicidades.
¡Vaya! Gracias Pedro 🙂