El sol golpeaba con fuerza la Peña Colorada y alguna trucha saltimbanqui se atrevía a salir del Bernesga en busca de mosquitos. Las vacas (de aquella había vacas!) pastaban cansinas en los prados de la mina vieja mientras el pastor se daba un paseo buscando setas cerca de El Faedo. El 1450 del practicante dijo que no arrancaba y el buen hombre tuvo que acudir andando. Llegó a tiempo.
No eran grandes, ni muchas las señales, pero eran las mías.
Qué gran libro de aventuras me regalaron (mis padres) aquel día. La aventura de mi vida.
Juas! qué bueno! pues nada, a ver cuando me dan el Cervantes a mí. 😀
No es por nada, pero esta entrada parece un poema de Gamoneda 😉