Karl Popper, el terror de los falsos profetas

La epistemología de Karl Raimund Popper, su racionalismo crítico, se basa fundamentalmente en el hecho incontestable de la limitación de nuestras facultades cognitivas. Nuestro «conocimiento» sobre el mundo es siempre un conocimiento provisional. No existe la verdad absoluta y, por tanto, nuestras acciones sólo pueden ir encaminadas a resolver problemas concretos conocidos.

La Ciencia se alimenta de la constante revisión y rechazo del conocimiento disponible, todo lo demás es ideología. ¿Qué diferencia según Karl Popper la ciencia de la ideología? Una tesis es científica cuando determina las condiciones bajo las cuales podrá ser considerada como refutada. Las ideologías, por el contrario, se inmunizan frente a la posibilidad de refutación. Los teoremas de los ideólogos están construidos de modo que siempre se cumplen- independientemente de si  coinciden con el desarrollo de aquello que está teniendo lugar en el mundo real,  o de si sus previsiones se confirman como ciertas o no.

¿Estamos ideologizados?

Hagamos una introspección profunda, pensemos en la última vez que abandonamos una idea que creíamos cierta, porque la enfrentamos (la contrastamos) con un hecho nuevo, un conocimiento nuevo o con las consecuencias inesperadas de nuestra realidad cotidiana. Básicamente, en el día a día, creemos que estamos acertados en nuestras opiniones – de lo contrario no las defenderíamos- pero es muy poco probable que siempre vayamos  a estar de acuerdo con todas nuestras opiniones.

Como hemos aprendido a amar ciertas ideas a las que no queremos renunciar, nuestro cerebro tiende a filtrar la información que recibimos del exterior, para lograr encajarla en nuestro esquema de pensamiento. Éste es un proceso abslutamente natural. Es un proceso irremediable, excepto si logramos un cierto grado de escepticismo personal que nos permita revisar y comprobar de vez en cuando si las previsiones que habíamos realizado se han cumplido realmente. Si ello no fuera el caso, habría llegado el momento de repensar nuestra idea y, por lo menos, valorar la posibilidad de corregirla.

El racionalismo crítico de Popper  es adecuado no sólo para la verificación de las hipótesis científicas, también para protegernos en general frente al peligro de vivir en error permanente. Para ello es necesario reconocer que los errores son normales y que el crecimiento personal sólo puede basarse en la corrección consecuente de nuestras perspectivas ideológicas a la luz de la realiad. Nunca es un error aprender de un error.

¿Podemos aplicar las ideas de Popper a la política?

Por supuesto. Toda medida política que afecta la realidad de cada uno de nosotros debería ir acompañada de una previsión cuantificada y verificable (falsable) de los efectos que con ella se pretenden conseguir.  Deberíamos exigir de los políticos la descripción previa de las condiciones (resultados) bajo las cuales sus políticas deben ser consideradas como un fracaso. Un político que no está dispuesto a admitir que podría estar equivocado, no es un político fiable.

Por supuesto, la política tratará de defenderse de tales exigencias manipulando los criterios de falsación. Pero el racionalismo crítico puede aumentar la conciencia de la opinión pública sobre algo para mí determinante: la mayor parte de las justificaciones usadas por los políticos para defender su  acción política, están basadas en la especulación. Es más,  sólo en casos excepcionales el éxito de las mismas es realmente detectable.

Luis I. Gómez
Luis I. Gómez

Si conseguimos actuar, pensar, sentir y querer ser quien soñamos ser habremos dado el primer paso de nuestra personal “guerra de autodeterminación”. Por esto es importante ser uno mismo quien cuide y atienda las propias necesidades. No limitarse a sentir los beneficios de la libertad, sino llenar los días de gestos que nos permitan experimentarla con otras personas.

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4 comentarios

  1. La teoría del Cambio Climático es perfecta para ser sometida a procedimientos de falsación. Se elude totalmente el método científico para llegar a conclusiones predeterminadas y políticamente correctas.

  2. Pues ya siento, porque para demostrar «estilo Popper», que una idea, una legislación, unas tasas, unos impuestos decretados por el gobierno que fuere, y con unas metas específicas, tardaría demasiado en poderse demostrar que no servía para conseguir los fines que se pretendían oficialmente, o que incluso eran perjudiciales , puesto que esas metas son a muchos años vista.

    Y mientras tanto, se habrán cargado a muchísimas personas ajenas a sus verdaderos intereses. Eso sí, para cuando se demuestre lo falsas que eran esas teorías, esas metas, y esas medidas, habrá dado un cambio la sociedad, y estarán «en la cáscara de arriba», los descendientes de los que hubieran decretado esas medidas, y de sus enchufados.
    Porque, por ejemplo, ¿ Quien va a quedar dentro de 50, o de 100 años, que pueda reclamar por los daños que las medidas anti CO2 impuestas por el IPCC , y que para entonces se hubieran demostrado dañinas, les hubieran ocasionado ?
    ¿ Quien queda ahora, de los Kulaks , de los burgueses, o de los aristócratas rusos, exterminados por el régimen Bolchevique , para reclamar ? ¿ Y de los polacos, de los húngaros, de los … ?

  3. La idea es excelente, obvia, y prácticamente inédita.

    No puede dejar de traerme a la memoria a una idota del PP que ahora es Defensora del Pueblo. Cuando fue alcalde de Sevilla no paraba de repetir: «Las leyes están para cumplirse». Sólo repetía como un lorito una frase hecha. Pero se conoce que a Becerril le motivaba más que al subnormal medio.

    Pues no, so caradura. Las leyes, cada ley, se ha establecido con un objetivo concreto. O disculpa concreta. Y puede estar consiguiendo el objetivo, o la puede estar cagando. Y si no hace ni una cosa ni otra, mejor quitarla. Porque toda ley suprime libertad; un exceso de leyes hacen que no nos quepan en la cabeza, y nos mereemos; y controlar al poder supone comprobar que las leyes consiguen lo que se les supone.

    Yo no lo plantearía a tavés de la falsabilidad de Poper. Porque no te van a entender -o atender- muchos, y porque también tiene sus problemas. Pero no es difícil argumentar de una forma más sencilla esa idea obvia que no parece ocurrírsele a nadie. Al igual que el dinero público debería de ser sagrado, porque no sólo no es «de nadie» sino del sudor de demasiados, poner una ley debería de ser un acto de mucho cuidado. Tener una disculpa muy fuerte, y el control de que la disculpa es real; que funciona. Pero los jetas inventan expresiones como «voluntad política», precisamente para impedir todo control de los abusones del poder.

    Ya deberías estar perdiendo el culo para que el Plib, que parece tan poco útil, al menos se curre eso. 😉 El simple enunciado de la idea es revolucionario.

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