Si uno se sitúa, por unos instantes, en la España de los años sesenta y setenta le cuesta poco recordar, o imaginar, las avalanchas de turistas en busca del sol, cerveza, tintorro y “paela”. España convertida en la playa de Europa. Había más, mucho más por supuesto. Pero la Marc España, a grandes rasgos era eso. Divisas, negocios fáciles y rentabilidad asegurada sólo por cubrir las necesidades fisiológicas de una cantidad de vecinos del norte que venía a quemarse por dentro y por fuera.
Un poco más tarde, una pareja de andaluces nos aseguró, liderando ese movimiento del “cambio” que, después de pasar ellos por el gobierno, a España no la iba a conocer ni su progenitora. Llegaron los ochenta. El socialismo andaluz fue también indefinido, en el fondo. Cambiar por cambiar y baile de sillas, del Movimiento al Ministerio con la rosa en el puño. Pese a la retórica pseudo-freudiana, el cambio no estaba muy claro ya que en un momento pasaba por estar fuera de la OTAN pero luego terminar dentro con todas las consecuencias. Pasaba por la amnistía hacia los presos políticos y demás mandangas para terminar ajusticiando a los presos terroristas y enterrándolos en cal viva. Pasaba por más libertad y por descentralizar el Estado y se terminó generando una especie de régimen feudal en Andalucía, con un mini estado autonómico que asegura su supervivencia a cuenta de un nivel de gasto insostenible. Pero vivíamos en el cambio. Habíamos salido de la España casposa del viejo general y entrábamos en el mundo moderno, nos atrevíamos a organizar juegos olímpicos y exposiciones universales y culminábamos la gran visión del cambio entrando en la Unión Europea, entonces llamada CEE. En el fondo, el cambio consistió en creernos que éramos más modernos y estábamos al nivel de nuestros vecinos pero sin haber hecho nada en lo fundamental para estar de verdad cerca de ellos. Las inversiones colosales del Estado, a cargo de nuestros futuros impuestos, y a cargo de deudas que frenan toda capacidad de inversión, pueden dar esa bonita imagen por un tiempo breve. Habíamos pasado de venderles la cervecita en la playa al alemán a viajar a Europa en business, pero sin preguntarnos quien iba a pagar la factura. Nuevos ricos de premio gordo de lotería navideña.
Y entonces nos dimos cuenta que las cuentas no salían y nos dijimos que ese simpático andaluz ya no nos convencía y había que buscar a un castellano viejo, disciplinado y austero para que pusiera en orden las cuentas. Y eso hicimos. Pusimos la tijera en los gastos, ajustamos todo lo ajustable y con el pelo brillante y engominado y un cierto descaro nos fuimos a Europa a decirles que habíamos hecho los deberes y que, por tanto, nos tenían que dejar entrar en el euro. Ya se nos había pasado la borrachera de los 80 y 90 y tocaba ser serios. Pero de nuevo caímos en la trampa. Con las cuentas saneadas ya podíamos volver a invertir y gastar. ¿En qué? Bueno, pues en muchas cosas. Pero entre otras, fuimos capaces de darnos cuenta, en un momento de inspiración extraña, que para seguir siendo competitivos necesitábamos salir del modelo de sol, playa y paella. Aquello ya lo habíamos intuido hacía unos años pero ahora estaba claro. Así que el resultado de la reflexión fue claro: más universidades, más investigación, más ciencia. España ya no iba a ser el remolque de Europa íbamos a ser el motor. Se acabó el “que inventen ellos”. Y nos pusimos a ello: a construir edificios, centros de investigación, a promover que nuestros científicos volvieran a España después de estar en el extranjero durante años. A poner en marcha planes nunca vistos en España hasta entonces. Fueron los años locos. Nuestra economía subía como la espuma. Y ya nos atrevíamos a pedir una silla para sentarnos en el G8 o el G20 o el Gloquesea (una silla de plegatín, dicho sea de paso).
Y con tanta euforia, ya no podíamos tener a un aburrido castellano viejo dirigiendo el gobierno y menos aún a un gallego taciturno. Mejor un socialista joven que nos diga que todo vale y que somos lo mejor del mundo porque nuestros ciudadanos tiene más derechos que en ningún otro país. Y ese hombre, para seguir con nuestra historia, nos dijo que “había que cambiar el modelo productivo de nuestro país, se acabó el ladrillo”. Era la visión de futuro. Era la tierra prometida. Sólo con decirlo se iba a convertir en realidad.
Pero hay un número, aburrido, lejano a todo espectáculo que nos dice, más allá de los discursos, cuanto nos acercamos o alejamos de Europa, en términos de inversión en investigación y desarrollo. Es el porcentaje del PIB que dedicamos a I+D. Es un número frío. Cuando Alfonso Guerra se acordó de la madre de España no creo que pensara en ese número. Y Aznar, lo miró de refilón, cuando entramos en el euro pero sin pensar demasiado en ello. Zapatero, lo vio y pensó que con la fuerza de sus palabras podía duplicar o triplicar ese número sin hacer nada más. Pero la realidad no cambió. Y esa realidad nos dice que la media europa está cercano al 2%, que los países nórdicos rozan el 3% y que Japón y EEUU superan el 2,5% del PIB en I+D. En los años de González apenas rozábamos el 0,9%. Aznar rompió la barrera del 1% y Zapatero, después de prometer el 2% se quedó en el 1,35%.
Y esos son los números. O eran los números. No voy a entrar ni siquiera en el porcentaje de privado versus público para no hundir más el dedo en la herida. Hace un par de años asistí a una conferencia de Aznar, aquí en Chicago. Al terminar le pregunté por la ciencia en España. Le recordé que los objetivos de la UE marcaban incrementar hasta el 3% del PIB los gastos de I+D, asumiendo que un 40% correspondía al sector público y un 60% al privado. Me respondió que el problema de España era que las empresas eran pequeñas y no podían invertir en I+D y que se hacía muy difícil que pudieran subir su inversión. Aunque, con me recordó que sus gobiernos, habían dado muchas facilidades para ello y que habían sentado buenas bases para que eso fuera mejorando. Con su media sonrisa se despidió, con palmadita en el hombro, diciéndome que no me preocupara que todo iba a mejorar. Era Abril 2010.
Hoy, miro hacia atrás, ese lento camino recorrido por los científicos españoles buscando siempre llegar a equipararnos con los vecinos del norte y con los americanos. Un camino difícil pero que mejoraba lentamente. Parecía que más allá de los sueños de nuestros políticos de turno y de las coyunturas pasajeras se había conseguido romper una inercia histórica. Pensé que igual era cierto y que el cambio estaba llegando a España, más allá de nuestros vaivenes pasajeros. No fue el resultado de una política activa decidida por González, Aznar o Zapatero. Más bien fue consecuencia de una lenta modernización del país. Una copia pasiva de patrones que estaban funcionando en otros países. No era lo ideal pero parecía funcionar. Sin embargo, pasividad no implica reflexión. Y ya hemos comentado que en momentos de euforia nos lanzamos a construir centros de investigación e iniciar planes sin la necesaria reflexión. Sí, se estaba mejorando pero alimentando un modelo que pretendía poner motores de Ferrari en un Seat Panda y echando en el depósito gasolina con plomo y sin casi refinar.
Y entonces la fiesta terminó. De nuevo, alucinados por palabras de prestidigitadores y vendedores de crece pelo, no vimos como esa supuesta magia también tenía su factura asociada. Y esta vez, habíamos abusado demasiado. Vino el gallego taciturno a recortar, de nuevo, nuestro desfase. Otra vez. Pero esta vez ya no valía con la tijera y el cortaúñas. Ahora se necesitan herramientas de gran calibre. Y, tal cual, se puso la motosierra en marcha y en dos tardes se acabó con el derroche.
Muchos se quejaran de recortes en múltiples partidas de los presupuestos. Yo me quedo con la me interesa. Un 25% menos en I+D en el 2012. Así, sin más. Tardaremos un tiempo en poder evaluar el impacto real sobre el porcentaje del PIB. Pero creo que no voy a equivocar mucho si apuesto por el 1.0 o el 1.1% del PIB en 2012 para I+D. Lo cual supondrá un descenso muy significativo, el mayor en los últimos 10-15 años y algo que marca una tendencia muy clara a alejarnos de Europa y de los objetivos.
No entraré aquí en todos los números de la deuda, de la herencia, de las opciones de recorte, de las subidas de impuestos, del IVA, de la deuda de las CCAA, de la estructura del Estado. Todo eso es muy importante y muy grave. Son preguntas que debemos responder más allá de demagogia, populismos y números de magia barata.
Hoy, sin embargo, España se divierte a costa de la real torpeza del Jefe del Estado. Pero esta no es la cuestión. El debate entre monarquía y república, que algunos pretenden abrir cada dos semanas, tampoco es la cuestión. Personalmente, prefiero una república y si me apuran, un cargo único con un presidente-primer ministro, elegido cada cuatro años y no reelegible, pero eso es otro tema.
La cuestión es si queremos responder a una pregunta, una única pregunta. ¿Qué queremos los españoles? Más allá de cobrar nuestro sueldo, de recuperar trabajos, de ganar copas de europas de esto o de lo otro. ¿Qué queremos de verdad? Parece que queremos ser europeos, ser competitivos, ser sostenibles, ser creativos. Pero no son respuestas la pregunta, o en el mejor de los casos, son sólo parte de la respuesta. Quizás no queramos responder a esa pregunta. Quizás esperamos a que venga otro socialista alegre a responder por nosotros y que luego alguien venga a pagar los excesos de la fiesta. Pero y si fuéramos capaces de responder esta pregunta más allá de un estúpido programa electoral redactado por ciber-analfabetos o por tecnócratas con visión túnel.
Leo, estos días, “This side of paradise” de F.Scott Fitzgerald. El protagonista, Amory Blaine, lleva una vida diletante en sus años de Princeton. No quiero poner su trayectoria como ejemplo. Pero si el hecho que ya hace 100 años, los jóvenes americanos tenían su Princeton, su Yale, su Harvard. Había modelos de referencia. Han pasado 100 años y la Ivy League sigue siendo una referencia. Y hay más ahora. No se trata meramente de copiar. No se trata de decir que los anglosajones son mejores y ponernos a llorar. Se trata de responder a la pregunta. ¿Qué queremos? ¿Queremos tener nuestras referencias? ¿Queremos construir algo duradero, más allá de ciclos de cuatro años, que dentro de un tiempo pueda ser considerado imprescindible?
No veo a ninguno de nuestros centros académicos universitarios en los 150 primeros de los ránkings mundiales. Nuestros números en educación (Pisa, tasa de abandono universitario, etc) son lamentables. Y ahora volveremos a niveles de inversión en I+D comparables a los de 2002. Diez años atrás de golpe.
¿Es eso lo que queremos? Pagar facturas, dormir la mona y empezar otra vez.
¿Tenemos otra visión de futuro?
Jordi Tauler
Research Assistant Professor
Section of Pulmonary, Critical Care, Sleep and Allergy
Department of Medicine / University of Illinois at Chicago
La inversión en investigación científica es una pequeña semilla presupuestaria que puede dar origen a una secuoya económica. No es ahí dónde debe recortarse, pero si se debe meter mano al asunto del uso de los fondos para lograr una investigación más orientada a lo práctico. Que la semilla no caiga en una tierra estéril. El sexo de los ángeles y sus versiones posmodernas no nos darán de comer ni al cuerpo ni al espíritu.
El eterno problema de la investigación. Cantidad vs calidad vs utilidad.
En los PGE de este año se destinan 56 MEUR a CIUDEN, de los cuales 23 MEUR van a actividades dudosas (Museo de la Energía, Bosque Carbonífero, Tecnologías de Desarrollo de la Información, etc). Para que nos hagamos una idea, la partida destinada en los PGE al Ciemat debe rondar alrededor de los 80 MEUR.
Y todo destinado a no se sabe muy bien qué.
¿Qué impacto esperamos que tenga la investigación, si el aporte de la industria española, excluyendo la producción de energía, es del 11%? Es más, ¿para qué investigar exactamente?
Hola Jordi…
¿Que queremos?
No ya sólo vivir de los demás en forma de funcionarios o político, recibir subvenciones y subsidios también es una forma de vida muy valorada en este país.
El problema es el cómo.
No es ya ser funcionario, sino que lo que de verdad ocurre aquí es que se desprecia la labor del empresario. Toda la publicidad negativa acerca de dicha labor desde los sindicatos, desde los partidos de izquierda incluso desde el PP que, le duele decir empresario y ahora usa la palabra emprendedor como si le diera vergüenza el decir las cosas por su nombre,….no… no ayuda.
Y el empresario es fundamental para formar una empresa, y su objetivo debe ser ganar dinero y deberíamos de alabar a aquel que lo hace de manera lícita, y no mirar de manera envidiosa sobre todo a aquel que lo ha conseguido a base de pelotazos, que de esos hay muchos como no puede ser de otra manera en una sociedad tan sometida al poder político como la española.
Es el empresario el que deseará encontrar una ventaja competitiva en un nuevo producto que haya ayudado a crear o bien en sus propios laboratorios, en su empresa, o bien financiando estudios en una universidad que le ofrezca unos servicios de investigación con garantías. Es la iniciativa privada la que genera verdadera I+D+i. El Estado, a lo sumo, debe garantizar los derechos de propiedad de esos inventos, de esos descubrimientos, y en alguna medida fomentarlos mediante desgravaciones fiscales sobre el dinero invertido en la financiación a la investigación.
El problema pues no es sólo si el Estado invierte más o menos. Si no en si la cultura del país no sigue siendo el que inventen ellos porque en el fondo lo que piensan es que la investigación ha de ser un objetivo del Estado, al modo funcionarial, y el empresario que innova no se le ve como pieza básica de dicho proceso.
En el momento en el que pensamos que la investigación es una necesidad que si no se cubre con la iniciativa privada lo tiene que hacer el Estado… es la mejor manera de que la iniciativa privada no encuentre razones para hacerlo y se quede esperando a ver si le cae algo de lo que el Estado, de los políticos, les pueda caer encima.
Estoy de acuerdo en principio. Pero, primero la empresa española no está en condiciones de funcionar al nivel de la de EEUU. Al menos hoy. Segundo, la investigación es un lujo en una sociedad moderna. Podemos prescindir de ella. Seguiremos comiendo, durmiendo y viendo los clásicos Barca-Madrid. A corto plazo, todo sigue igual. A largo plazo, muchas cosas cambian.
Entonces, parece que es mejor investigar que no hacerlo. Eso da para otro debates. Pero admitamos que eso es cierto. Es decir, admitamos que cuestiones prácticas de calidad de vida y de trabajo pueden mejorar si invertimos adecuadamente en I+D.
Entonces, publico o privado?
En EEUU, después de la II Guerra Mundial, el estado invertía el 60% o más y el resto era privado. Hoy se ha invertido. En esas épocas, si no recuerdo mal, EEUU dedicaba a I+D el 1.5% de su PIB. Algo más que España hoy. Pero en ese rango. A día de hoy, en España, el 55-60% de la finaciación de I+D es publica y el resto privado. El objetivo es invertir los números para llegar a una situación de un tercio público y dos tercios privados. Eso, junto con un porcentaje global del 3% fue lo que se acordó hace unos años como lo adecuado dentro del marco de la UE. Es decir, el 1% público y el 2% del PIB del sector privado. Nuestros números están muy lejos. Y, si Aznar tiene razón, nuestras empresas no están en condiciones a día de hoy de dar el salto que les permita pasar de invertir el 0.5% del PIB al 2% del PIB en I+D. El Estado tampoco está en buena forma. Pero creo que es más razonable asumir que, si recorta con eficacia, puede estar en condiciones de aportar algo más, como hizo EEUU en los cincuenta. Y facilitar las condiciones para que ese aporte relativo disminuya en el tiempo conforme se incremente el peso del sector privado. Eso tiene que ir acompañado de un cambio de cultura en nuestro modelo científico y buscar modelos más eficientes de producción. Lo cual no supone suprimir la investigación básica como algunos piensan. Yo, por ejemplo, estoy haciendo investigación básica aquí en EEUU pero siempre con la mirada y el experimento puesto en el paso siguiente para mejorar una cuestión clínica.
En cualquier caso, a día de hoy el sistema EEUU invierte del orden de 15 veces más por investigador que el español. Y los españoles tenemos que publicar en las mismas revistas que los americanos para ser competitivos. Necesitamos mejorar nuestros modelos. Pero, al mismo tiempo, es muy difícil hacerlo con un recorte que pone el sistema al borde de la supervivencia.
Pero es que NO es cuestión de dinero, es cuestión de rentabilidad de la inversión.
No hace mucho veía una conferencia de Warren Buffet diciendo que le gustaban las empresas con grandes fosos alrededor, si es posible con cocodrilos. La cita es aproximadamente esta: “dadme 10.000 M$ y aún así no podría retar a Coca-Cola. Tiene un enorme foso y se preocupa en mantenerlo, su marca.”
El ratio inversión pública / privada en I+D depende de cuánto dinero quiera invertir la veleidad pública, qué proyectos crea rentables la iniciativa privada y qué entendamos por I+D. Pregunta al dueño de una pyme con 15-20 años de antiguedad qué presupuesto anual destina a I+D y te pondrá cara rara. de no saber de qué estás hablando. Pero, ¿realmente crees que una pyme es capaz de sobrevivir 15 o 20 años haciendo las mismas cosas y del mismo modo?
Te ratifico que no, aunque ese dueño (y probable gerente) no califique ni cuantifique como I+D el tiempo y dinero que le lleva adaptar su empresa al mercado (entre otras razones porque no encuentra rentabilidad a esa contabilidad de costes). Pero ES I+D.
Por otro lado, ¿por qué USA destina mucho más dinero por investigador que España? Porque se financian proyectos que son potencialmente rentables, y es esa rentabilidad esperada la que está finalmente financiando la investigación.
Un saludo,
Simón
P.D.: Antes de que nadie me flanquee por ahí, aclaro que la rentabilidad lo es tanto económica, como de prestigio o de autosatisfacción y pertenencia (caso open sopurce).
Cuando uno hace la pregunta del post – qué quiero, qué queremos?-, como la lleve un poco lejos, se da cuenta de lo terroríficamente irrelevante que es todo “querer”. Porque el puñetero querer, padre de la práctica, es totalmente dependiente del ver, del concebir. Tal como se ve, y según lo que se vea, se quiere o no se quiere esto o aquello.
Luego, no andes preguntando bajo el árbol si queremos plátanos o manzanas (pregunta previa “cómo hacer para coger un plátano”). Una revisión a fondo empieza por ¿quiero realmente comer?. Me doy cuenta de lo que elijo cuando decido no suicidarme hoy mismo?
Y, cuidado, no me aparto del tema. Naciones enteras languidecen por siempre jamás, en una especie de letargo eterno por no darse cuenta de lo que implica ésa pregunta.Y otras, misteriosamente, saltan al ruedo de la historia con una fuerza descomunal cuanod no tenían ni un sólo boleto a favor para hacerlo.
Asi que, ¿para qué exactamente queremos “investigar”?. La respuesta implícita es “para acumular los mejores medios para comer plátanos”, y así venderlos nosotros y no los vecinos.
Ja.
Puedo dar una respuesta buenista de porque necesitamos seguir investigando… pero para eso me remito a discursos de políticos.
Dare una respuesta meramente practica. A día de hoy, en EEUU únicamente, se diagnostican unos 200,000 nuevos casos de cáncer pulmón al año. El 85% proviene del tabaquismo. De esos 200,000 nuevos casos, sólo el 15% seguirá vivo dentro de cinco años.
No entro en la cuestion moral del tabaco. Es una cuestión especial pero no entro en ello. Otros tumores no tienen causa clara asociada y también tienen números malos de supervivencia. En el caso del pulmón, a grandes rasgos, en el 50% de los casos no conocemos la mutación principal que “dirige” ese tumor. Eso significa que en esos casos se les dan una quimioterapia agresiva o se extirpa y acto seguido se reza. En los casos de mutación conocida, el otro 50%, más de la mitad no tienen tratamiento especifico pese a conocer la mutación líder. Y del 25% restante del global, hay nuevos tratamientos dirigidos pero, todos ellos, terminan por ser nulos puesto que los tumores generan resistencias. Es decir, se ha hech0 mucho. Se ha avanzado algo. Pero se necesitan un esfuerzo mucho mayor para cubrirlo todo. Manos y dinero. No hay otra. Los mejores resultados vendrán con accesos a un mayor número de muestras de pacientes para entender mejor los procesos. Eso sigue siendo difícil. Falta personal especializado y recursos para ello.
No hacer nada nos permitirá seguir con los mismo números. Y sustituyan pulmón por otro órgano o cáncer por Alzheimer y estaremos en los mismos.
No hacer nada y no aportar la información que ahora mismo se tira a la basura retrasa muchas cosas y aumenta el sufrimiento y tambien el dinero tirado en tratamientos condenados al fracaso. Es decir, dar un limonada a un enfermo terminal porque queda muy mal que no le podamos dar nada en un hospital, no?
Interesante artículo y, lo más importante, generador de reflexión.
Hace unos pocos meses hablaba con el marido de una amiga (informático de formación e investigador de devoción) que se quejaba amargamente por la previsible reducción de la financiación de la investigación en la universidad. Tras una larga conversación me reconoció que la investigación en la universidad estaba únicamente orientada a los intereses y preferencias del tutor o claustro correspondiente, con total independencia del interés objetivo de la empresa, la sociedad o el investigador de base.
De una forma muy (MUY) burda, un recuento de los pelos perianales en los catedráticos universitarios ES investigación. Podríamos acordar incluso que según como se haga que es ciencia. Pero, ¿es lógico? ¿Rentable? ¿Defendible? Está claro (creo) que la respuesta a todas las preguntas anteriores es un rotundo NO.
¿Quién valora a qué investigación dedicar fondos? Únicamente el mercado. La investigación necesita ser rentable para ser lógica, rentable, defendible, sostenible. ¿Y la investigación básica? Necesitará ser financiada por los rendimientos de la investigación aplicada para que se continúe dando. O por mecenas, a cambio de prestigio.
Cualquier otra investigación, financiada por fondos obtenidos de exacciones a los ciudadanos y fuera de los criterios de rentabilidad, adolecerá de los incentivos que la hagan sostenible a largo plazo y terminará siendo (en buena medida) inútil.
Un saludo,
Simón
P.D.: Mill, coincido en tu visión de las facultades de economía. En mi paso por la universidad veía más actividades de investigación en la facultad de historia (a la que acudía mi entonces futura esposa) que en la facultad de económicas a la que yo acudía. Y las únicas actividades de investigación en economía, correspondiente a los doctorandos, consistían en sumergirse en la hemeroteca de la universidad para hacer metaestudios de publicaciones previas, tanto profesionales como periodísticas.
La endogamia y el anquilosamiento del sistema universitario genera esas actitudes de “torre de marfil”. Hay que promover la investigación básica. No tengo ninguna duda al respecto. Pero también hay que procurar que esa investigación no pierda contacto con la realidad y para ello hay que hacer lo posible para que sus aplicaciones al mundo real no se pierdan de vista. Sobre eso se podría escribir mucho. Pero, a menudo, tengo la sensación que muchos jefes de proyectos en España no pasarían las evaluaciones en EEUU y no conseguirían mantener sus proyectos. No es un problema de calidad. En España la calidad es alta. Pero la investigación está, en general, muy poco enfocada. Es necesario hacer un ejercicio de revisión y de autocrítica. Y también pensar en nuevos mecanismos de financiación que sean más astringentes y con criterios de selección equiparables a los que ya funcionan en otros países. A veces parece que con poner un párrafo en el proyecto que justifique la investigación y su aplicación ya se cubre el expediente. Eso no debería ser posible.
Sinceramente Jordi, y a riesgo de parecer economicista, el problema es únicamente un problema de incentivos.
Puede parecer muy estimulante cuando escuchas a un catedrático de esto o aquello recomendando la vida docente porque “es la única que te permite dedicarte a aquello a lo que tu curiosidad intelectual te lleve”. El problema es que te dedicas a lo que te gusta… mientras te pagan. Y los que te pagan (los contribuyentes, es decir TODOS, en caso de una universidad pública) pueden no recibir jamás réditos del dinero que te pagaron si el resultado de tu vida de investigador (aquello que te resultaba interesante) se demuestra absolutamente inútil.
Esa desconexión entre quien financia la actividad, quien la orienta y los resultados de la misma es origen de la inmensa mayoría de los problemas de la investigación en España: la torre de marfil, la falta de actividad investigadora, los pocos réditos de la investigación académica, el alejamiento de la universidad respecto de la empresa, etc.
¿Cómo se soluciona este problema? Muy sencillo. Universidades privadas, competencia entre ellas (para lograr alumnado y para lograr otras financiaciones) y, si me apuras, cheque escolar universitario para expedientes brillantes en familias de renta relativamente baja.
Ahora, tengamos claro que esta solución encontraría enoooormes resistencias, provenientes principalmente de parte de la élite intelectual del país – la estructura de las universidades. ¿Qué gobierno tendría arrestos (por decirlo suavemente)?
Un saludo,
Simón
En una visión más desde lo general, Sala y Martín también se preocupa del ¿qué queremos?
Prioridades: EL gran problema de España.
Hola Jordi.
La primera respuesta que me ha venido a la cabeza, es que los españoles queremos vivir a costa del vecino de enfrente. Cuando uno lee las estadísticas que el 75% de los universitarios quieren un puesto de funcionario …. lo de I+D queda lejos.
Triste futuro. Nuevamente un problema de falta de vision. No creo que ninguno de los dos partidos mayoritarios haya trabajado eficazmente para romper la idea del apalancamiento y para orientar el reto y el riesgo en la juventud, en un sentido positivo
La escasez y disminución de gastos de I+D suena muy preocupante. Otra cosa es que gastar se puede hacer mejor o peor, y no parece que sea obligada una relación directa entre gasto y resultado. Pero a igualdad de eficacia en el gasto (siendo optimistas), y circunstancias medio parecidas, menos gasto dará menor resultado, ¿no? Normalmente. Al menos hasta que empiece a sobrar.
Yo entiendo muy bien la pregunta de ¿qué queremos?, y me parece casi más importante y anterior al gasto mismo. ¿Qué queremos con la educación? ¿Mucho y malo, menos y mejor? ¿Con quién nos queremos comparar, y a quién nos queremos parecer? O, ¿cual es el objetivo? La visión de futuro que bien menciona Tauler. ¿Hay algo de eso? Pinta buena no tiene.
Recuerdo que lei durante las primarias de 1980 para elegir candidato republican, los dos principales candidatos eran Reagan y Bush padre. Reagan insisitia mucho en la vision del proyecto politico. En una vision global mas alla de las soluciones practicas. Y creo que le preguntaron a Bush por eso y contesto con fastidio algo asi como “oh, the vision thing”… es decir, que para el eso era innecesario, suenos de quijote o parecido. Pienso que es muy necesario. Tengo muy claro que Rajoy no piensa en eso ni un segundo. Dudo que alguno de sus antecesores lo hiciera
Hola, Jordi. Pedazo de artículo el que has escrito. Muchas gracias. La verdad es que se me ocurren muchas cosas que comentar.
¿Qué relación crees que existe entre los resultados en Educación y los resultados en I+D? Si miro este artículo, resulta que nosotros sí invertimos en Educación, pero nuestros resultados son lamentables. Luego, quitando a la gente con mucho talento, la “media” resulta ser más baja de lo normal para el dinero invertido. Lo cual nos lleva a la pregunta: ¿por qué?
Yo creo que la investigación y desarrollo, así como la educación en general, tiene que estar orientada a las demandas reales de los ciudadanos (más allá de la importancia de la investigación básica, que es muy importante y no debe ser descuidado).
Creo que el objetivo de un sistema educativo es el de permitir a las personas estar preparadas para trabajar y adaptarse a los cambios que surjan en su entorno, así como permitirle montar su negocio: Conocimientos, actitudes y habilidades. Y que debe potenciar sus mayores cualidades al máximo. Todos los trabajos requieren conocimientos, actitudes y habilidades distintas, y creo que el sistema educativo debe estar orientado por ahí. En base a los resultados de esa idea de educación, se aplica el I+D. De ahí que mi pregunta sea si la educación responde a la demanda del mercado. Porque si no es así, ya me contarás qué puede hacer el I+D.
Cojamos el ejemplo del turismo: no hablamos idiomas. Por ejemplo, el inglés. O el alemán. O chino. O árabe. O japonés. O ruso. ¿Salen los adolescentes del instituto con un nivel de First Certificate in English? Yo me fui con 22 años a Londres pensando que sabía hablar inglés y no podía pedir ni un billete de autobús.
También se puede aplicar el I+D al turismo. Bastan un poco de imaginación y adaptarte a las demandas reales del mercado.
Tengo amigos dedicados a la investigación, principalmente investigación básica, realmente brillantes pero incapaces de entender algo tan sencillo como que “si no generas ingresos, por muy importante que sea aquello que investigues, tienes un problema”. Por su parte, ellos se empeñan en no bajar de su torre de marfil, escudándose en aquello de la importancia de la ciencia, independientemente de sus resultados. Entonces, uno se mira a sí mismo, se encuentra a un desempleado emigrante en un país cuyo idioma no habla, dispuesto a conseguir un trabajo para el que está sobrecualificado para buscarse la vida, y le da la risa floja.
Sí creo que hay un problema de dinero, pero no creo que sea un problema de inversión pública. Creo que existe un problema de gestión/dirección/loquesea dentro de las propias universidades, que son quienes deberían tomar esas decisiones. O tal vez sea que esas universidades no tienen esas competencias y que tenemos la idea del I+D como algo a ser dirigido directamente desde el Gobierno. Así, la inversión del I+D no es resultado directo de las percepciones de la Universidad dentro de su autonomía, sino de un planfiicador general. O tal vez sea que ni siquiera los jóvenes tienen claro qué ocurre cuando no eligen una Universidad, sino que van a la que está más cerca para tener un título, sin pensar en su prestigio, la calidad de los temarios o la formación que tendrán en el futuro.
Es cierto que invertimos mucho en Educación. Pero en esta partida, ¿cuanto se hace con eficacia? y ¿cuanto se pierde en asuntos de poco peso?. No digo que no sean importantes pero creo que hay un desfase enorme en algunas cuestiones como por ejemplo normalización lingüística, compra de ordenadores que no sirven para nada, asignaturas sin fundamento (educación para la ciudadanía).
Y, por otro lado, invertimos mucho en un sistema sin reforzar los puntos de control, de evaluación. Es decir, de qué nos sirve que en la ESO tengan ordenadores portátiles subvencionados si luego no se les exige a los estudiantes un nivel adecuado que nos permita, uno, ser competitivos con nuestros vecinos, y, dos, acceder a la universidad con un nivel realmente universitario.
Estoy de acuerdo con adecuar la Educación a las demandas reales del mercado. Y eso, en primer lugar, significa ser competitivos y aprender de verdad. El tema de los idioma es un desastre. Pienso que habría que proponer modelos bilingües español-inglés o, al menos que fuera una opción viable en el recorrido académico. Pero eso choca frontalmente con los deseos mitológicos de nacionalismos y demás.
En cuanto a la investigación lo contesto en otro comentario más adelante.
una única pregunta. ¿Qué queremos los españoles?
—————————————————————————————-
Obvio, unos quieren unas cosas, otros otras, los de más allá otra distinta…
No se en otras carreras universitarias, pero en lo referente a Economía la Universidad Española está muerta.
Catedráticos que sólo valen para calentar sillones y a su alrededor una cuadrilla de pelotas que ni investigan ni hacen autocrítica. Podrían cerrarlas todas y no se notaría.
Saludos.
Mill, has descrito la facultad de Derecho.