La motivación para divagar acerca de este tema ya la tenía de hace bastante tiempo, pero los acontecimientos recientes (léase escándalo climategate del CRU) y el artículo publicado por Burrhus también abundando en el tema, me han servido de acicate para aprovechar la oportunidad que Luis me ha brindado para escribir aquí.
El título quizá sea un tanto pretencioso, pero es más que nada para usarlo como gancho. Lo cierto es que no versa tanto sobre eso, si no sobre las personas que actualmente a ello se dedican. Antes de nada avanzar que, debido a que es el ramo que más conozco, la mayoría de personajes citados provendrán de los campos de las matemáticas y la física, pero, por lo poco que conozco de otras ramas de la Ciencia, imagino que es algo generalizable.
Aunque pueda parecer un tanto estúpido, el problema actual que yo le veo al desarrollo de la Ciencia tal y como se está produciendo en la actualidad, es que a la gente le pagan para hacer ciencia, lo que evita el verdadero desarrollo de la Ciencia (notad por favor, queridos lectores, la diferencia entre la mayúscula y la minúscula).
Ante semejante afirmación, espero que todos hayáis dado un respingo y pensado “¿¡Está pirado!?”. Lo cierto es que yo mismo me lo he planteado alguna vez… Ciñéndome al tema, lo que quiero decir es que, siendo el hacer Ciencia el avanzar en el conocimiento del mundo tal y como lo percibimos, desde el mismo momento en que alguien recibe un dinero, está obligado a ofrecer unos resultados, y, además, preferiblemente que sean del agrado del pagador… Lo que genera ya de inicio un conflicto claro, ya que, incluso sin querer, el resultado estará más que probablemente sesgado.
Hay, a mi juicio, poderosas razones que sustentan mi postura, la mayor de las cuáles es, a mi manera de verlo, el empirismo. Los grandes avances de la Ciencia han sido realizados por “privatus”, si se me permite el uso de este término prestado de los antiguos romanos. Newton, Leibniz, Einstein, Schrödinger, Gödel, Gauss, Descartes, Darwin, Mendel… Todos ellos realizaron sus descubrimientos ajenos a la promoción de alguien que les pagara específicamente para obtener lo que descubrieron. Es decir, su voluntad de hacer Ciencia, aún siendo vocacional, no estaba interferida por obligaciones profesionales y la cobertura de sus necesidades que los ingresos cubrían. Ellos tenían sus ingresos de otras fuentes, o, no tenían en absoluto. Está tendencia se mantuvo desde los inicios del método científico usado actualmente, con Galileo, hasta, más o menos, la Segunda Guerra Mundial. Durante esta época dorada de florecimiento del saber científico, el proceso de evolución del conocimiento era más o menos claro: se observaba, se proponían modelos, se verificaba la validez de los modelos, y una vez hecho, se proponían experimentos para comprobar que eso era cierto, y que fueran reproducibles por otros, de manera que todos pudieran verificarlo por su cuenta. Obviamente, este proceso estaba acompañado de altibajos, dependiendo de la valía, capacidad y dedicación de las personas que trabajaban en el tema a desarrollar en cuestión, pero las crisis normalmente se solventaban con personas nuevas que entraban en la comunidad aportando ideas nuevas, o dando nuevos puntos de vista o explorando caminos diferentes a los ya usados.
Naturalmente, al ir profundizando en el conocimiento de la materia y del Universo, los materiales necesarios para verificar los modelos o arreglos de modelos propuestos, iban haciéndose más inasequibles, quedando lógicamente a recaudo de las instituciones más relacionadas con esto: las Universidades y ciertas organizaciones gubernamentales.
En paralelo a esto, junto con los avances científicos, siempre habían existido personas con una clara vocación pragmática, y que aprovechaban el conocimiento científico desarrollado para ingeniar soluciones nuevas de aplicabilidad en la vida: el desarrollo de la tecnología era por tanto paralelo, y las necesidades de la Ciencia alimentaban el desarrollo de soluciones tecnológicas novedosas, que a su vez se beneficiaban de los avances científicos que etapas tecnológicas anteriores permitían. Como vemos, la simbiosis es clara.
Debe aclararse que no todo eran días de vino y rosas, y que, por supuesto, grandes personajes tenían enormes disputas por infinidad de motivos, pero, lo importante para nosotros, es que la validez de las teorías era clara, y el método no era discutido: cualquier persona podía aparecer en escena con un desarrollo novedoso, y todas las contribuciones serían tenidas en cuenta y no desdeñadas desde un principio.
Con la WWII todo cambia: el desarrollo de la maquinaria bélica alemana se institucionaliza y como respuesta, primero en UK y más tarde en USA se responde del mismo modo, reforzando agencias gubernamentales existentes y reclutando grandes personalidades del mundo científico para el desarrollo de sus necesidades armamentísticas. Terminada la WWII, los despojos del conocimiento científico atesorado por los alemanes en este período se reparte entre USA y URSS, que, desde entonces, inician un enfrentamiento a muerte a todos los niveles, y el científico no es desdeñado. Debido a las necesidades de la escalada tecnológica por la carrera espacial y la supremacía nuclear, la tendencia se mantiene. A remolque, las antaño grandes potencias europeas inician sus propios desarrollos copiando los modelos existentes. Debido a la implicación ideológica, muchas personas se ven impelidas a dejar de lado sus intereses y perseguir las necesidades en aras de un fin necesario.
Sin embargo esta emergencia se implantó como sistema común, y dio pie a la institucionalización que vemos hoy: sólo es ciencia lo que ciertas personas admiten como ciencia y se realiza dentro de unas organizaciones reconocidas como tal. Es algo flagrante y manifiesto en los documentos del CRU, que muchas veces, aceptando que el trabajo científico al que se enfrentan es impecable, deben ponerlo en duda en base al argumento de autoridad: no son publicaciones indexadas, no es una autoridad en la materia X… Es decir, es, desgraciadamente, una regresión clarísima a la situación anterior a la instauración del método científico.
Pero la situación es aún peor. Me explico: las empresas, como organizaciones dedicadas a ganar dinero, las partidas que invierten en I+D, a pesar de que deberían contabilizarse como inversión a largo plazo o incluso (directamente) pérdidas, va a desarrollos tecnológicos. No pueden permitirse el lujo de hacer investigación de base, ya que puede devenir, casi con total seguridad, en hallazgos no aprovechables. En el otro lado tenemos las Universidades. Éstas, en la organización del desarrollo del conocimiento científico, han sido consideradas como el vehículo en que realizar la investigación de base. En ellas, los fondos que se destinan a investigación están contados y, al ser gestionados por el Estado, “no son de nadie”. Esto provoca que esén sujetos a grandes problemas. Primero el despilfarro: no se controlan ni medianamente regular. Segundo: la subjetividad, por decirlo finamente, del funcionario designado para asignar las partidas. Y tercero: las necesidades del partido en el Gobierno en esos instantes. Una vez identificados estos problemas, llegamos al meollo del asunto, que prefiero tratar en una párrafo exclusivo.
Una vez los fondos están asignados, llega el momento en que deben usarse y, aquí está el quid de la cuestión, JUSTIFICARSE. Es decir, tu medio de vida, los ingresos que puedes obtener, van a estar ligados a unos resultados a priori impredecibles. En esta situación es donde surgen los verdaderos problemas. Como empleado, tu empleador sólo te va a dar dinero para trabajar en lo que ÉL quiere que TÚ trabajes, para obtener UNOS RESULTADOS DETERMINADOS. Y aquí es donde las cosas se tuercen: ninguna persona normal, en su sano juicio, con unas obligaciones familiares se permitirá el lujo de jugarse las habichuelas por cuestiones de elevados principios éticos. Se necesitan personas extraordinarias para hacer algo así. Y la realidad es que personas extraordinarias hay pocas… Luego el trabajador se dedica a trabajar en lo que él considera apropiado, dentro de los márgenes que le dan, y, para no perder contacto con la mano que le da de comer, a “acomodar” los resultados, o al menos interpretarlos de manera que esté contento quien deba estarlo.
En este contexto, la posibilidad de hacer verdadera Ciencia es remota: ya que, además de necesitar personajes de la talla de los citados anteriormente, precisa de “condiciones de contorno” (si se me permite el intrusismo) adecuadas. Conste el hecho de que, además de todo lo citado, llegado el momento de ir a publicar resultados, el sistema de peer-review provoque que personas que consideren que su trabajo anterior se pone en cuestión con el nuevo enfoque, deban dar su visto bueno. Con lo cual, la validez de un trabajo desarrollado pasa a depender de la ecuanimidad y probidad personales, gracias al reencontrado argumento de autoridad. En resumen, un horror.
Es probable que este artículo no guste en demasía, ya que ataca a los mismos cimientos del sistema actual. De todas maneras, mi deseo no era más que avisar del iceberg de delante, antes de que el Titanic se vaya a pique, ya que creo que el punto al que hemos llegado ha necesitado del trabajo de mucha gente, de muchos esfuerzos y dedicación a lo largo de siglos, como para que ahora este castillo se pueda venir abajo. A mi juicio, es necesaria una crisis en la Ciencia, ya que se están llegan a niveles de alejamiento del empirismo preocupantes a mi juicio, y que me hacen recordar las propuestas del éter de finales del siglo XIX. Como para hacer que esto avance y, en palabra de una persona muy querida para mí, “dejar de hacer meras anotaciones escolásticas en los grande libros de los clásicos”, es, a mi juicio, necesario la aparición de una figura que refunde el conocimiento actual, para que este “Mesías” pueda darse, necesitamos volver al método científico tal y como Galileo lo pergeñó, y Leibniz, Newton y tantos otros perfeccionaron.
©Geralt
Me ha gustado mucho este post porque es un tema al que llevo dando vueltas últimamente y que he discutido con otros investigadores de mi campo, la biología (en todas partes cuecen habas). El que la ciencia la hagan asalariados, esclavos cuyo sustento depende de los resultados que obtengan, no es la situación ideal para el avance de la ciencia, pero la ciencia la llevan haciendo asalariados desde hace mucho tiempo y antes la cosa no estaba tan chunga (o yo era mas joven y mas inocente). Yo creo que la situación actual se debe a otras causas:
1. La forma de valorar la actividad investigadora. El prestigio de un investigador y la posibilidad que tiene un investigador joven de acceder a un puesto estable se mide al peso: cuantos mas papers tenga en revistas de mayor impacto, mejor. El escribir libros, capitulos de libros, o articulos en revistas no indexadas (que tienen revisores) no cuenta para nada. Si a uno lo citan mucho, pues también mejor. Esto lleva a la picaresca: inventarse los datos, distorsionarlos para que salga lo que todo el mundo dice, citar a los amigos para que te citen, trabajar en temas porque están de moda y no por su interés intrínseco….y todo esto no contribuye al progreso de la ciencia precisamente. Si se valoraran los trabajos per se y no por donde estan publicados (que es lo que pasaba antes de que se inventara lo del impact factor, es decir antes de los años 90) otro gallo cantaría.
2. la politica de publicación de las revistas. Aquí le cedo la palabra a Ioannidis, que lo explica estupendamente en dos articulos publicados en plos medicine (de acceso abierto, cualquiera puede leerlos) : Why Most Published Research Findings Are False y Why Current Publication Practices May Distort Science
3. La dificultad de publicar rectificaciones a gatos que ya se han publicado. En mi larga carrera investigadora he tenido la ocasión de conocer de primera mano dos casos en los que han pillado al investigador inventandose los datos. ¿Qué pasó?. En el primero, como el que denunció no era muy conocido, no consiguió que publicasen una rectificación, a pesar de que presentó pruebas irrefutables de la mentira. En el segundo, como el denunciante (que también presentó pruebas irrefutables) era la pera de prestigioso lo consiguió, no sin muchisimas dificultades. Lo peor de los dos casos: los compañeros cientificos de denunciantes y denunciados apoyaron a los falsarios, no a los denunciantes (de ahí la dificultad de publicar la rectificación) lo que indica que la gente se inventa mas datos de lo que parece. Si fuese fácil desenmascarar a los falsarios la gente se tentaría más la ropa al publicar falsedades.
Puede haber mas causas, pero en mi opinión estas son las principales.
Vaya, gracias por el interés despertado!! Ya que he sido yo el causante del artículo:
Jordi, ésa es precisamente la actitud de la que estoy cansado y que me ha motivado en parte a escribir el artículo. Siempre hay alternativa, el problema es un sentimiento tan humano como necesario de evitar: la cobardía. Tenemos un sistema que es imperfecto, ergo mejorable. Entonces hay que hacerlo evolucionar. Absolutamente de acuerdo en que en la empresa privada la orientación es ésa, por eso hablo de ello en otro párrafo, en la misma dirección, explicando que ésa es la razón por la que la investigación básica no se puede dar allí. En cuanto a la empresa privada, mi experiencia en la misma me dice que no le conviene maquillar resultados, por el simple hecho de que luego lo denunciarán por incumplimiento de contrato… A esto hay una excepción: los informes a las administraciones para justificar los fondos recabados en concepto de I+D(+i ahora), con lo cuál, volvemos al mismo punto: la injerencia estatal/gubernamental distorsiona.
Luis, aquí estoy en desacuerdo. Como apunta Jordi:
Eso es lo que creo que invalida el peer-review: deja en mano de unos seleccionados, sujetos a estas pulsiones, la decisión de lo que es bueno o no. Por supuesto, que, como he dicho antes, a lo mejor no hay que cargárselo de raíz, pero está claro que no puede seguir así.
Mayor Reisman, ¡muchas gracias! Teniendo en cuenta que es lo primero que escribo, se agradece. Absolutamente de acuerdo con lo que dices acerca de la tecnología (el famoso telescopio de Galileo sin ir más lejos, la calculadora de Pascal, la máquina de vapor) y el Método Científico (los avances en criptografía y codificación matemática motivados por comunicaciones militares encriptadas ya en el siglo XVII), pero, a grandes rasgos, creo que sí que el patrón es más o menos éste. De todas maneras, coy consciente de no poseer la verdad absoluta, así que es probable que esté equivocado en alguna cosa, ¡o incluso en todo!
Burrhus, el caso de peer-review que pones creo que no está mal, pero da lugar a aberraciones como ésta. Es más, no soy el primero en criticar esto del peer-review…
Juano, tras tu clarificación con respecto a los 3 tipos de científico, estoy de acuerdo contigo en casi todo.
Como colofón decir que estoy de acuerdo en que la situación actual es la que es, y no es rechazable completamente, pero sí ha entrado en una peligrosa espiral de degeneración que hay que cortar, y que ésta en gran parte inducida por la injerencia de la política.
pero, al menos en mi disciplina (la psicología), ha ayudado bastante. Chomsky, que como politólogo se podrá tener la opinión negativa que se quiera (nunca positiva) pero como científico merece ser escuchado, les soltó un rapapolvo del que jamás se levantaron
se ha diccho de Nietzche que los filosofos le con siderabn un gran poeta y los poetas un gran filospfo.
Pues sé de linguistas que consideran las teorias linguisticas de Chomsky un fraude. Por ejelmplo la teoria de los invisibles es demasiado poderosa ya que explica cualmquier cosa incluso las que no se producen. Vien a ser eml equivalente de la variata ùagica del hada mùadrina para explicar la evolucion «puf un golpe de varita magiac y hubiese habido caballos voladores».
Jordi, hay muchos científicos que no encajan en los tipismos descritos por mi y que son enormemente válidos. Pero esos no suelen salir por la tele ni son seguidos por el pueblo soberano (dicen).
En determinadas circunstancias podríamos tal vez llegar al acuerdo de que el estado recaude inquisitorialmente vía impuestos una cantidad determinada para realizar un proyecto específico. Pongamos una carretera valorada en X millones. O pongamos el mantenimiento anual de un tribunal de justicia que sea capaz de atender 100 casos diarios.
Pero en el caso de la investigación…, ¿cuánto es lícito que el estado coercitivamente quite a sus soberanos (¿o para esto mejor súbditos?) para invertir en un proyecto que no se sabe cuánto cuesta, cuánto tiempo durará y qué resultados producirá?
Ya no es sólo la corrupción que conlleva el que el estado haga algo que no le corresponde. Es que en tal ámbito la ciencia pierde incentivos y sus metas se tornan políticas.
No veo yo la farmacopea china dándole sopa con ondas a las privadas occidentales por sistema. Ni el modelo científico ruso, potente que era, produjo una ventaja llamativa sobre el americano (y eso que programaban la producción científicamente…). -No estoy diciendo que sean inútiles los que trabajan en sistemas públicos, ojo-
El volumen de conocimiento que genera y mueve nuestra civilización es monstruoso. Claro que hace falta un sistema que de fiabilidad a la información ahorrando tiempo y aunando esfuerzos. Lo único que sostengo es que mientras más lejos estén los políticos de este sistema, más fiable será este.
Si los gobiernos de verdad quisieran promover la investigación, todo gasto en ésta podría desgravar impuestos sin límite. Fácil, directo, efectivo, simple…
Lo de las petroleras reteniendo bajo llave un conocimiento que les haría muchísimo más ricas es simpático… 🙂
Corrígeme si me equivoco, pero si mañana demuestras científicamente en tu trabajo que el objetivo buscado es materialmente imposible de lograr, lo más probable es que te saquen a gorrazos del centro y que la línea de investigación siga adelante como si esa demostración no existiese. Es una necesidad política.
Mientras que si eso pasara en una empresa privada los recursos se reasignarían inmediatamente para no seguir despilfarrando en un imposible (amén de reconocerte el mérito por el ahorro producido, etc…).
Que las cosas sean como son no las hace buenas, ni deseables, ni normales (más allá de la acepción estadística).
Un afectuoso saludo. 🙂
Buenas
De vez en cuando me paso por tu blog, pero creo que esta es la primera vez que dejo un comentario. Mis felicitaciones por el conjunto de artículos dedicados al climategate, y sobre todo a este último artículo. Me han acalrado unas cuantas cosas. Hay algunos aspectos que discutiría (pienso que el lado Tecnológico dela Ciencia es anterior a la IIGM, y que el desarrollo del Método Científico no fue tan desinteresado y altruista, pero esa discusión la dejo para otra ocasión). Me permito recomendarte una entrada en otro blog sobre el Climategate también bastante interesante porque comenta como se ha desarrollado el tema en la revista Science.
http://curiosidadesdelamicrobiologia.blogspot.com/2009/11/el-la-hipotesis-del-cambio-climatico.html
Un saludo
O sea, Juano, que no hay cientifico que valga para nada util, no? Me disculpo con antelacion porque yo debo ser uno de esos que cae en una de esas tres categorias que menciones, pero dejame que te diga que:
es, por mi experiencia personal trabajando como cientifico (argh!) para el Departamento de Energia de EE.UU., una conspiranoia del mismo tipo que cuando confieso que trabajo con baterias para el coche electrico (algo nada rentable, claro… se confirma la regla) y mis contertulios me dicen que ese coche no interesa a las petroleras, que hace ya mucho tiempo que tienen la tecnologia, pero prefieren seguir chupandonos la sangre con el petroleo.
No es por nada, pero… aparte de que esto es una caricatura innecesaria porque bastante dura es la realidad, cual es la alternativa? Lo digo porque en el mundo del capital privado esta situacion se exacerba notablemente, con contadas excepciones, si las hay (no conozco ninguna, pero Luis igual si). Que nadie te oiga trabajando en un tema que no va a reportar un beneficio en forma de capital a la empresa que te paga!
Desde luego, esa Ciencia Pura seria deseable, por todos. En el mundo de la investigacion, como en todo lugar donde haya humanos, existe la politica, el mamoneo, el ego y el pisoteo. Pero es dificil montar un sistema a la antigua, con cientificos «rogue», porque estamos llegando a puntos cientificos en que la tecnologia requerida para investigar sucesos naturales no se la compra uno un dia al bajar al super.
Me inclino mas por el punto de vista de Burrhus. Hay mucho que mejorar del peer review y mucho que mejorar en las medidas de prestigio cientifico. Se puede discutir sobre si la investigacion deberia financiarse con fondos publicos o debiera ser exclusivamente de capital privado. Hasta se puede discutir de cuales deberian ser nuestras prioridades cientificas. Pero me temo que los tiempos de Curie o de Galileo ya no pueden volver.
Yo en este caso estoy decididamente en favor del peer-review. Es evidente que hay muchas cosas que mejorar y que no es fácil determinar cuales serían los mejores métodos de control. Es evidente que se debe evitar el sectarismo (el amiguismo) y que los medios deberían estar en función de los objetivos y no al revés. No tengo la fórmula mágica. Lo único que cabe es denunciar la manipulación y el endogamismo allá donde aparezca. Y, como es en el caso del Climategate, si los medios son públicos, los datos tambén.
Fui víctima de una situación de acoso muy particular y hablo por propia experiencia.
Bueno…
Yo no estoy tan en contra del peer review. Quiero decir, si se hace voluntariamente. El caso de Lysenko fue un caso de «peer review llevado al delirio», pero, al menos en mi disciplina (la psicología), ha ayudado bastante. Estaba recordando los casos de los postmodernistas franceses, encabezados por Lacan, que únicamente soltaban tonterías cuando hablaban de lenguaje. Chomsky, que como politólogo se podrá tener la opinión negativa que se quiera (nunca positiva) pero como científico merece ser escuchado, les soltó un rapapolvo del que jamás se levantaron. Dudo que esos postmodernistas usaran el peer review. Quiero decir que la utilidad del peer review depende del cómo se use. Y los temores son que se utilizan falacias de autoridad (tú no eres tal, tú no eres cual, no tienes categoría, así que no entras) para no escuchar a aquellos que se salen de la norma. Temores con los que Einstein no habría sido conocido en la vida. Igual se lo pasaría mejor en su oficina de patentes.
Yo lo simplificaría un poco más: Creo que la Ciencia es otro daño colateral de las ciencias sociales aplicadas. De esos tecnócratas soberbios que se auto-consideran semi-dioses que todo saben, todo controlan. Lo único que precisan para alcanzar los fines planificados son más medios y su conocimiento podrá con todo.
Es acojonante, pero tienen un modelo de sociedad definido, un gobierno mundial planificado… ¡y hasta tienen calculado cuando va a desarrollarse la fusión nuclear y lo que les va a costar! Mientras tanto destinan recursos sin límite a fuentes de energía nada rentables y de eficiencia ínfima porque ellos saben que es lo que conviene… Tanto saben que están preparando la lista de condiciones que hay que cumplir para merecer vivir («odian» a Hitler, pero como lo imitan…).
Resumiendo mucho: sobra soberbia, falta humildad. Sin tener claritas las limitaciones que conlleva nuestra naturaleza desaparece el mayor incentivo para explorar, investigar y dejar en paz al prójimo.
El siglo XX nos ha legado unos sistemas que se sustentan en una concepción del conocimiento que es limitativa, a diferencia de nuestros antecesores que tenían una concepción fundamentalista. El ejemplo claro lo tenemos en las universidades: ya no se nos dice «esto es lo que hay, a ver dónde llegas», sino «esto es lo que hay y lo que puedes hacer (ni te plantees cruzar la línea que pones en juego mi cátedra)»…
Más de uno se sorprendería al ver la cantidad de leyes que implícita o explícitamente prohíben investigar, mejorar o innovar en infinidad de sectores.
Vivimos tiempos en los que la gente sobre todo busca certidumbre. El ciudadano prefiere ser autómata con pan diario que libre. Está mal visto el que trae cambios, el creador empresarial es un apestado y se le coarta con leyes. Cuánto más miedo le tendrán al creador de conocimiento que revolucione el mundo cierto conocido.
Desgraciadamente a día de hoy tenemos tres tipos de científicos típicos:
-El que justifica que el estado nos robe mediante impuestos coercitivos para buscar un mundo mejor con esos recursos.
-El que hace unos reportajes preciosos sobre bichos para dormir la siesta (normalmente financiados por la BBC o National Geographic).
-Y el que me da argumentos «científicos» para explicarle a mi señora por qué es normal y bueno para la relación que yo esconda el muñequito en cualquier madriguera que se ponga a tiro (o cualquier capricho libinidoso que se me antoje).
Tanto en cuanto no se mande al paredón de las ideologías a Keynes, a Adam Smith, a Karl Marx y a la Revolución Francesa, la Ciencia no dejará de tener una pezuña de la ciencia en el cuello.
Ruego disculpen si estoy tan espeso como me siento. Otro chute de paracetamol y a la cama, no doy más lata por ahora 🙂