Desconfía de los confiados

En un artículo que me llega por email, se habla de la confianza como motor para salir de la crisis en la que estamos inmersos. Ayer un nativo inglés que me da clases decía que en su idioma la palabra crisis se refería a una situación límite, al punto más bajo del ciclo económico, a la sima de la depresión más profunda. Ellos prefieren utilizar el término recesión, pero el caso es que, tal como vamos, tendrán que utilizar la palabra crisis, tarde o temprano, cuando piensen que la cosa ya no puede empeorar más.

Boerse.jpgLa confianza es esencial en la economía, ciertamente. Todo el sistema económico se asienta sobre ella. Los mensajes contradictorios y pesimistas crean incertidumbre y derrotismo en los agentes, y no ayudan en nada a mejorar la situación, sino antes bien al contrario: son contraproducentes. Pero esos mensajes del miedo e ignorancia, igual que los mensajes de seguridad y complacencia, no tienen nada que ver con esa confianza fundamental, que quiebra más bien el intervencionismo Estatal. En esta crisis, lo que hacen tantas declaraciones, es acompañar a los indicadores bursátiles y en general económicos un poco por detrás, viniendo a confirmar lo que ya decían los datos y añadiendo algún motivo adicional de temor o pesar. Ningún voluntarismo podrá cambiar los hechos. Estamos todos a verlas venir, y el efecto dominó se seguirá produciendo hasta que todas las piezas hayan caído, por mucho que gritemos o adoptemos el pose de mantener la calma. Algo ha funcionado mal en el pasado, pero ya no tiene arreglo, y menos si la solución la presentan los mismos que, con toda seguridad, han generado el problema. En todo caso podrán, estos locos, hacer más larga la agonía, como el médico que, en lugar de sanar a su paciente, porque ya no puede, alarga artificialmente una vida perdida con encarnizamiento terapéutico.

Así que lo dicho en el artículo que motiva este otro artículo no sirve como fórmula mágica para cambiar las cosas. Es, la propuesta que hace, de un voluntarismo fútil. Si le pides a alguien que guarda luto por una pareja recientemente fallecida que se vaya de fiesta a ligar con otras, y que sonría a la vida, salvo que se trate de un frívolo o de que su relación fuera una farsa sentimental, responderá de mala gana, y suerte si lo hace sin improperios. Las circunstancias adversas son un paquete complejo en el que no se pueden pasar por alto la mayoría de los factores sin alterar gravemente el producto. Psicológicamente es un desatino. E igual es psicológicamente un desatino querer cambiar una catástrofe financiera con buen rollito, una sonrisa y seguir como si no pasara nada (cosa que, por otra parte, han intentado nuestros desgobernantes con escaso éxito). Incluso en el inverosímil caso de que haciéndolo todo el mundo cambiaran las tornas, sería del todo imposible poner a todo el mundo de acuerdo en cambiar de actitud. Y si nos metemos en Teoría de Juegos, para qué hablar. Lo que unos hicieran afectaría a lo que hicieran los demás y surgirían los free riders que se beneficiarían del desatino generalizado, destruyendo cualquier dudoso beneficio que pudiera surgir de una acción colectiva.

trust.jpgOtro desatino psicológico bastante reseñable es el del estudio mencionado en el artículo. Desconozco el mismo pero tengo la certidumbre de que solamente se puede tratar de un fraude científico. Volvemos al mito de la Tabla Rasa y de la Sociedad Culpable. Los malos estudiantes no lo son porque no se confíe en ellos. Puede que en algún caso así sea, pero no será representativo. El Efecto Pigmalión, la profecía que lleva en su formulación implícito su cumplimiento, suele producirse, sobre todo, para las cosas malas, creo yo, pero, en cualquier caso, no se da en la psicología humana de forma tal que capacite a las personas para lograr objetivos para los que no están dotados. Uno puede inflarse como un globo a base de decirse a sí mismo que es el mejor, pero por mucho que uno se motive no podrá hacer aquello para lo que no está cualificado o preparado. Por mucho que me empeñe y me convenza de lo grande que soy no daré la talla conduciendo un fórmula 1. No tengo los circuitos del cerebro adecuados para desempeñar eficiente y exitosamente esa actividad, ¡qué le voy a hacer! Para alguna otra cosa valdré, mal que bien. Y si a eso le aplicamos la suma de individuos, nunca alcanzaremos un resultado positivo a escala social.

Los casquivanos probablemente no piensen en la crisis mientras no afecte a su bolsillo. Pero cuando lo haga, apuesto lo que sea a que seguir siendo casquivanos no les va a sacar de ella, sino todo lo contrario.

Germanico
Germanico

No hay aprendizaje sin error, ni tampoco acierto sin duda. En éste, nuestro mundo, hemos dado por sentadas demasiadas cosas. Y así nos va. Las ideologías y los eslóganes fáciles, los prejuicios y jucios sumarios, los procesos kafkianos al presunto disidente de las fes de moda, los ostracismos a quién sostenga un “pero” de duda razonable a cualquier aseveración generalmente aprobada (que no indudablemente probada), convierten el mundo en el que vivimos en un santuario para la pereza cognitiva y en un infierno para todos, pero especialmente para los que tratan de comprender cabalmente que es lo que realmente está sucediendo -nos está sucediendo.

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6 comentarios

  1. (*), a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César y si para colmo el político se endiosa, proclamándose omnisciente y omnipotente, contra toda evidencia, pues eso: todo para el César. Estos desgobernantes además no tienen oposición, o, mejor aún, la tienen para bailarles el agua.

    Así pues sólo queda, como dice Ángel, el pesimismo spengleriano. La Decadencia de Occidente.

  2. Nuestro sabio refranero ya nos dice «A Dios rogando y con el mazo dando».
    Estoy con lo de «la confianza»; pero para ello es necesario que los supuestamente lideres se arremanguen la camisa y empiecen a dar con el mazo; descartando a nuestro «optimista profesional» (F. González ha vuelto con la frase) de quien no se puede esperar nada que no sea el engaño, especialidad personal, para que este pueblo comulgue con el breviario o manual del optimista charlatán; ¡aquí estoy yo! y, por ende, ¡aquí no pasa nada!; una marejadilla que no una marejada, no veo liderazgo alguno ni a occidente ni a poniente.
    Pero, personalmente, lo que me hace sumamente desconfiado es el que se haya plasmado en la realidad la frase hecha «sólo dicen algo los que no saben nada de nada, y los que ni siquiera saben que no saben nada»; es descorazonador la falta de ideas.
    Ahora se nos caen de un guindo que el capitalismo de producción hace la tarta a repartir más grande, pero el financiero es un enorme soufflé que sólo lo disfrutan los prevenidos antes de que se desinfle.
    Si nosotros, los mejor o peor llamados occidentales, no aceptamos que no somos tan ricos como primera premisa para sanarnos, no habrá nada que hacer más que agonizar con una cultura a la que parece le queda poco para entrar en los ciclos de Spengler; y para esta agonía no tenemos ni morfina; ahora, eso sí, podemos recurrir a un ‘suicidio asistido’ con la complacencia de los chinos y los musulmanes y de nuestra oficial progresía; en ello parece que estamos.

  3. Lo que es increíble es que el César Solbes, morituris te saludan, se vaya a pulir decenas de miles de millones de euros en una campaña contra los partos y que a Roma vaya a llegar una cartita cada cuatro meses. Ese cínico, ese intelectual orgánico del bibianismo, nos lleva mintiendo un año. Confiados, no: somos siervos de la gleba.

  4. Ahora, la confianza que yo llamo fundamental, de la que emana la responsabilidad, va a sufrir un golpe más duro que esa confianza superficial que consiste en creer que la tierra va a seguir bajo nuestros pies para nuevas empresas y apuestas, que en cuanto pasen los terremotos volverá a la mente de todos.

  5. Una de las cosas que me admira de ti, Ijon, es que consigues condensar en unas pocas frases sencillas la esencia de mis ingentes y alambicadas parrafadas.

    En efecto: la confianza es algo necesario pero no suficiente.

  6. Según empecé a leer lo primero que hice fue ir al enlace del artículo que citas y comencé a alucinar. Menuda trola que se marcan en plan «…ánimo muchachos, podéis lograr lo que queráis solo con proponéroslo». La voluntad y las ganas, la confianza en este caso, son necesarias pero no suficientes.

    Hace falta confianza, pero no solo.

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