Amenazas

A mi buen amigo Rubén Benedetti le han amenazado abiertamente en su blog.
Denuncias, difamación pública, espero que se quede en eso.

Tenía que pasar. En algún momento tenían que aparecer las amenazas.
Un lector, o presunto lector dice «Y Rubén Benedetti, será denunciado públicamente. Hoy se le ha declarado muerte a su libre impunidad, así es y así será».
Y agrega que lo que yo digo «llegará a oídos de toda la facultad (alumnos, docentes, personal jerárquico, incluyendo al decano) » supongo que en el entendimiento que por pensar distinto a él me van a echar.
No me extraña. Parece que se ha puesto de moda echar a la gente por lo que piensa, y como siguen las cosas, va a ir en un crescendo.

Rubén, desde este lado del océano, toda mi solidaridad. También mi amistad.

Malos tiempos para la libertad de expresión. No sólo en España.

Luis I. Gómez
Luis I. Gómez

Si conseguimos actuar, pensar, sentir y querer ser quien soñamos ser habremos dado el primer paso de nuestra personal “guerra de autodeterminación”. Por esto es importante ser uno mismo quien cuide y atienda las propias necesidades. No limitarse a sentir los beneficios de la libertad, sino llenar los días de gestos que nos permitan experimentarla con otras personas.

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Un comentario

  1. Si falta la libertad se luchará con más ingenio. Ver esto:

    EL FLAUTISTA CONFIADO
    Las ratas estaban inquietas. Eran pocas y vivían en un rincón del reino asediadas por el Flautista que amenazaba su extinción. De vez en cuando salían de sus madrigueras a morder ferozmente a las gentes del reino dejando restos del festín a unos buitres carroñeros que alborozados, disfrutaban y aplaudían sus acciones . Era la carroña el casi único sustento de los buitres así que por conveniencia vivían al lado de las madrigueras, protegiéndolas, cuidándolas , tapándolas y evitando así que el Flautista las localizara.
    También había en el reino una multitud de alacranes emponzoñados que sonreían maliciosamente ante las cacerías sangrientas de las ratas y el festín de los buitres porque esperaban agazapados el conseguir los dones del Flautista y los favores del Rey.
    Un día, ante el peligro de su extinción, las ratas y los buitres decidieron cazar juntos así que planearon la acción desde un reino vecino al que pidieron colaboración y no sin antes notificarlo a los malévolos alacranes a quien también pidieron ayuda.
    Se desplazaron entonces a la capital del reino a realizar el ágape. Las ratas mordieron ferozmente a las gentes. Los buitres aplaudían regocijados y los alacranes emponzoñabanlas mentes ayudados por pérfidos faunos y avaros enanos de poder.
    El Reino, el Flautista y las gentes no esperaban tan cruel carnicería y reaccionaron con espanto. Las gentes pidieron cuentas al Flautista que no sabía que hacer ni que decir asustado como estaba al ver tanto dolor. Así que triste y sólo se retiró. Pero antes…pero antes…lleno de rabia, al darse cuenta que había en el reino muchos alacranes emponzoñados infiltrados entre las gentes de bien, llamó a sus ayudantes y les dijo:
    “ Quiero que vayáis a ver al Rey y le digáis que firme este documento de declaración de guerra a las ratas y a sus cómplices”. Y así lo hicieron.
    El Rey que era un hombre bueno estaba en la inopia y como todos los Reyes vivía en el cuento….Je,je,je…decía: ¡ que bien se vive y que bien nos va¡. Al ver el documento se sorprendió. No será para tanto manifestó. Yo no firmo tal cosa. Así que el Flautista se quedó muy sólo y muy triste. “ ¡ Después de todo cuanto llevo hecho por este Reino y me lo pagan así ¡“ cuentan que decía al marcharse a otras tierras con pesar.
    Los cortesanos entonces asesoraron al Rey y decidieron llamar a consulta al ayudante primero del Flautista y al representante de los alacranes. Este sonreía maliciosamente y el ayudante del Flautista sonreía atolondrado mientras que las gentes asustadas se miraban entre sí con desconfianza.
    El representante de los alacranes tomó el mando y la voz alegando sus derechos y su talante circunstancias ámbas que fueron de agrado del Rey que le concedió su confianza. Y pasaron los tiempos y las desgracias asolaban el Reino, el Flautista Confiado redimía sus culpas y el Rey se contenía como el agua en una cesta a la espera de un nuevo Encantador que devolviera a las ratas a sus madrigueras.

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