Mucho revuelo se ha organizado tras las pitadas a los Reyes y al himno antes la Final de Copa de Baloncesto entre Real Madrid y Barcelona, celebrado el domingo pasado en Baracaldo, Vizcaya. Una de las argumentaciones más escuchadas es que “si no respetan la institución, que no se presenten”. Otra es que “no deja de ser un acto de libertad de expresión ante un régimen con el que no se simpatiza”. Ambas respuestas me parecen equivocadas, errando en porqué se deberían respetar o no los himnos.
Haremos un breve repaso a lo que ha sido la historia de los desplantes a los himnos nacionales en nuestro país y a los acontecimientos sucedidos en dicha final.
La primera vez que tuve conocimiento de un desplante público hacia un himno, bandera o enseña nacional por parte de un personaje público importante fue nuestro actual presidente del gobierno, Don José Luis Rodríguez Zapatero, cuando se negó a levantarse ante la bandera de Estados Unidos durante un desfile militar. Le cayeron más palos que a una estera por esa falta de respeto, pero eso no impidió que cundiera el ejemplo. Habían existido otros gestos, tales como cuando los terroristas o sus lacayos se dedicaban a quemar banderas españolas, pero eran gestos marginales.
Poco después, se extendió la moda de silbar el himno nacional de países extranjeros cuando éstos venían a jugar a nuestros campos de fútbol, y nos la devolvieron, por poner un ejemplo, en Turquía. Tradición que tuvo su colofón en la Final de Copa del Rey de fútbol del año pasado, donde las aficiones del Athletic de Bilbao y del Barcelona soltaron una ensordecedora pitada, estando el Su Majestad presente.
Y ahora, lo que pasó durante la Copa del Rey de Basket. Llegaron Sus Majestades los Reyes al palco de autoridades del pabellón de baloncesto y las aficiones del Barcelona y Vitoria, mayoritarias, soltaron una estruendosa pitada. Al sonar el himno, otra todavía más grande. Las autoridades políticas vascas que se habían dejado la piel por organizar el evento no sabían dónde esconderse de la vergüenza que estaban sintiendo.
El partido transcurre con normalidad hasta el final del tercer cuarto, en cuyo descanso uno de los pocos madridistas que había en la cancha aprovecha una invitación que se le había hecho desde la organización para dirigirse a los aficionados culés y del Caja Laboral para realizar gestos ofensivos, con la consiguiente pitada y subida de tensión en el ambiente.
Gana el Barça el partido y todos aquellos aficionados que se habían dejado medio pulmón pitando al himno y a Sus Majestades lo celebran de forma entusiasta, demostrando que si hay un país con una tendencia exacerbada hacia la paradoja es España.
Analicemos ahora los hechos de modo individual. Zapatero tenía todo el derecho del mundo a no levantarse ante la bandera americana. Y los demás tenían derecho a darle palos dialécticos. Es la libertad de expresión. Lo mismo se puede decir de las pitadas dedicadas a nuestro himno por parte de catalanes y vascos. Y exactamente lo mismo puede decirse del ganso madridista que salió a tocarse los genitales y provocar a la afición culé. Desde una óptica liberal no se les puede echar absolutamente nada en cara. Unos insultan y otros replican. Y si no quieres que te den, no des. Por cierto, que el único que acabó en comisaría fue el aficionado madridista.
¿Cuál es el problema? Que la estupidez no sólo es contagiosa, también es progresiva. No me cabe ninguna duda de que estas faltas de respeto al himno español se seguirán produciendo, pero ahora también se producirán las respuestas, y dichas respuestas, en algún momento, no se quedarán en simples tocamientos de genitales y cortes de mangas, sino que estallará la violencia física. Y a ver cuántos heridos tenemos.
Lo mejor que le puede pasar al deporte y sus aficionados es que vuelvan a respetar los himnos y disfrutar como hacían (hacíamos) antiguamente, deteniendo esta espiral de estupidez en la que se han metido ellos solitos, que el deporte está para pasarlo bien. En caso de que los silbidos a los himnos nacionales y las faltas de respeto continúen, espero equivocarme. Es mucho más divertido mofarse del ‘Segadors’ que tener que liarse a mamporros.
PD: Habría sido precioso hablar del partido. Los culés ya saben qué hacer la próxima vez.
Germánico: No creo que sean un cáncer sino que son una minoría con la que es bastante difícil negociar. 😀
José: Odiar al vecino es parte de nuestra tradición cainita. No sé si llega al nivel del fascismo, pero sí me parece muy preocupante. Y sobre el artículo de El País, la verdad es que ya estamos acostumbrados. Otro artículo más.
Ahí tiene su Majestad la materia prima de la que debe hacerse el Gran Pacto de Estado.
Esas minorías ruidosas pero perfectamente organizadas son el verdadero cáncer de las democracias, sobre todo en la nuestra, cuyo sistema electoral les da una inmerecida representatividad y un inmerecido poder.
Leeros este «articulo» publicado en El Pais ayer. No tiene desperdicio alguno y desenmascará a los fascistas de la izquierda.
Como Catalán y Español esta gente me da verguenza agena.
Son patéticos todos ellos, no se salva ni uno.
Producto de la propaganda fascista que inunda tanto catalunya como imagino en vasconia. Títeres de fascimo independentista.
Son una minoria los cafres, pero lo peor, esque gente que se dice demócrata apoya y alienta a estos cavernicolas pueblerinos dandoles coba en su cruzada fascista contra el pueblo «opresor» Español.
Da verguenza agena esta gente.
Saludos.