Una vez que un bien o servicio se empieza a financiar con impuestos el concepto de precio desaparece. Al desaparecer el precio las personas son incapaces de identificar si lo que reciben es caro o barato. Ya no es posible saber si lo que recibimos es bueno o malo, mucho o poco.
Analicemos primero los ingresos del Estado. El 80% de los ingresos del estado provienen de cuatro impuestos: IRPF, IVA, sociedades y cuotas de la S.S. (impuestos especiales e IBI son casi todo el resto).
El IRPF y las cuotas de la SS son en realidad impuestos encubiertos sobre el trabajo. El 70% de los ingresos del IRPF provienen de rendimientos del trabajo (las famosas retenciones) y los ingresos del IRPF que provienen de rentas del capital son fundamentalmente de pequeños ahorradores o accionistas. En cuanto a las cuotas de la SS son procedentes en su mayor parte la cuota empresarial.
El IVA aunque es un impuesto indirecto, ya saben de los que pagan igual los pobres que los ricos según la propaganda izquierdista, es más progresivo que el IRPF. Al fin y al cabo las personas con más ingresos consumen mucha mayor parte de su renta en productos gravados con el 16%.
Y por fin está el impuesto de sociedades el impuesto de los ricos, de los grandes empresarios, el (teóricamente) destinado a pagar los servicios que reciben los pobres.
El problema de todos los impuestos es que la gente tiene la maldita costumbre de considerar sus ingresos o beneficios única y exclusivamente como “después de impuestos”.
Vamos a explicarlo: un trabajador jamás considerará como sus ingresos su sueldo sin retenciones mas su aportación a la Seguridad Social. Para cualquier trabajador su sueldo es lo que aparece al final de la nómina.
Ahora veamos el punto de vista del empresario o del accionista, este no considerará beneficio el resultado antes de impuestos, amortizaciones y mas cotizaciones a la Seguridad social. No, el empresario o accionista sólo considera beneficio lo que queda al final de su cuenta de resultados. Lógico por otro lado.
Todo el mundo, cuando tiene que hacer frente a una subida de impuestos, la considera injusta o simplemente como un gasto más al que tiene que hacer frente. Y como todo nuevo gasto intenta hacérselo pagar a su patrón o su cliente.
Respecto a esto hay dos mitos que se enseñan en las facultades de Economía. El primero es que las empresas (no se dice nada de los trabajadores) no podrían repercutir íntegramente los impuestos que soportan a sus clientes porque entonces al aumentar el precio disminuiría la demanda. Así que tienen que comerse necesariamente parte del impuesto. La pega de este argumento es que si los impuestos que paga la empresa van a los trabajadores estos aumentarán su capacidad de compra, vamos tendrán más dinero, y la empresa podrá repercutir íntegramente el impuesto sin que disminuya la demanda. Lo mismo ocurre con los trabajadores. Un aumento del IRPF significará una disminución de sus ingresos que trataran de transmitir a su empresario o sino la demanda disminuirá y también los beneficios de los empresarios.
El otro es el de que los impuestos no se transfieren colateralmente. Un ejemplo: un impuesto sobre el tabaco recae sobre los fumadores. Pero esta es una idea extremadamente cortoplacista. Un aumento del impuesto sobre el tabaco supone un aumento del IPC. Todos los trabajadores se rigen por el aumento del IPC, fumen o no fumen, a la hora de negociar sus salarios. Y los aumentos de salarios se convierten en aumentos de costos para los empresarios y en aumentos de precios de todos los bienes y servicios para todo el mundo.
Si han llegado hasta aquí puede que se esté preguntando a dónde quiero llegar. Bueno, es muy sencillo: un impuesto una vez que se establece o aumenta tiende a distribuirse por toda la sociedad igual que si vertemos un vaso de agua en el suelo el agua se acaba esparciendo y no se queda toda en el sitio en que la tiramos.
¿Quién paga al final los impuestos? Puede que el que tenga menos posibilidades de hacérselos pagar a los demás. Los que tienen menos posibilidades de transferirle a otro un impuesto son, supongo que lo habrá adivinado, las clases medias y los pobres. Y esos son los que pagan impuestos. El 90% de la gente. ¿Cuánto? Cada persona es un caso y es imposible saberlo exactamente. ¿Quién tiene más posibilidades de evitar o deshacerse de los impuestos? Los ricos y los grupos de presión.
¿Cuánto le cuesta a usted la sanidad, la educación, las pensiones..? No hay respuesta a esta pregunta. Si quiere dividimos el presupuesto de cada cosa entre los 45 millones de habitantes de España, pero seria una manera tan arbitraria como otra de saber lo que le cuesta cada cosa.
Si miramos a los gastos del Estado la cosa no es mucho mejor.
Usted no controla lo que cuesta el servicio que le presta el estado, sólo sabe que tiene que comprarlo por narices.
Veamos un ejemplo: en mi comunidad autónoma el gobierno ha decidido reducir la jornada laboral de los funcionarios a 35 horas a la semana. Eso supone un incremento de los costes salariales del 12%, a no ser que queramos disminuir la calidad de los servicios. Y ese incremento lo va a pagar el contribuyente. Usted no sólo no elige el servicio, ni siquiera sabe lo que le cuesta y mucho menos controla el coste. Y luego están los servicios que no elegiría ni loco (pero que tiene que comprar). ¿Cree que una empresa privada de sanidad se limitaría a reducir jornada a sus trabajadores sin reducir sueldo y luego se lo cargaría a sus asegurados así como así? ¿Pagaría, si no le gusta el fútbol e incluso si le gusta, la millonaria construcción de un estadio de fútbol?
Luego está el problema del cajero. El estado nunca le podrá devolver el dinero que ha gastado en su maquinaria para recaudarlo. Una empresa privada en un mercado libre no tiene problema de cajero: la gente va voluntariamente a pagar. Pero el Estado tiene que obligar a la gente a pagar y la consecuencia de ello es que nunca va a poder devolver todo lo recaudado: necesita su burocracia recaudadora, de los asesores fiscales, de los inspectores de Hacienda.
Y el problema de los evasores fiscales. Y el problema de los cazadores de subvenciones, muchos de ellos millonarios.
Si el objetivo de el Estado fuese realmente que los pobres tuviesen acceso a la sanidad y la educación el método más sencillo y eficaz serían los cheques para pagarse esos servicios. Pero ni así el problema se soluciona totalmente. ¿Dónde establecer el límite entre los pobres y los “no pobres”? Aunque desde luego siempre sería más eficaz que socializar los servicios.
Los pobres no tienen manera de librarse de los servicios del Estado, la mayoría de la clase media tampoco. Los ricos pueden pagarse servicios de mayor calidad, pero los pobres están atados a los servicios del Estado.
¿Que el Estado les ofrece unos servicios educativos que producen un 35% de analfabetos funcionales?, pues lo tomas o lo tomas. ¿Que el medico de familia sólo tiene 5 minutos para atenderte o que las urgencias de los hospitales están saturadas porque son «gratis»? Pues más de lo mismo. No puedes pedir que te devuelvan el dinero, no puedes comparar, no puedes elegir.
¿En qué se beneficia un pobre de tener educación “gratuita” si luego ésta condena a sus hijos al analfabetismo y la pobreza?
No es retórica: sólo hay que irse a Andalucía para verlo. Ah, la educación privada es muy cara. ¿Comparado con qué? No hay precios (en la educación pública), no sabe ni lo que paga de impuestos.
Los pobres son los peor parados con un sistema público sin precios ni libre elección. Pero no lo saben. Son prisioneros de su propia ignorancia. Creen que no pagan impuestos, creen que reciben más de lo que les quitan.
Pero hay muchas formas de pagar impuestos: salarios más bajos, precios más altos, desempleo.
¿Se plantea un desempleado que quizá la causa de su pobreza sea que no hay suficiente ahorro porque el gobernante de turno decidió bajar la jornada semanal de los funcionarios o financiar cualquier proyecto absurdo y eso llevó a mayores gastos? No, claro.
Las conclusiones a las que podemos llegar son que el Estado nunca nos va a devolver lo que nos quita, que no tenemos manera de saber lo que pagamos y que no tenemos manera de saber lo que recibimos.
La solución pasa por un sistema de cheques que vaya introduciendo competencia y dando a la gente una referencia de precios previa al establecimiento de un libre mercado.
Saludos amigos.
N.e: también publicado en Una, Rica y Liberal
A MILL:
Gracias por la aclaración.
Buen artículo.
Saludos
Es evidente que el Estado no saca el dinero de la nada, sino que para repartirlo, antes tiene que habérselo quitado a los contribuyentes.
Pero tienen el timo tan bien montado que son capaces de mantener al personal en la inopia, pese a que no son tan complicados de entender razonamientos como los expuestos de forma tan clara en esta entrada.
Dices, y dices bien, que nadie valora su sueldo en bruto, sino el escaso neto que queda una vez deducidos impuestos, robos y sangrías varias.
Pero es que nadie se plantea tampoco que cuando toma una caña, esa caña cuesta bastante menos de lo que te cobran por ella. Y no hablo del beneficio del bar, sino del IVA. ¿Por qué hay quien dice que no paga impuestos mientras se está tomando una caña o un café, que pagará a continuación con su correspondiente IVA?
Cuando digo que los impuestos que tributan las empresas van a los trabajadores me refiero a que las empresas considerarán los impuestos como un nuevo gasto e intentarán incluirlo en el precio que luego pagarán los trabajadores.
Es decir los trabajadores acabarán pagando el impuesto de la empresa vía mayores precios en los artículos que consumen. Es otra manera de reducir los salarios vía inflación (lo que técnicamente se llama una «reducción en frio»)
Sin embargo en teoría los trabajadores recibirán del Estado más o mejores servicios que antes gracias a los nuevos impuestos que recibiría el Estado.
Se produciría una transferencia de renta de los trabajadores al Estado (a través de la empresa) que a cambio daría a los trabajadores los derechos del Estado del Bienestar. Toda la idea del Estado del Bienestar se basa en esta transferencia de recursos que luego son administrados por el Estado.
La tesis de que las empresas pagan al menos una parte del impuesto que se enseña en las Universidades tampoco está libre de problemas. Si las empresas no pueden pagar los impuestos vía subida de precios entonces su rentabilidad (su beneficio neto) disminuirá. Con menos rentabilidad las empresas tendrán menos recursos e incentivos para invertir lo que a la larga supone más paro y menos ingresos fiscales para el Estado.
Espero habértelo aclarado.
No dudes en plantearme cualquier duda que tengas. Gracias.
Hola,
interesante artículo, pero me ha quedado una duda.
Será que no sé mucho de economía, pero cuando refutas al que llamas primer mito que enseñan en las facultades de economía, no me queda claro cuando dices que los impuestos de la empresa van a los trabajadores. Todos los impuestos van al estado, es decir, si se aumentan los impuestos, la empresa tendrá que pagar más, y en todo caso para compensar podría reducir los salarios de los trabajadores, por lo que tendrían menor poder adquisitivo.
Agradecería una aclaración.
Gracias y saludos