Me imagino que la mayoría de quienes leen estas líneas no se sorprenderán si les digo que «las cosas» en este país en el que vivo no van bien. La otrora poderosa Alemania, hoy todavía en el centro de muchas miradas, vive sólo de la inercia generada en los años 80 y primera mitad de los 90. Sin duda con peso específico suficiente para, al lado de Francia, seguir siendo un referente en la política europea e internacional. Pero algo no va bien. Diría más: algo marcha muy mal.
Un par de datos y no les aburro más.
La economía no responde a las medidas adoptadas por el gobierno. Claro, las medidas intervencionistas nunca ayudan.
El «estado de bienestar» está al borde (los analistas no lo sitúan al borde, sino en caída libre) de la bancarrota, tanto financiera como social.
En política internacional, el último «globo sonda» ha caído como una bomba en todas partes menos en París y en Madrid.
Mientras tanto en España, los políticos y sus «referenda» no consiguen distraer a los españoles de sus labores diarias.