Mi amigo Klaus, que era de los que salían desnudos en las manifestaciones del Berlín del 68, es un tipo muy comprometido con el medio ambiente. “Debemos aprender a ser más humildes” dice quitándose la pipa de entre los labios. “Después de todo, no somos más que invitados de paso en este planeta!” enfatiza. Por ello calefacta su casa de 180 metros cuadrados con electricidad verde. Es la electricidad que sólo se genera por medios “naturales”. Las famosas turbinas eólicas, sin ir más lejos. Éstas hacen picadillo de vez en cuando alguna cigüeña despistada, pero Klaus no lo nota cuando enchufa su plancha. Si nos paramos a mirar detenidamente las “energías renovables” llegamos a la conclusión de que no son tan ecológicas como le gustaría a Klaus. Las centrales hidroeléctricas se basan en enormes pantanos que destrozan inmensos ecosistemas. La producción de biodiesel “roba” innumerables hectáreas al cultivo de alimentos. Cada vez que me subo al todoterreno de Klaus –alimentado exclusivamente por biodiesel, en harmonía con la naturaleza- me acuerdo de los miles de africanos que apenas comen gracias al encarecimiento de sus alimentos básicos. Todo muy natural.
Antiguamente los reyes y emperadores arruinaban las arcas del estado construyendo enormes palacios rodeados de gigantescos jardines llenos de flamencos, osos y ciervos. Hoy nuestros gobernantes arruinan las arcas de el estado contruyendo inmensos parques solares y eólicos; sin apenas flamencos, osos o ciervos. Baste pensar que los costes de producción de esas plantas superan entre un 5% y un 20% los costes en una central térmica convencional. Dicho para los economistas que leen estas líneas, los parques solares y eólicos son los Lehman-Brothers del furturo: sobrevalorados, ineficientes y financiados con deuda pública. Para que el ciudadano de a pié no caiga en el pánico que produce estar informado de estas cosas, nada como inventarse una ley de “desarrollo sostenible” para justificar que unos empresarios reciban más dinero por generar un producto no rentable. Y, si damos riendas a la imaginación que el Gobernante reclama, se podrían encontrar incluso incentivos para que el sol nos regalase algunas horas más al día de su benefactora presencia.
A mí, siempre atento a lo que desde „el gobierno de la nación” se nos pide, se me ha ocurrido una sensacional idea llena de infinitas posibilidades. Imaginen que construimos dos baterías de torres de 60 metros de altura. En una de ellas instalamos ventiladores que alimentamos con energía procedente de una central térmica de carbón. En la otra, la de enfrente, instalamos rotores eólicos que producen electricidad „verde“ gracias al viento generado por los ventiladores. Como podemos vender la electricidad generada por los rotores a más del triple de lo que nos cuesta la gastada por los ventiladores, nos encontramos ante un proyecto económicamente interesante, amortizable en diez años, más o menos, y cuyos beneficios triplicna nuestros costes de producción. Vamos, casi un Perpetuum Mobile de la economía.
Nuestro bienestar actual se basa en que llevamos siglos substituyendo tecnologías ineficaces por otras más eficientes. Resulta que ahora, lo que nos proponen nuestros próceres, es promocionar tecnologías ineficientes para generar –dicen- puestos de trabajo competitivos. Dentro de nada asistiremos a la voladura de todas las Caterpillar del país y al renacimiento de la pala y el pico. Igualaríamos a Sierra Leona en nivel de competitividad laboral!
Cuando le digo a Klaus que mejor nos iría invirtiendo en mejorar los reactores nucleares deja caer la pipa de la boca y tose burlonamente. “La energía atómica no es una alternativa!”. Hace tiempo le pregunté porqué no acudía ya a las sentadas del movimiento anti-nuclear. La respuesta fue lapidaria: “Green Peace ha demostrado en un estudio que la probabilidad de pillar unas almorranas aumenta proporcionalmente al tiempo que estás sentado frente a una central nuclear”. No le he vuelto preguntar.
muy bueno el comentario de los dos, me hicieron reir, pero tienen razon saludos
>La producción de biodiesel “roba” innumerables hectáreas al cultivo de alimentos.
Eso no les hará mella; tienes que decirle que cada vez que llena su depósito con biodiésel, Dios mata a un orangután.
🙂
Bueno, éste es ateo. El argumento teísta no iba a llegar muy lejos. Pero me has dado una idea: cada vez que llena el depósito, obliga a 50 congoleños a comerse un orangután.