Y quién cuenta los muertos de los "verdes"?

Leía ayer por la mañana un artículo de mi muy querido Michael Miersch en el diario Die Welt. Es tan acertado que me he puesto a traducirlo a vuelapluma para ustedes:

El sarampión ha vuelto a Europa. Mientras el número de fallecimientos por sarampión desciende en los países en vías de desarrollo ( 197.000 en 2007) aumenta de manera preocupante en los países occidentales. Los responsables de la Primera Conferencia Nacional sobre Vacunaciones en Mainz criticaron el «cansancio frente a la vacunación». También la OMS se queja de un descenso en los niveles de vacunación. En Alemania y  Suiza son muchos los padres que rechazan las vacunas para sus hijos.

Y que culpa tienen los «verdes»? A primera vista ninguna. Los dirigentes del partido no pertenecen públicamente a ningún grupo anti-vacunas. Pero en la base hay un cruce de entornos. El movimiento antivacunas, dirigido por los antroposóficos, crece en los mismos barrios burgueses, en el mismo biotopo cuyo suelo está abonado de desprecio por la tecnología, superstición, pesimismo ante el futuro y romanticismo naturalista.  Una mezcla que Wybren Verstegen -historiador natural- llama «Green Thinking» (Pensamiento Verde). Renate Künast y Bärbel Höhn no tienen  reparos en alabar las esotéricas reglas de agricultor de Rudolf Steiner. No hay que dar un paso muy grande para creer también en los aspectos médicos de la antroposofía según Stenier.

Ya hace mucho que todos olvidamos cómo Joschka Fischer, Ministro de Medio Ambiente en Hessen allá por los 80,  boicoteó la producción de una insulina de mejor aplicación en diabéticos durante años porque estaba producida por métodos genéticos.  La empresa se tuvo que ir a Francia, desde donde se importaba la insulina para Alemania. Hubo que esperar hasta 1999 para ver la primera planta de producción en Alemania.  El «Pensamiento Verde» pretende proteger a la humanidad de los riesgos de las nuevas tecnologías. Ocurre que el precio de impedir el progreso suele ser, casi siempre, más alto.

El «Pensamiento Verde» no sólo ha encontrado arraigo entre los verdes, como podemos comprobar viendo el éxito de los enemigos de las tecnologías genéticas. Estos afirman -y se les cree- que el maíz mejorado por manipulación genética no tiene ninguna ventaja (los más militantes le asignan incluso propiedades negativas). Es innegable que las plantas de maíz trangénico se ven infinitamente menos afectadas por las micotoxinas que las plantas no alteradas genéticamente. Creo que a eso se le puede llamar una ventaja. En aquellos países donde el maíz es un alimento básico, las micotoxinas son las primeras responsables de los nacimientos de bebés con espina bífida. Recordemos el aplauso generalizado de los seguidores del «Pensamiento Verde» a la decisión del gobierno de Zambia de no importar maíz norteamericano para su población hambrienta, porque  se trataba de maíz transgénico.

Si lo que buscamos es mucha documentación sobre los efectos negativos del «Pensamiento Verde» no podemos obviar el tema del DDT, un presticida que, debido a las presiones de los pensadores verdes europeos y norteamericanos, dejó de utilizarse en los países menos desarrollados en la lucha contra la malaria. Gracias al DDT había descendido el número de fallecimientos por malaria en muchos países desde cuotas de varios miles y apenas unas docenas. Hoy vuelven a morir de malaria más de millón y medio de personas. Al contrario que el movimiento contra las vacunaciones, la lucha contra los alimentos transgénicos y contra el DDT no son fenómenos periféricos, forman parte del núcleo central del «Pensamiento Verde».

El «Pensamiento Verde», por medio de su supuesta superioridad moral, disfruta de claras ventajas a la hora de ganarse el afecto de la opinión pública. Como izquierdista es imposible trampear con Stalin o con Mao. Los conservadores alemanes sufren hoy todavía la vergüenza de haber ayudado a Hitler a llegar al poder. Todos tienen un cadáver en el sótano, y todos los sótanos quedan expuestos a los focos de la opinión pública de vez en cuando. Sólo los verdes han conseguido mantenerse en un estado de inocencia. Imagínense que  las víctimas del sarampión o de la malaria pudiesen ser atribuíbles a las ideas conservadoras o liberales. Cuántas películas, series y debates televisivos se hubiesen dedicado ya al tema?

La indefinición política del «Pensamiento Verde» es la que permite que el establishment del partido no necesite distanciarse de los anti-vacunas y otro tipo de extremistas. Se sonríe sobre ellos, pero se les mantiene en cierta medida, pues forman una nada despreciable parte de los electores. Cem Özdemir habla en estos últimos meses, de forma llamativamente frecuente, de «conservar la Creación». Alguien debería preguntarle si los fallecidos de malaria, los hambrientos o los diabéticos pertenecen o no a esa Creación de la que habla.

Suscribo las palabras de Miersch al 100%

Luis I. Gómez
Luis I. Gómez

Si conseguimos actuar, pensar, sentir y querer ser quien soñamos ser habremos dado el primer paso de nuestra personal “guerra de autodeterminación”. Por esto es importante ser uno mismo quien cuide y atienda las propias necesidades. No limitarse a sentir los beneficios de la libertad, sino llenar los días de gestos que nos permitan experimentarla con otras personas.

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7 comentarios

  1. Este artículo sobre el DDT es muy interesante. Sobre todo el capítulo de la pág. 9 «¿Previene el DDT al Cáncer?»

  2. Hola Luis

    Concuerdo con Alberto. Existe en el humano una incapacidad, cuasi innata, para encontrar los puntos óptimos. Vamos de un extremo a otro, olvidando las causas que nos han obligado a generar cambios en un principio. Así vamos de lo dictatorial al libertinaje social, para luego terminar anhelando orden a cualquier costo. El caso del movimiento verde es un buen ejemplo.

    Saludos

  3. Rachel Carson hablaba de la Primavera Silenciosa, denunciando el daño que hacía el DDT. Nosotros podríamos hablar del Genocidio Silencioso del ecologismo.

  4. jurelillo, evidentemente, la «ideología» puede hacer éste o aquél uso de la «ciencia». No dejaré tu post (en tu, por otro lado, recomendable blog) sin debida respuesta.
    Saludos.

  5. El mayor problema de la humanidad es la ley del péndulo histórico, vamos dando bandazos de un extremo al otro 🙁

  6. Imagínense que las víctimas del sarampión o de la malaria pudiesen ser atribuíbles a las ideas conservadoras o liberales. Cuántas películas, series y debates televisivos se hubiesen dedicado ya al tema?

    Las malvadas multinacionales farmacéuticas no hacen nada para salvar al tercer mundo. A veces aprovechan e investigan con cobayas humanos…..

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