En la coyuntura económica actual los gobiernos están interviniendo hasta el límite de sus posibilidades mediante un mayor proteccionismo, más regulaciones y el aumento del gasto público. El problema es que en economía pasa como con la medicina, que si no tienes un buen diagnóstico difícilmente vas a acertar con la solución.
La mayoría de los analistas políticos, así como de los legisladores que están en el poder han “hallado” el origen de todos los males en el “Consenso de Washington”, el cual no eran más que unas medidas propuestas por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Departamento del Tesoro Norteamericano para potenciar el desarrollo de los países iberoamericanos. Por si acaso, no son pocas las voces que aclaman la defunción del Consenso de Washington. Sin embargo todas las medidas eran generalizables al resto de países. A estas medidas, así como su defensa, se las ha denominado “fundamentalismo de mercado” (George Soros dixit).
Las medidas propuestas eran las siguientes:
- Disciplina fiscal.
- Reordenamiento de las prioridades en el gasto público.
- Reforma Impositiva.
- Liberalización de las tasas de interés.
- Una tasa de cambio competitiva.
- Liberalización del comercio internacional.
- Liberalización de la entrada de inversiones extranjeras directas.
- Privatización.
- Desregulación.
- Derechos de propiedad.
En realidad, esto lo he sacado de Wikipedia. El Consenso de Washington, como tal, es un documento redactado por John Williamson titulado “What Washington Means By Policy Reform”, un texto dedicado a las reformas que debería aplicar Iberoamérica para poder desarrollarse más rápidamente. Ya digo que el texto es bastante extenso y que se comentan cosas interesantes, por lo que espero ser fiel al mismo extrayendo lo que considero más importante.
Mi objetivo es demostrar que:
1.- El Consenso de Washington no tiene porqué ser liberal. Al menos, no tan liberal como para que la socialdemocracia pueda basar en este Consenso el origen del neoliberalismo o para hablar de fundamentalismo de mercado.
2.- El Consenso de Washington no se ha llegado a aplicar, al menos tal y como fue concebido.
3.- ¿Está muerto el Consenso de Washington y el capitalismo en general?
Antes de nada, hay que reconocer algo obvio, y es que la libertad económica ha aumentado en el mundo. Fusilando de la Wikipedia, que se basa en los datos del Heritage Fundation entre otros:
The Economic Freedom of the World score for the entire world has grown considerably in recent decades. The average score has increased from 5.17 in 1985 to 6.4 in 2005. Of the nations in 1985, 95 nations increased their score, seven saw a decline, and six were unchanged. Using the 2008 Index of Economic Freedom methodology world economic freedom has increased 2.6 points since 1995.
Claro que habría que tener en cuenta la enorme cantidad de países que por aquellos tiempos acababan de salir del comunismo soviético. Además, esto no quiere decir que el tamaño del Estado deje de aumentar.
Veamos ahora qué es lo que se ha hecho con cada una de las medidas propuestas por Williamson.
Disciplina fiscal. El señor Williamson decía en su paper que:
Despite the significant differences in the interpretation of fiscal discipline, I would maintain that there is very broad agreement in Washington that large and sustained fiscal deficits are a primary source of macroeconomic dislocation in the forms of inflation, payments deficits, and capital flight. They result not from any rational calculation of expected economic benefits, but from a lack of the political courage or honesty to match public expenditures and the resources available to finance them. Unless the excess is being used to finance productive infrastructure investment, an operational budget deficit in excess of around 1 to 2 percent of GNP is prima facie evidence of policy failure.
Traduzco a mi español. Según la opinión de Williamson, los déficits fiscales grandes y mantenidos a lo largo del tiempo son los responsables de la inflación, los déficits en los pagos y las huidas de capitales. A menos que se traten de financiar inversiones en infraestructuras productivas, un déficit que esté por encima del 1 o el 2% es una evidencia de política fracasada.
Antes de pasar a la cuestión de si se ha llevado a cabo, hay una pregunta más elemental: ¿Puede considerarse la intervención del Estado en sectores productivos algo liberal? La respuesta es no. Pueden considerarse males necesarios la intervención en policía, justicia, ejército, etcétera. Pero las inversiones coreanas, por poner un ejemplo, en barcos, no es algo liberal.
¿Se ha aplicado en este tiempo? En Argentina, desde luego que no, aunque personas de tanta responsabilidad como su propia Presidente no se enteren. En los Estados Unidos de la era Bush, tampoco. En la Unión Europa, sí, pero el límite del déficit fiscal era del 3% y el concepto de “inversiones productivas” es más que discutible. Los tigres y dragones asiáticos se tragaron la crisis de 1997 por completo, y sólo aplicando medidas como las propuestas en este documento han podido ayudar a la superación de sus crisis. Sólo en España se ha conseguido una política de “déficit cero”.
Reordenamiento de las prioridades en el gasto público. Según Williamson, hay dos tipos de gastos: una parte dedicada a los subsidios (que considera que debe ser eliminable) y otra que debe mantenerse, principalmente “inversiones productivas”, hospitales y colegios.
Subsidies, especially indiscriminate subsidies (including subsidies to cover the losses of state enterprises) are regarded as prime candidates for reduction or preferably elimination. […] The result is not just a drain on the budget but also much waste and resource misallocation, with little reason to expect any offset from systematically favorable effects on income distribution, at least where indiscriminate subsidies are concerned. […]
Just how much help expenditures on education and health in fact provide to the disadvantaged depends on their composition as well as their level. Primary education is vastly more relevant than university education, and primary health care (especially preventive treatment) more beneficial to the poor than hospitals in the capital city stuffed with all the latest high-tech medical gadgets. This is not to say that there is no need for universities or state-of-the-art hospitals: developing countries need to train and retain an educated elite as well as to raise the standards of the masses and the poorest. But it is to assert that many in Washington believe that expenditures need to be redirected toward education and health in general, and most especially in a way that will benefit the disadvantaged.
¿No es curioso? Parece que lo ha escrito algún africano. Vamos, que hay que invertir antes en colegios y hospitales dedicados en prevención que en cosas mucho más modernas y menos en subvenciones. Esta propuesta es liberal a medias. Sí, en cuanto a la eliminación de subvenciones a vacas y cerdos y no en cuanto a lo de los colegios y hospitales (otra cosa es que, por muy antiliberal que sea, pueda tener efectos positivos). Con todo, ahora mismo tenemos un Estado que mantiene hospitales, colegios e “inversiones productivas”. Para que os hagáis una idea, hasta Taiwan tiene hoy en día Seguridad Social.
¿Se ha llegado a aplicar? A medias. Sí se ha aplicado respecto a lo que se refiere a inversiones de colegios y hospitales. No, en cuanto a las subvenciones, que siguen siendo espantosas en cuanto a tamaño y repercusiones. Esto afecta principalmente a los dos grandes: Estados Unidos y la Unión Europea.
Reforma impositiva: Williamson afirma que «The principle is that the tax base should be broad and marginal tax rates should be moderate.» Temblad, neoliberales: el principio es que la base de impuestos debería ser amplia y que los impuestos marginales deberían ser moderados. Es decir, impuestos para casi todo, solo que los impuestos marginales deberían ser mínimos. Igual lo que defienden los socialistas es que los impuestos deberían ser amplios y los marginales deberían ser elevadísimos. Por suerte, esto «último» es lo que se ha aplicado en la mayoría de países occidentales. Creo que esto sí se aplicó en muchos países iberoamericanos.
Tipos de interés: Según Williamson, los tipos de interés han de estar regulados por las leyes del mercado. Nada que ver con unos bancos centrales que, arbitrariamente, los reducen, creando burbujas como las que ahora mismo estamos viendo explotar. Pregunten, si no, a la Reserva Federal Americana. Todavía no se conoce ningún caso de privatización de un banco central. Y siempre que se da el caso, intervienen inyectando dinero a mansalva.
Tipos de cambio competitivos: En el texto se afirma que:
«Like interest rates, exchange rates may be determined by market forces, or their appropriateness may be judged on the basis of whether their level seems consistent with macroeconomic objectives.»
A eso se le llama jugar con la moneda. Esto, por ejemplo, lo ha hecho China, que ha tirado por los suelos su moneda. Pero, en líneas generales, cuando una moneda cae, los bancos centrales intervienen para recuperarla. Por ejemplo, cuando se la el Banco central japonés interviene para recuperar el yen japonés.
Para casos generales, se decía que:
The test of whether an exchange rate is appropriate is whether it is consistent in the medium run with macroeconomic objectives (as in my concept of the «fundamental equilibrium exchange rate,» or FEER; see Williamson 1985). In the case of a developing country, the real exchange rate needs to be sufficiently competitive to promote a rate of export growth that will allow the economy to grow at the maximum rate permitted by its supply-side potential, while keeping the current account deficit to a size that can be financed on a sustainable basis. The exchange rate should not be more competitive than that, because that would produce unnecessary inflationary pressures and also limit the resources available for domestic investment, and hence curb the growth of supply-side potential.
Es decir, que tiene que ser barato pero no tanto como para provocar inflación. Una medida bastante sensata.
Liberalización del comercio internacional: ¿Creéis que, según el texto, debería haber libre comercio de golpe y punto pelota o que esta liberalización del comercio debería ser gradual? Vote por lo segundo.
The free trade ideal is generally (although perhaps not universally) conceded to be subject to two qualifications. The first concerns infant industries, which may merit substantial but strictly temporary protection. Furthermore, a moderate general tariff (in the range of 10 percent to 20 percent, with little dispersion) might be accepted as a mechanism to provide a bias toward diversifying the industrial base without threatening serious costs. The second qualification concerns timing. A highly protected economy is not expected to dismantle all protection overnight. Views differ, however, on whether import liberalization should proceed according to a predetermined timetable (the World Bank view, embodied in many structural adjustment loans) or whether the speed of liberalization should vary endogenously, depending on how much the state of the balance of payments can tolerate (my own view, based on recollection of how Europe liberalized successfully in the 1950s).
Yo todavía estoy muriéndome de la risa. Resulta que el texto básico de las propuestas neoliberales no apuesta por la «desregulación y déjate de chorradas» de los mercados internacionales, sino por mecanismos que eviten «costes amenazadores», tarifas y planificaciones en la desregulación. Huelga decir que esto ha sido lo que se ha hecho y que no se ha liberalizado prácticamente nada más allá de acuerdos muy puntuales en sectores muy puntuales. Más bien, lo que se hace son planes de reciclaje sin liberalización.
Liberalización de la entrada de inversiones extranjeras directas: Hay que reconocer que aquí Williamson estuvo bastante más atinado.
As noted above, liberalization of foreign financial flows is not regarded as a high priority. In contrast, a restrictive attitude limiting the entry of foreign direct investment (FDI) is regarded as foolish. Such investment can bring needed capital, skills, and know-how, either producing goods needed for the domestic market3 or contributing new exports. The main motivation for restricting FDI is economic nationalism, which Washington disapproves of, at least when practiced by countries other than the United States.
Afortunadamente, casi ningún país es tan idiota como para negarse a la entrada de empresas extranjeras. Hasta Cuba tiene hoteles de capital extranjero, y Bolivia lucha para que empresas extranjeras exploten su litio. Sin embargo, curiosamente, esta es una de los principales caballos de batallo de los grupos antiglobalización. Las multinacionales, que vienen a explotar a los trabajadores todo lo que puedan hasta que no les sale rentable y todo eso.
Privatización: Hay algo que me gusta en este punto de Williamson, que es la diferencia entre lo que dice la teoría económica del momento y su opinión al respecto.
Lo que dice la teoría:
Debt-equity swaps involve no monetary pressure when the equity purchased by the foreign investor is bought from the government, in the course of an enterprise being privatized. This is one attraction seen in privatization. More generally, privatization may help relieve the pressure on the government budget, both in the short run by the revenue produced by the sale of the enterprise and in the longer run inasmuch as investment need no longer be financed by the government.
Su opinión:
My own view is that privatization can be very constructive where it results in increased competition, and useful where it eases fiscal pressures, but I am not persuaded that public service is always inferior to private acquisitiveness as a motivating force. Under certain circumstances, such as where marginal costs are less than average costs (for example, in public transport) or in the presence of environmental spillovers too complex to be easily compensated by regulation (for example, in the case of water supply), I continue to believe public ownership to be preferable to private enterprise. But this view is not typical of Washington.
Pues vaya consenso, el tío que que escribe el Consenso de Washington va y dice que no está de acuerdo en este punto. Aquí se debe reconocer que muchos países de Iberoamérica y no pocos europeos optaron por la primera opción, con el problema de que en muchos casos no liberalizaron realmente los mercados. En España, por poner nuevamente un ejemplo cercano, privatizaron Telefónica, y el resultado actual es que sólo hay dos compañías propias de internet: la susodicha y ONO (el resto dependen de alquileres de líneas a Telefónica). En Bolivia se privatizaron los servicios de agua y la extracción de gas (el gas, según la Constitución boliviana antes de las reformas de Morales, ya era del Estado, y se cobraban impuestos por él), pero no fue eso lo que acabó con la poca estabilidad del país. Lo que provocó el levantamiento popular fue que eran empresas extranjeras las que explotaban el gas. En Argentina, también han habido grandes privatizaciones, pero sus problemas se deben más a la corrupción endógena y a un gasto público muy por encima de los ingresos.
Al menos, su desacuerdo quedó escrito.
Desregulación: Williamson no comenta nada insensato. Afirma lo obvio:
Another way of promoting competition is by deregulation. This was initiated within the United States by the Carter administration and carried forward by the Reagan administration. It is generally judged to have been successful within the United States, and it is generally assumed that it could bring similar benefits to other countries.
Y hace una cita de otro autor sobre su necesidad en Iberoamérica:
The potential payoff from deregulation would seem to be much greater in Latin America, to judge from the assessment in Balassa et al. (1986, 130):
«Most of the larger Latin American countries are among the world’s most regulated market economies, at least on paper. Among the most important economic regulatory mechanisms are controls on the establishment of firms and on new investments, restrictions on inflows of foreign investment and outflows of profit remittance, price controls, import barriers, discriminatory credit allocation, high corporate income tax rates combined with discretionary tax-reduction mechanisms, as well as limits on firing of employees…. In a number of Latin American countries, the web of regulation is administered by underpaid administrators. The potential for corruption is therefore great.»
En Iberoamérica no les han hecho caso. En Europa, la mayoría de publicaciones del Boletín Oficial de la Unión Europea están dedicadas a eso (da igual qué día cojas: todo son regulaciones, control de precios a las importaciones, normas sobre cómo hacer y cómo no hacer… cualquier cosa excepto libertad). En España, sin ir más lejos, todos los casos de corrupción locales (véase la construcción) y de partidos le dan la razón a Balassa.
Derechos de Propiedad: Aquí el señor Williamson no hace más que comentar lo obvio.
In the United States property rights are so well entrenched that their fundamental importance for the satisfactory operation of the capitalist system is easily overlooked. I suspect, however, that when Washington brings itself to think about the subject, there is general acceptance that property rights do indeed matter.
Estos problemas, sin embargo, sí han existido en Sudamérica. Desde los estudios de Hernando de Soto y otros muchos sabemos que sin derechos de propiedad no puede haber capitalismo. Como en Iberoamérica, por ejemplo. Esos derechos sí están más protegidos en el resto de países occidentales.
Cachondeo: El artículo de Williamson continúa con un apartado titulado «Washington’s Practice». Y dice que…
Washington does not always practice what it preaches, as a moment’s reflection on the most embarrassing subject mentioned above—corruption—will surely reveal. […]
That would be true, at least, if Washington’s advice were a moral admonition to purity. But that is not in fact the way it is generally perceived. Rather, the advice is intended to further the self-interest of the countries to whom it is directed (although not necessarily with a weighting of the interests of the constituent classes identical to that of the ruling elite in those countries). The fact that the United States also suffers from fraud and corruption does not make those practices any less detrimental in Latin countries, especially to those excluded from the elite. On the contrary, the greater pervasiveness of corruption in many Latin countries suggests that the damage it does is much greater.
Washington’s record is likewise imperfect in other areas discussed above. On the first criterion, that of controlling the fiscal deficit, the US record of the 1980s is poor. It is true that the federal deficit has been failing since 1985, especially as a proportion of GNP, and that the operational deficit is now only some I percent of GNP, which is within the range consistent with continued solvency of the public sector. However, the fiscal deficit remains too large for macroeconomic balance, given the low private saving rate in the United States. The excessively high fiscal deficit results in the maintenance of high real interest rates and an unsustainably large current account deficit, with consequential burdens on debtors, discouragement of investment, nurturing of protectionist sentiment, and the continuing threat of a «hard landing.»
Voy a intentar traducir de manera un tanto burda sin que sufra un ataque al corazón por las risotadas: Washington no siempre practica lo que predica (ja ja ja ja). Washington también tiene corrupción (jajajaja), especialmente en sus élites (uy uy uy uy uy). Esto está dirigido a aquellos paises referidos (ji ji ji ji ji), con el problema de que allí la corrupción es mucho mayor (onomatopeyas inenarrables). Estados Unidos tiene déficit, si bien dentro de un rango de solvencia continuada en el sector público, si bien tiene consecuencias en los límites de la deuda, desmotivación en las inversiones, alimentación del sentimiento proteccionista y la continua amenaza de un duro aterrizaje (juas juas juas juas).
A ver si lo pillo. Resulta que el artículo que da lugar al Consenso de Washington dice que Washington no hace lo que el Consenso de Washington dice. Para los liberales no es nada nuevo, pero sí debería despertar del letargo a aquellos que ponen a Washington de ejemplo de «neoliberalismo».
Vayamos a las cuestiones mencionadas al principio.
¿Es liberal el Consenso de Washington? La verdad es que esperaba algo mucho más liberal. No lo es en la tasa impositiva (si entendemos que por gobierno limitado las cuatro funciones elementales del Estado), sí, con pinzas, en la disciplina fiscal, en los tipos de interés y de cambio, liberalización del comercio internacional y bastante liberal en lo demás. No obstante, parece ser el perfecto manual de la socialdemocracia. Con algunas modificaciones, cualquier socialdemócrata puede defenderlo. A mí, personalmente, no me da para calificarlo como liberal tal y como yo entiendo el liberalismo (el Estado mínimo).
¿Cuál ha sido la aplicación en la realidad del Consenso de Washington? En lo que se refiere a la defensa de los derechos de propiedad e inversiones públicas, mayoritariamente sí. En el resto de materias, se puede decir que o bien no se ha hecho caso o se ha hecho mal. Hay liberalizaciones que no pueden considerarse tales si no se aplican varias de estas ideas, como pueden ser la privatización y la desregulación o el control y reordenamiento del gasto público y las privatizaciones. Aunque haya que verlo país por país (hay países que lo han aplicado más y otros menos), el comentario sobre lo que Washington realmente hace habla por sí solo.
¿Están muertos el Consenso de Washington y el capitalismo? Si el capitalismo tuviese que depender del Consenso de Washington tendríamos que reconocer que ha pasado tiempos mejores. Por suerte, el capitalismo es algo más elemental, la capacidad de trabajo, ahorro, asociación e innovación del ser humano para mejorar su calidad de vida y la de los demás desde un ámbito de libertad suficiente. Eso, todavía, no está muerto. No se puede decir lo mismo del Consenso de Washington. Prácticamente nadie lo ha aplicado de un modo coherente salvo en aspectos puntuales y nadie le va a hacer caso ahora. Salvo si se viera como una solución al problema y no como la causa, porque ninguna de las medidas planteadas ha causado esta crisis. Serían, con algunos retoques, un camino razonable para salir del atolladero en el que estamos metidos.