Con la bandera del talante y la paz, cual paladín medieval en celo, sale Zapatero de casa a luchar contra dragones. Lo hace sin mirar quién acompaña su cabalgada por que, ya se sabe, en la urgencia de la soledad combativa cualquier compañia es buena. No importa que los Caballeros de la Tabla Redonda (allí fuimos invitados y, al ver sangre, de allí salimos corriendo cual doncellas asustadas) planeen un rastreo concertado en busca de los dragones que de verdad nos asolan. Haciendo gala de un quijotismo penetrante y rancio toma la cabalgadura y se va solo, hacia el sol poniente, hacia tierra de nadie.
Es la esquizofrenia del vacío. Ese vacío al que se ha arrojado voluntariamente ignorante de la moral de sus tropas. Schröder y Chirac llamaron, pero Zapatero sólo era escudero. Tan pronto recibió yelmo y espada acudió a la llamada. Llegó al borde del abismo. Saludó. Y, sin preguntar, con la osadía del novato y la estupidez arrogante de la inexperiencia espoleó su caballo y saltó al vacío cubano, venezolano, antiamericano, tunecino, marroquí, aliancista de quimeras. En caída libre miró a su lado, sonriente, esperando ver a quienes le pidieron ayuda para semejante azaña y, diantres!, no había nadie. Caía solo. Silencio.
Le Baron Chirac y el Graff Schröder contemplaban atónitos el gesto inútil y movían la cabeza mientras hacían girar sus monturas hacia el Nuevo Camelot. Allí les eperaba G. Bush cual animoso Lancelote, pletórico de poder y de razones. Un amigo. Las discusiones puntuales no rompen las amistades de verdad, forjadas en años de lucha común contra los dragones liberticidas. Quieren tenerlo a su lado. Quieren volver a ser jinetes de primera línea. Quieren dejarse oír. Lancelot les tiende la mano. Se reorganiza la Tabla Redonda. Y el marqués de ZP? En caída libre todavía, gritando sin vergüenza que le tiren una cuerda. Su escudero Moratinos corre tras los caballeros, desesperado. Ellos no le ven y si lo hacen, le ignoran.
En política internacional no valen los postulados monocausales ni los razonamientos lineales. La compejidad que genera el entramado de pactos, amistades, posturas puntuales de gobierno, alianzas, intereses económicos y geoestratégicos exige una concepción de la acción política basada en los sinergismos. Las interaciones entre una multitud de factores cambiantes son las que generan los efectos y los hechos determinantes de la historia actual. Esto que escribo no es, en absoluto nuevo ni revolucionario. Lo considero una perogullada.
La acción política exterior del Gobierno de España, lamarquiana y miope, es la antítesis de todo lo dicho anteriormente y, precisamente por ello, lo devuelve a la actualidad de mi memoria.