La vida es un complejo proceso energético. En nuestro macroscópico, lento, diverso y hasta cierto punto predecible mundo no nos es posible apreciar, salvo por vías indirectas y tortuosas, los cimientos y ladrillos diminutos, vertiginosamente rápidos, relativamente homogéneos y genuinamente aleatorios de los que parten el orden y en ocasiones incluso la armonía y el aparente sentido de lo que vivimos, percibimos y sentimos.
Solamente gracias a los avances científicos y técnicos, de cuya sinergia no se puede dudar, y que se producen en progresión geométrica, hemos llegado a conocer lo aún poquísimo que conocemos, dentro de lo cual están estas invisibilidades sacadas de la chistera de la deducción genial o gracias a la varita tecnológica del mago científico. También es importante la mejora en la organización de los procesos de investigación, paralela a la mejora general de los procesos operativos y procesos organizativos en todos los ámbitos de actividad económica y social con el desarrollo de la sociedad capitalista, la división del trabajo y el liberalismo. Se suele hablar de la economía de escala, es decir, de la mejora de los procesos productivos gracias al aumento en la dimensión de las operaciones. Pero en esencia la clave de esta mejora no está en el mayor volumen, como prueba el fracaso de la megaempresa tanto estatal (y del Estado en general) como privada, de ese conglomerado gigantesco de múltiples actividades bajo la férula de un único centro coordinador y decisor, una especie de autarquía empresarial con un Gran Hermano omnipotente, omnisciente y omnipotente, laico sucedáneo de un Dios, que ejerce como buenamente puede entre éxitos aparentes y fracasos inevitables. La obsesión con el stock, ya lo veremos, es el error conceptual en todo ámbito científico, y el reconocimiento del flujo, el río en el que uno nunca se baña dos veces, el acierto, con la aceptación o no de diques.
No se puede negar, claro está, la realidad de la economía de escala en sentido estricto, que permite producir más por menos gracias a la utilización de medios más costosos pero a su vez más eficientes, o, dicho de otra forma, más costosos a corto plazo y más baratos a largo plazo. Pero tanto en la empresa como en la sociedad (o la economía) lo que produce la escalada, lo que verdaderamente permite mejorar con la mayor escala, no es ya solo la división, sino la diversificación del trabajo, y el establecimiento de nuevas vías de relación y de comunicación de información. Digo «tanto en la empresa» porque esta no es un ente aislado flotando en un vacío, ni es un navío perdido en alta mar, en el ancho y profundo piélago, que pesca sus abundantes bancos y recoge las aguas de la límpida lluvia. Forma parte de la economía como una célula forma parte de un organismo pluricelular complejo y requiere esas vías de relación y comunicación con su entorno, que es su medio, en el que nace, se desarrolla, cumple una función, o varias, y muere.
Parece como si me desviase del tema de la energía de la vida hacia el de la economía, por un atajo indebido, pasando por la organización en el campo de la ciencia. Nada menos cierto. El hecho es que en este escrito tenía la intención de vincular –si bien imperfecta e inacabadamente- ambas cosas, como, con una persistencia que empieza a ser costumbre, ya he hecho con anterioridad.
Guy Brown ha escrito un libro maravilloso llamado «La energía de la vida» en uno de cuyos pasajes, en uno de cuyos parajes, me detengo a contemplar, extasiado:
«…la célula se puede ver, a escala molecular, como una enorme metrópolis rebosante de actividad, habitada por miles de millones de máquinas que interaccionan con billones de otras moléculas de un modo aparentemente caótico. No existe ningún director general que gestione esta actividad. Sólo con la ayuda de un mapa o un plano podemos discernir que esta actividad –aparentemente caótica- produce un comportamiento coherente y lleno de significado a una escala mucho mayor: la importación y distribución de alimento, energía e información, que se necesitan para el mantenimiento, la función específica y la reproducción de la célula –o de la metrópolis».
Nos encontramos de narices con el orden espontáneo de Hayek, cambiando algunas palabras. Por otra parte se aprecia que cómo la célula, la sociedad ha de ser un sistema abierto que intercambia permanentemente con su entorno (natural, económico) en un flujo bidireccional que la mantiene con vida. La autarquía, el stock, son la muerte, son necesarios el intercambio y el cambio. La riqueza es un proceso, no la montaña de Tío Gilito. Los capitalistas solo pueden hacer una cosa, devolver a la sociedad lo que han tomado de ella, y el dinero con sus precios son una información que permite rapidez, flexibilidad, comodidad y claridad en la comunicación y el cambio. Nada de cierto pues en las ideas marxistas acerca de la progresiva pauperización de la clase obrera y la cada vez mayor riqueza de los empresarios, cuyas máquinas lo harían todo y no necesitarían de esclavos a los que explotar y sacar plusvalías.
Los socialistas «de todos los partidos» suelen presumir de radicales. Forma parte de su demagogia. El hecho es que son los verdaderos reaccionarios, puesto que se oponen al cambio, apuestan por el stock. Sus propuestas radicales de cambio, que son, en efecto, propuestas de cambio, son reacciones irracionales e histéricas contra el cambio gradual pero inevitable. Son intentos vanos, y siempre costosos –a veces catastróficamente, como el coste en vidas humanas del socialismo real- de poner puertas al campo, de cerrar las fronteras de la vida a su propia e inherente expansión y desarrollo.
Dicen que los viejos y los jóvenes suelen apuntarse a lo «social». El viejo «conservador», incluso en su versión «de derechas», no es otra cosa que un reaccionario socialista. Este fenómeno de U sociológico en las ideas políticas forma parte también de otro proceso, del desarrollo de nuestro cerebro en el tiempo, y quizá pronto pueda ser explicado debidamente en términos neurobiológicos.
La mente humana misma es un proceso, un flujo. Quienes dicen que no somos libres lo hacen partiendo del supuesto de que el que un movimiento del cerebro preceda en algunos milisegundos a la intención del producido en el cuerpo anula el libre albedrío. Pero esto supone seguir anclado en el stock del alma, del homúnculo etéreo a los mandos del aparato, de la máquina.
El ser humano joven, lleno de esa energía de la vida de la que habla Guy Brown, tiene tendencia a querer cambiar las cosas, y a querer cambiarlas rápido. También tiende al «we want the World and we want it Now!» de Morrison. La cuestión reside en que su afán de cambio se dirige contra la naturaleza, especialmente en los tiempos que corren, cosa que he de explicar. El hecho de que sea contra la naturaleza de las cosas se debe a su impetuosidad, a su falta de sosiego y racionalidad. La naturaleza tiene una forma de caminar lenta y segura en su escalada del monte improbable (tomo la frase de un título de Dawkins), no va a trompicones, ni con voluntarismos. La naturaleza es el enemigo a batir para quien quiere poner la primera piedra de cualquier Iglesia. La radicalidad exige violencia, pues cambiar lo que no puede ser cambiado requiere un gran despilfarro de energía, que ha de explotar en forma de golpes y gritos. Y la política, que es más que «el arte de lo posible» su contrario «el arte de lo imposible», brinda a los radicales las ideas o pseudoideas y el campo en el que expresar su descontento consigo mismos y con el universo tal cual fue creado por el azar o por Dios. Y ahí entran en juego los maduros políticos partidarios de la demagogia, partidarios….de los partidos, para partir en dos, en tres o en tantos feudos como haga falta la sociedad. Muchos de ellos maduros irresponsables para con el todo que están obligados a proteger y cuidar pero perfectamente conscientes y responsables de lo que quieren para sí y los suyos. Ese es el socialismo maduro, desencantado, verdaderamente perverso. Ese socialismo actúa, hoy, mejor que nunca, pues tiene a jóvenes bien alimentados e inconscientes a los que engañar sobre el origen de su prosperidad, jóvenes que han perdido, en una sociedad de masas y parcialmente socializada, la confianza en su individualidad, teniendo mucha energía para destruir pero poca para crear.
Tras la caída del Muro actúa el socialismo, decía, en varios frentes, de entre los cuales cabe destacar, con sus respectivos stocks, con sus respectivas utopías, entre otros, los siguientes:
Ecologismo:
Pretenden preservar la diversidad de especies, hablándonos de la enorme cantidad de especies que mueren por día y año sin haber sido capaces de determinar ni las que hay. No aceptan el cambio en la naturaleza. Les encanta la evolución pero no soportan verla en marcha. Creen que todo se debe a la perversa humanidad y su perversa influencia en el entorno ecológico. Pero les encanta vivir en nuestra sociedad, tal como es. La vuelta a la naturaleza virgen no detendría la evolución, cambiaría su curso. Quizá no se extinguiese el Tigre de Bengala, pero es posible que nosotros desapareciésemos (desde luego la gran mayoría, sin la tecnología y la economía que nos sustentan).
¡Dejemos la naturaleza intacta!. ¿Pero qué carajo es eso de una naturaleza intacta, si la naturaleza es cambio?. ¿No habíamos quedado además en que el proceso de selección natural era cruel e implacable?.
Luego está el stock genético, que es la monda. Es decir: todos los seres vivos (salvo alguna bacteria rara) tenemos los mismos constituyentes moleculares, estamos hechos de ADN, lípidos, proteínas….las bacterias y los virus van de unos a otros pasando trozos de ADN y ARN desde el principio mismo del mundo. Y ahora resulta que si un científico en un laboratorio pasa un gen de un animal a una planta (o de una bacteria a un animal, etc) se va a dar un cambio monumental que va a destruirlo todo. Y mejor ni hablar del cambio climático.
Cultura, antropología:
Hay que preservar y respetar las costumbres ancestrales de etnias y pueblos. Hay que aplicar el multiculturalismo. Stock frente a flujo. La globalización va a convertir a los salvajes y bárbaros de todas las culturas heterogéneas e iguales (moralmente) en hombres robot inmoralmente homogéneos al servicio del gran capital financiero internacional.
Economía:
Hay que preservar el viejo comercio, la tienda tradicional. Las grandes superficies la van a devorar. También los viejos oficios, que representan viejas costumbres. Deben salvarse la ensalada y la tortilla de la invasión de la hamburguesa. Más stock frente al flujo.
Arte:
El cine Español es una excepción cultural, no podemos permitir que se americanice. Mantengamos viva nuestra creatividad, aunque no sea valorada…..precisamente porque no lo es.
Etc etc etc…..
Decía casi al principio de esta exposición, en el punto de inflexión imprevisto, en el atajo aparentemente indebido, y lo repito para no hacer volver sobre sus pasos a quien hasta aquí haya avanzado: «También es importante la mejora en la organización de los procesos de investigación, paralela a la mejora general de los procesos operativos y procesos organizativos en todos los ámbitos de actividad económica y social con el desarrollo de la sociedad capitalista, la división del trabajo y el liberalismo».
¿Liberalismo?, me dirá un liberal. ¿Pero qué liberalismo se ha aplicado en política?. Apenas ninguno, pero es que la política, insisto, es el arte de lo imposible. ¿Es acaso hablar de políticas liberales caer en un contrasentido?. El hecho es que la libertad, si es que se me permite considerarla por un momento como un agente, ha ido ganando poco a poco terreno a la coacción institucionalizada, y lo ha hecho con un gradualismo que contrasta con el radicalismo de la Revolución Francesa que llevó al Bonapartismo y a la Restauración. Es natural que la Revolución Francesa sea un referente de la izquierda.
Sin duda ha sido un proceso histórico imparable, que algún marxista encontraría paradójico con las teorías de su dios laico Marx. Lo que sucede es que por muy irresistible que sea el avance de la historia, el ser humano que es llevado por su corriente jamás comprenderá hacia dónde le llevan sus acciones, ni hacia dónde vamos todos con nuestras mutuas interacciones. El futuro está abierto, o al menos así es a nuestros ciegos ojos.
Muchas gracias
😉
El libro que se considera fundacional de los economistas evolutivos es «An Evolutionary Theory of Economic Change» de Richard Nelson y Sidney Winter (1982).
Copio el abstract de un paper: http://citeseerx.ist.psu.edu/viewdoc/summary?doi=10.1.1.10.5977, que podría ser un buen resumen de su enfoque.
«Universal Darwinism holds that the three key Darwinian principles of variation, inheritance and selection can be observed at levels beyond that of the primary level of biological evolution. Nelson and Winter’s unique achievement in their seminal work, An Evolutionary Theory of Economic Change (1982), was to apply and pursue these core principles thereby extending Darwinism to economics and effectively satisfying the conditions prescribed by the zoologist, Richard Dawkins, who coined the term ‘Universal Darwinism ’ in 1983. In terms of the history of ideas, this is a remarkable achievement. Nelson and Winter are the first economists since Veblen (1899) to actually apply Darwin’s principles of variation, inheritance and selection to economic phenomena. Although a few economists certainly talked of evolution and evolutionary terms did appear in the literature, for example, in Schumpeter (1976; 1934), Hayek (1982; 1988) and Boulding (1981), evolutionary theory was not fully worked out or understood in the Darwinian sense. Nelson and Winter’s work represents a dramatic move forward in this regard.»
Aquí tienes otro link interesante: http://www.themeister.co.uk/economics/evolutionary_economics.htm
Gracias Angel,
No, no conozco a esos economistas directamente. Puede que haya leído alguna mención al trabajo de alguno de ellos porque me suenan algunos de los apellidos (Ulrich no, lo digo por el ciclista…). ¿Me podrías mandar algún enlace a alguna cosa de ellos?
Muy bueno el post!
La idea de procesos dinámicos (flujo) frente a situaciones estáticas (stock) parece ser muchísimo más adecuada para analizar muchísimos fenómenos, tanto de las ciencias sociales como de las naturales. Solo últimamente se está empezando a reconocer este hecho.
En economía, por ejemplo, sin contar con los austriacos, los economistas evolutivos están tratando de pisar fuerte. ¿Has leído algo de éstos últimos? (Nelson, Winter, Giovanni Dosi, Ulrich Witt…)