La crisis financiera nos ha devuelto una palabra que había caído ya en el olvido de la noche de los tiempos: estatalización. en estos tiempos de crisis crece la necesidad de seguridad de los ciudadanos, al tiempo que, en su papel de inversores, se abandonan al pánico vendedor de papel y comprador de tangibles. Escribir un artículo sobre esta contradicción es absolutamente inútil: quién se pone a buscar las causas de un desastre en sí mismo?
Quien pierde dinero en el Monopoly de verdad nos dirá que le aconsejaron mal. Que con ello no sólo nos muestra lo mal perdedor que es, también lo mal jugador, debe pasar desapercibido. Un mal jugador, sin embargo, pone en peligro no sólo sus propios recursos, sino también el juego en sí mismo, abandonándolo cuando le va mal.
El perdedor del juego financiero se siente víctima y clama reposición. Y ahí surge el verdadero problema: reposición? de quién? de los demás jugadores? del casino? Al perdedor no le queda otra que acudir a un tercero: el Estado.
Ocurre que éste no es ni neutral, ni es tercera parte. No puede serlo. Cómo era aquella máxima eterna? El estado somos TODOS. Y fíjense, qué tontería, es verdad. Pues su dinero es nuestro dinero, los impuestos que dicen los de la barra del bar. En tiempos de crisis basta una barra de bar para hacer un buen análisis coyuntural.
Apoyémonos pues en la barra: las proclamadas garantías del estado y los publicitados fondos previstos no son otra cosa que un intento de limitar los daños de las instituciones financieras con NUESTRO dinero. Lo cual significa también que el dinero que hemos ahorrado sólo está garantizado en la misma medida en que queda cubierto por los impuestos que pagamos. Quién lo hubiese dicho! El estado presa en el mismo círculo vicioso que nosotros!
Somos ciudadanos y ahorradores (o inversorcitos), pagamos impuestos y esperamos dividendos (o intereses). Este carusel se mantiene sólo en movimiento (casi como un perpetuum) si todo el mundo juega con las mismas reglas y no las rompe. Entre esas reglas encontramos la de la moral impositiva y la aceptación del riesgo especulativo. He dicho RIESGO?
De repente ya sólo se habla de SEGURIDAD. Es cierto que con el freno pisado se conduce mal, pero tampoco sería bueno carecer de él. Los procesos de autoregulación de la economía tienen sus fronteras, pero el intervencionismo estatal también debería tenerlas. Libre mercado e intervencionismo fracasan, pero, en el mismo sitio: allí donde se pierde la proporcionalidad, hija putativa de la responsabilidad.
Una cerveza, que hoy aún puedo pagármela!
Más de lo mismo: hay que explicar cómo se evita que «excedan sus funciones» o resignarse. Criticar a la vez que se reconoce la inevitabilidad histórica de un hecho no significa proponer ni siquiera la solución anarquista; tan sólo es no sumarse a los que creen que hay cosas eternas (Estado, burocracia, mercado…) y esperan que una mano divina se las conserve inmutables (y si es posible las mejore). De esto, luego, se deriva… (o cuanto menos se apoya) lo que se dice evitar. Pero el huevo, o muere o da un pollito.
El estado no es malo en sí y no es malo todo lo que tocan los burócratas. El estado es nocivo cuando excede sus funciones y se pone a regularnos la vida. Renegar de toda intervención estatal per se es directamente abogar por la anarquía. Y no creo que sea ese un escenario ideal para ningún tipo de mercado…
En la búsqueda de la eficiencia, los burócratas producen el colapso (pasao a paso) por el camino de la inevitable complejización con la que colaboran. La utopía se basa en la pretensión platónica o idealista de que que la idea «bajará» de los cielos para corporizarse en la Tierra gracias a los sacerdotes capaces de interpretarla «adecuadamente». Etc.
Carlos, el objetivo no es lograr el mercado perfecto, pero sí lograr un mercado más eficiente. Cuanto mayor y mejor sea el flujo de información, mejores resultados obtendremos. Por lo tanto no hay utopía en la propuesta.
Juano: no es «malo» (ni «bueno»), sino simplemente UTOPICO.
Insisto en que atribuir la función de canal universal de información al estado es una gran cosa. Te cargas de un plumazo las mafias subasteras, los especuladores inmobiliarios emanados de la confabulación con poderes públicos, los tipos de interés abusivos, y un largo etcétera de perturbaciones perjudiciales para el mercado y el bien común.
Al mismo tiempo se posibilitaría el que hasta las pequeñas empresas incrementaran su competitividad al acceder a información crucial a la que ahora le cuesta mucho llegar: clientes potenciales, proveedores, líneas de financiación, formación… La Unión Europea, entre las pocas cosas buenas que tiene, desarrolla una serie de boletines que apuntan al camino a seguir.
Que el estado se convierta en garante y vigilante de la perfección del mercado sin meter las pezuñas en él no veo en qué puede ser malo… 🙂
Bien, sin duda he ido más allá de las pretensiones del post, pero creo que estos momentos privilegiados de la realidad en los que se presentan tan crúdamente los fenómenos perturbadores a la vez que la impotencia para modificarlos, debe ser utilizada para sacar conclusiones y no para una queja más o menos superficial que siga tributando a la manera de pensar que engarza con la justificación del presente o de un futuro similar pero sustituitivo, reformado. En ese sentido, sostengo que se usa «Estado» como un «ente» (y como ello, otras tantas cosas) sin profundizar por ejemplo hasta dónde llega ese «Estado», en dónde hunde sus raíces, de qué se alñimenta, etc. ¿Cuánto de nuestra vida, actividad, intereses de supervivencia, están vinculados a esa realidad que se pone «fuera» y se la «acusa» SIN «autoacusarse»?
Y eso, insisto es un ejemplo de tantos y tantos «apriorismos ideológicos».
Un abrazo y me alegro del intercambio.
Carlos.
Con los años y los deseng-años (frustraciones, egoísmos encubiertos y tardíamente descubiertos, cinismos, relatividades, así como las reglas del juego convenidas en cualquier profesión y en cualquier círculo, la mala fe, las corruptelas, las mafias, las complicidades al servicio de oscuros intereses y siempre en contra de lo que abiertamente se profesa…) se palpan los límites angostos y la insipidez de todo, pero no es obligado pedir el frasco de las sales y fingir una lipotimia.
Aunque no se sea artista, la visión de todo ello puede llegar a ser superadora, transcenderse a sí misma y dar paso a un ánimo benévolo, casi compasivo y, por supuesto, indulgente hacia esa pobre realidad enferma, a la cual perteneces.
Al saber ya a qué atenerse acerca del juego sucio de la vida – casi todos han jugado – y haber llegado al límite, incontables veces, de lo que puede ofrecer en realidad lo que promete, comienza a producirse un nuevo sabor en las cosas, el de su domesticidad, en su limitación, en su humildad y hasta en su bajeza, que todo acaba presentando.
Ya todo se parece a la vieja clientela de un local de calle secundaria o al gusto que se obtiene de vestir prendas muy cómodas de puro usadas, o de estar con viejos amigos más bien temibles, indelicados y defectuosos, pero que llevan la ventaja de haber hecho contigo ya una larga trayectoria en la vida.
Es como el trato benévolo, estimativo y confiado que ciertos asistentes sociales o ciertos funcionarios públicos tienen con los duros del barrio, venidos del quinto pino, por muy peligroso que estos sean y aunque acaben haciéndoselo pagar.
Es que perfección no es lo mismo que ordenado 😉
Un abrazo, Juano
Resulta curioso que seas tú quien diga que se debe renunciar a algo porque su perfección es imposible. Cuando lo que propongo, de llevarse a cabo, por poco que se realice conllevará un acercamiento al escenario ideal…
Juano, no de la homogeneidad o de la calidad, sino de los caminos legales para ofrecerla y obtenerla.
La información nunca puede ser homogénea, pues es legítimo que quien la posee la utilice en propio beneficio. Si por calidad te refieres a evitar la mentira, la falsa información… a la ley me remito.
Carlos S. tu apreciación número 1, correcta, no obvia en absoluto la afirmación realizada: en la disputa entre «jugadores», el tercero es -hoy- el Estado. No es la situación ideal desde mi punto de vista. Es la que es.
El resto, nada que objetar, pero sobrepasa claramente la intención del post. Intención que no es otra que la de mostrar dos cosas:
– el estado no es de hecho un «tercero», pues somos todos
– las reglas del juego son claras: si asumo un riesgo, he de ser yo quien se atenga a las consecuencias, no tú.
En otras palabras, no veo justificable una intervención estatal para premiar la mala gestión y la poca fortuna de unos, al tiempo que se castiga la capacidad ahorradora (o impositiva) de los demás. Los primeros fallaron a la hora de aplicar el principio de proporcionalidad responsable, luego han de ser ellos quienes paguen, no los demás.
Unas cuantas bancarrotas sentaráin muy bien al sistema financiero.
Saludos!
Carlos Ramón, si no has aprovechado que haya gente que está dispuesto a financiar tus gastos o inversiones, es que eres más jilipollas de los que has llamado jilipollas. El verano pasado no pudiese haber ido de viaje si no me lo hubiese financiado el banco. El jilipollas es el que, aún queriendo ir de viaje y pudiendo pagar perfectamente ese microcrédito, decide no ir. Ahora no podría tener el restaurante que tengo si no me hubiesen financiado la inversión. Ahora lo tengo amortizado y puede ser que me lo compren por más de lo que invertí; lo jilipollas hubiese sido no haberse lanzado a esa inversión en aquel momeno aún sabiendo que había enormes posibilidades de llevar a buen puerto la aventura. Ahora me he comprado una Play 3 y me la ha financiado el Carrefour. Soy jilipollas, pero menos que aquel que se la quiere comprar si se la financian y no da el paso por un absurdo dogma propio de… jilipollas. 😉
Una de las funciones que el estado podría, y creo que debería, cumplir para con el mercado, es el de cuidad por la información: hacerla universalmente accesible y cuidar su validez. De esta manera el estado ayudaría a la perfección del mercado: acercando oferta y demanda, impidiendo la información privilegiada…
Hoy por hoy el estado no sólo no cumple esa función, sino que casi hasta va en contra. Tanto por omisión como por intromisión a través del exceso regulador. Es por eso que entiendo que hasta cierto punto más de un inversor, sobre todo el pequeño inversor, pueda quejarse de que le han tomado el pelo. Cuando se va destapando la información y los movimientos que hay tras una OPV, una OPA, o cualquier operación donde los tiburones aprovechan y juegan con los pececitos, no sólo hablamos de la sensación que se le queda al perdedor de que le han tomado el pelo. Es que le han tomado el pelo, pues al haber distintos círculos de nivel informativo no todos juegan con la misma baraja.
Así que lanzo esta propuesta liberal: que el estado en el mercado sólo se ocupe de la homogeneidad y calidad de la información con el fin de perfeccionar al mismo. 🙂
Saludos.
Me voy a permitir mostrar un aspecto curioso de la «crítica» (o análisis), intelectual por supuesto, que es «mi tema!» (en realidad «mi subtema») desde un principio y más últimamente. De hecho, es el tema suyacente en el post, sólo que de lado (desde mi punto de vista, que estará leadeado para quien mira desde otra perspectiva). Lo cierto es que es observable la tendencia moralista que resuman la mayoría de los «análisis» de la situación actual que se hacen a diestra, siniestra y centro (esto sin contar con aspectos idílicos de otra índole, con las pretensiones utópicas que salen a relucir, y como subproducto de esto último, con las «incorrectas» y «autorrerpimidas» (y vergonzantes) pretensiones de dominio, todas ellas abundantes, a veces tan reprimidas por «la mala conciencia» que no se soportan ni para pensarlas en la intimidad.
Pero ahí enlaza la cosa con la moralina. Y ahí salta Carlos Ramón sintiéndose acusado y forzado a remar a pesar de haber sido muy razonable y por ello (desde el punto de vista de la «crítica» moralista) para nada culpable.
Consecuencias… pero, ¿de qué?
Valdría la pena poner en cuestión el enfoque al que se tiende a someter todo el mundo, los analistas y los analizados; enfoque que para nada tienen los que realmente tienen el poder en cada momento al menos (a veces, alguno que otro de los analistas y de los analizados).
Por ejemplo (no tocaré otros puntos del análisis que sin duda también tienen miga… el mismo pan): en el post se dice que «Al perdedor no le queda otra que acudir a un tercero: el Estado.»; pero en realidad, se dan una serie de fenómenos reales que podríamos esforzarnos por comprobar antes de soltar «generalidades» que ocultan los mecanismos sociales objetivos (propios ni más ni menos, a mi criterio, que de la COMPLEJIDAD… je… por «resumir»). Por ejemplo:
1) la mayoría de la población ha aceptado y se ha mentalizado para acudir a los instrumentos que componen el Estado para muchísimas cosas y no sólo cuando les va mal (¡muchos apelan al Estado para conseguir que les vaya mejor!). Razones: históricas, que se le imponen a través de los tiempos. Ni siquiera puede privilegiarse que esto sea, por ejemplo, como se dice por ahí: «para evitar la ley de la selva».
2) la población, dividida en grupos más o menos afectados o más o menos beneficiados durante un tiempo, descubre que los componentes del Estado no responden a sus expectativas, que actuan autónomamente en un sentido cualquiera, aprovechable o no, etc. Esto hace que puedan reaccionar en contra del Estado… por frustración acumulada, por ejemplo. Lo que a su vez, acaba siendo aprovechado «revolucionariamente», es decir, para que una «vanguardia» desplace a los «viejos representantes» y los sustituya, etc.
3) la gente hace de todo: se queja, exige, protesta, se levanta, etc., con tal de sacar partido a su favor y ello según su idiosincrasia, su grado de fuerza o de debilidad, sus «amigos», su «aislamiento», etc. El conjunto de las fuerzas que se ejercen sobre ellos y el conjunto de sus capacidades y recursos en un momento dado (seguro que hay más cosas) los LLEVA entre vaivenes en determinada dirección y los «encontronazos» con la realidad pueden frenar o acelerar las cosas… Etc.
Ahora bien: ¿puede alguien vistas así las cosas acusar a alguien de algo que no sea responder a lo que ve del mundo, como lo ve y como bien puede?
No pienso detallar las respuestas acordes con mi enfoque. Esto es apenas un ejercicio aplicar y al que le duela la cabeza que no se preocupe: lo que haga y diga, lo que piense y transmita, será canalizado y se sumará a la realidad imperante, en uno u otro platillo de la balanza que al o tener dos hace imposible el «juicio verdadero». En todo caso: et pur si muove.
Gracias por la oportunidad y el espacio robado.
Un saludo, de nuevo.
quiero explicar mi punto de vista, que sin duda es el de muchos, de millones de ciudadanos.
soy un jilipollas de tal calibre que no tengo teléfono movil, mi ordenador está en el trabajo, pago siempre al contado y no aspiro a tener ninguna de las tonterias que venden en los mercados publicitarios, no juego nunca a la loteria y por supuesto que en mi vida he pedido un credito y menos he invertido en bolsa. es decir, vivo de mi trabajo y no envidio a los listos que se han atragantado con su «nivel de vida a lo grande».
hasta hace unos dias yo era el «raro»,» el tontoelpìjo»,»el demode», el «tarao» o «el dinosaurio». resulta que hoy , en menos de 48 horas,soy una persona sensata y razonable a la que los listos «envidian», porque no tiene «cadenas».
felicidades a tod@s los jilipollas que hasta hace unos dias se reian de mi (solo soy el representante de millones ) por ser un «ave raris» y no comulgar con sus ruedas de molino, es decir con su inefale algoritmo oligofrénico. ha resultado que la razon estaba de mi lado, porque, ante todo, soy un excelente lector de la historia y «escuchador» de los consejos de las personas mayores.
por cierto, listillos, os va tocar comer mierda en comedores sociales o en contenedores de basura.a millones de españolitos que, en la abundancia abrian la boca para vomitar «nunca mais» o «no a la guerra» sin olvidar el «papeles para todos» ,, les va a tocar, ahora, comerse los mocos y seguir haciendo de mamporreros de un inutil que confio su destino a una mierda de campaña de imagen comparable a un anuncio de compresas, tampones o barras de labios clitoridianos.¡¡¡enhorabuena zetapeta¡¡¡¡
y al escribidor del articulo de cabecera, con el que estoy bastante de acuerdo, decirle que somos millones los jilipollas los que no nos hemos revolcado en la pocilga del consumo desenfrenado e reflexivo.por cierto, espero que los 4.100 euros que me haran pagar de esta puta fiesta sirvan para financiar la dxtccon. de esta mierda de sistema.
despues de vivir honesta y decentemente, ya nada tengo que perder si caigo en manos de barbaros fascistas. que os jodan, sociatas.
¿teneis hipoteca?
¿coche de gama media-alta?
¿movil?
¿ordenador?
dos televisores?
¿lavavajillas?
¿saloncito guay?
¿suegra?
¿niñ@s?
pues a joderse tocan.porque no vivis la vida, la vida os vive.
Que reglas son esas? Quien las decide? Solo los que juegan o todos los que se pueden ver afectados por el juego? Y quien controla que se aplican?
Buen escrito! :o)
Responsabilidad? escalofriante palabro.
Debo decir que mi el espectáculo se me antoja más a una estampida de gallinas descabezadas que al lento y silencioso avance de los corderos de la película.