Pertenezco a la generación “desflorada” en en primer año de implantación el B.U.P., con vivencias a caballo entre los últimos años de la dictadura fascista, los tiempos de la incertidumbre y la democracia. Mi currículum político es fruto de una maduración paralela al desarrollo de la democracia en nuestro país, motivo por el cual, no me avergüenzo de nada.
La primera “formación” política la recibí en la OJE (el Frente de Juventudes ya no existía). Católico, españolista y convenientemente adiestrado en los “valores nacionales” empecé a rebuscar en la biblioteca de mi padre. Él es muy de derechas, pero en sus estanterías reposan, leídos y marcados, más de 5.000 libros llenos de ideas, historias y destinos diferentes. « El Lazarillo de Tormes » y « El Quijote » destrozaron la imagen perfecta que yo tenía de los españoles. Con doce años empecé a buscar fanáticos y ladrones de almas. Y vaya si los encontré.
En el colegio marista al que asistía había un profesor de filosofía que me abrió más mundos. De aquella época me quedo con Platón, Nietzsche y Ortega. Algo empezó a cambier en mí mente adolescente. Discutía con mi padre y éste empezó a llamarme “rojo”. Mala cosa.
Como en mi pueblo había un fuerte movimiento sindical (zona minera del norte de León) no me fué difícil darle la razón a mi padre y me convertí en un rojo de verdad. Los leí a todos. Hasta el « Libro Rojo de Mao ». Las ideas comunistas se me antojaban muy cristianas y absolutamente necesarias para erradicar la pobreza y la infelicidad. Llegué a la Universidad y (que suerte la de mi generación!) entré de cabeza en el proceso constituyente del nuevo estatuto de la Universidad de Santiago de Compostela. Por supuesto que yo seguía siendo de los “rojos”.
Allí montamos “La PEPA” (ojo al nombre!), organización estudiantil de corte neocomunista (socialdemócrata) que agrupaba, como toda buena plataforma, gentes de sindicatos, PSOE y PCE. Fueron tres años muy intensos en los que, entre otras cosas, descubrí que, a la hora de la verdad, los afanes, metas, luchas intestinas, envidias, programas de acción, ….eran exactamente los mismos que los de las organizaciones de « derechas » que yo conocía. Que desilusión ! Por fin en política activa y me encontré tal desolador panorama.
Como quiera que el nombre de la plataforma me resultó inquietante, descubrí lo que realmente es la « Pepa », descubrí a von Mises, a Friedman, a Adam Smith, a Lincoln, a von Hayek y mi vida cambió. Que duda cabe que el hecho de ser estudiante de biología me ayudó a ver las cosas de forma más empírica que filosófica.
Cuento esto porque en ese caminar mío en busca de mi identidad política hay un denominador común. Mejor dicho, tres:
– Mi nombre es Luis I. Gomez
– Mi libertad y la de los hombres son sagradas
– Soy español, de España
En la OJE era así, en el PCE era así, en la Pepa y siempre ha sido así. Yo soy ESPAÑOL. Mi país se llama ESPAÑA. Mi concepto de España y de cultura española no entiende de vascos, leoneses, catalanes, castellanos, … Todos somos españoles. Precisamente en nuestra pluralidad reside nuestra riqueza. En europa sólo dos de las naciones actuales poseen una herencia tan rica en historia : Gran Bretaña y España. No es verdad que « ahora seamos europeos ». Europa fué tres siglos « española ». Por mi tierra discurre el Camino de Santiago, paradigma de lo que significa Europa, crisol de lenguas y costumbres.
Estoy buscando una fórmula liberal de “reorganización” del Reino de España. Ha de haber una. Una que respete el concepto de España sin atentar contra la singularidad de TODOS los que la conformamos. Sin asimetrías, sin privilegios. Capaz de aunar en lugar de dividir.
Mientras tanto voy a intentar conseguir el nuevo libro de Enrique de Diego « El Suicidio de España ». Cuando lo lea ya contaré…