Mi amigo, brillante estudiante de economía en nuestros años de Universidad, entonces ambicioso acerca de sus posibilidades para presidir una gran corporación cotizada, me puso en la mano su ejemplar de The Art Of The Deal realmente entusiasmado.
Él ya admiraba al personaje. Era lógico, porque compartía rasgos psicológicos: la necesidad de brillar, una visión del mundo en la que el hábil uso de recursos emocionales bate – gana – a la voluntad del otro, la ejemplarización del éxito por la belleza de la mujer que se lleva bajo el brazo y la pulsión constante por parecer más que por ser.
Como le tenía por un tipo ilustrado, no por alguien que se ilustra para ser reconocido como ilustrado, me chocaba bastante que sintiera fascinación intelectual por un personaje y por un libro en cuya portada aparecía un tipo con una sonrisa que parecía deliberada para confirmar que se es muy listo y vestido con un enorme abrigo que a mi me dió por pensar que era como las capas españolas: nunca, ni siquiera hoy, les he encontrado belleza, pero hubo por entonces algún movimiento reivindicativo de la capa que presentaba gente bien en la televisión que quedaba ridícula con su traje y corbata bajo esas capas. No, Trump no llevaba capa, pero es lo que yo sentí al verlo. Por cierto, Hillary Clinton se compró una cuando visitó España siendo su marido presidente.
Tras leer el libro lo devolví con cierto tono de aguafiestas, lo cual se corresponde tanto con mis rasgos psicológicos como los trumpianos a los de mi amigo. Aparte de la nadería como lectura que tenía la autobiografía de alguien que no había vivido lo suficiente para autobiografiarse (algo común ya de cualquier celebridad que ni siquiera ha cumplido los treinta), yo le decía que cómo era posible que alguien que había construido el rascacielos más presuntuoso del mundo en la ciudad de Nueva York hubiera podido hacer todo eso y tan rápido sin hablar con la mafia.
Obviamente, éste es el argumento de un listillo que ya había visto El Padrino y que luego seguiría siendo fan del género mafia como épica en Scorsese y, claro, Los Soprano. Mi amigo, sonrió y hasta se carcajeó, esencialmente porque le pareció un argumento de esos que, verdaderamente, hacen parecer más listo y ponían al lector de Trump, en esa época en que los libros se importaban a costes estratosféricos y Amazon no existía, en una posición de superioridad. En resumen, la conexión con cosa nostra era una boutade para encontrar algo con lo que refutar que la apariencia y la trivialidad del libro glorificada por mi amigo pudiera predominar en una conversación.
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Es hoy cuando contemplando un documental sobre la vida de Donald Trump que cualquiera puede ver en Netflix se comprende mejor su biografía. La riqueza inicial de su padre y la vida posterior de Trump tiene curiosas vinculaciones con el abogado Roy Cohn que, se dice, era algo más que cercano a las familias Gambino y Genovese. El documental insinúa algo de las conexiones de los servicios de recogida de basuras – controlados por las familias mafiosas – y algunas circunstancias de la construcción de Trump Tower. A efectos de esta nota, vamos a quedarnos con que la realización de los negocios de Trump se producen en entornos cercanos a personajes y dineros de procedencias de legitimidad turbia, cuando no forzando la ley y a las administraciones públicas en su propio beneficio. En esto podría ser tanto héroe como villano.
La más que probable estafa no reconocida por la vía de pacto judicial de la estrambótica Trump University junto a la quiebra de sus ¡casinos! de ¡Atlantic City! nos deja inevitablemente la sensación de que estamos ante un personaje que, por ponerlo en términos locales, sería la forma en que un Jesús Gil y Gil se manifestaría en Estados Unidos.
Hay un segundo episodio interesante desde la perspectiva de hoy en ese primer libro de Trump. Ese episodio es el relato de cómo consiguió que la pista de hielo de Central Park se reabriera al público en los años de Ed Koch como alcalde de Nueva York. En síntesis, Trump inició una campaña mediática en contra del alcalde y al ayuntamiento por su incompetencia a la hora de terminar su rehabilitación y aseguró que sería capaz de terminarla en un lapso de tiempo y sin coste para las arcas públicas. Lo consiguió. El mismo documental de Netflix muestra las declaraciones del constructor al que Trump pidió el favor de terminar en tiempo récord esa reparación con todo tipo de promesas. Cuando el verdadero protagonista del éxito, el constructor, entregó la obra Trump no le mencionó jamás y se atribuyó todo el mérito.
¿Por qué importa esto? Newt Gingrich, el ya hoy viejo transformador del republicanismo norteamericano, comentaba hace poco que “una de las cosas curiosas acerca de Trump es que es tácticamente muy impredecible pero estratégicamente muy predecible «. Y añade: «De hecho, tiene una gran coherencia política, ya sean reducciones de impuestos, jueces conservadores, desregulación, iraníes y norcoreanos. Está dispuesto a escucharte, pero no está dispuesto a que le convenzan de renunciar a sus principios estratégicos”. Es decir, el caos en el que envuelve sus acciones termina en resultados concretos que se ha propuesto, sea como sea el camino. O, en otras palabras, es un doer, un hacedor, alguien que hace lo que dice.
Así estamos frente a un político que es un no-político que cumple sus promesas al tiempo que miente compulsivamente y, al menos, tiende a retorcer o abusar del poder que le confiere la ley por encima de las formas y los actos consuetudinarios que tienen los rituales de las democracias cuando son bien entendidos. Un político que cumple sus promesas, frotémonos los ojos. Tiene una contrapartida: puede prometer cualquier disparate, error de bulto, ocurrencia o, como el famoso unicornio para la hija de Pablo Escobar (una historia probablemente no bien relatada, pero que sirve para ilustrar lo que es la obsesión con el resultado) que se llevará a cabo cueste lo que cueste. Las consecuencias a largo plazo de, por ejemplo, su política internacional o las restricciones al comercio son casi con toda seguridad fuente de problemas para el futuro, pero casi cualquier opción termina siéndolo. En todo caso, es la agenda por la que fue elegido.
Sólo la historia nos dirá si son el acta de defunción del poder universal de los Estados Unidos al convencerse chinos, europeos, rusos, y puede que árabes, de que existe un vacío de poder que hay que rellenar sea por autodefensa (la envejecida Europa) o por recuperar la impronta imperial histórica de chinos y rusos: como contaba Pedro Pablo Kuczynski, Xi Jinping le recibió como un rey en pleno abandono de todo lo que está al sur de Río Grande por Trump.
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Uno de los debates subyacentes en medio de la constante lucha de los grandes medios contra Trump (que tiene, a veces, tintes de histeria u obsesión, donde ni el Wall Street Journal escatima críticas de extremada dureza y que lleva a que MSNBC o CNN se parezcan – se pueden discutir diferencias en favor de ellos, pero los parecidos están ahí – al sectarismo de FoxNews) es si estamos frente a un fascista (el humorista Bill Maher, inteligente como pocos, se lo llama sin rubor) capaz de crear una crisis constitucional sin precedentes en la república norteamericana.
Desde el día uno de la victoria de Trump, la hipótesis del impeachment (que parece realmente tan improbable) está encima de la mesa como parte de la agenda política. Su victoria estuvo entre la casualidad y la buena fortuna (Nate Silver daba un 20% de probabilidad y se molestó en recordar a los medios que la incertidumbre consiste en esto, en que no hay plena certeza cuando jugamos con probabilidades) pero apoyada en unas reglas del juego que hicieron que la movilización de un segmento de la sociedad norteamericana suficientemente significativo se rebelara frente a una realidad: la asfixiante sensación de corrupción moral y de la otra junto a la politiquería incompetente de las élites institucionales y mediáticas (el famoso pantano que Trump ha prometido drenar). Junto a ello, la división social cada vez mayor entre ciudadanos de moral religiosa y conservadora frente a las posiciones de estilo de vida y en favor de un derecho civil con una concepción de la familia y las relaciones humanas en absoluto clásicas (la polémica del uso de baños públicos por transexuales o su rol en en el ejército como muestra) y finalmente eso que la prensa llamaría los perdedores de la globalización frente a la vanguardia de la tecnología digital y biológica que vive de esa misma globalización.
Por un lado, el propio sistema constitucional está demostrando su efectividad y resistencia a que Trump se pueda convertir en lo que realmente su personalidad es, algo parecido a Hugo Chávez en su forma de concebir el poder y de vender como algo beneficioso para ti su abuso de poder. Por el otro, la posibilidad de que Trump empuje involuntariamente una tendencia política de fondo por la disociación real entre la forma de ver el mundo de las urbes de las costas conectadas al mercado internacional y la de los estados rurales y conservadores en cierta forma sobrerrepresentados en el sistema político federal que tiene como argumento máximo la derrota de Trump en el voto popular de las elecciones. La propuesta de dividir California en tres estados para romper las opciones conservadoras en el Senado puede ser algo anecdótico hoy, pero sí señalaría tendencias de fondo: es como sí la eficiente relojería del diseño constitucional norteamericano y su desarrollo posterior necesitara de una puesta al día con la realidad tecnológica y social del siglo XXI.
Quién puede predecir cuál es el futuro de Trump como político. Pero lo cierto es que, como se dice frecuentemente, en el pecado lleva la penitencia: la inconsistencia táctica frente a la estratégica que señala Gingrich se traduce en que, finalmente, parece claro que se probará lo que no es. Y lo que no es es un drenador de pantanos: sí, no sólo en el caso Stormy Daniels se ha comportado como si fuera culpable (y, finalmente, ha admitido que lo era aunque niegue – ja – la relación íntima con la actriz), es que en los recovecos de la trama rusa se comporta como si lo fuera. Seguramente, no se probará la famosa colusión de la campaña, pero lo que se avecina es la probable demostración de que Trump lleva años haciendo negocios con élites rusas no sólo sospechosas de orígenes criminales y vinculados al propio estado ruso, sino que sus negocios han servido para lavar dinero en cantidades no anecdóticas. Lo cual es coherente con el escorpión que es fiel a su caracter: el matonismo verbal, legal y mediático que ha acompañado su historia personal y de negocios junto a operaciones empresariales basadas en la adquisición de ciertas ventajas que fuerzan los límites de la ley con interlocutores en la frontera de la respetabilidad.
Aquí dejo un link en el que James Clapper director de la DNI admite que el FBI estuvo espiando de la forma más benigna la campaña de Trump…. SIN TENER NINGUNA EVIDENCIA CRIMINAL DE NINGUNA CLASE. Está clarísimo que intentaron conectar a Trump con alguna violación para ganarle las elecciones o promover un impeachment. Estamos muy río-abajo en el tema de Rusia/Trump, donde no ha habido nada, y esperando investigaciones adicionales para imputar al director del FBIs, James Comey y otros con altos cargos, como Strzok, Lisa Page y demás quienes conspiraron contra Trump. Saludos Daniel Rodriguez Herrera de LD informa bien.
https://www.cbsnews.com/news/james-clapper-face-the-nation-fbis-trump-informant-was-most-benign-form-of-information-gathering/
Le agradezo la nota: estoy seguro de que Daniel Rodríquez Herrera, que es una persona muy coherente intelectualmente, sabrá rectificar. Es simple, en su propio enlace se puede leer lo siguiente:
«I have an aversion to the use of the word ‘spy,'» Clapper said, referring to Mr. Trump’s use of the moniker «spygate.» «But let’s just for the sake of discussion use that term, which conventionally means the use of tradecraft using a formally trained case officer who would mask identity, who would attempt to recruit. So none of the classical attributes of spycraft, if can use that term, were present here.»
Es decir, Clapper niega que haya espionaje. Dice que emplea el término para aceptar las palabras de Trump y no discutir. Para posteriormente explicar que no existe nada en el caso del informante del FBI que pueda considerarse espionaje.
Por si fuera poco, el mismo Paul Ryan, Speaker del Congreso, líder de la mayoría republicana, ha declarado que no ha existido espionaje. Le dejo un enlace de Bloomberg, pero podrá encontrar la noticia replicada en decenas de medios: «House Speaker Paul Ryan said he agrees that an FBI informant wasn’t spying on Donald Trump’s campaign, contradicting assertions by the president.» Que en español – traduzco por si acaso – significa que Paul Ryan dice que está de acuerdo en que el informate del FBI no estaba espiando la campaña de Donald Trump.
El hecho esencial es que el jefe de campaña de Trump (Paul Manafort) está procesado por su actuación como lobbista por intereses conectados a Rusia (aunque sean ucranianos) sin declararlo al correspondiente registro, por posible blanqueo de dinero y ahora por tratar de mediar la opinión de los testigos de su juicio: en pocos días sabremos si se le retira la fianza y va a la cárcel. Varios colaboradores de Manafort y la campaña se han declarado culpables por actividades similares. El abogado personal de Trump está procesado teniendo también conexiones con personas de origen ruso y ucraniano con intereses y actuaciones sospechosas, todo ello sin entrar en el caso de ocultación del pago a la estrella del porno. El hijo de Trump ha tenido reuniones con extraños personajes de intereses rusos y Trump ha reconocido ya haber mentido acerca de la redacción del comunicado que negaba el alcance de las conversaciones con este grupo de rusos. Es cierto también que el esposo de su hija, Jared Kushner, buscó durante la campaña un «backchannel» (un canal de comunicación privado) con la embajada rusa. Por último, su Fiscal General, Jeff Sessions, fue descubierto mintiendo al Congreso sobre sus reuniones con el emabajador ruso y se ha recusado de la investigación sobre la trama rusa y el cese de Comey (un cese que Trump incluye dentro de la polémica por «this Russia thing»). Durante meses, Trump ha estado declarando que «no hay colusión» entre su campaña y los rusos (es decir, no niega los contactos) para últimamente desarrollar una estrategia en la que sugiere que perdonará a los encausados en estos procesos e, incluso, que podría persdonarse a sí mismo. Si todo esto lo hiciera Hugo Chávez (que en paz descanse) estoy seguro de que Rodríguez Herrera y otros lo considerarían, como mínimo, muy sospechoso y merecedor de luz y taquígrafos. Añádale la presión pública al fiscal general y a su segundo por continuar la investigación que desarrolla, fíjese, un fiscal republicano.
Trump puede tener buenas o malas ideas sobre la política y mucho de lo que aplica fue lo que prometió en campaña. Pero eso puede ser cierto en el tiempo con que, y es una posibilidad, su actuación personal esté fuera de la ética y/o de la ley.
Le agradezo la nota: estoy seguro de que Daniel Rodríquez Herrera, que es una persona muy coherente intelectualmente, sabrá rectificar. Es simple, en su propio enlace se puede leer lo siguiente:
“I have an aversion to the use of the word ‘spy,’” Clapper said, referring to Mr. Trump’s use of the moniker “spygate.” “But let’s just for the sake of discussion use that term, which conventionally means the use of tradecraft using a formally trained case officer who would mask identity, who would attempt to recruit. So none of the classical attributes of spycraft, if can use that term, were present here.”
Es decir, Clapper niega que haya espionaje. Dice que emplea el término para aceptar las palabras de Trump y no discutir. Para posteriormente explicar que no existe nada en el caso del informante del FBI que pueda considerarse espionaje.
Por si fuera poco, el mismo Paul Ryan, Speaker del Congreso, líder de la mayoría republicana, ha declarado que no ha existido espionaje. Le dejo un enlace de Bloomberg (https://www.bloomberg.com/news/articles/2018-06-06/paul-ryan-brushes-back-trump-spygate-assertion-opposes-pardon), pero podrá encontrar la noticia replicada en decenas de medios: “House Speaker Paul Ryan said he agrees that an FBI informant wasn’t spying on Donald Trump’s campaign, contradicting assertions by the president.” Que en español – traduzco por si acaso – significa que Paul Ryan dice que está de acuerdo en que el informate del FBI no estaba espiando la campaña de Donald Trump.
El hecho esencial es que el jefe de campaña de Trump (Paul Manafort) está procesado por su actuación como lobbista por intereses conectados a Rusia (aunque sean ucranianos) sin declararlo al correspondiente registro, por posible blanqueo de dinero y ahora por tratar de mediar la opinión de los testigos de su juicio: en pocos días sabremos si se le retira la fianza y va a la cárcel. Varios colaboradores de Manafort y la campaña se han declarado culpables por actividades similares. El abogado personal de Trump está procesado teniendo también conexiones con personas de origen ruso y ucraniano con intereses y actuaciones sospechosas, todo ello sin entrar en el caso de ocultación del pago a la estrella del porno. El hijo de Trump ha tenido reuniones con extraños personajes de intereses rusos y Trump ha reconocido ya haber mentido acerca de la redacción del comunicado que negaba el alcance de las conversaciones con este grupo de rusos. Es cierto también que el esposo de su hija, Jared Kushner, buscó durante la campaña un “backchannel” (un canal de comunicación privado) con la embajada rusa. Por último, su Fiscal General, Jeff Sessions, fue descubierto mintiendo al Congreso sobre sus reuniones con el embajador ruso y se ha recusado de la investigación sobre la trama rusa y el cese de Comey (un cese que Trump incluye dentro de la polémica por “this Russia thing”). Durante meses, Trump ha estado declarando que “no hay colusión” entre su campaña y los rusos (es decir, no niega los contactos) para últimamente desarrollar una estrategia en la que sugiere que perdonará a los encausados en estos procesos e, incluso, que podría persdonarse a sí mismo. Si todo esto lo hiciera Hilary Clinton (que nadie niega que tiene una moralidad cuestionable) estoy seguro de que Rodríguez Herrera y otros lo considerarían, como mínimo, muy sospechoso y merecedor de luz y taquígrafos. Añádale la presión pública al fiscal general y a su segundo por continuar la investigación que desarrolla, fíjese, un fiscal republicano.
Trump puede tener buenas o malas ideas sobre la política y mucho de lo que aplica fue lo que prometió en campaña. Pero eso puede ser cierto en el tiempo con que, y es una posibilidad, su actuación personal esté fuera de la ética y/o de la ley.
Vivo en EEUU y voté por Trump con las narices tapadas. Lo detestaba por lo que sabía de él y estuve 3 meses sin ver las noticias después de ser nombrado candidato republicano. Pero la opción era muchísimo peor. Lo sabemos los que vivimos aquí y conocemos los pormenores muy bien.
Bastantes argumentos del artículo son ciertos, pero algunas deducciones no tanto. Para empezar, el partido republicano es constitucionalista, de principios y sería el primero en frenarle cualquier acción fuera de las normas. Además necesita votos de los demócratas ya que necesita 60 votos para pasar leyes y sólo hay 52 republicanos en el senado. No sólo las leyes, sino los fondos. Por ejemplo, LA PARED y la legalización de los DREAMERS no se ha dado precisamente por eso. Los demócratas están en una posición de RESIST. Lo contrario de lo que proponga Trump. Por lo que no hay NINGÚN peligro de que se vuelva en nada que se parezca a Chavez. Todos sabemos, incluyendo los cristianos conservadores que le apoyaron que no estábamos eligiendo al Pastor en Jefe. Sobre la supuesta conexión Trump/Rusia YA SE SABE QUE NO HA EXISTIDO. El fiscal independiente ya ha indicado DESPUES DE UN AÑO Y MILLONES DE DOCUMENTOS, que no ha habido colusión alguna. Lo que escriben en el Washington Post, NY Times, CNN, MSNBC, ABC, NBC, CBS y el 90% de lo medios hasta ahora, no ha sido nada que demuestre la acusación que se le hizo y eso que han recibido enormes cantidades de filtraciones (ilegales por cierto) de funcionarios leales a Obama que no han sido purgados de la burocracia y hasta dentro de la Casa Blanca. Lo que no ha mencionado este artículo es muy importante: Este artículo del link de abajo lo escribí yo. Si deseáis informaros en profundidad sobre Trump, y lo que ocurre en EEUU podéis leer los artículos pertenecientes a Luis (categoría Luis) en ese blog. En un breve resumen, la colusión Trump/Rusia fue inventada por Obama y HiIlary y lo «investigaron» el FBI, la CIA, NSA y el DOJ sabiendo que fue creado y pagado pr Hillary. El dossier contra Trump construido por un espía inglés del MI6 fue pagado por la campaña de Hillary. Unos $8 millones Y con el falso dossier lograron el permiso para espiar la campaña de Trump. Con todo eso, todavía no tienen el menor indicio de colusión. SLATE es otra publicación que TODAVIA quiere empujar la narrativa hablando de negocios de hace no sé cuantos años. De la vida de Trump, sus mujeres u sus negocios en el pasado nos hacemos una idea. Pero de lo que SE SABE de Hillary, del FBI, la CIA (de los altos cargos me refiero) es de ir a la cárcel por muchos años. Veremos en qué termina, pronto saldrá el reporte del inspector interno del gobierno sobre los abusos y violaciones de la ley que se han cometido. Stay tuned. Saludos
https://plazamoyua.com/2017/12/30/trump-los-investigadores-investigados/
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Muy buen artículo.
Mi percepción sobre Trump, sin haberme tomado ninguna molestia en profundizar y buscar más información sobre él que la que se nos muestra en los medios de comunicación generalistas españoles, es que es un personaje con una inteligencia bastante limitada, y que es de esas personas que han sido capaces de llegar a lo más alto gracias a que ha sabido (o se le ha presentado) rodearse de las personas adecuadas en cada momento, y que le han colocado en el lugar adecuado en el momento adecuado.
A parte de la persona de Trup en sí, algo que me inquieta es cómo algunas personas que yo tenía como sensatas suelen posicionarse de su lado. Básicamente eso hace que pase de percibir a esas personas como bajo los efectos del sectarismo: como es odiado por el bando contrario (quienes seguramente también exagerarán sus aspectos negativos), automáticamente pasa a estar en nuestro bando y lo tenemos que defender.
Interesante art.
La comparación entre Trump y J. Gil creo que es bastante ajustada a la realidad, salvando la magnitud de sus respectivos poderes, sobre todo en lo que a las formas de utilizarlo, se refiere.
Si las semejanzas entre ambos personajes se acaban confirmando respecto a los resultados finales de sus carreras políticas, el futuro se presenta bastante amenazador, porque pese a sus éxitos iniciales el estado en el que quedó Marbella tras el colapso político y judicial del GIL fue desolador. a los que hay que sumar los numerosímos damnificados (con muertos incluídos) que dejó J.Gil a lo largo de su carrera empresarial.
Cierto es que, al igual que en el caso de Trump, sus rivales políticos y empresariales tampoco es que fueran santos varones ni hermanitas de la caridad, lo que en parte explica su ascenso en apoyo popular.
El problema de este tipo de personajes respecto a sus rivales, radica a mi modo de ver, en que su disparato ego les impulsa a jugar a base de órdagos a «todo o nada» constantemente (Hitler fué otro buen representante de este tipo de estrategas).
Esa estrategia suele funcionar cuando los rivales no tienen buenas manos y tienen más que perder que ganar, pero a lo largo de una partida es muy raro que todos se acaben achantado por sistema, con el resultado de que cuando les pillan el farol y pierden, este tipo de personajes solo dejan tras de si «tierra quemada» y eso hablando de USA son palabras mayores para el resto del mundo.