El Ayuntamiento de Valencia acumula retrasos en la gestión de los expedientes de obras y otras licencias que alcanzan los dos años. Esto ha costado el cese de algún jefe de departamento que sirve como cabeza de turco a los verdaderos responsables. Ribó no es el único responsable de lo que ocurre en las dependencias que gobierna, solo es el último y el máximo. El proverbial funcionamiento deficiente del consistorio de la capital del Turia se remonta a la época de Rita Barberá. Un ayuntamiento que no ha parado de crecer tanto en regulaciones autoimpuestas y como en mal funcionamiento administrativo. La sección de licencias ambientales ha perdido en los últimos años al 70% de la plantilla, según contestación en el pleno municipal a una pregunta de la oposición, que recogen los medios. Éramos pocos y cada vez menos, por lo que se ve.
Ya es bastante kafkiano que un tercero cobre por no hacer nada cada vez que tú quieras hacer obras en tu casa o abrir un establecimiento comercial, para que, cada vez que el asunto se complica mínimamente y precise del escrutinio del Estado, porque el Estado lo dice so pena y bajo amenaza, encima te tengan esperando años. Algo absolutamente desorbitado. Resulta chocante el hecho de que siendo como es cierto que las últimas legislaciones en materia de licencias van en la dirección de la Declaración Responsable, donde el solicitante ya declara cumplir la ley y asume toda la responsabilidad, aligerando grandemente el trabajo administrativo, los retrasos vayan in crescendo. Esto ha mejorado notablemente en muchos municipios, pero por alguna razón los trabajadores del Señor Ribó siguen colapsados.
Quizá la característica principal que diferencia Valencia de otros municipios es su profusa y detalladamente absurda cantidad de ordenanzas y planes. Su inmensa autoimpuesta burocracia que desborda su capacidad. Resulta insultante la facilidad de algunas administraciones para regular específicamente lo que ya está regulado específicamente por un orden reglamentario superior, cargando a sus trabajadores de labores inútiles, emitiendo informes que no sirven para nada y acabando con la paciencia del ciudadano y de paso con la ilusión por el trabajo bien hecho de algún bienintencionado trabajador novel. En pos de no se sabe muy bien qué la creación de procedimientos inútiles llega al absurdo de negar el registro de entrada a los solicitantes, sufridos ciudadanos. Algo del todo irregular.
Como ya sabían los romanos, más leyes no son sinónimo de mejor convivencia, si no de más corrupción, de más opresión y de menos libertad. De agravios comparativos y de dificultad en la gestión.
Lo malo no es que un Ayuntamiento funcione mal. Lo peor es desde luego que esta es la consecuencia necesaria de un país sobrerregulado. Un país cuyas instituciones, cuando alcanzan suficiente tamaño, entran en un círculo vicioso de autofagocitación. Las leyes creadas para hacer funcionar el ente se acaban por comer al ente. Y ya se sabe que todos podemos comer manjares, pero acabamos cagando lo mismo. Y huele desde aquí.
Lo que dices lo han sufrido (lo he sufrido) y lo sufren (lo sufro) mucha gente. Directamente los profesionales que han de tramitar licencias; de otra, los clientes, que sufren retrasos, a veces definitivos, de su proyectos, con costes, pérdidas de inversiones y lo peor: desincentivación. Pero todo eso al funcionario no le importa -cobra igual a final de mes-. Y al político menos. Lo que le gusta al político «es legislar», y a ambos, tener excusas para ejercer su poder sobre el ciudadano.
Por otra parte, el concepto de declaración de responsabilidad del técnico debería ser suficiente, ya que él es el responsable final y el que sabe hacer el proyecto. Nos podríamos ahorrar el 95% de todos los trámites y un montón de funcionarios «palo en las ruedas»agilizando la economía y abaratando el Estado. Y por supuesto, con el poder legítimo actuando estrictamente cuando el técnico se salta la ley o se equivoca.
Para que los que no están en la situación la comprendan mejor, el equivalente que se hace con proyectos y licencias para otras actividades (que es revisarlos al 100% por un técnico generalmente más incompetente que el que lo presenta, porque si no, estaría en el mercado), sería como meter un guardia de tráfico en cada coche, para asegurarse de que cumple el código, y por supuesto, no autorizando el viaje hasta que no haya un «guardia disponible de acompañamiento». ¿Imaginan el efecto? Y por supuesto aducirían que es por nuestro bien y seguridad.
Se da la circunstancia, además, de que un técnico ya deja testimonio documental exhaustivo de su proyecto, perfectamente revisable si fuera necesario. Algo así como si los coches gravaran todo el trayecto reflejando velocidades y respuesta ante las señales de tráfico y además les metieran un urbano en el asiento del copiloto con derecho a discutir la conducción. ¡Un completo sinsentido que sólo se justifica en el afán de entrometerse en las funciones del ciudadano y crear puestos de trabajo posiblemente «agradecidos».
Peor todo esto son quejas. ¿Se puede hacer algo? Pues mientras no tengamos un sistema de control ciudadano sobre el político (hay que controlar al controlador), nada en absoluto. Cambiarás de molinero, pero no de ladrón. A ver si los jóvenes hacen algo, porque los viejos ya hemos fracasado.
El problema lo pueden solucionar los ciudadanos con su voto… es muy bonito decir que es que el político hace esto o lo otro, pero el político sale de nosotros y nosotros le permitimos ser político.
Con tu ejemplo, es como si un partido político lleva en su programa (o lo pone al salir sin estar en el programa) lo de llevar un policía en cada coche y, en las elecciones, le votamos y vuelve a salir ¿de quién es la culpa? ¿de él por hacerlo o nuestra por permitir hacerlo y premiarle por ello?
Si votaramos al que lleve en su programa que por cada ley o requisito quitará dos y que por cada funcionario que ponga quitará dos… las cosas cambiarían, pero somos borregos agradecidos… o debe ser que no hay tanta gente que lo sufra como la que dices…
Créeme que las posibilidades que tiene el ciudadano de cambiar algo desde abajo son ínfimas. Y también, en mi caso, lo he intentado desde dentro (un par de años), y resulta igual. En cada partido se establece rápidamente una jerarquía de intereses en la que el ciudadano va en último lugar. A partir de ahí, la educación y la propaganda esparcida por toneladas sobre los ciudadanos, les deja pocas opciones de pensar, y por si acaso, las leyes que hacen los políticos están enfocadas, en primer lugar, en su beneficio. Tengo páginas y páginas, que no han servido para nada, sobre cómo transferir progresivamente poder de control al ciudadano sobre los políticos. El único oficio legal no regulado (me he cansado de decirlo aquí y en muchos sitios). Significativo, ¿no?
Nuestra única -ínfima- arma es un voto cada 4 años a una lista cerrada en cuya confecciòn no hemos tenido nada que ver, y en una votación, donde los instalados en el poder acaparan el dinero público y los media en detrimento de nuevos partidos con nueva gente y nuevas ideas. Es como si el Barça y el Madrid ya salieran con 20 puntos de ventaja en la liga porque «ya están instalados» en la zona alta del deporte. Así que ni la igualdad de oportunidades se respeta en unas elecciones. Y desde luego, es mucho más importante elegir lo que se vota o a quién se vota, que votar. De hecho, significa que ellos ya han elegido lo principal (esa es la verdadera elección), y a ti sólo te dejan escoger lo que más te gusta (o lo que menos te disgusta, o jode, directamente), de lo que te presentan. Es lo que hay y lo que puedes escoger. Y sobre la confección de las leyes (que es lo que realmente afecta e interesa al ciudadano -y al menos las troncales deberíamos elegirlas individualmente-), ni puedes ni podrás decir nada en el sistema. Y ya se cuidarán ellos de que tu poder sea más simbólico que real. Créeme que todavía me asombro de que este sistema, que es una herencia adulterada del absolutismo, cuele como cuela.
La cosa caerá cuando no se sostenga económicamente, porque cuando la gente sufre, no hay democracia ni pseudo elecciones que cuelen en un estómago vacío o en un alma sin esperanza. De hecho, el demencial PODEMOS, no es más que el resultado de la frustración de dos o tres generaciones de jóvenes sin posibilidad de soñar que tienen muy poco o nada que perder. Lo del comunismo les da igual. Lo que quieren es reventarlo todo. Saben que probablemente les irá peor, pero estarán mucho más acompañados. Y yo los comprendo, porque mi generación (los años 50), que tenía diez veces menos de lo material que las actuales, teníamos 100 veces más de esperanza y posibilidades.
Yo también creo que los ciudadanos somos responsables de lo que votamos.
Desde luego, cuando yo he votado al PP, no lo he hecho confiando en que, por ejemplo, el PP vaya a luchar contra la corrupción (la suya y la de los demás).
Somos responsables en la medida de nuestro poder. Por supuesto.
Menos es nada.
Soy técnico municipal y trabajo como autónomo. Conozco ambos lados de la mesa.
Cuando la legislación no es un desastre ya se encargan de convertir la tramitación en uno.
Y Ricart Minuet, tiene razón. O quemas el Ayuntamiento o cambias radicalmente tu voto. Mira a ver quien propone una reducción de la legislación y del peso del Estado.
Vaya por delante que no desprecio ni a políticos ni a funcionarios. Las personas somos como somos y no vamos a cambiar, así que en esos oficios, o se trabaja para ellas o se es, de alguna manera, mala persona. Lo que hace a una sociedad mejor o peor no son sus personas (que en todas partes somos muy semejantes -somos la misma especie-), sino sus leyes. Y pondré un ejemplo. En mi experiencia de profesor pude vivir el paso de la EGB a la Eso (un cambio de ley). Con la EGB, los técnicos (se no ha criticado mucho que no sabemos de pedagogía), recibíamos los jóvenes a los 14 años. Se podía suspender. Bien, puedo afirmar (y probar documentalmente) que a los 16 ya eran capaces de diseñar una máquina eléctrica (por ejemplo). Las clases eran de hasta 40-42 alumnos. Cambia la ley y los alumnos, con la ESO siguen hasta los 16 en manos de profesores y pedagogos «menos técnicos y más comprensivos». No se puede suspender. Cuando los recibíamos a los 16 (máximo 30 por lo general en cada clase, normalmente menos), había que enseñarles a entrar a clase de otra manera a como se entra en un bar. Por curiosidad empecé a hacerles una prueba de aritmética básica el primer día (antes de que pudiera influirlos de ninguna manera). Consistía en hacer una suma, una multiplicación y una división. Los números eran de 4-7 cifras, con alguna coma. Cada año al mismo examen para que el experimento (mismo examen, mismo colegio, misma edad), fuera más fiable. Exigía que el resultado fuera correcto (en la vida real los errores se pagan). Durante varios años pude ver la caída en picado (ignorando la caída inicial por el simple cambio de sistema). En los últimos años puedo afirmar que a los 16, la mitad, más o menos, sabía sumar fiablemente. Un 20% podía multiplicar y un 0%-3% sabía dividir sin equivocarse.
No entro a valorar si saber sumar, multiplicar o dividir es importante (hay mucho pedagogo y profesor que piensa que no). Sól quiero hacer ver el efecto de cambiar una ley sobre la misma sociedad. Y esto es extensivo a cualquier ley. Y las leyes las hacen los políticos.
Ahora dime que los ciudadanos podemos cambiar las cosas, y que si no lo hacemos es porque somos… (poned lo que queráis).
Completamente de acuerdo.