Liberales y libertarios nos dan algunas claves de este concepto.
Reportaje realizado por www.jdadigital.com, pueden ver el original aquí: Canal Café con Leche.
Liberales y libertarios nos dan algunas claves de este concepto.
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Bueno, como al final piden que opinemos, ahí va la mía.
En esencia, tocando fondo, libertad es la capacidad de hacer lo que te dé la gana sin más consideraciones.
Por ejemplo, cuando alguien mata a alguien es, evidentemente, porque ha sido libre de hacerlo, porque de lo contrario no lo habría hecho.
Y a partir de aquí, empiezan los recortes, que es lo que da lugar a la multitud de conceptos sobre lo que eres libre, o no, de hacer; es decir, lo que te queda de libertad después de recortarla, así que en un plano menos filosófico, pero más real, sería más lógico hablar de grado de libertad que de libertad en sí.
Los recortes, por otra parte, pueden ser subjetivamente racionales, y por lo tanto aceptados sin imposición externa, o irracionales (siempre subjetivamente). Podríamos decir que un individuo se siente libre cuando las limitaciones a su libertad entran todas dentro de su grado de aceptación racional, y no se siente libre cuando considera lo contrario. Entre esos extremos se determina su grado de libertad en función de la proporción entre ellos. Así que la conclusión es que resulta imposible dar una definición exacta de libertad.
En lo que sí estamos todos de acuerdo (al menos para uno mismo), es que cuanto más libertad mejor, pero esto nos lleva al choque de libertades, y da lugar al sabio proverbio de «no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti», que dentro de la prevención que se debe tomar en este terreno, resulta de lo más eficaz casi siempre.
Desde luego, para mí, las mejores personas son las que quieren vivir libremente y quieren lo mismo para los demás de una manera efectiva. Es fácil deducir de ello que cuanto más dependiente eres de alguien o de algo, menos libre eres, porque la llave de tu vida no está en tus manos.
Habría que pensar mucho qué es lo que se prohibe, y en qué grado, y durante cuanto tiempo, antes de prohibir. Y entrando en política, no parece que éste sea el estilo dominante entre nuestros políticos, por eso, probablemente, cada vez me siento menos libre en nuestra democracia actual. Aunque insisto en que todo esto siempre será subjetivo.
Es libre un alcohólico cuando por fin se lleva a la boca el trago que tanto ansiaba?
Es libre aquel que mata a otro en un irrefrenable ataque de ira?
Es libre, en fin, el que hace lo que le venga en gana?
¿Son libres los animales?
Y en mecánica, un grado de libertad es aquél en que un mecanismo puede moverse, independientemente de lo estropeado que esté. Pero yo sólo quería bajar al fondo. Si puedes bajar más, te agradeceré que me lo expliques, y a partir de ahí, ya entra la filosofía, la ética, le ley, etc., y las propias posibilidades. Al final una respuesta para cada uno, aunque podamos acordar algunas cosas. Reconozco, de todos modos, que a partir de un punto, la cosa se pone tan oscura que está claro que la libertad brilla por su ausencia. Antes un amplio abanico de grises, y todavía antes, aunque no se ha visto, es agradable suponer que puede existir una zona de claridad donde todo el mundo pueda sentirse libre. Y si he tratado de llegar al fondo, precisamente es porque creo que sólo en él podría ser posible dar una respuesta, más o menos general, a la pregunta que se plantea.
En realidad lo que me pasa es que la pregunta me parece mal enfocada. Una cosa que puede ser tantas cosas, no parece lógíco pretender enjaularla en una definición. Lo razonable, creo, sería preguntar ¿cuál es el grado de libertad óptimo más generalizable? Y eso sí que podría tener resultados positivos en una sociedad.
PD. La respuesta básica, por tanto, a tus tres preguntas es que sí. No confundas libertad con la capacidad de elegir la mejor opción. O la más ética. Ser libre no significa elegir bien, ni éticamente. Ni siquiera elegir, estrictamente hablando. Ser libre es exactamente poder hacer lo que te da la gana, aunque eso te perjudique. O dicho de otra manera, carecer de condiciionantes para actuar. La ética, la inteligencia, la ley, etc., sólo son condicionantes.
Yo pienso más bien en la capacidad de obrar. Sobre lo que le venga a uno en gana hacer con dicha capacidad, coartada solamente por limitaciones físicas y de la naturaleza de las cosas, dependerá del peso que tengan en sus decisiones la consciencia, la intencionalidad, la voluntad (querer algo, no simplemente desearlo) y el instinto (lo que uno desea más o menos conscientemente, sin más). El libre albedrío es algo muy discutido por muchos científicos, pues saben que cuando somos conscientes de una decisión de hecho ya la habíamos tomado. Sugieren que la libertad es una ficción útil, igual que el yo.
La libertad política es más inteligible, pienso. Desde el momento en que se valoran las reglas de la convivencia y se crea un marco legal e institucional, uno es más libre en la medida en que las normas sean como columnas o muros sólidos (que amplían las limitaciones naturales), si sabe por dónde puede y por dónde no puede ir y si no ve muy constreñida su capacidad de obrar de acuerdo con su voluntad….o sus deseos menos dañinos para uno mismo o, sobre todo, para los demás.
Leí, hace ya tiempo, no recuerdo dónde, sobre que la decisión es previa a la consciencia. Creo recordar, borrosamente, que se detectaba por las partes del cerebro que se «iluminaban» antes de un acto como mover un brazo, por ejemplo. No me sorprendió. En la naturaleza casi todo es inconsciente. Y es claro que la consciencia tuvo que evolucionar de la inconsciencia, porque lo contrario es absurdo. La consciencia, en algunos seres, vendría a ser como una valoración ¿racional?, ¿experimental?, de la inconsciencia que tiene la última palabra, pero esto creo que es otro tema. Libertad, en su base, no es consciencia, ni ética, etc., sino poder hacer o no poder hacer, sin más matices. Creo que resulta evidente que si no puedes hacer algo, es que no eres libre de hacerlo. Y todo eso al margen de la moralidad del acto o cualquier otra consideración.
A partir de ahí, se puede hablar todo lo que se quiera sobre cuál sería el grado de libertad adecuado, ético, etc. Es un tema importante, desde luego, y que merece mucho tiempo, por no decir una revisión constante, pero entonces, como ya he dicho, creo que el encabezado de la entrada debería ser otro, mucho menos genérico.
Los temas de importancia social pueden enfocarse desde un punto de vista filosófico, o ético, y desde un punto de vista material (el arte de lo posible). En este blog se tiende mucho a la filosofía, y no niego que se dicen cosas interesantes y que se aprenden matices e ideas que contribuyen a completar la estructura mental de quien está interesado. Entre otras razones, por eso soy asiduo de él, pero no puedo evitar tener la sensación (quizás por mi profesión, en la que tengo que dar soluciones físicas a problemas reales), de que tiendo a inclinarme más hacia lo pragmático, y no puedo evitar cierta pereza hacia la filosofía. He mantenido muchas charlas con mis amigos de izquierdas (especialmente) sobre el cómo se debe gastar el dinero público, pero al final, mi conclusión era siempre -aburrido-, la misma: -Mira, gástalo como quieras, pero hazlo de manera pública y fácilmente auditable. Nunca tuve éxito. Es algo en que todo el arco político está en cerrado acuerdo. Y he estado en la arena.
Si la pregunta de la entrada hubiera sido concreta, por ejemplo: -¿Qué es la libertad política? (o interior, o ética, etc.), pues podríamos empezar a hablar de sus límites y posibilidades, y de cómo hacerla realidad, que sería la parte que más me interesaría, porque ¿de qué sirve hablar si no se está dispuesto a pasar a la acción? Por eso, mi definición en el primer comentario, es tan básica. Observo, sin embargo, que tu tendencia es más proclive a la filosofía, pero al intentar matizar, no puedes evitar particularizar en lo concreto. Y de eso no va la pregunta. Y supongo, por lo que te vengo leyendo, que no tardaríamos mucho en llegar a acuerdos. El problema entonces sería cómo los hacemos realidad y cuánta poesía hay que sacrificar por el camino. Ahí empieza la cruda realidad.
De hecho he tratado de concretar al máximo desde el principio y no perderme en las nubes filosóficas de Aristófanes. No pretendía ser socrático. He bajado un nivel del actuar de acuerdo a un impulso o una querencia o proyecto del «hacer lo que a uno le venga en gana» al hecho mismo de poder (o no) actuar. Y de ahí he derivado algunas conclusiones lógicas y comprobables.
Pero el asunto dista mucho de estar agotado….aclarado. Sobre todo porque la mayoría de la gente parte de esa base: soy libre cuando hago lo que me apetece.
Es lo que se enseña en las escuelas. Es la conclusión obligada si se habla de libertad sin hablar de responsabilidad. Si se habla de derechos, sin hablar de obligaciones. ¡Cielos! ¡Qué reaccionario me estoy poniendo! Debe sercosa de la edad.
Hay un gradiente que recorre el espectro político de izquierda a derecha desde una concepción de la libertad como ausencia de trabas hacia otro más sutil y matizado que incide más en qué trabas son las mínimas exigibles para que la libertad sea efectiva. Si eso le convierte a uno en reaccionario es porque el progreso es el de los lemmings….al abismo.