Como todos los movimientos totalitarios, el ecologismo proclama una doctrina de salvación que promete felicidad y redención, y cuyas premisas no deben ser cuestionadas por los fieles. Pero el ecologismo también presenta, en puntos esenciales, diferencias con otras ideologías totalitarias. A saber:
La misantropía ilimitada. Para los ecologistas, la naturaleza es buena / sabia / en equilibrio / perfecta – el hombre, por otra parte, es una carga / perturbación de la naturaleza perfecta, un consumidor de recursos, esencialmente un destructor de la armonía de la naturaleza. Es por ello que los ecologistas sueñan con un planeta con tan poca gente como sea posible. y que esa gente sean ellos, evidentemente. Esta misantropía es una característica clave del ecologismo. Otras corrientes extremistas limitan su hostilidad a ciertos grupos, tales como clases, pueblos, infieles. Sólo los ecologistas declaran a toda la humanidad como una carga/lacra a eliminar.
La exigencia de «riesgo cero». El principio de precaución ecologista requiere la omisión de cualquier actividad que pudiera estar asociada con un riesgo, ya sea éste real o sólo «modelado/presumible». Este llamamiento al miedo también distingue a los ecologistas de sus camaradas totalitarios, que usan principalmente la envidia para sus propósitos. Se ha demostrado que la política ecologista del miedo es al menos tan efectiva como la política comunista de la envidia o la nacionalsocialista de la exaltación de la raza propia.
Pero ninguna caracterización del movimiento ecologista puede obviar los puntos comunes con todo totalitarismo de todos los tiempos:
La exageración sistemática. Los ecologistas son muy consistentes a este respecto. Todo comenzó con Rachel Carson, que amenazó con una «primavera silenciosa» porque el DDT supuestamente mataba a todas las aves. Paul Ehrlich profetizó en 1968 que millones de personas morirían de hambre en los años setenta. El Club de Roma, dijo en 1972 que el año 2000 la economía mundial entraría en colapso porque todos los recursos claves, incluyendo el petróleo, se habrían agotado ese año… o antes. La supuesta lluvia ácida en Alemania debería llevar a la desaparición de los bosques. Quedan supuestamente sólo unos pocos años -algunos dicen que apenas tres- para salvar el clima antes de que el planeta se convierta en un infierno de llamas del que no habrá escapatoria. La lista podría ser inmensa. No se trata de una sucesión de errores, sino de una estrategia deliberada y sistemática para alcanzar objetivos políticos.
Absoluta falta de empatía con las víctimas. Lenin ya lo había dejado claro: «No se puede hacer tortilla sin romper los huevos». Y justamente en esa tradición encontramos a los ecologistas. La por ellos forzada prohibición del DDT causó la muerte por malaria de millones de personas, aunque con el uso del insecticida se podría haber evitado. La lucha de los ecologistas contra los cultivos transgénicos golpea a los más pobres en los países en desarrollo, cuyo suministro de alimentos es escaso y caro. Bajo la presión de las organizaciones ecologistas, el gobierno de Zambia impidió la venta de maíz modificado genéticamente en Estados Unidos, provocando la muerte de miles de personas durante la hambruna de 2002. No les importa si el precio de aplicar una de sus medidas es una, cien o mil vidas humanas. Son los «efectos colaterales» que se deben asumir en la consecución del nuevo paraíso gaiano.
Después de medio siglo de experiencia con el ecologismo se puede decir que este movimiento es la mayor amenaza a la libertad a la que la humanidad ha estado expuesta desde la caída del comunismo.
Lo de la falta de empatía con las víctimas es algo mucho peor: Los ecologistas militantes suelen ser firmes partidarios de una drástica reducción de la población humana (en un trasnochado malthusianismo ya meramente sentimentaloide), con lo que lejos de pensar en sus víctimas como en males necesarios, son para ellos un éxito rotundo. Luego les da cierta vergüenza reconocerlo (no siempre), pero es así.
Lo peor del ecologismo son los periodistas ignorantes y los políticos populistas que siempre encuentran la oportunidad para atacar a la Industria «capitalista e imperialista» a excepción de Petróleos de Venezuela que son ángeles bajados del cielo y por supuesto Cuba, la lider de la democracia absoluta.
Cuando comenzó la campaña antinuclear, allá por el 76, la encabezaban un terrateniente navarro y otro extremeño metidos a sandías (verdes por fuera, rojos por dentro). Curiosamente, a los ecologetas enseguida se les unió ETA.
Simultaneamente, en Francia se estaban construyendo Centrales Nucleares a tutiplén.
Que casualidad que ETA estuviese protegida en Francia, mientras los franceses detenían a los de IPARRATEAK (y se los cargaban en las carceles con peleas con moros y accidentes en las cocinas; alguno incluso sirvió de AVECREM)
La postura de Francia durante muchos años sirviendo de refugio seguro a los terroristas de la ETA fue una de las mayores canalladas realizadas contra España por nuestros muy «exquisitos» vecinos.
Afortunadamente eso cambió, y de hecho, en los últimos años los franceses se han mostrado mucho más firmes que nosotros mismos en la lucha contra el terrorismo etarra y su entorno social: entre otras cosas,allí es inimaginable que reciban como héroes a los asesinos de gendarmes como ocurre en el País Vasco con los etarras excarcelados.
Hoy estaba viendo un reportaje de cocina en la ETB2. Salía un «enólogo de vino de parra” y al referirse al origen de las uvas dijo: Las trajeron del Estado Francés, primero a Hondarribi (el Fuenterrabia de toda la vida) y después ya se extendió por toda la costa.
Dejando aparte lo de la mentira de la uva del chacolí, es significativa la expresión utilizada por el boinamita de marras: “Estado Francés”.
Ósea, que no van tardar en iniciar el ataque al gabacho, como siguen pensando sus coleguis del Mediterráneo.
Pero es curioso lo de la coincidencia en los ataques al turismo tanto en las Vascongadas como en los condados catalanes, en especial en la capital del Condado de Barcelona. Los partidos separatistas de ambas zonas siempre han estado controlados por la masonería, en el caso de los catalanes por los del 16 de la Rue Cadet y en el de los beréberes por la Gran Logia de Inglaterra.
Discrepo de tu opinión.
Considero completamente innecesario recurrir a teorías conspiratorias sobre organizaciones secretas (en tu caso la Masonería) manejado los hilos tras los bastidores, para explicar hechos tan públicos, notorios y publicitados por sus protagonistas, como son el terrorismo nacional-comunista vasco o el independentismo catalán (que también tuvo su organización terrorista comunista, Terra Lliure, y sus actuales herederos los pijo-comunistas CUP), todos ellos hijos de sus respectivas burguesías nacionalistas, surgidas a finales del XIX precisamente en las dos regiones españolas más industrializadas y prósperas.
ok