El Estado como nuevo altar de sacrificio

Para Antonio Escohotado la propiedad privada está íntimamente ligada a la libertad, y aquí quiero comparar esta afirmación con la vida humana en sí misma: nuestra vida, en la medida en que nos pertenece nuestra intimidad podemos considerarnos libres, pero no es sino cuando ésta pertenece a la comunidad cuando comienza la represión (véanse los teléfonos pinchados durante la dictadura de Ceaucescu, la gente que sube toda su vida al Facebook o el ser objeto de una polémica pública, como formas de coerción). La cuestión es que hoy el dinero rige la práctica totalidad de los aspectos humanos. No me extraño cuando Marx en El Capital compara a este elemento con la Bestia del Apocalipsis en varias ocasiones. Podría decirse incluso que el dinero es una suerte de dios antropológico, pues cumple con las características de omnipotencia (¿Cuántas veces hemos escuchado que el dinero lo puede todo), omnipresencia (a lo que acabo de hacer referencia) y omnisciencia (pues el dinero es la forma que tiene la red que establece las relaciones de producción).

El poder del dinero es inconmensurable. Y como ya dijo Roosvelt «Todo poder conlleva una gran responsabilidad». Delegar semejante cosa a un tercero es poner literalmente nuestra vida en sus manos, y cuando esas manos son las del Estado lo menos que debemos hacer es horrorizarnos, no en vano ya dijo Napoleón que «un hombre de estado debe tener el corazón en la cabeza». El Estado no entiende de piedad ni de méritos, sólo de control. Soy liberal por mi profunda desconfianza hacia las estructuras humanas, y me aterra la imagen mesiánica que se da a la regulación estatal del dinero, cuando es un dragón con piel de cordero.

Esto no quiere decir que no haya una complicidad económica, pues el Estado es quien fundamenta el derecho público y el único a quien pueden acudir personas que no pueden valerse por sí mismas y por tanto no pueden ser partícipes de la meritocracia mercantil: y no es humano dejarles desamparadas, pero aquí radica la obligación vinculada a ese derecho público, el pago de impuestos para que el Estado lleve a cabo las medidas de bienestar ciudadano. Y emprender proyectos individuales, dejar libre el flujo de ideas e ingenio para crecer económicamente a nivel personal, forma parte de ese bienestar, no por nada en la constitución americana aparece la felicidad como uno de los derechos fundamentales del ciudadano.

Aquí en España esta libertad de comercio está muy limitada por la regulación estatal, en otras palabras: no hay libertad plena en comercio. La burocracia es infinita y absurda, y tan costosa, que abrir un negocio en España implica un riesgo inmenso de endeudamiento para el empresario, por no hablar de las cuotas de pequeños empresarios, que son ridículamente altas. ¿Cómo se supone que el Estado está legando el derecho a la felicidad si para el hombre común está lleno de obstáculos? Dios sabe cuántas ideas han sido tiradas por la borda sólo porque la burocracia y el capital de partida impedían la empresa. Un país que busca crecer económicamente no puede permitirse el disparate de frenar el emprendimiento del ciudadano medio, y ya no sólo por razones monetarias tanto públicas como privadas, sino también porque el verse condenado a trabajar para otros de por vida y no poder siquiera intentar llevar a cabo un proyecto económico propio debe de sumir en una honda frustración a muchísimas personas, con lo que a éstas se les está privando de su derecho a la felicidad y de sus libertades económicas.

 

Sofía Rincón

Amante de la filosofía y artista multidisciplinar que ejerce como escritora, pintora, escultora y realizadora. 24 años.

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Sofía Rincón
Sofía Rincón

Escritora y artista multidisciplinar. 1993. www.sofiarincon.org

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3 comentarios

  1. En una entrevista a Jim Rogers explicaba cómo el capitalismo, como pura libertad económica, está hoy día casi más presente en Vietnam que en USA. En Vietnam alguien puede preparar comida e ir a venderla en la calle con su carrito. Si le va bien prosperará. En USA/Europa eso sería imposible sin los permisos, inspecciones e impuestos antes de poder vender la primera sardina asada en un pincho.

    Un ejemplo gráfico de esto, hace unos días, como en UK se le ha impedido a una niña vender limonada. http://www.diariodenavarra.es/noticias/magazine/sociedad/2017/07/24/multan-una-nina-anos-por-vender-limonada-sin-licencia-543128-1035.html

    • Sí, en la mayor parte de latinoamérica también pasa eso, razón por la cual la gente pobre puede ganarse la vida. Aunque seas pobre, al menos tienes una salida honrada. Lamentable coartar a la gente de hacer algo tan elemental, algo que debería entrar dentro de los derechos fundamentales.

    • Me contaron el caso, aquí en España, de unos latinoamericanos que al llegar la crisis y quedarse en paro hicieron algo así; se pusieron a cocinar tortitas (o algo similar, no recuerdo en detalle) en su casa y se pusieron a venderlas en la calle en su barrio, igual que hacían en su país. Al parecer apareció el Seprona y encima de estar en paro les cayeron 3.000 € de multa. Es delirante.

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