Me refiero lógicamente a la Alianza de verdad. La que debería de aunar los esfuerzos de la UE y USA en la ingente labor de democratización del mundo e implantación de los derechos humanos y la libertad en todos los pueblos de la tierra. La otra alianza, la civilizada, la de la claudicación ante las bombas, no cuenta mas que para quienes aprovechándose de la inocencia de los convocantes, robarles lo poco de la dignidad que aún pudiesen poseer.
No hace ni una semana Norteamérica y Europa renovaban su pacto de amistad y lo dotaban de nuevos contenidos. Irán, Siria, diplomacia, gestos encaminados a devolver lustro a una relación ajada por las diferencias en torno a la crisis de Irak. Bush, Chirac, Schröder y Putin intentaban darle a la paleta cual ímprobos albañiles, aunque de vez en cuando en la masa aparecieran una o dos piedras de esas que dejan rayón en la pared. El resultado final no parecía estar mal.
El primer desconchado vino de la mano del alemán: el embargo de venta de armas a China es un claro obstáculo para los intereses de la industria militar alemana. Lo mejor es levantarlo y asegurar unos cuantos puestos de trabajo. Comentarios al respecto no faltan aquí, aquí, y aquí entre otros. A nadie parece preocuparle el expansionismo chino (Taiwan, Tíbet) ni las consecuencias que la ruptura de tal embargo podrían tener para el equilibrio de fuerzas en el lejano oriente. Ya me gustaría a mí saber qué se comenta en Japón sobre las intenciones europeas.
El segundo desconchado es obra de la torpeza innata del señor Putin (a veces creo que Putin y Zapatero telefonean por las noches, hablando ruso en la intimidad, y transmitiéndose mutuamente la incompetencia de que ambos hacen gala) quien, sin esperar siquiera dos días, ya ha tomado posiciones en la crisis (no creo que aún se le pueda llamar así) de Irán. Rusia firma un acuerdo de energía atómica con Irán y proveerá a éste país de las tecnologías y materiales que necesite. Es la patalta del niño mimado, que en el primer curso, como era grande y musculoso, tenía a la clase aterrorizada. De pronto, pasa el tiempo y es un don nadie. Todos son más altos, más guapos y más ricos que él. Ya no le escucha nadie. Solución? La fácil. Los guapos están contra fulanito, yo con él. Se van a enterar. Sin mí no hay política internacional que valga. Lo malo es que el ruso lleva unos años haciendo lo mismo y a nadie se le ocurre decir en voz alta lo que todos sabemos se esconde detrás de semejante forma de actuar: es un provocador cobarde.
Pablocelan, atento como siempre, nos envía un muy interesante enlace en inglés al respecto: Could Bush Be Right? — Take Two