Suelo saludar todas la mañanas en Twitter con un «Buenos días Twitterland! Libertad y prosperidad!» y el mío es un saludo sincero: realmente deseo -a todos- que tengan un buen día, realmente les deseo -a todos- libertad y prosperidad. Viendo cómo se desarrollan las políticas gubernamentales en la Europa de nuestros días, no se me antoja impostado desear a para mi y para los demás más libertad y más riqueza. Viendo lo que se cuece en la oposición parlamentaria en los mismos países, y en España de manera particular, mi deseo no sólo no parece impostado, corro el riesgo de que, llegado el momento, pueda incluso ser delictivo.
La libertad. Que libertad y socialismo son dos conceptos irreconciliables es un hecho empíricamente demostrado. Pero no sólo la circunstancia de que cualquier intento histórico de relacionar ambos conceptos ha fracasado estrepitosamente -desde la primavera de Praga hasta el bolivarismo venezolano actual- nos muestra tozudamente lo utópico de la empresa. También es fácil reconocer por qué no es posible tener al mismo tiempo socialismo y libertad: porque no se puede otorgar la misma competencia dos veces.
Socialismo significa que el Estado (por el bien de sus ciudadanos, dicen los socialistas) asume competencias. Al hacerlo se las retira a sus administrados recortándoles con ello su libertad. Prácticamente todos los estados modernos muestran elementos socialistas. Y estos son fácilmente reconocibles allí donde el Estado asume competencias que, en una sociedad libre, deberían corresponder al individuo: aquellas en las que se exonera al individuo de las consecuencias que para él o sus vecinos tendrían sus actos. Efectivamente, hay grises: podemos tener socialismo y libertad en muy diversos grados de interacción, pero es imposible tener más socialismo y más libertad al mismo tiempo. Es como aguar vino en una barrica: el vino tendrá una mayor o menos proporción de agua, pero es imposible aumentar en la barrica la cantidad de vino y agua a la vez.
La prosperidad. Los socialistas de todos los partidos, con nuestro podemita Pablo Iglesias a la cabeza, afirman, fieles a la teoría de Marx de la plusvalía y la explotación, que el sistema actual es un cártel capitalista, en el que la mano de obra recibe poca recompensa por su trabajo y se produce un trasvase de riqueza de los pobres a los ricos. Ludwig von Mises, siguiendo las ideas de Böhm-Bawerk sobre la subjetividad del valor de los bienes, se dio cuenta de que la capacidad creativa y de acción del hombre es el origen de su voluntad, sus valoraciones sobre las cosas y su conocimiento. Cualquier sistema que se base en la coerción violenta contra el hombre actuante, socava su capacidad creativa. Tanto el socialismo, como el sistema de pseudo-mercado corporativista intervencionista actual, se basan en la coerción.
Para Mises, la idea socialista implica un “error intelectual”. Es obvio que es imposible en la práctica organizar una sociedad por la fuerza, ya que es imposible que el órgano de control tenga toda la “información de primera mano” necesaria. Las soluciones de los socialismos reales siempre han sido la opresión y la hipervigilancia ideológica de sus “planificados”. A pesar de que el organismo planificador es consciente de que no puede conocer los efectos reales de lo planificado, realiza una apreciación económica o matemática del mismo. Los pésimos -catastróficos diría yo- resultados de todos los intentos históricos de llevar con éxito a la práctica una economía planificada en tales términos quedan manifestados en la historia de fracasos de todos esos países.
Los razonamientos de Mises se basan en la lógica de la acción humana, lo que está sucediendo en los procesos reales sociales, interpersonales, dinámicos y espontáneos y, por lo tanto, fundamentalmente diferente de las pretensiones socialistas de una lógica, o teoría de la acción mecánica, construida sobre un algo “que todo lo sabe”. Los procesos sociales tales como el mercado no se pueden planificar, tal y como dejó claro Friedrich August von Hayek más tarde al definir su “orden espontáneo”.
El socialismo es impracticable. Lo es porque cualquier ideología que pretenda planificar los procesos sociales o influenciar éstos mediante medidas políticas traducidas en coerción, anula cualquier posbilidad de crecimento y progreso: elimina la creatividad motriz. Todo sistema socialista va contra la naturaleza humana y es extremadamente antisocial. Y si escuchamos atentamente a Pablo Iglesias y sus palmeros, nos damos cuenta del futuro que nos prometen: pobreza para todos -eso sí, igualitaria- y menos libertad de acción -eso sí, por «nuestro bien»-.
Si nos centramos en la tesis central del comunismo, su definición: […] los medios de producción estarían en manos del Estado, […] Los medios de producción, es decir, el capital, todo aquello que sirve para generar riqueza. Los estatistas suelen concebir la economía como un sistema cerrado de creación de riqueza e ignoran la labor creativa de las personas, que a parte de contribuir con su fuerza bruta, también generan riqueza mediante la invención de nuevas maneras de organización y producción de bienes y servicios. En realidad, como la historia nos demuestra cada vez, las personas son el capital de mayor valor de una sociedad. Por lo tanto, el comunismo más puro aspiraría a controlar el modo de capital más refinado que existe, es decir, a las propias personas. Las personas pasan a ser propiedad del Estado. Por lo tanto, la sumisión total, la esclavitud de las personas ante el todopoderoso estado no es el resultado de «experimentos descarriados», de comunismo «mal hecho», sino la consecuencia inevitable del comunismo más puro.
El titular del Artículo, en mi opinión, induce a error.
Pablo Iglesias NO ES El enemigo de SU libertad ni de SU prosperidad. Vamos, que es todo lo contrario. ES pero que MUY amigo de SU libertad y de SU properidad.
Me olvidé del socialismo, entre otros motivos muy diversos, cuando observé cómo sus supuestos beneficiarios (la llamada clase obrera), no sólo detestaban enormemente el sistema, sino que hacían todo lo posible por huir de él. Recuerdo Hungría 1956, Polonia en los años 70, Checoslovaquia en 1968, Alemania democrática, Cuba en los 60, etc, etc, etc. En cuanto al Sr. Iglesias, que duda cabe que es un comunista de libro, y sus medidas, de aplicarse, nos llevarían sin duda alguna a la Venezuela actual. Como bien dijo Ayn Rand, no existen grandes diferencias entre el comunismo y el socialismo, uno esclaviza por la fuerza, el otro por el voto. Son tan amigos de los pobres que los fabrican por millones. ¿Se acuerdan de Lech Walesa?, un simple electricista, obrero simplemente, (junto a unos cuantos millones más), comprendió perfectamente, ya que lo sufrió por décadas, la verdadera naturaleza asesina y criminal del comunismo-socialismo en su propio país. Un sistema que mata la libertad y la creatividad humanas, en aras de una supuesta arcadia feliz compuesta por cientos de millones de esclavos.
Efectivamente. Solo hay dos grupos de personas que defiendan el comunismo y ambos tienen en común que no lo han padecido: la nomenclatura de las dictaduras comunistas y los comunistas de boquilla que viven en países capitalistas, y a los que ni se les pasa por la cabeza emigrar a ninguno de sus paraísos (que haberlos «haylos» aunque afortunadamente cada vez menos), porque una cosa es ser fanático y otra es ser idiota (por mucho que a simple vista cueste distinguirlos). De hecho, los pocos consecuentes que lo hicieron y vivieron para contarlo salieron escaldados de la experiencia.
Se lo tomo, don Luis, para Mises Hispano, con su permiso.
Como siempre, un placer. Y un honor.
Por llevar la contraria, que hace tiempo que no. 😉
Parece una tesis del tipo: O Mises, o socialismo; o prosperidad y libertad, o miseria y opresión. Al común de los mortales le parecerá una tesis extraterrestre. Literalmente de fuera del mundo, de la realidad. Porque (1) ya tenemos prosperidad (date una vuelta por el mundo); (2) ya tenemos toda la libertad que queremos (date una vuelta por el mundo); (3) todo eso lo tenemos sin Mises; y (4) si acaso nos falta seguridad – y por ahí puede venir la popularidad de la quimera del socialismo.
Pero socialismo es muchas cosas. Tal vez le llames socialismo al «estatismo escandinavo» (no lo sé), y eso no ha producido ni opresión ni miseria, sino popseridad y libertad. Sin tener nada que ver con Mises.
Y si miras los suspiros de los lactantes en los países occientales desarrollados, no les verás añorar ni libertad ni prosperidad. Será que no lo echan en falta. O sea, que les suena a chino tu saludo matutino.
Ojo, todo esto no quiere decir que no tengas razón. Ni lo contrario. Pero sí permite hacer apuestas con alguna confianza.
No, la tesis es otra: sin el intervencionismo socializador hijo de las ideas comunistas, disfrutaríamos de más prosperidad y de más libertad todos. La explicación la da Mises, pero no basta. Y por eso recurro varias veces a la demostración empírica y recuerdo los países en los que se intentó la utopía socialista al 100% que terminaron en desastre al 100%.
Es posible alcanzar un cierto grado de prosperidad o de libertad bajo un sistema que aplique medidas socialistas? Sí, eso también lo vemos. Se deben ese grado de prosperidad y libertad a esas medidas socialistas?: no, eso sólo se debe a la inciativa y la capacidad creativa de las personas, a pesar de las medidas socialistas.
«Y por eso recurro varias veces a la demostración empírica y recuerdo los países en los que se intentó la utopía socialista al 100% que terminaron en desastre al 100%».
Evidentemente, eso solo demuestra que el 100% no es suficiente: debe intentarse al 200%. Y si falla al 300%…. y así sucesivamente hasta la victoria final. No olvides que la URSS cayó por no ser suficientemente comunista, lo cual demuestra empíricamente lo anterior. 😉
Sí, algo de eso hay 😀
– no, eso sólo se debe a la inciativa y la capacidad creativa de las personas, a pesar de las medidas socialistas.
Eso lo dices tú, con tu modelo; pero no lo dice la realidad.
Efectivamente, los medicamentos, los quirófanos, las bombillas, los motores de combustión y la células fotoeléctricas son todos inventos del «socialismo». Y si no lo son, hubieran sido imposibles sin la intervención «benefactora» del estado.