Los responsables de los diseños sociales para la «España del futuro» están tan ocupados con su labor terapéutica de redención y protección a cualquier precio de las minorías que no sólo están logrando borrar de estas todo rasgo de dignidad y autoestima, sino que además convierten, vía «leyes anti-odio», cualquier opinión fuera del mainstream en delito. La intención, no lo dudo, sea tal vez buena, pero los resultados están siendo desastrosos.
Atender las necesidades médicas y sociales de transsexuales, vigilar que no se discrimine a nadie por su condición sexual (que se cumpla lo dispuesto en la Constitución), INCLUIR a todos con quienes compartimos espacio social es una labor de TODOS nosotros. No veo ningún argumento ético, biológico o social que me demuestre alguna excepcionalidad excluyente de las personas que no comparten mi forma de entender su sexualidad. Ninguno. Su categorización, a manos de políticas irresponsables de «discriminación positiva», no solo NO ha contribuído a subrayar la normalización de lo que de por sí es normal, sino que ha logrado victimizar aún más si cabe a un sector, pequeño – pero el tamaño no importa-, de la población. El Otro-Sexual ya no lo es únicamente en su ámbito personal, ha permitido que le coloquen en un cajón de sastre, convirtiéndole en miembro anónimo de un «colectivo» a proteger de las iras y los odios de los «otros», sean estos quienes sean. ¿Resultado? Más atomización social en lugar de la INTEGRACIÓN deseable.
Y llegados a este punto aparecen las opiniones encontradas. Unos hablan de dictadura LGTB, otros de opresión heteropatriarcal. Y movilizan a sus respectivos comodines políticos para, «neoley» en mano, tapar la boca del «enemigo». Una vez en manos de los diseñadores sociales y las neoleyes, todos, sin excepción, perdemos uno de esos bienes irrenunciables que compartimos sin distinción de sexo: la libertad de expresión. Y eso de la libertad de expresión, ¿Qué es? Se lo cuento en negativo:
La libertad de expresión no significa que debamos prestar atención a todo lo que se dice. La desmelenada activista de Femen que sube a una tarima con las bragas ensangrentadas al grito de “libertad para los toros” está en su perfecto derecho de hacerlo tal y como lo hace. La única consecuencia “normal” de tal aparición sería el gesto de desagrado al ver una persona atentar contra lo que hemos aprendido que es higiénico y pudoroso, o la indiferencia más absoluta, o el apoyo incondicional a su proclama. En cualquier caso, lo políticamente correcto no debería obligarnos a hacer de ello una “noticia”…. y sin embargo lo hace. Se llama “cuota de opinión” o “pluraridad autoimpuesta”.
La libertad de expresión no significa que no podamos criticar ninguna opinión. Opiniones las hay para todos los gustos porque no existe órgano de gobierno que nos impida pensar a cada uno de nosotros como nos sale de la neurona. No niego que no se intente desde el estatismo la domesticación neuronal del pueblo, pero les aseguro que aún no lo han conseguido. Ello significa que no sólo podemos criticar opiniones, debemos hacerlo si creemos que queremos. Y nada ni nadie puede impedírnoslo, excepto mediante el uso de violencia. Sí, también somos libres para ser imbéciles, y para manifestar nuestra imbecilidad, tal y como hago yo ahora -pensará alguno-.
La libertad de expresión no significa que lo expresado no deba nunca tener consecuencias negativas. El otro día Manolo Millón quería escribir un artículo defendiendo la importancia del estado en las relaciones interpersonales. Le dije que si lo publicaba le echaría de Desde el exilio. Me respondió que soy un criminal que no respeta la libertad de expresión. Pues no. No soy un criminal y respeto hasta el extremo su opinión, pero le digo que no en mi casa, que opine lo mismo en otro sitio. En…. una asamblea de Podemos, por ejemplo. Si no me hubiese avisado y hubiese publicado el texto, le habría expulsado del blog. Es una consecuencia negativa legítima: en mi ámbito de propiedad no se defiende al estatismo. Pero no debemos confundirnos, una cosa es la esfera de lo privado, otra la de lo público: ¡Ojo!: no es lo mismo castigar una opinión que atenta contra una persona (difamación demostrable), que crear leyes para limitar las opiniones que pueden ser vertidas sobre lo que sea.
La libertad de expresión no significa que las opiniones “buenas” tengan que ganar o ser mayoritarias. Tan libre es en su libertad de expresión el que dice que «los niños tienen pene, las niñas vulva», como el que dice «algunos niños quieren tener vulva, algunas niñas pene». En ambos casos se manifiesta una verdad verificable. y ello independientemente de que luego situemos la primera afirmación en el ámbito de la otro-fobia y la segunda en el de la opresión LGTB. Piensen que ambas «valoraciones» son esencialmente subjetivas, al contrario que el contenido estricto de las frases. Las opiniones particulares dejan de ser vistas como una oportunidad para poner a prueba los propios argumentos y fortalecerlos, pasan a convertirse en una razón para excluir a «los otros» o para exigir una disculpa.
La gente tiene ideas, creencias, y las expresa. Y en eso consiste la libertad de expresión: en que ninguna ley puede limitar a nadie a la hora de expresar lo que piensa. Nos guste, o no nos guste lo expresado. ¿Hay excepciones? Sí. La palabra también puede ser una agresión. Pero entramos en un terreno resbaladizo: usted, ¿cuándo se siente agredido? ¿Cuando alguien opina diferente? ¿Cuando alguien opina que usted es un ladrón mentiroso?
A mí, por defender las ideas de libertad y responsabilidad individual me llaman frecuentemente fascista. Y, consciente de que no lo soy, me siento muy ofendido. ¿Debo movilizar a mi lobby para que hagan una ley prohibiendo a la gente llamarme fascista?
Se me había pasado esta entrada. Poco que añadir a lo que se ha dicho. El asunto de la libertas de expresión es muy escurridizo, así que de modo general, diré que prefiero pecar de exceso que de defecto. El insulto y el acoso, en general, prefiero que sólo reciba el rechazo social, no legal, porque la Historia está llena de abusos globales (la ley es para todos) basados en la ideología dominante, que una y otra vez, el tiempo demuestra que está llena de errores e injusticias. (Como ejemplo, la criminalización actual del varón, honrados en su inmensa mayoría con la mujer, que sufrimos todos.)
Sobre la libertad de defender cualquier idea (incluso aberraciones como el fascismo y el comunismo), para mí ha de ser total. Las ideas se combaten con las ideas. Y si alguno se emperra, pues es su problema. Sólo el acto material debe ser penado. (Es decir, que la manipulación mental también entraría para mí dentro de lo no legislable. Ya sé que esto, hoy escandaliza a muchos, pero no seamos hipócritas, es lo que se hace con el niño desde la cuna y la escuela, así que el que otros metan la cuchara, en realidad, sólo aumenta el campo de elecciones del individuo, ¿o es que sólo padres, profesores y políticos tienen derecho a manipular?)
Pero todo lo anterior es la teoría. En la práctica, si yo veo un manipulador, o un acosador, o alguien que insulta, intervengo con mi propia capacidad manipuladora, avergonzando a la parte activa y actuando sobre la parte acosada porque quizás, tenga algún defecto que atraiga el ataque contrario y convendría estudiarlo. O, no lo hay, y el acosador es un mezquino (hay que hacérselo notar), o el motivo existe plenamente porque la supuesta víctima es un imbécil de cuidado que necesita un toque, porque de todo hay. Y los casos son tan abundantes y complejos que sólo el sentido común de las personas cercanas puede ver, sobre el terreno, la solución más adecuada. O sea, que al final, cuantas menos leyes mejor en este aspecto. Y además, muchas personas se crecen y se fortalecen con el acoso (también al revés), por lo que en ocasiones (yo diría siempre que la víctima pueda resolverlo sola), lo mejor sería no intervenir.
Pero hay al menos una regla que siempre funciona, y es no despreciar a ninguna parte ni siquiera en el caso de que sea despreciable. Cuando humillas a una persona puedes estar seguro de que se te enrocará para siempre. Al que actúa mal, hay que tirarle de la lengua hasta que tropiece con su propio vacío racional, porque castigar no es humillar. Ésto sólo es venganza. Por eso suelo decir que hay que dejar muy claro que se combaten ideas, no personas, desde el primer momento de cualquier discusión (es difícil, ya lo sé, porque muchos, lo único que tienen como argumento es su «derecho» a que se respeten sus ideas). Sin otra intención, y en apoyo de esto debo decir que con ese librillo me ha ido impecablemente en 30 años de enseñanza secundaria en que fui muy duro con los defectos de mis alumnos sin faltarles jamás al respeto. Y siempre con cariño, que es el mejor lubricante para asumir errores. Ellos me pagaron con la misma moneda. Por eso lo pasamos muy bien. Y los he tenido de todos los colores.
Un comentario al respecto del acoso escolar: siempre que escucho los casos de acoso escolar lo primero que pienso es si el acosado se lo habrá contado a sus padres o profesores, porque yo como padre no toleraría bajo ningún concepto que en el colegio se acosara con mi conocimiento a un hijo mío y supongo que el resto de lo padres actuará igual que yo.
Justo por eso sospecho que en esos casos, los chicos o niños acosados, por vergüenza o por lo que sea no les cuentan a sus padres ni profesores lo que les está ocurriendo, porque si lo han hecho y los padres o profesores no intervienen entonces es que son cómplices por pasiva de los acosadores.
Por ello, sin que exista confianza entre hijos y padres (y profesores) no hay nada que hacer al respecto por muchas campañas de sensibilización que haya porque abusones ha habido, hay y habrá, desgraciadamente siempre: entre niños, adolescentes y adultos, porque el ser humano es como es, como cualquier otra especie animal.
pd: mi padre fue profesor de colegio y poco antes de jubilarse, un mocetón repetidor de 15 años pendenciero reincidente, se le abalanzó para agredirle en clase (tras insultarlo gravemente), sin que mediara, obviamente, ningún tipo de humillación previa por parte de mi padre. Mi padre se defendió y no precisamente con la receta de JJI, de tirarle de la lengua, porque no tuvo más remedio para evitar que el niñato le sacudiera. Lo que siguió administrativamente a continuación fué lo más parecido a un linchamiento de mi padre por parte de las autoridades escolares. Si el indeseable ese se atrevía a comportarse así con un profesor, no hay que ser muy listo para imaginar lo que haría con sus compañeros de colegio más débiles.
Esta anécdota personal, que desgraciadamente no es ni mucho menos un hecho aislado, sirve para ilustrar que yo si soy partidario de castigar con toda severidad el abuso y el acoso, venga de donde venga.
La situación que comentas no es excepcional, PVL. Especialmente con agresiones a profesoras me he topado con situaciones que me avergonzaría explicar aquí, y que se despachaban de rositas para el alumno. He visto llorar, y abandonar, a buena gente que en un ambiente de respeto podrían haber desarrollado muy bien su función.
Por mi parte, en realidad nunca he dejado pasar un caso del que haya sido testigo. Tampoco nunca he sido agredido (quizás también porque era muy fuerte y desde luego, como tu padre, me habría defendido sin complejos pero con proporción, me costara después lo que me costara), y he sido un profesor sin duda severo (y cordial, que no es incompatible, casi siempre), pero mi caso no es significativo. (Además yo siempre he jugado con ventaja puesto que no necesitaba ese trabajo, y siempre me permití decir lo que pensaba -con respeto pero crudo- tanto a inspectores, profesores como a alumnos, o si no, me iba.)
El problema de la Enseñanza -me parece- es debido a un tratamiento continuado de irresponsabilidad sobre la mente del alumno. Cuando de una acción no se siguen consecuencias en acuerdo a su valor (simplificando: ni los buenos son recompensados ni los malos castigados, o peor aún, el mérito aparcado y el demérito objeto de protagonismo impune), los chicos pierden el sentido de la realidad. De eso no tienen la culpa. Muchas veces comenté entre compañeros -sin ningún éxito- que fijadas unas exigencias, bastaría con aprobar solamente a quienes las superasen para arreglar el Sistema Educativo. Ni un solo aprobado «comprensivo» para quien no supere esos niveles (actualmente ridículos, por otra parte). Tampoco se juegan tanto, ¿repetir uno o dos cursos? Pues ahora pierden años en un mundo de Babia. Por no decir que todos pierden infinitas posibilidades. Quizás ahí habría que buscar los problemas de la mayoría de nuestra juventud (esa que siempre tiene la mano tendida esperando que les solucionen la vida en lugar de inventarla ellos mismos).
De todas formas, nunca he ido con los tiempos «pedagógicos», sino más bien por libre, pero la respuesta de mis alumnos me permitía verificar que no iba por mal camino (y me permitía que mis jefes me dejaran en paz). Estaban tan hartos de que se les consientan todo, que hasta apreciaban la disciplina y sus efectos. -¿Para qué queréis un profesor desautorizado? Solía ser una de mis primeras preguntas.
Bueno, todo esto venía, que al final se me ha olvidado (deformación profesional), que a tirar de la lengua hay que empezar mucho antes de que haya el menor conato de violencia física. Yo diría que desde los primeros careos, que siempre se dan.
Completamente de acuerdo JJI. Simplemente recalcar el hecho que esta explícito en tu comentario de que desgraciadamente la mayoría de profesores seguro que no son físicamente tan fuertes como tú, y que sin desmerecer tus dotes pedagógicas que estoy seguro que tenias de sobra (a raíz de los comentarios que te llevo leyendo), sin el requisito de la fuerza, es tremendamente difícil hacerse respetar por ciertos alumnos. Y lo anterior es extensivo a todos los órdenes de la vida: los abusones lo único que respetan en última instancia es la fuerza superior a la suya o el temor de que sus abusos serán castigados proporcionalmente y sin vacilaciones, que es justo lo hoy en día no sucede, ni en la escuela ni en la sociedad en su conjunto.
De acuerdo en la mayor. Desde luego que el profesorado está desautorizado y burocratizado (y eso perjudica sobre todo al alumno, y en consecuencia al país). ¿Un país puede funcionar con profesionales desautorizados? Pues sólo hasta el desastre. Lo que pasa es que la corriente de los tiempos arrastra las peculiaridades (como por ejemplo el liberalismo), como hojas al viento. Y los tiempos hoy van con el colectivismo. Principio de fe: lo público es mejor que lo privado (¿por qué?).
Lo más que pueden hacer las minorías es empujar para, a la larga, esperar cambiar el rumbo del barco. Este blog es un ejemplo.
Respecto a la fuerza, hay muchos tipos de fuerza. He conocido profesoras que llevaban a sus alumnos en un puño, y ninguna de ellas podía escudarse en su fuerza física. Siempre tuve curiosidad por observar a los profesores de éxito. Su denominador común era un gran dominio de su materia y un respeto por las clases: puntualidad y contenido, básicamente. Pero los de auténtico éxito tenían una virtud más: una sonrisa casi permanente.
También observaba lo contrario. El denominador común de un profesor fracasado era siempre el interiorizar los ataques como algo personal hasta que finalmente así era. No se daban cuenta de que los alumnos siempre lo intentan con cualquier profesor. Es como el juego de los cachorros para establecer su jerarquía. Si el alumnado «huele» que te hacen mella, ya no sueltan presa. Es la misma psicología del niño acosado habitual (porque todos sufren acoso en uno u otro momento por la misma necesidad de establecer su jerarquía y sus relaciones). Ese profesor o ese niño acosados, tienen siempre un intenso trabajo interior que realizar. No hay que permitir que lo olviden aunque se los proteja si es absoutamente necesario (y sólo entonces está justificado).
Durante años cometí el error de pensar que los profesores que no eran capaces de volar por encima de los ataques de sus alumnos no deberían ser profesores, hasta que recordé que yo mismo había tenido excelentes profesores, humanamente inseguros, que lo hicieron muy bien porque trabajaban en un ambiente de máximo respeto. Luego comprendí que lamentablemente, el profesor figura también fracasa extrepitosamente en medio de un entorno de absoluta falta de respeto por el profesorado (desde sus jefes en primer lugar), porque la herencia y la corriente lo arrastran. La Enseñanza es un trabajo de equipo y por muchos años. Un alumno me lo dejó meridiano: -Usted, profe, sólo es una anécdota.
El problema global de esta sociedad colectivizada (desresponsabilizada) es que ya no se respeta a sí misma.
Muy cierto lo que comentas.
Coincide al milímetro con comentarios que mi padre me ha hecho, sobre su admiración y curiosidad por una compañera docente, que sin ser ningún portento físico, era capaz mediante su personalidad y talento, en controlar adecuadamente sus clases.
Sin embargo esa profesora (como las de tus comentarios) son la excepción, que muchas veces, utilizan los dirigentes educativos, para justificar hipocrítamente sus estúpidas directrices pedagógicas: «Si fulanita puede controlar su clase, tú también debes poder, y si no lo haces, entonces no es culpa de los pobres niños, sino culpa tuya».
Lo cierto es que el sistema educativo que han ayudado a implantar, basado en la falacia de la igualdad obligatoria y de que los alumnos no son responsables de sus actos, es un sistema manifiestamente ineficaz, desde cualquier punto de vista: tanto académica como socialmente.
Pero, eso sí, consigue que TODOS lleguen a los 16 con su primaria aprobada, incluídos los que, porque no les ha salido de los cataplines, apenas saben leer o multiplicar, y además se han pasado 4 años puteando a profesores y compañeros más débiles, con la complicidad pasiva de las autoridades educativas, que se caracterizan, porque rápidamente se dieron cuenta de que se vive mejor de inspector o director que de profesor, precisamente porque no tienes que lidiar a diario con esos angelitos.
Sólo dos apunte PVL. El primero es para negar que un inspector viva mejor que un profesor. Siempre me hizo irónica gracia el contrasentido de que el «triunfo» en un trabajo consista precisamente en dejar de ejercerlo. Pero eso es lo que hace un profesor que deja sus funciones para ejercer las de inspector (vigilante de lo que hacen los demás). Un trabajo siempre burocrático. Y servil e indigno en los sistemas sin libertad. El trabajo de profesor, es sin duda uno de los más gratificantes que se puedan ejercer, pero claro, sólo cuando lo eres de verdad (o no tanto). Desde luego, siempre lo será más que cualquier trabajo técnico o administrativo. El contacto humano con jóvenes es sin duda vitalizante (también aniquilador, si se lleva mal, es cierto, pero eso no es lo normal).
El segundo, con tu permiso, es que se te nota cierta inquina contra esos gamberros etc., etc. Será todo lo cierto que quieras, que no lo niego sino que lo sé, pero si piensas que ellos son las primeras víctimas de la educación que han recibido, los empezarás a mirar de otra manera. Y en cuanto empieces a hacerlo, ellos también cambiarán su mirada. En el fondo están todos acojonados.
Genial articulo, es refrescante ver que hay gente que no esta sometida al pensamiento único que invade Europa y especialmente España en estos últimos lustros.
No es lo mismo manifestar «los tienes tienen pene, las niñas tienen vulva», cosa que es una obviedad, y nadie hace una campaña como los HO para expresar obviedades; que decir, «algunos niños quieren tener vulva, algunas niñas quieren tener pene», porque esto último hay personas que no lo aceptan, porque no están respetando la libertad de esas personas que sí lo quieren hacer. La campaña de HO tiene un trasfondo, y nadie se le escapa cual es, y es limitar la libertad de los niños que estén en un proceso en el que no está acompasado su sexo biológico, con su sentir; y que se pueda informar de ello en un colegio y volvamos al tabú y la represión.
A mi en el colegio y en el instituto muchos niños y jóvenes me estuvieron llamando «maricón», y me lo hicieron llegar ejerciendo su «libertad de expresión». Supongo que a tenor del artículo, si algún profesor hubiese reprendido a estos manifestantes, les estaría limitando su libertad de expresión; porque al tratarse el terreno de los ofensas, éstas son muy subjetivas; y como todo el mundo sabe, cuando te llaman «maricón», lo hacen en un tono cariñoso y conciliador.
Pongo estos dos ejemplos, para bajar de la abstracción, a la realidad del mundo, con casos concretos donde quizás convenir que las cosas no son «completamente buenas», «completamente malas»; sino que tienen una gama de grises muy amplia, como para adoptar posturas radicales ante ellas; y que siempre hay que tener en cuenta el contexto donde se producen y la intencionalidad de trasfondo.
Gracias por su comentario.
Ignoro cuales son las intenciones de HO, tampoco me interesan. Como usted dice, loc que leemos en el bus famos es una obviedad. Y como digo yo en el texto, que «hay niños que desean tener vulva y niñas pene» es otra obviedad, y no hay nada que objetar. Lo que ya no me resulta tan sencillo de compartir es la judicalización preventiva de supuestas intenciones, incluso de las intenciones. Tras la famosa frase «vamos a levantar este país» los politicos de todo color han escondido siempre la intención de aumentar la presión fiscal, algo que, en mi modo de entender la vida, es un crimen. Debo pretender que se prohíba a los políticos decir lo de «vamos a levantar este país»? No. Tengo la opción madura de votarles o no votales. Lo mismo ocurre con los mensajes citados. El problema radica en que los niños no son imbéciles, como muchos parecen pensar, pero tienen más dificultades que los adultos a la hora de tomar decisiones desde un criterio aún no formado. Precaución. En todos los sentidos. Libertad educativa, en el más amplio sentido del concepto.
En lo referido a si le llaman «maricón», ya le contaba yo en el texto lo que opino ante los que me llaman «fascista». Me ofenden? Claro! Debo taparles la boca? No. Es su problema de ellos, no el mío.
Los grises existen, ciertamente, pero en este caso hablamos de ofender, y la ofensa no puede ser delito. Imagínese que hacemos leyes para evitar todo aquello que nos ofende! Absurdo. Yo eliminaría todas esas absurdas leyes, empezando por la de la «ofensa a los sentimientos religiosos», por ejemplo.
«Ignoro cuales son las intenciones de HO, tampoco me interesan»…para mí es esencial conocerlas, porque eso permite situarnos. Y no, no es tan obvio decir «algunos niños quieren tener vulva, algunas niñas quieren tener pene», no se puede comparar.
Vuelvo al ejemplo, si a un niño en un colegio se le llama «maricón», en un tono agresivo, con la intención de ridiculizarlo, ¿usted intervendría o asumiría la libertad de expresión de los increpantes?…para situarnos en el caso concreto, y no volver a la abstracción
Puede que me equivoque pero creo que los insultos son tratados judicialmente como ofensas, por lo que en principio, con las debidas pruebas, alguien que le insulte públicamente puede ser condenado de acuerdo a las leyes vigentes.
No obstante, el insulto u ofensa verbal, es algo tan cotidiano en nuestra sociedad que su judicialización, por sistema, prácticamente es inviable: basta pensar en los insultos que reciben los árbitros de fútbol de miles de «honrados» (pero muy maleducados) padres (madres e hijos) de familia, para darse cuenta de ello.
Entonces ¿tienen derecho los espectadores a mentar a la madre del árbitro impunemente? En absoluto. ¿Debería judicializarse el asunto? Dudo mucho que sea posible educar a la gente mediante procesos judiciales.
Ahora bien, en el caso, del autobús que comenta, es claro que no existe insulto en absoluto.
Usted sobreentiende y seguramente con toda la razón, que el mensaje subliminal de los de HO, es que la homosexualidad y su apología es rechazable. Pero insisto en que esa opinión, que personalmente no comparto, no es un insulto, en absoluto.
Cosa y caso completamente distinto es el tema del acoso escolar que usted cita, en el que el insulto de «maricón» solo es una parte más del conjunto de acciones constituyentes del acoso, como intimidaciones, agresiones etc, etc y que en mi opinión si que deben ser castigadas, independientemente, de que el que las sufra lo sea por ser homosexual, gordo, con gafas, empollón (que casi es un insulto también) o simplemente distinto y más débil que el grupo acosador, que es la característica común a todos los comportamientos de acoso, ya sean escolares, deportivos (el caso de los pobre arbitros mencionados), universitarios, militares, etc, etc.
En resumen: coincido con Luis en que las ofensas-insultos no deben judicializarse como regla general, mientras que el acoso si. Y lo del autobús no es acoso en absoluto, por mucho que a usted le ofenda personalmente.
Gracias por la respuesta.
No digo que el autobús sea un «insulto», lo que he pretendido manifestar es que no se hace una campaña para propagar obviedades, sino que existe una clara intencionalidad; y que lo que se puede juzgar, no es el mensaje en sí, que es con lo que toda esta gente una y otra vez están justificándose. Es decir, no es un tema de insultos.
Mi caso concreto, sí que lo he enmarcado en el caso de los insultos, porque alguien puede argumentar que llamar «maricón», no tiene porqué considerarse tal, pero si entramos en la intención y el contexto las cosas se vuelven a revaluar.
Gracias a usted por exponer razonadamente sus puntos de vista.
Coincido con usted en que más allá de lo obvio, las intenciones ajenas también forman parte de lo que las personas tenemos en consideración a la hora de juzgar los comportamientos ajenos, Tanto es así que, vuelvo a repetir, si no me equivoco y que me corrijan los juristas, hasta las leyes en ciertos casos también tienen en cuenta la intenciones más allá de los hechos objetivos (todo eso de la premeditación, alevosía, ánimo de injuria etc, etc).
En el caso del autobús, por seguir con el ejemplo, si el mensaje subliminal (las intenciones que usted cita) fuera: «los homosexuales deben ser exterminados» (por cierto como proclama nada subliminalmente cierto credo religioso, que no es el de HO) estaría completamente de acuerdo en que los autores deben ser perseguidos judicialmente, con independencia de que el mensaje «objetivo» no fuera textualmente ese.
Pero supongo que estaremos de acuerdo en que no es el caso, y que los de HO, a lo más que llegan es a » muy subliminalmente» mostrar su rechazo a la homosexualidad, lo cual, espero que también estaremos de acuerdo en que no es un delito, por mucho que no lo compartamos.
Si a eso le sumamos la presteza de las autoridades para perseguir a los del autobus, frente a la tolerancia y propaganda que por parte de las mismas autoridades, por ejemplo ha recibido la gala Drag, donde se ofendía nada subliminalmente a los católicos, tenemos lo que considero el perfecto ejemplo de la doble vara de medir de la que hace gala la progresía dominante en cuanto a lo que se refiere a las ofensas y al derecho de libertad de expresión.
Si, estoy en completo acuerdo. Efectivamente, existe una doble vara de medir, dependiendo de donde provenga «la supuesta defensa». Existen manifestaciones por parte de los que se sienten ofendidísimos con toda la polémica de HO, que se apresuran ha hacer exactamente lo mismo en dirección contraria.
Exacto. Un placer haber conversado con usted.
Argumentaría con el niño (el «insultador») intentando que comprendiese cuatro cosas:
– nadie es quien para «taparle la boca» a otro.
– difundir falsedades sobre otros sí es un delito, y puede ser castigado por ello.
– la convivencia entre personas es más sencilla y fructífera si evitamos cualquier forma de agresión/opresión.
– si el insultado fuese realmente homosexual, mostrar al insultador que esa condición no hace del otro un diferente o un alguien peor/de menor valor.
Argumentaría con el insultado intentando que comprendiese cuatro cosas:
– nadie es quien para «taparle la boca» a otro.
– sentirse ofendido no es un problema, perder la autoestima sí lo es.
– buscar uno mismo el diálogo con el «agresor», si necesario con intermediarios, es siempre mejor solución que encargar a otro la solución de mi problema.
– somos libres para equivocarnos, incluso para decir estupideces, es el mejor camino para aprender.
Y a los dos les diría que la mala educación no está prohibida, pero nos aísla unos de otros, limitando nuestra capacidad de crecer y aprender.
Tal vez un trabajo conjunto de matemáticas o de geografía redondearía mi «intervención»
Si, estoy en lineas generales, el papel lo aguanta todo. El mundo real, los casos concretos son otra cosa, porque es mucho más complejo, y las cosas generan sufrimiento y consecuencias; y en muchas ocasiones sí que puede ser conveniente taparle la boca a alguien, porque lo que está diciendo, no es tanto la cosa en sí, sino las consecuencias que eso puede acarrear.
No sólo el papel. Obviamente no tengo experiencia personal en resolución de esos coflictos con niños en la escuela, pero sí la tengo en mi casa (hijos) y mi empresa. Mi experiencia de mediador con adultos que se comportan como adolescentes no ha sido en absoluto negativa, y siempre he aplicado los principios generales que uso en mi supuesta mediación escolar. En cuanto a los niños, los niños no son tontos.
En las relaciones interpersonales, la prudencia nos invita a considerar las posibles consecuencias negativas de las palabras. Ello no justifica, sin embargo, la adopción paternalista de leyes terapéuticas y preventivas en función de unas consecuencias que, si lo pensamos detenidamente, ignoramos a ciencia cierta. Leyes que nos obligan a todos a ser prudentes! Sí, se que hay varias. Las eliminaría todas. Excepciones? El uso de utensilios mortales, vehículos, por ejemplo.
Don Luis:
Lo del autobús ese, me parece de octava. Como me parecen de octava los anteriores autobuses que decían eso de que había niños con vulva y niñas con pene. Y nadie se metió con ellos.
A mí, la sacrosanta libertad de expresión me parece bien, con la condición de que no se me obligue a ver y a escuchar ordinarieces. Y menos aún, que se pretenda obligar a los niños a ello.
O sea, que : Todo lo que se quiera, incluso insultos a La Patria, y a La Bandera, pero en lugares predeterminados, y de fácil acceso para todo el que desee escucharlos : ¿ No hablaron alguna vez de habilitar La Peineta como manifestódromo ?. Y siempre dejando turno de réplica para quienes no estuvieran de acuerdo, o para quienes quisieran desmentir lo que se hubiera dicho, y demostrar su falsedad.
Y que se prohiban los cortes de La Castellana, o de Atocha, o la invasión de La Puerta del Sol, excepto cuando estuvieran autorizadas, y con duración y extensión tasados.
Así que, claramente, yo también merezco que se me llame fascista.
PS . Estuve buscando ayer aquí, aquél video con Baron Cohen, en el que defendía que las diferencias entre niños y niñas eran en un 50% genéticas, frente a los «sociólogos progres intransigentes» que pretendían que era sólo cuestión ambiental y de educación, pero no conseguí encontrarlo. Creo que lo había subido Germánico… ( ¡ Cada vez estoy más torpe ! ). Seguiré buscando a ver si lo consigo encontrar.
¡ Que los dioses le acompañen y le sonrían.
Estimada Viejecita. Comprendo tu punto de vista, pero no lo comparto. La selección entre lo que deseamos ver-leer-oir …, es cuestión del propio criterio, no del espacio en que se realizan esas manifestaciones.
Sí hay un espacio que debería ser sagrado y estar absolutamente libre de estupideces y tonterías: la escuela. Pero creo que esa batalla la tenemos perdida.
Feliz jornada, y feliz fin de semana!
Sin ninguna duda estamos, tanto ante uno de los derechos más importantes de las sociedades libres como quizás el que tiene límites más difusos: por ejemplo, afirmaciones que unos consideran apología del terrorismo (o del nazismo, etc, etc) otros lo consideran derecho inalienable a la libertad de expresión, (generalmente siempre y cuando, no sean ellos mismos los ofendidos).
En el intento de clarificar algo más los límites de la libertad de expresión, a menudo se recurre al argumento de que es lícito descalificar ideas pero no a las personas que las sostienen, lo cual como principio parece razonable pero que a efectos prácticos tampoco resuelve demasiado: «estás diciendo estupideces» no es muy distinto a «eres estúpido por decir esas cosas» y casi seguro que dependiendo de su grado de susceptibilidad, el aludido se sentirá igualmente ofendido por ambas.
En resumen, no me gustaría verme en el pellejo de un juez que tenga que juzgar sobre casos de extralimitación en el derecho a la libertad de expresión.
De acuerdo. Yo creo que el problema no es tanto la libertad de expresión (cada cual puede decir lo que le salga de la neurona) como la legislación entorno a la ofensa. Se puede «prohibir» la ofensa? Quién determina objetivamente el límite de algo tan enormemente subjetivo?
Porque no debemos confundir la ofensa con la calumnia o la difamación.
Efectivamente es como dices. En principio la calumnia o la difamación parecen conductas claramente no amparadas por la libertad de expresión, mientras que la ofensa es mucho más cuestionable. Quizás alguno de los juristas del foro puedan aportar algo más concreto de como se enfoca jurídicamente el asunto, al menos en teoría.