[themepacific_dropcap color=»red»] C[/themepacific_dropcap]uando pienso en Europa, pienso en una mezcla burbujeante de influencias exteriores seculares, coincidiendo éstas con las tradiciones propias, a menudo enfrentadas, pero siempre estimuladoras de progreso y crecimiento. Pienso en un continente cuyo rostro actual se ha formado gracias a las influencias de tantos y distintos individuos, que difícilmente podrían ser subyugados bajo un denominador común más allá de la coincidencia geográfica. No pienso en la comunidad de “Estados” o de “pueblos”. No confundo “Europa” con la Unión Europea, del mismo modo que no confundo “sociedad” con “estado”.
Me resulta curioso observar que la mayoría de quienes nos autoproclamamos liberales disponemos de un dictamen sobre el “proceso de integración europeo” aunque luego no podamos ponernos de acuerdo entre nosotros sobre cuál es el más adecuado. Las discusiones tras el famoso Brexit dan buena prueba de ello.
Por qué?
– Por una parte, desde el punto de vista de la libertad, es deseable el hecho de que un sector lo más grande posible de individuos, productos, servicios y capital puedan circular libremente y sin barreras nacionales (las cuatro libertades fundamentales de la Unión Europea).
– Sin embargo, estos principios deseables se enfrentan a los conceptos de solidaridad subvencionada, sumisión a un sistema de valores impuesto desde Bruselas y, de forma más generalizada, al cada vez mayor intervencionismo burocrático por parte de las instituciones comunitarias. Todo aquello que reprobamos del Estado-Nación nos lo encontramos de nuevo en la Unión Europea. Con el agravante de la manifiesta “des-democratización” de sus instituciones.
La idea de la construcción de una “potencia europea” como polo opuesto a los Estados Unidos choca también con los postulados de la mayoría de nosotros.
Yo creo que la verdadera integración europea tiene lugar independientemente de las construcciones políticas. Si se garantiza que hombres libres y creativos viajen más allá de las fronteras nacionales, comercien, se comuniquen, se desarrollen y encuentren sus oportunidades, tenemos en las manos una fórmula capaz de generar «Europa» mucho más efectiva de lo que una institución supranacional jamás podría pretender.
Mucho se ha escrito estos días sobre y entorno al referéndum británico y sus resultados. Los comentaristas en prensa y los políticos también, se pierden en elucubraciones partidistas / economicistas / costumbristas que sólo sirven (es lo que se pretende?) para desviar la atención de los europeos de la cuestión fundamental:
no se puede ser europeo sin libertad.