Angela Merkel ha sido la figura política europea más ha hecho por los refugiados. Lo ha hecho todo por un sentimiento tan humano como es el de pretender ayudar a quien huye de la guerra. En ello se ha jugado toda su carrera política, sin mirar los costes económicos, sociales y políticos. Quién le iba a decir que algunos de aquellos a quienes pretendía ayudar serían quienes más amenazarían su carrera política, y además de una forma tan repulsiva y vil.
Les pongo en situación. Hasta el 31 de diciembre de 2015, el problema de los refugiados provinientes del conflicto en Siria se limitaba a su número, los costes monetarios de alojamiento, la asistencia de sus necesidades médicas, la facilitación del aprendizaje para sus carencias idiomáticas y formativas, las manifestaciones de PEGIDA y sus «franquicias locales» y los incendios de refugios de acogida para emigrantes. Se tenía una expectativa de llegada de refugiados (de enero a agosto habían llegado casi 257.000 refugiados, según números de la Oficina para la Emigración y los Refugiados), Wolfgang Schäuble (Ministro de Finanzas alemán) hizo las cuentas correspondientes (que se podrían acoger a 500.000 refugiados al año), y Angela Merkel, sabiendo semanas antes que las cuentas salían, concluyó el 31 de agosto que «Wir schaffen das«. Lo lograremos. Seis semanas más tarde, la previsión fue la llegada de un millón y medio de refugiados a lo largo del año 2015.
Las noticias se van alternando en el transcurso de la segunda mitad del año. Llegada de refugiados, incendios de refugios, cierre de fronteras, refugiados ahogándose en el mar, críticas de la bávara CSU a la canciller, regiones reclamando más dinero…
13 de noviembre. Sale una encuesta que refleja el rechazo de los alemanes hacia la política de refugiados de Merkel. Un día duro. Angela Merkel cena y se pone a ver el fútbol, que para eso es muy futbolera. Partido amistoso entre Francia y Alemania. En París. Durante el partido suena repentinamente un enorme estruendo. Bataclan. Seguidores del Estado Islámico a 130 personas. Todos los movimientos islamófobos salen reforzados de Europa salen reforzados. También PEGIDA en Alemania. Pero son ciudadanos franceses de segunda y tercera generación. Nada que ver con los refugiados. Es un problema argumentalmente manejable en un debate público. Verdammte Scheiße… Wir schaffen das.
31 de diciembre. El 31 de diciembre de 2015, en la víspera de fin de año por la noche, sale Angela Merkel por televisión para un discurso de fin de año y urge a los alemanes a que vean a los refugiados como una oportunidad para el futuro. Seguramente, tras haber hecho este discurso, Merkel se habría reunido con su familia, habrían hecho una cena, se habría tomado una copa y se habría ido a dormir. Lo que jamás se esperaría fue lo que sucedió unas horas después.
Colonia. Aproximadamente un millar de personas borrachas habrían agredido a decenas de mujeres. No había demasiada información, ni sobre el tipo de agresiones, ni del número de víctimas. Y se omite hubiesen estado implicados refugiados. Pasan los días. Se habla de numerosos delitos, pero ya no de robos y de palizas, sino de agresiones sexuales y de varias violaciones por decenas. Crece la bola. En Hamburgo habría ocurrido algo similar. Las denuncias aumentan por centenares. También se amplía el número de ciudades. Berlín. Frankfurt. Bielefeld. Stuttgart. Zürich. Todo rodeado por una incompetencia policial escandalosa, no ya por no evitar las agresiones, sino por los escasos resultados a la hora de detener a alguno de los responsables habiendo centenares de ellos en un lugar concreto. El 10 de enero de 2016 Heiko Maas, Ministro de Justicia alemán, afirma que estos ataques estaban organizados; un día después Maas es desmentido por la propia policía de Colonia, afirmando que no han encontrado indicios al respecto. Aumentan las solicitudes de licencia de armas, el interés por los sprays de pimienta se dispara. Un dato importante puede ser la evolución de la venta de armas en febrero… No importa, se han instalado las ideas de que la opinión pública alemana tiene miedo y de que Merkel tiene la culpa. Alemania está enfurecida. Se siente traicionada. Y más que nadie, Merkel.
Merkel entiende tiene un problema a la derecha de su espacio electoral. Nadie ve a Angela Merkel «suficientemente conservadora». De ahí el giro a la limitación de libertades que está dando la gente a su alrededor. Thomas De Maizière, Ministro del Interior alemán, pretende mantener controles fronterizos indefinidamente. Joachim Gauck, presidente de la República, ha afirmado ayer mismo que imponer límites a la entrada de refugiados «no es no-ético«. Incluso se ha filtrado a la prensa que Merkel tiene un plan para expulsar por la vía rápida a refugiados de Marruecos y Argelia. ¿A qué viene ese discurso ahora? A Alternative für Deutschland (AfD). Este partido, de marcada tendencia nacionalista y simpatizante del movimiento islamófobo PEGIDA, ahora mismo es el tercero en las encuestas, obteniendo un 12,5% del respaldo en una encuesta publicada ayer. Se trataría de un trasvase de votos de la CDU a AfD. Además, sus todavía socios de Gobierno, el SPD, se están preparando para la guerra que se va a desatar en la derecha, y ya están diciendo que Merkel no es para nada conservadora y que los verdaderamente populistas son sus socios del CSU.
La victoria de Angela Merkel en las próximas elecciones dependerá única y exclusivamente de la gestión del problema de los refugiados. Los buenos resultados económicos, la recuperación de la antigua RDA, los excelentes datos de paro, la imagen exterior de Alemania, Grecia… todo eso ha caído en un quinto plano, si bien no hay que despreciarlo como colchón electoral. Las cantidades presupuestarias destinadas al aprendizaje del alemán, su integración en el mercado laboral, el registro de refugiados, si es capaz de expulsar rápidamente a aquellos refugiados que delincan, las relaciones con las administraciones regionales en la provisión de servicios, las manifestaciones contra los musulmanes, el control de la violencia… A esto se resume la agenda política alemana hasta las próximas elecciones.
Lo que bajo ningún concepto se debe hacer es dar por acabada a Angela Merkel. El último que se mofó de ella aún sigue en la cola del INEM.