Uno de los reproches más frecuentes que nos hacen los críticos del liberalismo es la imposibilidad de trasladar los ejemplos de países que han adoptado medidas liberales a la situación de España por razones de tamaño, superficie, población, cultura, historia, clima, orografía y otros varios.
Antes de nada, me gustaría explicar mi postura en este artículo concreto. La perspectiva que adoptaré (o al menos intentaré adoptar) es puramente utilitarista. La razón es sencilla: Si bien no soy en absoluto seguidor de esta postura, entiendo que el debate público está planteado en estos términos.
Comencemos por los datos de España.
Población: 46.464.000 habitantes.
Renta per cápita: 22.780 €, teniendo como extremos el País Vasco (29.683€) y Extremadura (15.752€)
Gasto público: 43,6% PIB en 2014
Superficie: 504.000 km2
Endeudamiento público: Más de un billón de euros, el 97,52% del PIB según datos de mayo de 2015.
Endeudamiento privado: Empresas, 948.000 millones de euros (2014). Familias, 740.000 millones de euros (2014)
Tasa de paro: 22,5%, con extremos en Navarra (12,6%) y Andalucía (31%) (EPA del II trimestre . La tasa de paro juvenil es del 51% en 2014.
Historia: Larga tradición autodestructiva. Numerosos conflictos en el siglo XIX. Guerra civil espantosa. Fuerte industrialización en regiones concretas, en relación con otras.
Cultura: Envidiosa, en especial con quienes emprenden y tienen éxito. Cultura hacia el fraude.
Clima: Mediterráneo. Llueve más en el Norte y menos en el Sur.
Recursos naturales: Pocos. Algo de petróleo, wolframio, carbón del caro y del malo…
Posición en el Index of Economic Freedom: 49. Personalmente, dicho índice tiene bastantes críticas (por ejemplo, se puede ser más libre pero dentro de la intervención existente hacerlo con peores resultados), pero son los datos de que disponemos.
Nivel de corrupción: 39.
Estos son los datos.
Si nos ponemos a comparar con otros países, sobre todo con los países clasificados como más libres del Index of Economic Freedom o de nuestro entorno (Singapur, Australia, Nueva Zelanda, Suiza, Dinamarca, Estados Unidos, Irlanda o Estonia, por poner alguns ejemplos), resulta que ninguno es comparable a nosotros. Por superficie, población, historia, cultura… por mil razones.
El caso es que los debates no se centran en problemas concretos y en las posibles soluciones, sino en un rechazo frontal a aplicar medidas, no ya liberales (que se da por descontado), sino de mera reforma, sin importar de qué se trate. Es indiferente que hablemos de plantear una libertad de mercados como en Hong Kong, las medidas para el desempleo de Singapur o la reforma educativa de Schröder en Alemania.
No se preocupen. Todas estas cuestiones son irrelevantes cuando se trata de economía. Este debate también se dio en su momento en el campo de la psicología, área que conozco «algo» mejor (no mucho, porque no es mi especialidad). Claro, como cada persona es distinta (una personalidad, una genética, una historia vital totalmente diferente para cada persona), no se pueden sacar generalizaciones, se puede concluir. Por suerte, a día de hoy los psicólogos científicos disponen herramientas metodológicas y estadísticas que nos permiten, con un grado suficiente de fiabilidad (que no validez), lograr descubrimientos que mejoran la vida de las personas. Y esto se da también en los estudios intrapersona, es decir, en aquellos que cuyo número de sujetos es 1. No permiten generalizaciones, pero sí permiten vislumbrar la posibilidad de aplicar esos métodos a otros sujetos (aunque no tengan la misma genética o experiencia vital).
Si como psicólogo tengo un paciente con un cuadro de depresión severa y anteriormente he tenido otro caso de depresión severa, aunque las personas sean totalmente distintas y estén en situaciones completamente distintas, si tengo un tipo de terapia que puede encajar para mejorar la calidad de vida del paciente y no se me ocurre nada mejor, lo que tengo que hacer es aplicar la terapia, si bien adaptada a sus circunstancias. Lo que es un crimen es que, ante problemas que son similares, no nos atrevamos a aplicar una terapia (o varias simultáneamente) por el hecho de que sean personas distintas en circunstancias distintas. No. Los mecanismos psicológicos de la depresión están bastante bien estudiados. Los mecanismos de condicionamiento clásico y operante, los refuerzos y castigos positivos y negativos también. Si se ha hecho bien el estudio clínico previo, no hay excusa.
Dejar a un paciente con problemas mentales sin terapia es abandonarlo a su suerte. Dejar al paciente «a su suerte» significa que, si es esquizofrénico, pueda llegar a matar a alguien; que si padece depresión, pueda suicidarse; que si sufre anorexia, pueda morir de inanición. Si nos ponemos «rigurosos» con la idea de no extender terapias por estudios de caso único y sólo aplicamos las mismas terapias para sujetos «idénticos», vamos a tener una tasa de mortalidad en estos pacientes más elevada.
Salvando las considerables diferencias entre la economía y la psicología, esto es aplicable a la economía. Al menos en dos cosas: En ambas áreas se requiere un diagnóstico previo de la situación y que la gente responde a incentivos económicos establecidos por la legalidad.
Ojo: El método científico que se usa en las ciencias naturales no vale para las ciencias sociales. Pero conviene saber qué variables son relevantes y cuales no. No son relevantes:
Número de habitantes: Si una medida es buena para dos millones de habitantes, por qué no puede serlo para 40 millones? Incluso dentro de un país con 46 millones de habitantes existen divisiones administrativas que, aplicadas a regiones, sí pueden funcionar (aquí entraríamos en una cuestión de reparto de competencias, pero no es más que una cuestión jurídica, no de posibilidad).
Clima: Salvo por catástrofes naturales o en el caso de la agricultura (donde ya existen seguros que permitirían cubrir las pérdidas ocasionadas por una mala cosecha), no es una variable relevante. Las condiciones para desarrollar una economía se pueden dar en cualquier parte, sea el clima más cálido o más frío. Suecia no tiene un clima más favorable que el español, y tiene una economía más desarrollada. O Alemania. O Irlanda.
Ubicación geográfica: Salvo lugares desérticos como el desierto del Sahara o cadenas montañosas como el Himalaya, la ubicación no juega un papel relevante. Ejemplos los tenemos en Corea del Sur o Japón, cuya ubicación en el globo terráqueo se situaba en mitad de la nada cuando desarrollaron sus economías. Por otro lado, incluso estando «en mitad de ninguna parte», el abaratamiento de los transportes ha supuesto la disminución, cuando no eliminación, de dicha barrera. Y si creen que la orografía juega un papel relevante más allá de lo extremo, piensen en Suiza.
Historia: No hay ningún motivo por el que la historia de un país sea un problema para su desarrollo económico para el futuro. El caso de Polonia es elocuente: salió de una dictadura comunista en 1990, y eso no supone una rémora para que puedan desarrollarse económicamente con tasas de paro sensiblemente inferiores a la española. En el caso español roza lo absurdo: una cosa es que la dictadura franquista fuera perjudicial en términos de desarrollo económico, o que estemos enamorados de nuestra tendencia cainita, y otra muy distinta que ello suponga un motivo para que la gente se relacione con absoluta normalidad. España no es Yugoslavia.
Cultura: Otra excusa. Todas las poblaciones tienen la necesidad de comer, y por ello de trabajar. Por mucho que nuestra cultura mire mal al emprendedor y a la persona de éxito, basta con que tenga libertad suficiente para que desarrolle sus proyectos como considere conveniente. Tampoco valen los complejos de «es que los españoles no somos buenos en industria, ni aprendemos idiomas». La fábrica más eficiente de Volkswagen en España está en Martorell gracias al excelente trabajo del Departamento de Recursos Humanos y a que los sindicatos les dio por usar dos dedos de frente. Lo de los idiomas tampoco vale: Yo mismo, español cabestro genéticamente puro, puedo hablar con fluidez en inglés y alemán. El inglés empecé a usarlo a los 20, y de alemán no tenía ni idea hasta los 30. Es decir, genéticamente no somos intelectualmente inferiores (o superiores) a nadie. Eso sí, hay que sentar el trasero y trabajar. Y nuestra forma de ser en relación con el trabajo no es ni mejor ni peor. Es distinta. No somos vagos: de acuerdo con las estadísticas europeas, somos el país que más horas pasa en el trabajo, al punto de que se ríen de nosotros. Lo que no somos es «productivos» durante dichas horas. Algo perfectamente corregible.
Volviendo al caso español es muy importante diferenciar «drama» de «problema». Drama, son los 5 millones de parados, el desempleo juvenil, la cronificación. Drama es la falta de expectativas de los jóvenes. Drama son las familias con problemas severos para llegar a fin de mes. Drama son los negocios arruinados. Estos son los dramas, no los problemas. Los problemas, al menos en términos políticos, económicos y legales, son las causas de los dramas. Y cuáles son las causas? Bajo mi punto de vista de mero aficionado son el gasto público, que ha llevado al país a unos niveles de deuda insostenibles, el endeudamiento privado, y una espantosa legislación que ha fallado en, al menos, las siguientes áreas:
- Mercado laboral. Hiperregulado, y para mal. Despido barato para jóvenes, y veteranos sobreprotegidos. Más de 40 tipos de contrato.
- Mercado energético. Completamente intervenido en todas las fuentes de energía (no me refiero a las medidas de seguridad, sino en regulación de precios) y subvencionado.
- Sistema educativo. 51% de paro juvenil. Quienes emigran tienen problemas a la hora de hablar el idioma del país de destino.
- Sistema bancario. Las Cajas de Ahorro, entidades controladas por las Comunidades Autónomas, fueron las principales responsables de rebajar artificial del dinero. Dinero impreso con bastante alegría por el Banco Central Europeo.
- Seguridad jurídica. No sabría si cuestionarla por la falta de independencia del poder judicial en órganos fundamentales como el Tribunal Constitucional o por las ayudas legales del Estado retiradas de golpe y porrazo a las empresas de energía solar.
Qué no es un problema? El modelo económico. El modelo económico es el conjunto de relaciones económicas que se dan entre todos los agentes que forman parte de un territorio (por ejemplo, España). Dicho modelo viene dado, por un lado, por las interacciones de los ciudadanos, y por otro por los incentivos, trabas o ayudas que concede el Estado. En ese sentido, España, lejos de ser una nación económicamente libre, está siendo dirigido por todo el conjunto de Administraciones del Estado, lo cual incluye ayuntamientos, mancomunidades, cabildos, diputaciones, Comunidades Autónomas, la Administración General del Estado y, por si faltaba alguno, la Unión Europea (pido disculpas si me olvido de alguno).
Es necesario diferenciar dos cosas: Una cosa es es la relación de todos los agentes económicos entre sí, incluyendo al Estado, y otra muy distinta la diversificación de nuestra economía.
La diversificación de la economía no es el problema. La innovación tecnológica se puede dar en cualquier ámbito económico. Hablemos de ganadería, agricultura, minería, fabricación de coches, de placas solares, de botellas de cristal, de restaurantes, servicios financieros o de hoteles (y toda mejora tiene un precio, y por lo tanto un posible beneficio). Lo que importa es que la gente disponga de la suficiente libertad para que, con la creatividad empresarial de que dispone (que es algo inherente a todo ser humano), pueda encontrar las mejores soluciones a sus problemas. Resulta cómico escuchar que un país orientado al turismo no pueda innovar cuando, primero, tengamos a algunos de los mejores cocineros de vanguardia del mundo, y segundo, no podamos innovar y mejorar la enseñanza de idiomas (algo con lo que miles de camareros, recepcionistas y comerciales estarían encantados). Asímismo, tampoco juega el espacio disponible un papel relevante para la creación de un tejido industrial. Con 504.000 kilómetros cuadrados, no parece que ese sea un problema insalvable. Y la ubicación de ciudades como Ceuta, Melilla o Cádiz (con pocas posibilidades de crecer por falta de suelo) es la excepción, no la regla. Es decir, hay posibilidades de todo tipo para hacer casi lo que se quiera (salvo poner una estación de esquí en Sevilla o una playa en Huesca).
Así pues, lo que nos queda son las relaciones entre los ciudadanos, las empresas y el Estado. Dicha relación se da en el marco que establecen las diferentes normas estatales vigentes y de obligado cumplimiento para todos los ciudadanos, independientemente de su situación económica o personal, o de que vean una solución a sus problemas que el Estado les prohibe aplicar. La sobreinversión anterior a la crisis económica en sectores como la construcción o las energías renovables se debe, al margen de fallos en los cálculos de los empresarios (que se da en cualquier área), a los beneficios fiscales, ayudas y subvenciones que otorgaba el Estado para su desarrollo y a la expansión crediticia. Habida cuenta de que tener una economía diversificada es algo sano para una sociedad, parece obvio que el papel del Estado debería limitarse al de regulador imparcial. Tampoco es un argumento suficiente el hecho de que existan países que sí se decidan a apoyar sus industrias: primero, porque supone que nosotros podemos tener esos productos más baratos; y segundo porque los empresarios pueden (y deben) adaptarse a dichas circunstancias, bien ofreciendo productos mejores, más baratos o distintos, bien centrándose en otros ámbitos de la economía. Si algo ha demostrado en España haber fracasado es la política de ayudar a sectores económicos concretos frente a otros sectores y a los ciudadanos.
Entre otros muchos, España tiene un problema de información de la que disponen los agentes económicos y de incentivos. De trabas legales. De estar pensando más en las consecuencias de tomar una medida empresarial duda por los costes legales que por la viabilidad de sus empresas en sí misma. La pregunta que debemos hacernos es: Por qué no podemos extrapolar y aplicar aquellas legislaciones exitosas a la hora de simplificar el alcance de la información a todos los agentes económicos? Porque tienen una superficie pequeña? No supone una traba para ello. Por su número de habitantes? Tampoco. La economía ya está en buena medida globalizada. Por su ubicación? Con el abaratamiento de los transportes no es un problema tan significativo. Por su historia o su cultura? Estamos hablando de incentivos económicos, y dichos incentivos no dependen de la credibilidad de la gente, sino de la voluntad del legislador.
Te puede dar toda la vergüenza ajena que quieras, Drizzt, pero el hecho objetivo es que el español medio quiere eso. No pagar nada y trincar todo lo que pueda. Eso se llama unicornio, pero no le puedes reprochar eso porque entonces te llama «fascista». And so on. Trincar de un privilegio del BOE no es más que una evolución de la primera variante. Lo grave, bajo mi punto de vista, es que todos los mortales que quieran vivir con relativa normalidad se verán condenados a lidiar con una espantosa burocracia y con un montón de leyes e impuestos que te asfixian. Si al menos lo simplificaran todo…
Interesante tu visión Manolo, pero me gustaría comentar dos puntos contigo
El primero es la tendencia al fraude en España. Pero es una tendencia, curiosa: Mientras los mismos que hacen todo tipo de trucos para no pagar impuestos, exigen que el Estado les de más servicios. A mi me eso me da vergüenza ajena.
Otro problema que veo en España es que hay mucho listo, empresario y trabajador, que quiere prosperar a la sombra legislativa y presupuestaria del Estado. Y de este Capitalismo de BOE se suele hablar poco. Va desde las grandes empresas constructoras que si hay beneficios, «pa mi», pero pérdidas por fallos de planificación «pa el Estado. Gente que pide que se establezca sueldos y precios públicos, q se contrate en el sector público, etc.