Si tuviera que elegir, entre todas las posibles, cuál es la máxima de la propaganda antiliberal que más daño ha causado en las mentes occidentales, sin duda me quedo con la de que «todos los humanos son iguales». Es absolutamente falso. Los humanos no somos iguales, ni siquiera ante la ley(desgraciadamente). Incluso entendiéndola como un ideal a perseguir, la igualdad es terrorífica. Nadie quiere ser igual, todos luchamos por alcanzar y experimentar nuestra individualidad. Todos intentamos mostrar los aspectos particulares de nuestra personalidad, nuestras capacidades, nuestros gustos o nuestro peinado, lo que no siempre resulta deseable.
Sólo somos iguales en la masa, como fans de una banda de rock, wagnerianos o amantes del Hip-Hopp, diluyendo nuestra individualidad. El amante de Wagner habla: los hiphopper son imbéciles. En principio correcto, pues el wagneriano es muy libre de clasificar a quien quiera como quiera. Por otro lado, el wagneriano es un adaptado, en busca del aplauso de sus iguales con semejantes afirmaciones. Esto lo convierte en, cuando menos, igual de imbécil que el hiphopper, quien siempre podrá responder con un: los wagnerianos también son imbéciles. Y además ignorantes de su propio cuerpo. Han visto alguna vez a un wagneriano bailar breakdance? Todos son gordos homosexuales, con lo que ya tenemos otros dos grupos de «iguales» en el parquet.
Afirmar que los que van en silla de ruedas son tontos podría parecer un intento de establecer una relación más que dudosa entre una minusvalía física -que a todos nos puede tocar- y el grado de inteligencia. Sin embargo, para quien hubiese tenido varias malas experiencias con conductores de sillas eléctricas, afirmar de ellos que son imbéciles cabe dentro de los márgenes de la libertad de expresión. Algunas denominaciones diferenciales también varían: el negro, que no significa otra cosa que «el hombre de color», puede permitirse cambios en su autodenominación (e imponerlos a los demás) desde que es dueño de su propia denominación, algo que el pobre blanco no conseguirá jamás. No me llame blanco, llámeme «hombre descolorido», o «rostro pálido»; aunque esto último también tiene connotaciones racistas. Ya saben, lo malo es masculino, blanco y se llama Bush. Las mujeres son mejores, aunque sean «iguales» y se llamen Bush.
Ese poder sobre la propia autodenominación es el que pretenden los representantes de algunas religiones cuando rechazan cualquier crítica con la disculpa del racismo. Los cristianos aún no hemos caído en la cuenta de que tenemos fácil subirnos al carro de los perseguidos. De facto, hace dos mil años alguien olvidó patentar las meriendas en los circos romanos. Por otra parte, resultaría algo absurdo hablar de una raza cristiana, o católica, o protestante, … y qué les parece la raza budista?
Radica en la esencia de nuestra naturaleza el ser diferentes. La genética ya nos separa y permite una clasificación. El igualitarista, además de llamarme racista, argumentaría que somos iguales en un 99%. Claro, eso es lo que nos iguala a, por ejemplo, los cerdos. No se habrá parado a pensar que la señora de al lado es igual en un 99,99% y, sin embargo, ella puede tener hijos a él no? Si la efectividad de los medicamentos «étnicos» no estuviese probada, no se fabricarían.
Esto de la igualdad es el cuento de nunca acabar, el producto más espectacular de la mitología postmoderna. Las cosas -los humanos- son siempre sólo iguales cuando enturbiamos la vista. Igualdad es turbidez, falta de resolución. Colocamos peras y manzanas en una cesta y ya tenemos «fruta». Todos los hombres caen al cesto de la humanidad y son iguales. Nadie es imbécil, nadie tiene una nariz enorme. Vistos así, en la cesta, tras la neblina igualadora, son imposibles el chiste, el libro, la historia. De qué íbamos a hablar, reír, si todos fuésemos «fruta»? Los escritores contarían siempre la misma historia, y los historiadores el mismo cuento.
Pero eso pronto dejará de ser un problema en España. Desde el nuevo Ministerio de la Igualdad se nos informará de cuáles son las palabras y las palabrotas, las denominaciones aceptables y las que no lo son, cómo conjugar un verbo y qué terminación debe llevar un adjetivo. Al final, cuando ya no veamos más que la cesta llena de «fruta», nos convertirán en papilla informe, fácil de envasar, cómoda de conservar. Masa informe y anónima con que untar el pan de los que son menos iguales que tú y que yo.
Hombre, Luis, yo creo que hay medidas que pueden favorecer que las mujeres no tengan que dejar de trabajar a pesar de que tengan hijos, porque todos sabemos que en general, las mujeres dejamos más el trabajo que los hombres llegado ese momento. Por ejemplo: facilitar o beneficiar a las empresas que pongan guarderías en las instalaciones (lo que además también beneficiaría a los padres solteros o viudos, por ejemplo) o facilitar que las mujeres podamos trabajar desde casa, especialmente en trabajos que sean de presentar informes u opiniones sobre un tema concreto. Que hay bastantes que son así.
Hay soluciones y hay medidas que son muy beneficiosas pero desde luego no la cuota… 🙁 Y desde luego NO limitar NINGUNA medida sólo por ser hombre o mujer…
Saludos Beatriz,
yo mismo la planteo en el artículo. De hecho, justamente de ello va el post: no somos iguales, y la igualdad de oportunidades, que yo sólo entiendo cmo igualdad ante la ley, es lo único que se debe respetar y fomentar. Si por igualdad de oportunidades te refieres a que por ser mujer tengas -por ley- más fácil el acceso a un trabajo que otro por ser hombre, lo siento, no estoy contigo. Eso no es igualdad, es discriminación (lo de la discriminación positiva no es más que una falacia: no existe la discriminación positiva, pues toda discriminación necesita un discriminado y éste -o ésta- jamás podrán percibirlo como positivo)
Mérito, trabajo, educación, esfuerzo … ése es el camino.
¿Alguien se ha planteado la diferencia entre igualdad e igualdad de oportunidades? Yo no quiero igualdad, pero sí tener libertad de elección, y por desgracia ser mujer, en este país te deja en desventaja.
La igualdad es que tanto un rico como un pobre (por ejemplo), si sacan un cinco en un exámen se les de esta nota y se les evalue por igual a los dos en caso de merecerlo y sin importar su condición.
No quiere decir que si el pobre saca un ocho y el otro un cinco, las dos notas sean consideradas iguales, «por decreto», para igualar ricos y pobres.
Saludos
Qué bien traído, (*) !
Somos muchos los españoles que hemos trabajado duro, y hemos soñado como ilusos con construir un país rico, democrático y libre. En nuestra juventud vivimos los últimos años del franquismo como un sueño infantil donde los ogros no terminaban de ser reales, como ocurre en los cuentos para niños, y sólo lo parecían en boca de nuestros mayores. A los pocos años, aquellos demonios, que nunca llegamos a reconocer como nuestros, dieron paso a otras pesadillas. Una mañana amanecimos en medio de un país donde las oportunidades había que pintarlas, y en el que el desierto de la reconversión creaba mares de parados. Entonces, la democracia y la libertad no curaban el hambre, pero alimentaban el corazón y transformaban al joven en hombre, convirtiendo el miedo en estímulo. No éramos idealistas y aún menos animales políticos. No gritábamos por obra y gracia de consignas como buenos chicos obedientes, sino por derecho.
Durante los últimos tiempos, sin embargo, y mientras marchábamos como un ejército de zombis, a nuestro paso medró la política, y con ella sus servidores y validos: esa clase dirigente que todo lo más entiende de dirigir los dineros hacia su bolsillo. Y hoy esa casta, que entonces era por necesidad silenciosa y apocada, pisa mil moquetas y se pavonea en los circos mediáticos, haciendo alarde de su poder y obscena ostentación de su riqueza. Siempre atenta al do ut des, siempre cerca del trueque de favores, cada vez más lejos de las inoportunas leyes del mercado.
De la mano de esta clase dirigente, han surgido cada vez más intereses y más políticos, más políticos y más intereses, como las malas hierbas que brotan en campo recién labrado, engordando sus tallos con el sudor de nuestro esfuerzo. Y no. Yo, como muchos otros, no me resigno a renunciar al fruto de tanto esfuerzo, ni acepto haber sido expoliado a cambio de recibir mil promesas y un subsidio. No quiero limosnas, sino la justa recompensa de mi trabajo. No me resigno a volver otra vez al principio, con las manos vacías, a cambio discursos huecos. No me resigno a verme olvidado y a que aspiren a cambiar el mundo –ni más ni menos- los que no entienden de esfuerzo y trabajo, y menos aún a que esta delirante ronda corra una vez más de nuestra cuenta.
No me resigno a salir adelante sin más ayuda que mi determinación, dándoles el gusto de hacer política y negocio de nuestra ruina. No me resigno a sentir inseguridad jurídica en mi propia tierra, mientras los validos son absueltos de sus fraudes y estafas por la gracia del poder de una justicia injusta y corrupta. No me resigno a verles cada día sonreír como si no pasara nada mientras todo pasa, ni me resigno a no tener voz y conformarme con un miserable voto. No me resigno a una igualdad impostada y por decreto, o a que la política quede reducida a gestos demagógicos donde la solidaridad brilla por su ausencia, ni me resigno a que se mida a las personas por su edad o sexo y se haga tabla rasa de cualquier mérito. No me resigno a que el agua tenga denominación de origen como si fuera un producto de bodega, y a pasar sed si el río no pasa al lado de mi casa.
No me resigno, en fin, a que estos 30 años de trabajo –de nuestro trabajo- desemboquen en una España orweliana, en la que todos somos potencialmente agresores, piratas informáticos, hijos de padres ignorantes, carne de panfleto y mal necesario. Ser ciudadano es ante todo no resignarse, y recordarle al que manda que él es quien ha de servirnos. Y que si no nos sirve bien, hasta aquí hemos llegado.
Javier Benegas, experto en branding y comunicación.
La igualdad es la herramienta argumentativa a la que apela lo más necio de la clase política para conseguir (por ejemplo) que de las facultades salgan los licenciados más ineptos, que algunos ciudadanos disfruten de alquiler de vivienda subvencionado, que el género masculino pase más tiempo en prisión que el femenino cuando agrede a éste, o que en Garachico (Santa Cruz de Tenerife) algunas mujeres no puedan optar a regir la localidad.
Pero el listo (el presidente Rodríguez lo es), que no el inteligente, manipula a conveniencia el vocabulario para conseguir sus intereses, en este caso apelando a algo irreal y olvidándose de la verdad: ‘equidad’ debiera ser el término correcto.
Al igual que el término correcto para definir las acciones del citado ínclito es ‘perversión’.
Saludos.
:DDD Chesco! en qué cosas te fijas. Lo acabo de ver vía Barcepundit y no, no merece un post 😀
(*) no me resigno 😉
Lola, cierto.
Todos nacemos y morimos, solo en eso somos iguales.
Luis, hablando de igualdad.
Acabo de ver las igualdades que muestra tu presidenta.
No merece un post? 😛
Pues que aceptaremos encantados. Ya hemos aceptado que los hijos no puedan estudiar en la lengua oficial de su país. Podemos decir que la oposición a esa medida está protagonizada por la conferencia episcopal o por el dalai lama. Después de todo, el «marsismo» -una barrita de mars por persona y día- es la religión que ha de suceder al cristianismo, según decía Gramsci.
En principio no, JFM, pero… y si mañana se le ocurre a algún iluminado que todos tenemos derecho a cobrar 12mil euros al mes? Ése punto uno es perfecto, siempre que no esté «violentado» por una lista de derechos inventados, o manipulados.
Un ejemplo: tengo derecho al trabajo, pero no creo que nadie (el estado tampoco) esté en condiciones de obligar a nadie a que me lo de.
Una pieza fundamental para entender lo que nos pasa es conocer la táctica del «marsista» Gramsci para la toma del poder en los países occidentales. Porque los socialistas han sido unos discípulos aventajados. No se trata ya de la acción violenta, Aznar no acabó çde milagro- como Cánovas, sino de la neutralización de las ideas contrarias para afirmarse en el vacío resultante… para ello, y previamente, se vacía de contenido las palabras o se manipula xu significado. La mentira se hace así irreconocible por la indefinición del lenguaje dialéctico. Y la igualdad se transforma en igualitarismo.
Los socialistas ven la democracia como un mero instrumento para el asalto al poder, y -desde ahí- para el control absoluto de la persona, transformada en «ciudadano», por el aparato del Estado. Por eso, se ha hecho un flaco servicio a la libertad con la socialización efectuada por partidos realmente democráticos, buenistas pero tirando a hipocritillas. Los trapicheos educativos -¿dónde está el puto cheque escolar, Esperancita?- o la intervención del poder judicial, por ejemplo, son acciones culpables que muestran la voluntad totalitaria que late en las alternativas al socialismo
Gramsci. un programa de hegemonia cultural a 30 años, de los que llevamos 26, tras los cuales todo será lo que los sociatas -que son realmente marxistas obligados a nadar y guardar la ropa en un país de amplias clases medias- quieran que sea. Sólo se ha avanzado en una dirección, día a día, con silenciosos pasos de palomo, en un proceso de control de las conciencias y del individuo por el Estado socialista que sólo tiene de diferente con el de los años 30 del siglo pasado su táctica, mejores formas, el hasta ahora reconocimiento de la Constitución como marco normativo superior, la admisión, todavía, de otros sistemas que deben pagarlos los que los deseen para dar los servicios de educación, sanidad y asistencia social…
Declaracion francesa de los Derechos Humanos:
1) Los nombres nacen libres e iguales en derechos (las negritas son mias)
2) Estos derechos son la libertad, la propriedad, la seguridad (o sea que un gobierno que se desentiende de la seguridad ciudadana par reirles las gracias a los delincuentes deja de ser legitimo)
y la resistencia a la opresion (lo cual implica la tenencia de armas).
Hay algo que añadir?
Puntualizo (o no, igual es cosa de cómo te expresas o que no entendí bien) Elentir: no es cuestión de igualdad versus uniformidad. La igualdad, así, a secas, no existe. Es una enorme falacia. Una mentira. Es deseable que todos los hombres sin importar su condicion, pues NO somos iguales, recibamos el mismo trato (seamos tratados por igual) ante la ley. Pero ser igual ante la ley no significa ser iguales. Un listo y un tonto pueden ser asesinos, y ambos han de ser juzgados de la misma manera con la misma ley. Pero nunca dejarán de ser guapo y feo, hombre y mujer, negro y blanco, listo y tonto, mejor y peor.
La «igualdad» es el verdadero arma de la discriminación ante la ley. Véanse las medidas «legales» para fomentar un grupo de personas anteponiendo sus intereses a los de los demás.
Muy acertado, Luis. Creo que la igualdad ante la ley es una meta, en el sentido de que todos tenemos los mismos derechos. Esto lo recuerdo a menudo cada vez que me acuerdo de Zapatero, por ejemplo, apoyando las multas contra los comerciantes catalanes que rotulan sus tiendas en castellano. ¿Se imagina alguien a Zapatero defendiendo multas por rotular en catalán? Toma igualdad.
Lo que hay que distinguir es la igualdad de la uniformidad. Y aquí es donde los progres se hacen un lío, porque no ven diferencias entre lo uno y lo otro. Uniformidad es lo que había en la China de Mao, que fue el mayor experimento igualitarista hecho en la historia, con los desgraciados resultados que todos conocemos (aunque algunos se empeñen en fingir que no se han enterado).
Happy, en primer lugar, gracias. en segundo lugar: lo que apuntas es una de las consecuencias del efecto «fruta».
Dos cosas. En primer lugar, el blog te ha quedado precioso. En segundo, gran parte de esta lucha por la igualdad viene de un craso error: la gente confunde «igualdad ante la ley» con «igualdad mediante la ley». De ahí que al final se acaben inventando Ministerios inútiles para la causa.