Sólo los que vivían encantados con el simulacro de democracia que nos ha tocado vivir, podrían hablar de des-encanto. Sólo quienes, deslumbrados por el derroche de estuco dorado, las maderas nobles y los gestos arrojados desde sillones hemicíclicos se mecen en el espejismo de sí mismos, podrán sentirse des-engañados mañana. Un espejismo peligroso, que se extiende como mancha de aceite y nos salpica a todos.
No habrá sobresaltos, aunque en el fondo aumente la envidia entre nosotros. No habrá cataclismo, aunque la forma quede desdibujada en mil grietas involuntarias, siempre fruto de la torpeza del otro. No habrá desastre, pues cuando el desencanto y el desengaño permitan salir a la luz envidias, rencores y grietas, volveremos a disfrazar nuestra ira de justicia. Cada uno la suya.
Esta campaña electoral que toca a su fin es la piedra filosofal que necesitaba mi espíritu para la transmutación definitiva. De la desconfianza en nuestra clase política he pasado a la denuncia. De la ironía frente a un sistema corrupto en sí mismo al desprecio. Nunca antes me había resultado tan meridiana la egolatría compulsiva de nuestros «cabezas de serie». Si el uno carece de cualquier otra virtud que no sea la de amarse a sí mismo en su fatuidad, el otro, exclusivamente ocupado en no salir herido de la lid, apenas si es capaz de colocar un mandoble justo donde no hay armadura. El primero no puede hacerlo de otra forma, el segundo no sabe.
Olvidemos la necesaria reforma de la ley electoral, es más interesante «luchar contra la dependencia». Olvidemos una reforma fiscal que revierta en el bolsillo del contribuyente, es más importante «luchar contra los precios». Olvidemos consultar a los ciudadanos qué estado quieren, es mejor continuar en el conchabeo plurinacional-asimétrico, «yo mando, y tu también». Olvidemos que somos administradores del dinero de todos, es preferible montar «agencias de observación de ombligos». Olvidemos las libertades individuales, la seguridad y el bienestar de todos tiene un precio: la libertad.
Con fecha de hoy, un 4 de Marzo de 2008, me declaro en rebeldía. Soy un anti-sistema.
Yo no sé si declararme antisistema… Pero desde luego dan unas ganas de bajarse de esto…
Todo depende de lo que pase en el resto de Europa…
A Europa iremos a llorar para solicitar dinero si
las cosas nos van mal. Si se ha hecho en España de unas regiones a otras, ¿qué impide sacar algún tipo de agravio comparativo con la UE para buscar fondos?. Nos darán dinero a cambio de favores industriales. Además pensandolo fríamente, esto no va a estallar de mala manera. Con apretar las tuercas un poco más a la clase media, para poder ganar el voto del pesebrismo subencionado, tendrán de sobra para mantenerse en el poder. Lo que yo no pierdo de vista ahora mismo es una cosa: el actual PSOE lo único que quiere es el Poder y que seamos sus súbditos.
Totalmente de acuerdo con yo:
Lo que ocurre es que no tengo claro que cuando ese momento llegue, esto no estalle de mala manera… Intentarán que no, manteniendo al enfermo terminal conectado a lo que tengan a mano. Todo depende de lo que pase en el resto de Europa…
Se puede ser antisistema sin ser violento, aprovecho para recomendar el artículo wiki del agorismo (que Fabricio ha reformado recientemente haciendo un trabajo genial). ¿Ideología para el siglo XXI? ¿Camino alternativo? Solo el tiempo (y el mercado) lo dirán.
http://es.wikipedia.org/wiki/Agorismo
Y felicidades Luis, cuando los criminales son la ley no es ninguna vergÜenza estar fuera de la misma (recuerden a Thoreau!)
Saludos y felicidades por la idea del chat en los debates, hay que repetir otro día con otro tema «más serio», xD.
Se preguntaba JaviR por qué se dice usted «antisistema», dadas los actuales referentes de la palabreja. Hay que entender cual es el poder de la obscenidad, la redención que nos brinda, la liberación que se esconde tras una palabra impúdica.
No sé si habrá leído a Thomas Bernhard, D. Luis. A veces, muchas veces, parece que escribe para ciscarse encima de su país, para denunciar su horror inexcusable pero, otras veces, diríase que lo hace para liberarse de él: para arrojar fuera la peor de las servidumbres, la servidumbre de tener que aceptar y querer a sus paisanos.
El amor al horror liberaría quizá a Bernhard del horror al amor, de ese amor espantoso, insistente, necesariamente humillante.
Creo que hay dos formas de insolentarse frente a lo dado: el amor y la indiferencia, la indiferencia del amor o el amor a la indiferencia. Porque la indiferencia puede ser tan fuerte como el amor, más incluso, sólo se muere por amor o por indiferencia, por impasibilidad o por apasionamiento, por las ganas de vivir o por las ganas de no vivir, por evitar el mañana o por amarlo.
Lo de antisistema es una metáfora, Javi. De todos modos, entreveo a Nietzsche tras los comentarios de (*) y mi tocayo Rivera (gracias, por cierto) cuando escribía:
que viene a significar, que la querencia por el sistema denota la falta de sinceridad. Y justamente la falta de sinceridad impide que los españoles nos reconozcamos como nos describe yo, o como apunta Billy. Necesitamos del sistema para diluír en él nuestras propias miserias, todo lo que odiamos de nosotros mismos. No es el nuestro un pueblo de «Adanes», somos un pueblo de «Caínes» y «Abeles» que no saben que lo son.
Estupenda página.
Pienso que en el fondo debremos aceptar (cuando hablamos en plural) que el sistema somos nosotros. Más en democracia que otra forma de tiranía. Es frente a estas últimas cuando es posible percibir la libertad, como deseo de una abstracción.
La «antipolítica», que es otro movimiento que se puso en marcha como rebelión liderada por intelectuales en los paises del este europeo durante la guerra fría, demostró sus valores. El territorio que le queda al ciudadano es el de actuar paralelamente al estado, en agrupaciones de intereses. Claro que la «antipolítica» murió con la democracia.
En cualquier caso, la transformación del lenguaje producida por el marketing político y el periodístico, hacen mal en llamar debate a un encuentro en que los enfrentamientos están encorsetados, no por la educación (lo que es deseable) sino por las normas que limitan la libre expresión entre los debatientes.
Rodríguez juega con Rajoy, Rajoy juega con usted, usted juega conmigo y yo no juego con nadie.
El sistema en general está podrido, pero mi pregunta de esta mañana es ¿porqué en España siempre (parece que) lo está MÁS?
Porque en España nos importa menos. Si nos importara algo la libertad, probablemente no hubiesemos tenido 40 años de dictadura. Mientras el bolsillo esté lleno, el futbol lo den los domingos (¿os acordáis las manifestaciones masivas en Sevilla y Valladolid por aquellos descensos forzados a segunda?), y se pueda tirar del Estado para socializar las pérdidas («empresarios» que no quieren arriesgar ni un pelo), vamos bien.
En este caso te ha quedado un artículo bordao. Lo jode todo el final, sin acritud, porque yo personalmente estoy hasta los cojones de los antisistemas, todos ellos violentos, intolerantes, y deseosos de comer de las migajas del sistema que dicen despreciar.
Tu serás muchas cosas Luis, (la mayoría buenas, ojo) pero no te rebajes, no eres un antisistema
No me extraña nada su desilusión y rebeldía a estas horas de la mañana, amigo Luis. Yo empecé a ver el debate y lo dejé (bueno: miraba los comentarios de su live blogging 😉 ) al constatar que se trataba de dos nenes de Secundaria que jugaban al «y tu más». el uno repetía eslóganes, el otro daba palos de ciego y a veces lo hacían a la vez ¡qué bochorno!
Saber que el debate, que no es más que teatro para la galería, indica que por debajo las cosas no son mejores, descorazona al más pintado. Y se necesita rebeldía, al margen de que eso implique votar o no hacerlo, incluso votar al menos peligroso o votar con la nariz (y el c…) tapados.
Para poder seguir diciendo que el emperador está desnudo y seguir manteniendo los ojos abiertos se necesita ser rebelde. El sistema en general está podrido, pero mi pregunta de esta mañana es ¿porqué en España siempre (parece que) lo está MÁS?
Para neutralizar un instrumento tan peligroso como la liberad, nada mejor que emplearlo como medio de solaz o prueba de talento. De este modo, no sólo habrá perdido su fuerza provocadora, sino que contribuirá al mantenimiento del orden. Es lo que ha ocurrido con el ocio futbolero, puesto al servicio de la voladura controlada de estepaís:
El sistema es astuto, el sistema es envolvente, el sistema es ubicuo. Para defenderse de los elementos contestatarios que le impugnan, no necesita ponerlos fuera de la ley, solo tiene que halagarlos, satisfacer sus deseos inconfesados y, de este modo, acaba integrándolos; le es suficiente lanzar al mercado un nuevo tipo de camiseta que lleve estampado el eslogan rompedor de turno.
Pues ahora aplique usted esa misma táctica al terreno personal. Sería sumamente saludable y liberador que algún trepa idealista le pusiera las peras al cuarto a alguno de estos dos individuos, pero basta hacer de ese ejercicio una muestra de ingenio, una demostración de brillantez, para trivializar enseguida las ideas, para neutralizarlas completamente, para ponerlas al servicio de nuestro estatus de personas honorables
Poco a poco, vamos perdiendo la capacidad de tomar la crítica en serio.
Somos sus subditos, no sus ciudadanos. Estamos aquí para rendirles la pleitesia que ellos merecen y desde luego, ni mucho menos están ellos para solucionar nuestros problemas, sinos los que ellos han decidodo que lo sean.