Un día antes de las elecciones en Grecia, Syriza, el partido dirigido por el demagogo unicornial Alexis Tsipras disfruta -según las encuestas- de una cómoda ventaja de cinco puntos sobre el siguiente partido más fuerte. Durante los largos meses de parto del partido, parecía como si la fusión de marxistas, trotskistas, movimiento antiglobalización, verdes y socialdemócratas apenas iba a ser uno de tantos partidos de protesta formados en Europa tras la conmoción causada por la crisis financiera en 2010.
Pero tras las elecciones de mañana, SYRIZA podría proporcionar por primera vez un primer ministro unicornial y mesiánico, al tiempo que asistiríamos a la despedida de los partidos establecidos de sus prebendas y limusinas. Éstas no desaparecerán, por supesto, pero ya no serán las prebendas y limusinas de la «casta», serán las prebendas y limusinas de los «representantes del pueblo», el mismo pueblo que carece de prebendas y limusinas. Esta forma de «revolución en las urnas» sería una novedad en la UE y podría dar un nuevo, enorme impulso a iniciativas similares en otros países de la Unión Europea, como nuestro Podemos del no menos unicorniano Pablo Iglesias. Es por ello que los resultados de las elecciones griegas mañana cobran relevancia más allá de las fronteras helenas.
Si las consecuencias políticas podrían ser graves, no podemos olvidar las posibles consecuencias económicas de tal revolución unicorniana en las urnas. Durante el rápido ascenso de su movimiento de protesta, Tsipras no dudó en amenazar abiertamente con romper públicamente los acuerdos contraídos entre Grecia y la UE el mismo día en que llegase poder. Ahora que el puesto de primer ministro está al alcance de Tsipras , su discurso es mucho más moderado y sólo habla de «renegociaciones necesarias» de los programas de ayuda y su marco de aplicación. Pero Tsipras no va a poder hacer demasiadas concesiones, porque entonces su credibilidad quedaría minada apenas unas semanas después de su investidura. En el otro lado, la élite política de la UE tampoco puede dar signos de debilidad o mostrar una excesiva flexibilidad. Si el partido unicornial griego obtuviese fácilmente algún tipo de concesión por parte de la UE, nos encontraríamos ante un mensaje de fatales consecuencias que podría poner en movimient una enorme bola de nieve entre los votantes de otros países de la UE.
Lo verdaderamente triste de toda esta historia es que no encuentro en Europa una corriente de izquierdas relevante, capaz de conquistar a las masas con nuevos impulsos ilustrados, ni una corriente de derechas capaz de catalizar y popularizar los valores tradicionales occidentales. La izquierda se ha apoltronado en su oficialismo esotérico-mesiánico-evangelizador, la derecha es apenas el bar en que se encuentran los ricos ignorantes y los conservadores recalcitrantes.
No, yo no busco una alternativa de izquierdas o derechas, soy liberal. Pero la mayoría de mis contemporáneos no lo son.
EL tiempo dará y quitará razones.