Con gran alegría recibí la noticia: el Partido de la Libertad Individual (P-Lib) había conseguido los avales y firmas necesarios que el sistema partidocrático exige para poder participar en las elecciones al Parlamento Europeo. Por fin la voz de quienes entendemos liberalismo más allá de “lo económico” podrá ser escuchada en una campaña electoral española de forma general y amplia. Es un primer paso, espero (deseo) que en la dirección acertada. Es necesario, aunque los oyentes no sean millones, aunque los altavoces de papel, ondas y rayos catódicos callen cuando pronunciamos “libertad”, enviar un mensaje fresco y renovador para dejar constancia de que otra forma de hacer política es posible. Enhorabuena y gracias.
Sin embargo debemos permanecer alerta. Parafraseando a Ludwig von Mises me permito recordar a Juan Pina y quienes le acompañan en las listas, que la mejor forma de subestimar y malentender hoy en día el significado y la esencia del liberalismo es creer que es posible llevar las ideas liberales adelante por los medios de que se sirven los demás partidos políticos.
La tarea fundamental de la política y los políticos de hoy es la de LIMITAR los resultados del mercado. Fieles servidores de quienes coyunturalmente son capaces de generar la mayor presión mediática y política, nuestros gobernantes hacen uso de la coerción, con mano dura, para apropiarse del resultado de las relaciones de intercambio libres entre las personas. Aquellos que están satisfechos con lo que obtienen por sus propios medios no necesitan ningún tipo de medidas políticas. Quién quiere más de lo que genera, puede aumentar sus ingresos haciendo uso de los medios que la política y los politicos ponen a su alcance…. a cambio de su voto.
Los profesionales de la política y sus palmeros afirman que la política es necesaria para intervenir en el mercado y protegernos de sus fallos. ¿Y cuáles son los fallos del mercado?
1. La competencia imperfecta y aparición de monopolios. Este argumento es apenas magia porque en un mercado libre las empresas privadas no pueden eliminar la competencia. Es, ademas, un argumento hipócrita, porque son los políticos desde las instituciones gubernamentales, quienes se encargan de crear y fomentar los monopolios: educación, sanidad, policía, …
2. El mercado genera desigualdad de ingresos y patrimonio. En el mercado libre de cada participante productivo ingresa en función de su productividad. Las politicas de redistribución castigan el esferzo personal al tiempo que premian el clientelismo político. La consecuencia es la reducción de los resultados económicos y por lo tanto de los ingresos de todos los empleados.
3. Externalización de los costes internos. Al capitalismo se le acusa de cargar buena parte de sus costos sobre los hombros de todos. Una vez que el argumento de la plusvalía marxista parece haber quedado caduco, surge con fuerza inusitada el de los supuestos pecados ambientales de las empresas privadas. La protección efectiva y eficiente del medio ambiente, de acuerdo con el estado actual de la ciencia y la tecnología, no requiere la intervención permanente de los políticos, basta con cumplir las reglas fundamentales que aseguren la no agresión de las vidas o propiedades de los otros.
El mercado libre podría resolver todos los problemas, si se le permitiese andar su camino. La política, sin embargo, va de fracaso en fracaso, causando daños a los administrados (endeudamiento, por ejemplo), tanto mayores cuanto mayor es su esfuerzo por beneficiar a sus clientes para así mejor asegurarse la permanencia en el poder.
Los partidos son la máxima expresión del egoísmo de grupo. Ellos luchan por los intereses particulares de sus miembros y votantes. Esto no es objetable en si mismo. En una sociedad libre todos los agentes económicos se preocupan por sus propios intereses. Pero a través de la mano invisible de la competencia el propio interés se convierte en bien común, ya que los individuos hacen negocios entre ellos solo si resultan mutuamente beneficiados. En la política esto es diferente, porque mediante ella los más fuertes pueden utilizar el poder del Estado para alcanzar sus intereses egoístas e imponérselos al resto.
¿Qué espero yo entonces del P-Lib? ¿No se trata acaso de un partido político?
El liberalismo clásico NO promete ventajas especiales a NADIE, ya que nosotros defendemos que todas las personas son iguales ante la ley, no iguales por ley. Desde una perspectiva liberal, el Parlamento sólo puede aprobar leyes tan generales que impidan que ciertos grupos o individuos obtengan beneficios legales de ellas en la consecución de sus intereses. Estas leyes abstractas no tienen la intención de lograr un determinado resultado, no soportan un diseño social específico. Se limitan a establecer las normas básicas de convivencia: defensa de la vida, la propiedad y los contratos de los ciudadanos. Por el contrario, todo partido político actual pretende hacer algo “bueno” para sus seguidores, por lo general a costa de sus oponentes. El liberalismo y el trabajo partidista de hoy en día son mutuamente excluyentes.
Cuanto menos política, más libertad individual. La labor del P-Lib debe ser más educativa que partidista. Es necesario llevar el mensaje liberal a todos los ámbitos de la sociedad. Tras decenios de indoctrinación estatalista, es necesario sacar del olvido y el repudio la idea de responsabilidad individual. Los cambios reales sólo podrán llegar si previamente ha cambiado el pensamiento de la gente. Sólo desde una contra-cultura liberal, que ha de tener un firme arraigo en la clase media, llegará la oportunidad para una mayor libertad.
No sólo las ideas liberales, sino cualquier idea que intente cambiar el sistema. Para cambiar un sistema es preciso ser otro sistema más fuerte que lo destruya, o infiltrarse en él, pero desde luego, no por las vías que el propio sistema ha previsto para llegar a él, y que abortarán cualquier intento por cambiar su esencia.
Descartando la primera posibilidad (por pura impotencia), si quisiéramos, por ejemplo, cambiar el sistema político actual en este país (o en Andalucía), sólo queda la posibilidad de encontrar una «puerta trasera» en el mecanismo actual de acceso al poder político, llegar en él hasta la cima, limpio de juramentaciones (sin juramentarte no llegas por las vías oficiales porque el sistema de acceso al voto está controlado por la propaganda oficial, que no sólo trabaja en período electoral) y cambiarlo desde dentro por medio de una rápida evolución, que sería básicamente dolorosa para los que maman tontamente de la cosa pública (pero sólo hasta que descubrieran su propia capacidad de ser útiles y la satisfacción que ello conlleva).
Sin esa fisura (siempre hay fisuras) por descubrir de acceso al poder, todos los pequeños partidos que jueguen según las reglas del sistema sólo le servirán de comparsa para darle un tinte «democrático». Y además, en el caso de que consigan algún que otro escaño, serán inmediatamente integrados y sistematizados (casos C’s o UPyD, por ejemplo).
De todas formas me alegro por el P-LIB y le deseo lo mejor. Pero… ¿a dónde irán los votos del P-LIB y tantos otros micro partidos que se queden sin representación?
El mecanismo actual de representación, ya secular, es absolutamente imperfecto, lento, e incapaz de ajustarse al ritmo ni a las necesidades de los tiempos. Hoy sería perfectamente posible hacer política «just in time» donde interesara, como se hace con la economía allí donde interesa. Pero eso exigiría competencia real, y esas cosas tan contaminantes, insolidarias y capitalistas. Sin embargo no debe ser tan difícil. Cuatro tíos crearon Google, se colaron por la puerta de atrás y cambiaron el mercado y mucho más. Poder se puede, pero habrá de ser totalmente nuevo.