Quien quiera imponer por la fuerza su forma de pensar sobre un problema creyéndose en posesión de la verdad, me encontrará enfrente. Quien opine distinto de como yo lo hago, pero mantenga abierta la puerta a que los dos estemos equivocados, me tendrá a su lado.
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¿En qué grado, a qué nivel, o en qué sentido somos nosotros libres mientras dura la farsa?
El azar irá determinando los episodios donde deba detenerse, pero hay algo que Bloom será siempre muy dueño de cumplir o de dejar de cumplir mientras vuelve a casa para dormir con su esposa Molly; algo que no sabemos con exactitud si es poner los puntos sobre las íes o las íes bajo los puntos; en cualquier caso no más de lo conveniente pero tampoco menos de lo necesario.
Daedalus y Bloom van y vienen por Dublin como gatos callejeros… como el gato de Schrödinger, del cual no se sabía si estaba vivo o muerto o como el de Scarlatti, del cual se dijo que componía música paseando por el tablero….
Se pone interesante la cosa. Freelance, Tim, estoy de acuerdo con vosotros, siempre que razonemos desde la perspectiva que nos permite la experiencia obtenida hasta hoy y los conocimientos de que disponemos. Esto es, si me preguntas ahora mismo, Freelance, sobre si puedo estar equivocado en la defensa de la vida y la libertad en las condiciones que describes, mi respuesta es categórica: no. Parece ser algo no falsable.
Ahora bien, ignoro si lo seguirá siendo en cualquier circunstancia siempre.
En efecto, se trata de una cuestión epistemológica (o gnoseológica, más bien) y también de teoría de sistemas. De todas formas, le hemos tomado el apunte al bueno de Luis para hablar de lo que a nosotros nos gusta, Tim; en su contexto, yo creo que el artículo está bien claro y que tiene buena parte de razón.
Aunque a mí no termina de «cerrarme» la segunda frase del planteamiento de Luis. Puede ser entendida como relativismo. Por ejemplo, yo defiendo (y él defiende, y tú defiendes, Tim) la necesidad de preservar la libertad y la vida como principios supremos del ordenamiento social, aun a costa del empleo de la violencia, que será legítima si (y sólo si) se emplea en defensa de esos principios; ¿debemos dejar abierta la puerta a la posibilidad de estar equivocados? ¿Es falsable nuestra postura? Si es así, ¿dónde se funda la validez de esos principios como paradigmáticos en el orden social?
Eso ya no es una cuestión gnoseológica sino, me parece a mí, ética. Y es una cuestión de aúpa.
Pues gracias, Freelance.
Tendría que haber prestado más atención a las explicaciones sobre epistemología, para poder explicarlo con la precisión que usted lo hace.
Mantener abierta la puerta para admitir la propia equivocación (o, dicho más en bonito, la posibilidad de que lo que uno piensa pueda demostrarse como erróneo por medio de un procedimiento falsacional) es una condición inseparable del pensamiento racional. Lo contrario (la convicción inamovible de que el pensamiento propio – ¡o ajeno! – es cierto sin posibilidad de demostración en contrario) es pensamiento dogmático, pre-moderno. Hay algunas excepciones a esto que digo, como por ejemplo la lógica, la sintáxis o las matemáticas, que imponen estructuras de pensamiento paradigmáticas que han de asumirse «como si» fueran inamovibles so pena de hacer imposible toda comunicación y hasta todo pensamiento. Cuando digo «dos más dos son cuatro» no puedo dejar abierta ninguna puerta, porque esa puerta da al vacío. Tal vez por ahí iba la cosa de Tim Morín.
Lo que RL tiene enfrente es un bloque ideológico que no declara sus intenciones a medio plazo y que se basa, a corto plazo, en la marginación del discrepante. Es indecente que primero dediquen dos años a acosar sin descanso al batiburrillo y luego, cuando los tienen en una psicología de asedio, pretendan acusarlos de falta de fair play, intolerancia y no sé qué más.
Sobre todo, no hay que dejar que te sustraigan a la audicion confiada de ciertas voces ni que inoculen la mala conciencia, el complejo de infidelidad a tí mismo, sujetos que, con excepciones, hacen de la necesidad «progreso» y tragan con lo que les echen.
El tiempo no cambia a las personas, sólo las desvela. Estos no están más leídos ni más civilizados que sus predecesores de los años 30, si acaso mejor comidos.
Le parece bien, señor Morín. Pero si considera que la ignorancia imposibilita para el ejercicio de la autocrítica, verá como mi «declaración» también vale para las matemáticas.
Leo su declaración señor Luis I. Gómez y me parece muy estimable en temas de moral, costumbres y hasta doctrina religiosa.
Pero si quita del primer renglón el «por la fuerza» -que es cosa siempre fea- no me parece que sea tan aplicable a discusiones sobre física, matemáticas o cuestiones ciéntificas que sí tienen una solución verdadera.
Un ejemplo: cuando algún chamán de la tribu sale con afirmaciones apocalípticas perfectamente falsables y se niega a reconcer la falsedad -no opinable, de hecho, demostrada con pruebas irrefutables- no está de más un pelín de intolerancia con la ignorancia. Me parece.