Hace varios años un descerebrado islamista trató de introducir en un avión varias sustancias explosivas. Por suerte, fue capturado a tiempo y nadie resultó herido. Sin embargo, era la época post 11-S, post 11-M y post 7-J, y los políticos no dudaron en restringir toda posibilidad de poder hacer volar un avión por los aires o secuestrarlo aunque para ello secuestraran mucho más las libertades de inocentes.
Por suerte, hoy nuestros amados políticos ya nos han devuelto las libertades. Concretamente, nos permiten transportar recipientes de 100 mililitros en nuestro equipaje de mano. Todo lo que supere ese volumen acabará yendo a un cubo de basura. Ya me contarán cuántos recipientes de 100 mililitros pueden encontrar en el supermercado, estemos hablando de una colonia, un desodorante o un champú.
Tras encontrarme en una circunstancia similar a la que ya pueden imaginarse, he meditado profunda y severamente sobre la utilidad de esta norma. Tras este necesario período, puedo expresar mi postura tranquila y abiertamente: La norma es una memez.
En primer lugar, si un servidor lleva encima una botella de agua, un refresco o un producto de higiene de más de 100ml, se lo tiren a la basura. Y si lleva menos, no se lo tirará. Aunque contenga napalm o cualquier otro producto explosivo o inflamable. Usted me dirá que, afortunadamente, las máquinas estatales podrían detectar esos productos peligrosos… ¿y no pueden detectar que mi desodorante no los tiene?
En segundo lugar, el gris burócrata no tiene siquiera el detalle de mirar qué contenido del líquido, simplemente el tamaño del recipiente. Es decir, que a lo mejor el bote de champú es de 200 ml, pero usted sólo está ocupando 75 mililitros de ese recipiente… no discuta. Se lo tirarán a la basura. Una de las características que más aprecian los políticos en los funcionarios es que, por muy absurda y fácil de refutar que sea, nunca cuestionan que la norma que les da de comer. Dado que tienen máquinas para controlar el contenido del material, ¿no pueden controlar el volumen en el interior del recipiente? ¿No puede hacer el burócrata una simple regla de tres agitando la botella y comprender que el líquido ocupa menos de la mitad de ese bote? ¿No puedo llevar un spray de 200 ml, pero sí tres de cien?
Y en tercer lugar, pero no por ello menos absurdo. Una vez superados los controles, basta con darse la vuelta para dejar la ver el satisfecho rostro de nuestro salvador y ver que, a dos metros de ti, están las tiendas llenas de productos de limpieza e higiene, empezando por perfumes y otros productos tan inflamables como los que el burócrata ha tirado y de un volumen muy superior.
Así, la norma no ha servido para nada. Bueno, sí ha servido para algo. Para que gastemos dinero en medidas innecesarias (nadie quiere comprarse una colonia en un falso duty free cuando ya la tiene) y en darnos una ilusión de seguridad.
Les doy otra anécdota, a mi mujer le han confiscado una botella de agua comprada en la terminal justo enfrente de la puerta de embarque en el aeropuerto de Amsterdam en un vuelo Amsterdam-Osaka. Zona estanca del aeropuerto y supuestamente controlada pero aún así la botella era peligrosísima.
Por el contrario a mí se me ha permitido volar con una botella de cocacola semi vacia en un vuelo doméstico japonés después de pasarla por un detector. ¿Es tan difícil hacer lo mismo en Europa?
Yo he trabajado años en el Aeropuerto de Barajas y puedo afirmar que seguridad en la puerta de embarque no es seguridad sino teatro para las masas, los atentados se tienen que evitar antes y sino miren lo que paso en Tel Aviv el 30 de mayo del 72. Sin embargo seguimos tragando. Pero claro los incentivos para continuar con el paripé están ahí, poco después de dejar mi trabajo me llego la noticia de que los nuevos escaners que iban a poner por todas partes salían cerca del millón de euros, o quizá dólares no me acuerdo bien, a dos por puerta de embarque si se quiere un embarque fluido más el personal correspondiente hagan ustedes las cuentas.
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