¿Y si sucediese más bien al contrario? ¿Y si en lo “bueno” residiese un síntoma de retroceso, e igualmente un peligro, una tentación, un veneno, un narcótico gracias al cual acaso el presente viviese a costa del futuro, quizá con más comodidad, menos peligrosamente, pero con menos estilo, de modo más bajo? … ¿De manera que justo la moral fuese culpable de que el tipo humano jamás pueda alcanzar el mayor poder y esplendor posibles? ¿De manera que justo la moral fuese el peligro de los peligros?
No, no son ideas mías. Cito directamente a Nietzsche de su «Genealogía de la Moral«, escrito en 1887 aunque pueda paracer contemporáneo. Se describe en él la oscura sospecha de que lo supuestamente bueno, aquello en lo que siempre han justificado su acción todos los prohombres de nuestro tiempo, pudiese tener un efecto muy diferente al deseado. Describe desde una visión fascinante un sistema en el que lo bueno se hace principalmente a expensas del futuro, poniendo de relieve la instrumentalización de la moralidad. Describe la realidad política y social de Europa en 2013.
Nunca la acción social ha sido tan «moral» como lo es hoy en día. En actos de altruismo ilimitado subvencionamos a los inmigrantes, a las familias monoparenterales, a insatisfechos con su anatomía, asociaciones anti-tabaco, empresarios y banqueros atribulados, artistas de todo tipo, promocionamos energías renovables, salvamos las ranas, el haya roja, los ratones de campo, a la mismísima Gaia! Todo bajo el estandarte de una moral inmaculada, desde la absoluta impunidad que nos confiere «estar haciendo el bien».
Yo sostengo que esa moral es una falsa moral. Al igual que Nietzsche profetizó, se trata de una moral que destruye más de lo que pretende mejorar. La base de la contraproductividad de la moralidad de hoy es la eliminación de la responsabilidad personal del concepto de la conducta moral. El requisito previo para ello fue la introducción de contratos a favor de terceros. Hasta el siglo XVIII los contratos eran básicamente entre dos partes en los que cada parte respondía ante la otra del correcto cumplimiento del mismo. Rousseau abrió el camino a los contratos en los que el beneficiario o perjudicado ni siquiera es parte contratante. El gobernante, mediante la Ley, se liberó repentinamente de las obligaciones propias de un contratante obligando a los ciudadanos a asumir realciones en las que el único beneficiario será el Estado. Éste y sus agentes son libres, por lo tanto, de definir lo que consideran que es bueno y malo, qué clase de moral prefieren y subvencionan. Tienen el poder de definir las formas de convivencia humana. La pantomima votacional cada cuatro años es apenas un acto formal que ellos llaman legitimación democrática.
Otro paso más en la perversión de la moral fué la transformación de la solidaridad personal, basada en el sacrificio voluntario individual, en solidaridad colectiva estatal, basada en el sacrificio obligatorio de terceros. Ambas permisas, la práctica estatal de obligar a contratos en beneficio o perjuicio de terceros y la perversión de la caridad genuina –individual y voluntaria – son ahora los pilares del estado y la industria del bienestar. Y nos llevan a la descomposición social/moral de diferentes maneras.
Una moral que reclama el sacrificio individual, es también una moral que exige la productividad individual. Sólo se puede regalar lo que ya se ha producido y es propio. Todo acto moral individual no es sólo fruto de una intención, sino –y principalmente – valorable en cuanto a sus resultados. La moral colectiva no requiere de ningún resultado, basta con una buena intención para justificar el asalto a las carteras de los demás.No es el objetivo primordial de la moral colectiva, con los capitales empleados, lograr resultados. El objetivo principal es encontrar razones para desplegar gasto (obviamente se trata entonces de “gasto social”). Lógico si pensamos que tanto los diseñadores como los ejecutores de la moral colectiva son a su vez los primeros beneficiarios de ese gasto (mantenimiento y crecimiento del propio aparato). De este modo transformamos el sacrificio personal voluntario, basado en la productividad y moral individuales en la entrega forzosa del fruto de nuestro afán a un grupo de especuladores y administradores de la moral de todos. Nace la moral de los parásitos. Ésta sustituye el sacrificio por la necesidad y la responsabilidad por la intención.
“Una moralidad que considera la necesidad como una reivindicación, considera el vacío – la no-existencia – como su norma, su criterio de valor; recompensa una ausencia, un defecto: debilidad, ineptitud, incompetencia, sufrimiento, enfermedad, desastre, la falta, la lacra, el fallo – el cero.» Ayn Rand
Aquellos que permiten el cumplimiento de estas demandas, el ahorrador, el productivo, el emprendedor, el innovador sólo tienen un lugar en esta moral: ser huéspedes/víctimas. Ayn Rand observó: «Si las necesidades son el punto de referencia, cada uno es a la vez víctima y parásito. Como víctima, tiene que trabajar para satisfacer las necesidades de los demás, pero sigue siendo un parásito cuyas necesidades deben ser satisfechas por otros. Sólo podrá presentarse ante los demás como mendigo o como esquilmado.»
Esta perversión de la moral, la moral de los los parásitos, es la que prevalece hoy en día en todos los campos. Consume nuestro capital únicamente para la satisfacción de requisitos impostados (los “tengo derecho a”), vive a expensas del futuro sin tener que medirse a las consecuencias hoy. Ello es posible porque se ha extirpado la responsabilidad de la moral y porque sus ejecutores pueden tomar decisiones en su propio beneficio a costa de los demás. Por lo tanto, las pensiones están a salvo porque supuestamente alguien (otro) las pagará mañana. El dinero está a salvo porque supuestamente otro lo ganará mañana. El suministro de energía está asegurado porque pagamos hoy para que mañana aparezcan tecnologías que aún no existen, siempre mañana. Observamos en todas partes la victoria de la intención sobre los resultados, del deseo sobre la realidad.
La moral de hoy no se limita a las personas o las maquinaciones de la política y la burocracia. Crea de la nada nuevas ideologías. La idea del ambientalismo, por ejemplo, no es más que la perversión de principios morales anteriores. Durante miles de años el mayor logro cultural del ser humano consisitió en diferenciarse de los animales para mejor adaptarse a su medio ambiente y transformarlo para mejor cubrir sus necesidades. Las numerosas intervenciones en una naturaleza completamente despiadada con nosotros fueron y son la base de todas las formas de la civilización. Apenas dos generaciones de prosperidad y enseñanza pública/gratuita/obligatoria han bastado para convertir al conquistador en un abusador. Hoy cualquier estrella del pop canta un «la tierra es buena, ¿por qué nosotros no?» y a nadie le sorprende. Uno se pregunta por qué esta Gaia tan amable necesita de nuestra intervención para alimentarnos o para protegernos de sus estados de ánimo atmosféricos. ¿Por qué, en su bondad infinita, nos expone a virus y bacterias, tsunamis, huracanes, sequías, inundaciones y erupciones volcánicas? ¿Por qué comer y ser comido es el principio rector y el sustento de toda vida en su superficie?
¡Bobadas! La tierra es buena, nosotros no. Somos parásitos del planeta, abusadores inmorales de nuestro medio natural.
Que tales efusiones intelectuales no sólo no sean criticadas, sino consideradas una expresión admirable de conciencia profunda e integridad moral, es una forma de decadencia en el sentido más original de la palabra. Cuando una sociedad convierte la negación de sus propios logros y oportunidades en principio moral inicia el hundimiento vertiginoso hacia su desaparición.
Cuando la moral mide los actos en función de la pura necesidad y no de la capacidad para superarla, convertimos la mediocridad en en meta a conseguir y a todo productor en huésped a parasitar. Mantener la mediocridad como meta final no sólo consume los recursos, impide la producción de otros nuevos. Cuando la dualidad inseparable entre riesgo y oportunidad se resuelve siempre y cobardemente en detrimento del riesgo, no estamos sólo ante un estancamiento, nos abocamos a la regresión. Lo que necesitamos no es una nueva política o un partido nuevo, necesitamos una nueva moral. Una moral que tenga su base en lo que existe y no en lo que no existe. Una moral que reconozca al menos que usted no puede preparar, comer y regalar su pastel al mismo tiempo.
No solo no son criticadas, sino que se enseñan obligatoriamente en el colegio.
Geralt, es que no existe «la moral»
La moral a la que se refiere Nietzsche es la que imperaba en su tiempo…. por aquello de n o darle muchas vueltas a algo en lo que creo estamos de acuerdo:
Las raíces cristianas del capitalismo
Por supuesto que estamos de acuerdo en eso último Luis.
En cuanto a la moral: la discrepancia surge de que yo encuentro que Nietzsche no critica tanto la moral que él ve en el tiempo que le toca vivir como la moral cristiana a nivel filosófico, ensayista…
De hecho, me resulta curioso el predicamento de Nietzsche entre los liberales cuando se denosta o ignora a los otros dos «Maestros de la Sospecha» como son Marx y Freud
Pero concedo que es hilar muy fino.
Como ya dije, sigue siendo un auténtico deleite el blog! Un tema en el que ando interesado -y que imagino Germánico tendrá mirado y remirado- sería ver el impacto que supondría a nivel social y jurídico-legal el que se determinase que el libre albedrío no existiera de manera fehaciente como parece irse desarrollando por algunos investigadores. En ese sentido, creo que no se han calibrado muy bien los alcances a todos los niveles, de ser cierto eso…
http://www.planetadelibros.com/quien-manda-aqui-libro-65818.html
En cuanto un político (con buena intención, claro) aprueba una ley para ayudar a qué sé yo grupo «desfavorecido», rápidamente todo el mundo empieza a maquinar de qué forma puede entrar en ese grupo.
Así se llega a casos espeluznantes como este: mujeres embarazadas que se envenenan para que el niño nazca con malformaciones y tener así acceso a ayudas públicas.
http://www.tvnotas.com.mx/2013/01/08/C-44444-embarazadas-beben-acido-de-bateria-para-presionar-al-gobierno.php
Espeluznante ejemplo de perversión moral gracias al estatismo colectivista. Gracias Zuppi
Hace que no comentaba Luis, pero os seguía leyendo.
Creo que yerras un poco el tiro. El problema reside en pervertir la moral cristiana, cuna de nuestra civilización, y Nietzsche tampoco fue demasiado afortunado viendo esto, ya que lo mezcló todo en un maremágnum difuso, oscuro y abierto a interpretaciones poco agradables.
Pero es que ahora está de moda pensar que el cristianismo es la fuente de todo mal por parte de un amplio espectro del pensamiento político. La izquierda lo ve, perdón, lo sigue viendo desde Marx como un instrumento de subyugación de unas élites -castas- cerradas que expolian al Pueblo Prometido -antes proletariado y ahora ya ni lo saben-, mientras que con esta interpretación nitzscheana la derecha liberal, generalmente atea o agnóstica, denosta al cristianismo por considerarlo germen de la moral de esclavos que nos asola.
Y la realidad es que todo es más complejo.
La parábola de los talentos, el «quien no trabeje que no coma» y más pasajes del Nuevo Testamento destruyen esa falsa simplicidad y hacen que sea todo mucho más sutil. De hecho, una de las interpretaciones teológicas clásicas habla de que el AT trata sobre el sistema de ordenación de una sociedad con la imposición de reglas escritas (positivizadas) para ordenar las relaciones sociales, mientras que el NT habla ya de la moral como algo estrictamente privado y propio de cada persona, ajeno a estigmatizaciones por pertenencia a sexo, raza, religión, profesión o extracción social.
De todas maneras, enhorabuena por el blog, que sigue siendo maravilloso y muy recomendable.
Saludos Geralt, me alegro de volver a leer un comentario tuyo!
Bueno, yo no digo en ningún sitio que la moral pervertida por el estatismo colectivista tenga estas u otras raíces.
No me cabe la menor duda de que el «ama a tu prójimo como a tí mismo» es una idea absolutamente radical, profundamente individualista y que sólo cobra sentido desde el ejercicio voluntario de la responsabilidad individual. Pero hay otras ideas.
La crítica de Nietzsche ha de verse en su contexto histórico-social: la Iglesia como órgano de poder connivente con los otros poderes, planificadora de voluntades, invitando a la resignación en un «Dios proveerá» más enajenante que motivante para la acción humana.
Efectivamente, todo es más complejo, pero en el fondo podemos ser un poco reduccionistas, en aras de la pedagogía: qué moral preferimos? una en la que dependemos de otros para la salvación de unas necesidades mínimas o una en la que soy actor de mi propia vida, conquistador de mis necesidades y generoso donante de lo que poseo?
Buenas. Me he explicado mal Luis. Por supuesto que no dices eso. El que se basa en ello como premisa es Nietzsche, y tú lo usas como pie de inicio, lo que a mi juicio hace que yerres el tiro, porque tengo la sensación de que la premisa de partida no es correcta.
Intento desarrollarlo.
No soy un experto en la segunda mitad del s. XIX alemán, pero tengo la sensación de que Nietzsche es, al menos en inicios, un exponente de la kulturkampf, que no es otra cosa que un instrumento político bismarckiano que funciona como ariete contra el Zentrum y los católicos alemanes, reticentes al Imperio Alemán y partidarios de un federalismo poco integrador. En ese sentido la kulturkampf donde se inscribe Nietzsche con Wagner ejercen de punta de lanza para atacar a este adversario político. Aún sin saberlo, pues Nietzsche era un furibundo enemigo del nacionalismo.
Posteriormente, con el alza del socialismo, el Zentrum se convierte en apoyo de Bismarck y se continúan las políticas de subsidiación, pero ahora influidas por el catolicismo. Wagner hace un seguidismo y ambos se distancian. Es en este contexto donde queda patente que las críticas de la moral del esclavo y el discurso del superhombre se dirigen contra el cristianismo y, más específicamente, contra el catolicismo. Pero no contra él conyunturalmente, ojo, si no contra su moral, que es, por decirlo de alguna manera, el centro del cristianismo y lo que lo segrega del judaísmo.
Esto no deja de ser mi opinión, obviamente, que puede estar perfectamente equivocada.
Por supuesto que estoy de acuerdo contigo en que el catolicismo en ocasiones provoca esas cosas. Pero así como el «Dios proveerá», por León ya sabes que es más común el «A Dios rogando y con el mazo dando»… 🙂
Y en lo que sabes que también coincido es en el «déjame a mí que me gestione lo mío», antes que ceder eso a un administrador democráticamente elegido, o lo que sea… Y ahí viene otro de los grandes debates, a mi juicio: si la democracia es importante o si lo verdaderamente importante es un estado respetuoso con las libertades individuales. Esto es, un estado liberal. Y yo ahí lo tengo claro. Para mí, lo segundo.
Utilizo a Nietzsche porque su frase:
describe a la perfección lo que está ocurriendo. De hecho no desarrollo sus tesis, más bien intento mostrar la perversión de los principios morales de acción tras abandonar comop premisa los resultados de los actos individuales y pasar a asumir como regla única la prevención de las consecuencias del «acto social».
Esto último no sólo limita la capacidad individual de conseguir moralmente los propios objetivos, limita los objetivos (necesidades) en sí mismos vía ley y planificación.
Pero Luis, es que no te quedaste ahí, también pusiste a continuación:
¿La moral?¿El peligro de los peligros? Y ésta ya sin entrecomillar… Aquí ya no habla del uso retorcido y torticero que se pueda hacer de «lo bueno». Aquí directamente apunta a la moral -así, sin ambages- como origen del mal que identifica.
Es decir, si la moral aceptamos todos que tiene que ver con las convicciones individuales, lo que Nietzsche está diciendo es que esa moral -digamos- convencional que podemos identificar con el ideario cristiano de amor al prójimo que bien has identificado, es el origen último del veneno que emponzoña la sociedad a través de «lo bueno».
Estaría de acuerdo contigo… si no hubieses puesto la segunda parte que copio.
Siendo católico practicante y liberal estoy muy de acuerdo con Geralt.
En cuanto a contextos históricos de la Iglesia… Por un lado creo que el que pasara a ser la religión oficial del imperio fue un triunfo del diablo, y las escisiones protestantes fueron en gran medida una bendición. Por otro, en la actualidad la institución no escapa del socialismo predominante y cae en graves contradicciones entre sus enseñanzas y sus acciones. Si bien es agradable ver que se van dando tímidos pasos en una dirección menos preocupante.
Que las fuentes del liberalismo hayan sido en sus inicios, directa o indirectamente, hombres de fe, no es ninguna casualidad.
Pablo es «el que no *quiera* trabajar, que no coma» (II Tesalonicenses 3:10). «El que no trabaje no comerá» es Lenin, creo.
Leyendo el título pensaba que se trataba de otro cometario filósofico sobre valores. Más bien me parece una cuestión técnica de política social, de política economía o praxeología.
Sí; el buenismo socialista y comunista, el desarrrollo imparable del estatismo, el quitar con una mano para dar con la otra (a los grupos elegidos y a los propios políticos), nos han llevado y llevarán al desastre.
Además de ineficiente, es esencialmente injusto. Es el reparto o robo de unas partes de la sociedad a costa (coercitivamente) de las otras. Es también el robo «inter-generacional» del que habla y escribe el Prof. Kotlikoff desde hace décadas. Tardaremos en oírlo aquí en España, lo mismo que ha sucedido con la «prima de riesgo» o con conceptos como «sostenibilidad».
Es el colmo de la injusticia del keynesianismo, del socialismo buenista que todo lo pagan o aumentando impuestos y tirando de deficit público y aumentando la deuda pública del «Estado» (en roman paladino: pasando el marrón a generaciones futuras) hasta niveles que se aprecian como insostenibles o incomibles por los más ciegos de los mercados y los medios de comunicación.
El «Estado» moderno, esa cosa, ese «contrato social» que vendieron o fabulizaron Rosseau o Locke, no es otra cosa que una ineficiente, carísima y, sobre y ante todo, INJUSTA organización social y económica, donde los «listos», los más egoistas, los sin escrúpulos, los sin valores e inmorales, están arriba (con su carnet del partido y/o sindicato; incrustados en los puestos de mando de las adminsitraciones públicas ) y chupan, parasitando a los paganinis que están abajo. Todo se vende envuelto en el manto de las buenas intenciones y es aceptado por las masas, porque en el fondo, la mayoría aspirar a vivir de los demás y a recibir más de lo que aportan. Como se aguantarán los inevitables deficits y cuando llegará la quiebra final, es algo que ellos creen que no les tocará y nos les preocupaba.
La descripción-resumen que hizo Ayn Rand en su obra «Atlas Shrugged», hablando de la «20th Century Motor Company», es decir del estatismo o socialismo, es una de las mejores y más fácilmente entendibles por los que son refractarios a todo pensamiento contra-intuitivo y que sólo son capaces de entender y repetir mantras y sloganes.
Los paganinis están abajo y pagando obligatoriamente para que disfruten todos, en primera línea los propios políticos buenistas que «administran» y reparten el sistema, mientras nos llevan a la ruina. Pagando para que se rescaten bancos y cajas que ellos mismos llenaron y controlaron; para que todos los ciudadanos del mundo mundial que pasen por España tengan sanidad y medicamentos universales y gratuitos (aunque muchos españoles paga-impuestos no lo tengan); para que tengan educación pública y universitaria gratutita con multitud de universidades públicas, televisiones públicas por doquier; para recibir subvenciones, pisos públicos, preferencias de todo tipo por ser «más necesitados», incluso hasta la exención de tasas judiciales, recibir pensiones no contributivas, complementos no contributivos, viajes del inserso no contributivos, etc. El Estado lo paga todo. El «Estado» parece omnipotente. ¡Más imuestos, más deuda pública! Que el mercado ya no la absorve… pues imprimamos dinero para «monetizar» y seguir absorviendo deuda. Quedan pocos años para ver las consecuencias. Menos mal que en España, a diferencia de EE.UU. y UK, les han quitado la posibilidad de «imprimir» dinero para seguir comprándose deuda pública propia con la que seguir «financiado» ad infinitum (eso creen los krugmanitas y los monetaristas, o hacen como que lo creen) la deuda pública. El robo institucionalizado y a lo grande, vendido como «progreso».
Toda la idea estatista-socialista se apoya en el pánico a la libertad y a la responsabilidad individual de las masas, en intentar vivir del «estado», en la erronea creencia de que, contra toda evidencia, el aparato estatal metastásico de cada vez más y más políticos y empleados públicos pueden proveer más eficiente – y justamente produtos y recursos, que lo que haría el libre intercambio en un mercado libre sometido a la disciplina de la libre competencia/realidad.
Acabas de hacer una magnífica «traducción» de mi artículo. Poco puedo añadir, tu comentario complementa perfectamente lo que pretendía decir.