Si observamos detenidamente la historia de las naciones europeas, comprobaremos que la inmensa mayoría son hijas de la espada y la pluma. La espada sentó los cimientos de la delimitación geográfica y la pluma los del sentimiento nacional. Los míos son los que hablan como yo. Este principio casi natural puede, como todo en esta vida, ser objeto de manipulación violadora sobre todo si pierde peso la espada. Así la pluma, la palabra, se convietrte en arma política creadora y/o destructora de naciones, en arma política capaz de revolver en lo más profundo del sentir de los «nacionales».
Ejemplos claros de éste uso violento de la palabra los encontramos en España por doquier. No voy a detenerme en ellos hoy. Baste con decir que las clases dominante vascas y catalanas están aplicando a la perfección las lecciones de esgrima verbal magistralmente impartidas por la historia. Su error radica en el abuso del idioma en su afán localista y su olvido premeditado del universalismo, motivo éste último con el que con más frecuencia y justicia ha sido usada la pluma como espada.
El lenguaje, las palabras pueden ser usadas también – y cómo – para generar espectativas, ilusiones, para provocar revoluciones. Mis palabras, por pobres y solitarias, jamás podrían mover masas o cambiar opiniones. Otra cosa son las palabras de los políticos sabiamente dosificadas, calculadamente pronunciadas, conscientemente manipuladoras.
Ayer asistí a un magnífico ejemplo de «ataque verbal» contra los supuestamente consolidados conceptos de libre mercado y de libertad. Ustedes pensarán: imposible! Todo es posible en el reino de nunca jamás de los políticos. En apenas 4 horas, desde dos medios diferentes, simulando casualidad, los líderes socialdemócratas alemanes han puesto en solfa dos de los principios hasta ese momento «irrefutables» de la vida económica y social germana.
A las 16:36 aparecían en la versión «On-Line» del semanal «Die Zeit» las disquisiciones del Canciller alemán Gerhard Schröder sobre la libertad. Frente al concepto de libertad de conservadores y liberales, según Schröder limitado al «libre comercio» – suena tan despectivo en sus labios que bien podía limitarse a decir «libre trapicheo» -, el socialdemócrata propone a los alemanes la «Sozialfreiheit». Traduzco: la «libertad social».
Schroeder dijo que la situación social de un hombre no puede determinarse sólo por el «talento, la diligencia y el trabajo duro» . El Canciller respondía así al Presidente de la República Horst Köhler quien había colocado en el centro de su discurso institucional del 15 de marzo el concepto de la libertad individual. La frase exacta de Schröder merece ser citada:
»Wenn man ein so wichtiges Ziel wie Freiheit verabsolutiert und es sozusagen löst von den gesellschaftlichen Bindungen, dann verliert man leicht die Richtung«.
Traduzco lo más literalmente polsible: Si se absolutiza un meta tan importante como la libertad, liberándola de cualquier compromiso social, estamos perdiendo la dirección
Los alemanes, nos sigue diciendo Schröder, habrán de elegir entre esa libertad egoísta y la libertad social.
Notan algo? Pueden leerlo entre líneas? No? Es fácil: el señor Schröder nos está diciendo que no cree que sus ciudadanos sean capaces de aplicar EN RESPONSABILIDAD los princios de la libertad individual. Nos está llamando egoístas. Nos está tachando de «capitalistas amantes del libre mercado salvaje». Pero lo dice de una forma muy sutil. No en vano es el Canciller de la República. Señor Schröder, el compromiso con la libertad sólo puede ser absoluto. No hay compromisos relativos o a medias en este campo.
Por si la idea no estuviese clara, y los alemanes no hubiesen captado el mensaje, cuatro horas más tarde, en otro medio, aparece la nota explicativa. Lógicamente no del propio Schröder, sino de uno de sus «espadachines plumíferos»: el señor Müntefering, ministro de Economía.
A través del diario «Süddeutsche Zeitung» nos explica las palabras de su mentor.
Müntefering ve en el predominio creciente de la economía de libre mercado un peligro para la democracia. El «poder del capital» y los «sistemas de organización sobre una base económica » han hecho desaparecer al hombre del centro de la acción social. Müntefering critica en su discurso la «dictadura de la economía sobre la sociedad».
Tomen nota. En cuanto alguien tiene la idea de defender la libertad, el libre mercado,en definitiva los principios del liberalismo, saltarán los socialdemócratas argumentando nuestra falta de solidaridad.
Yo no quiero volver a la tribu!
Hola Liberal. Si, corren malos tiempos para la lírica liberal. Lo peor está por venir.
Hola Luis. Saludos desde tu amada España. Al Canciller le ocurre como a nuestro ZP. Ambos son especialistas en discursos huecos, en tópicos ramplones, en demagogia barata. Pero la característica que más les une es su desprecio por la libertad individual. Cuando un político enmascara sus ataques a la libertad utilizando lo «social», tenemos que estar vigilantes ante lo que se avecina. Parece que en todas partes cuecen habas.