Es decir, que a cambio de guarderías accesibles y gratuitas, los progenitores habrán de vender las almas de sus niños al gran padre nacionalista, una jugada tan repulsiva como allanadora de las más evidentes libertades públicas, una de las cuales, y no la menor, es que padres e hijos puedan expresarse en la vida pública en la misma lengua que hablan libremente en su casa, más si es una de las dos lenguas oficiales de su país; parece una obviedad. Ya no lo es. En Galicia eso está legalmente prohibido por un lamentable decreto educo-administrativo cuya zafiedad está solo a la altura de la hirsuta clase política que nos mal ampara.
No dejen de leer el magnífico artículo de Juan Granados en su "Y sin embargo se mueve".
Luego, si eso les parece poco, lean sobre la nueva "raza superior celta" y se darán cuenta definitivamente de por qué los nazionalismos son fascismos puros y duros.
Lo estoy sufriendo en carne propia. No solo es «galescola» sino el resto de la enseñanza. Es una vergüenza: «éramos pocos y parió la abuela»
Creo que me he hecho un lío tremendo. Soy un poco nacionalista.
Antes del antes delirante era la nada, H.. La nada es el sumidero de la ignorancia voluntaria, el espejo en el que ellos no se miran pero en el que nos invitan a los demás a contemplar nuestros pecados.
El verbo euskaldún, celtista, pancatalanista es verbo fantástico, creador en sí mismo pues, lejos de describir los antes del antes, los inventa en un alarde de sumo desprecio a todo lo que emerga más allá de los márgenes del propio ombligo. Y éste es inmaculado, libre de culpa, víctima y mártir eterno. Para su propia gloria.
El final del verano llegó y tú, Sabino, volverás a Salburúa – el escenario del Alderdi Eguna, que es una novela de Wodehouse escrita por Chuck Palahniuk o por ahí – porque vives la inexorable crisis mimética de la violencia que reproduce el “primer pecado” y que consiste en echar al otro la culpa y negarlo: Adan culpa a Eva, Eva a la serpiente y la serpiente a Dios, palabra que como bien dice Unamuno no existe en vasco, ni en vasca.
¿Por qué la culpa es mía y no al contrario, Sabino? Porque lo mío, dices, vino antes, lo tuyo es síndrome del alcoholismo fetal, es histórico: la historia como garante de la primera sinrazón y del ulterior resentimiento contra los impugnadores de esa primera sinrazón. La historia, en el origen del pecado de origen. La historia del mal. La historia, es decir, los vascos y las vascas: sucesión de hijos e hijos de la ira, vientos de éxodo sembrados entre tempestades.
Mas, ¿qué es antes? ¿En qué momento te hicieron mal, Sabino? ¿No era macedonio Aristóteles antes de los actuales macedonios? ¿Y no hubo a su vez un antes anterior a ese antes y así sucesivamente? Antes de todo hubo un momento en que alguien puso un cartel que ponía: reservado el derecho de admisión.
La espada de fuego, he aquí el origen del nacionalismo: qué verde era mi valla. La hierba siempre parece más verde aquende la valla; valla que no te haría más libre, vaya, pero te haría ganar algo de peso; así lo esperas. En cualquier caso, aquí estabas tú antes, luego era tuyo. De antes en antes, va para un siglo echando la culpa a los de después del después, negando que hubiese un antes anterior a tu antes. Alguna vez fui bueno, dices, pero lo importante es que fui bueno media hora antes que los maketos afeminados. Pecados de origen, el rock de la cárcel.
Malo es el nacionalismo de los recogenueces, obviamente, hegeliana razón de la historia que absuelve, estatura moral de los opulentos, chuletones de a kilo, del niño al león etarra y al camello batúa, cinismo de quienes dicen paz y es guerra, dicen patria y es barbarie, dicen orden y es masacre, dicen accidentes mortales.
La persona no es para el nacionalismo sino un sujeto truncado, un sujeto que no vale nada y que, por eso, puede ser tratado como objeto en función del único sujeto, el impersonal sujeto nación. Sujeto grande devora a sujeto pequeño, tratado como su objeto y su objetivo. En lugar de buscar lo universal, ls concordia, el arco polilobulado, el estadito, dotado por otros y devenido nación, si puede, se convierte en imperio.
Mas en última instancia, por qué los dirigentes son tan malos si los individuos son tan buenos, quien les vota, por qué hijos reaccionarios y aviesos de padres tan sanos inteligentes y abiertos; o por qué los débiles son torpes para dejarse gobernar así por los más fuertes o listos. Todo el mundo se autoexime de cualquier responsabilidad: el único total culpable parece ser Dios, es decir, álguien, los demás, los otros, en definitiva, nadie. ¿Pero acaso tú no? ¿Por qué no?