El mercado (la economía) responde aquello que las matemáticas son incapaces de responder. Esta es la razón fundamental por la que el socialismo, la socialdemocracia y el neoliberalismo «social» no han sido capaces nunca de dar soluciones. Hoy tampoco.
Repito: el mercado responde aquello que las matemáticas son incapaces de responder. Pero no es el mercado un ejercicio de matemáticas?
Sabe contar el niño de dos años que retira la mano del fuego? Tal vez. En el momento de actuar no calcula: toma una decisión. Retirar la mano es correcto, dejarla supone quemaduras. Para tomar tal decisión los humanos – con la excepción de algunos españoles -no necesitan comparaciones históricas.
Actuar o no actuar: esta decisión la toman miles de veces, todos los días, tontos e inteligentes. Incluso de forma inconsciente. Mayormente de forma consciente… no? Los humanos tomamos decisiones. Libres u obligados. Por nosotros mismos o manipulados. Siguiendo órdenes o tras meditar sobre ello. Y justo ahí está el quiz de la cuestión: si no soy libre no puedo decidir responsablemente. Toda decisión no-libre es un error. Sólo seguir órdenes no funciona. Sólo desde la responsabilidad, tras haber aceptado el precio de nuestros actos, recibe nuestra decisión el sello de «tal vez acertada». Si usted no decide así, salga inmediatamente de mi vida.
Cada humano es diferente. Hay quien nos clasifica en 16 grupos, pero no hay dos humanos iguales. Ni siquiera mi clon sería exactamente igual que yo más allá del minuto de vida. Todos los humanos son capaces. Sin excepción. No hay existencia sin consecuencias. Esto lo sabe cualquier físico. No se trata de ser altruísta, se trata de ser consciente de cada existencia y aceptarla.
Pero y el mal? También existe? También he de aceptarlo?
Podemos no hacerlo? Esta ahí.
Es fácil equivocarse. Cualquier empleado de un departamento de reclamaciones lo sabe. El mundo no es perfecto. Es como es. Todo el mundo lo sabe. Pero se puede aprender de los errores. Y no sólo eso: podemos perdonar los errores. Podemos generar del error el acierto, del mal el bien. Nada permanece como es si actuamos. Todo es mejorable. Nosotros los humanos no somos imbéciles. Yo decido qué quiero y qué no quiero. Y en el centro de mi toma de decisión no estoy yo sólo. También te veo a tí. Ahí. O allá.
Todo lo que puedo lo puedo para tí. Todo lo que puedes, lo puedes para otros. Las cosas se relacionan a través de la acción, el trabajo y el intercambio. Pero esto sólo funciona si cada uno decide por sí mismo, para sí mismo y sus vecinos. Cuando otros deciden por mí, la cosa no marcha.
A veces es más fácil encuadrarse en una supuesta ideología y dejar que otros ¿piensen? por ti. Hay demasiados votos fijos que no se plantean si quiera tomar una decisión, toman unas elecciones como un partido de fútbol, siempre van con su equipo y lo celebran aunque este gane por un gol en fuera de juego. El problema es que en política el arbitro somos todos, y cada vez más consentimos las infracciones en nuestro equipo que criticariamos en cualquiera de los otros.