Lo sé, el título esconde un absurdo semántico. O se sospecha de algo, o se tiene la certeza de ello. Ocurre que cuando la certeza es incriminatoria y uno no es juez, sólo se puede hablar de sospecha. Pero, qué quieren que les diga. Después de leer el informe presentado por el Partido Popular ante la Sala 61 del Supremo en el que se solicita la ilegalización de ANV, cargado de datos, números, fechas, citas, HECHOS y PRUEBAS, he abandonado el estado «conspiranoico» para pasar a la certeza absoluta en mi sospecha. ETA, gracias a la connivencia del Gobierno, estará – si los jueces no lo remedian – los próximos cuatro años viviendo de nuestros impuestos.
Consciente de lo difícil que es mantenerse alejado de las etiquetas que a uno le cuelgan, casi estoy tentado a no hacer uso de mi derecho a dar una explicación para mi actitud. Seré breve. La mayoría de quienes apoyan (quiero pensar que de forma razonada, no sólo desde ese hemisferio cerebral que Malespina ha dado en llamar «el de la pancarta«) la decisión de permitir el acceso de Batasuna-ETA a las instituciones del estado lo hacen con el argumento de la igualdad. Derecho a participar en los comicios democráticos para todos, sean cuales sean sus ideas. Y yo estoy de acuerdo. Todo el mundo tiene derecho, en democracia, a defender sus ideas y exponerlas en público.
Ocurre que la democracia, además de contenido principal de la vida social de una sociedad, es también su continente. No es una palabra vacía en el aire o un concepto en cuyo nombre podemos hacer lo que mejor nos parezca. Limita, desde el momento en que se constituye, las vías por las cuales se puede participar en ella. Y la nuestra es una democracia parlamentaria (mejorable) en la que las ideas son defendidas por partidos políticos, no por bandas asesinas, y en la que los representantes de los partidos políticos son elegidos con unas papeletas (VOTOS) y no con unas pistoletas (BALAS).
La democracia es un ejercicio exclusivo de los vivos que respetan a los otros vivos. Los zombies descerebrados que acuden a ella con cadáveres bajo el brazo sólo pueden esperar la cárcel o el destierro.
Vamos de la mano, Iracundo: el sistema que tenemos no vale. No es democrático y no es ciudadano. Por eso no vale.
Un saludo!
Un sistema verdaderamente democrático, como ya señalé, resolvería el famoso «problema de España» en tanto las voces de los fascismos periféricos serían voces en el desierto dada su total inferioridad y la ignorancia acerca de sus ideas (?) a la que se vería empujada una sociedad en la que se pusiesen en liza verdaderas cuestiones políticas y no mitos territoriales que el tiempo y los referendos han mostrado que a nadie, sino a muy muy pocos, interesan. Sólo puede defenderse el presunto interés en tales cuestiones por parte del pueblo a través del «trágala» de los partidos políticos y la subvención al separatismo que supone el sistema español de autonomías regionales.
Respecto a los que matan y amenazan… sólo puedo decir dos cosas para total claridad. Respecto a los primeros afirmo, como en el acta de «no-proscripción» emitida por Julio César cuando ´cruzó el Rubicón: «Aquellos que mantengan la lucha contra mi mediante medios violentos recibirán el daño que esperan infligir». Y respecto a los segundos mostrar mi total incomprensión por su vileza y mi total condena de sus ideas, si es que pueden ser así conocidas las que suponen la coacción de la mayoría de los ciudadanos.
En España hemos caído en el afeminamiento de la opinión general del que nos previno John Stuart Mill largo tiempo ha: ese momento en que se respeta más la existencia de la vida que los sentimientos humanos. El ejemplo definitivo de esta degeneración no lo ha brindado Zapatero y sus acólitos en el caso de De Juana Chaos: se está dispuesto a caer en la mayor de las infamias y menosprecios por las víctimas de ese sanguinarios criminal (curioso que algunos hablen de su cumplimiento de condena por 25 asesinatos como si hubiese borrado de la historia el hecho de que los ejecutó, cuando encima se jacta de ello, malditos positivistas) antes de ver morir (era dudoso) a De Juana en su celebérrima «dieta». Y es que, siguiendo de nuevo a Mill: «¿qué mayor aprecio de la vida humana que el reservar a quien priva de ella a otro la negación de su derecho a ella?»
Salud y libre comercio