Como hemos venido explicando a lo largo de los dos anteriores artículos (Uno y dos), la raíz de todos los graves problemas que padece el euro es precisamente el propio Banco Central Europeo, al que todos los políticos, sobre todo mediterráneos, imploran, para dar pábulo a sus planes de gasto y de financiación del déficit público.
En este artículo observaremos como el euro es una especie de amalgama, en donde conviven dos fuerzas contrapuestas. Por un lado, los errores de diseño que presenta el euro luchan por el colapso del mismo; pero, por otro, las ventajas –que iremos viendo más tarde– que el euro posee con respecto al resto de las economías, luchan por la supervivencia del euro. ¿Qué fuerzas podrán más y ganarán la pugna? ¿Serán mayores los errores del euro que sus aciertos? ¿Colapsará la moneda única?
I
Los errores y las ventajas
Recapitulando, hemos explicado cómo la bajada de los tipos de interés en la zona euro, provocó una expansión artificial del crédito en los países menos ahorradores, que desembocó en un desajuste entre ahorro e inversión. Y es que es un gran error decretar un único tipo de interés para una región tan enorme, y tan diversa.
Además, hemos visto que la existencia de un único Banco Central y múltiples estados provoca un desequilibrio, en el que los países menos ortodoxos en las finanzas públicas se ven más beneficiados que el resto por el BCE, al financiar sus déficit públicos. Como si se tratase de un lugar público, los incentivos de este mecanismo, entre el BCE y los estados de la eurozona, a igualdad de circunstancias, provocarán un menoscabo del euro. Es decir, que, por ejemplo, Grecia se vea enormemente beneficiada de la financiación del BCE, a la vez que el coste de financiarla se divida sobre el resto de países, hace prever un colapso lento pero seguro del euro, de mantenerse el actual entramado, que favorece a las cigarras y perjudica a las hormigas.
Eso sin mencionar algunos problemas, que están intentando resolverse, como la dicotomía que actualmente existe entre la política fiscal y la política monetaria, la gran centralización que hay en Europa, políticas tan intervencionistas como la Política Agraria Común, entre otras.
Pero si hasta ahora hemos hablado sólo de los errores que permanecen en el seno del euro, ahora toca hablar de las ventajas que presenta el euro con respecto al resto de economías, que no son pocas.
II
BCE sin gobierno
Paradójicamente, que el BCE sea uno, mientras que los gobiernos a los que sirve sean múltiples, es tanto una ventaja, por un lado, como un inconveniente, por otro. Como vimos, es un inconveniente porque la financiación que otorga el BCE es asimétrica: se benefician más los países menos rigurosos, creando incentivos perversos, que podrán autodetruir el euro, como defiende el economista alemán Philip Bagus en su obra “The tragedy of the euro”.
Pero esta condición es una gran ventaja en los siguientes términos. Permite una gran independencia del BCE con respecto a los políticos o mandatarios de los países en cuestión. Así es mucho más difícil que un país en concreto logre manejar a su propio criterio el BCE para sí. No sólo los estatutos del BCE, rigurosos con la independencia, nos aseguran que los políticos interfieren poco con el BCE, sino que la existencia de intereses contrapuestos entre diversos países impedirán que un país logre sus objetivos concretos. Actualmente, vemos que los países del norte, en especial Alemania, se niegan reiteradamente a los deseos de los países mediterráneos con respecto al BCE: comprar deuda pública en el mercado secundario.
Las largas y dilatadas cumbres europeas donde todos los países de la eurozona se reúnen para negociar las políticas, son un reflejo de este hecho.
Así, por muy mal que lo haya hecho el BCE en el pasado, lo haga en el presente y lo siga haciendo en el futuro, su poder es mucho más limitado que en otros lugares, y no está sometido a los intereses políticos.
¡Qué diferencia con respecto al resto de economías! El Banco Central Chino mañana mismo, si quiere, puede dejar subir el valor del yuan, si decide dejar de comprar divisas; o hacerlo caer, si decide comprar más divisas aún. El Banco de Inglaterra puede hacer bajar el tipo de interés de los Teasury Bonds inyectando liquidez. La Reserva Federal puede, de nuevo, volver a inundar el mercado de dólares, iniciando un nuevo programa de Quantitive Easing (y recordemos que toda esta recesión se debe a las políticas arbitrarias de la Fed en torno al año 2001). El Banco de Japón puede facilitar cuando quiera la financiación al estado nipón, para que éste inyecte dinero a mansalva en el mercado, como ya ocurrió tras el gran terremoto de 2011. Pero, ¿y el BCE?
Es decir, que haya 17 estados limita la acción del BCE, y eso es bueno.
III
Patrón “euro”
En segundo lugar, que haya una moneda única en 17 países es equivalente a una especie de sistema de tipo de cambios fijos, entre los propios países del euro. Y eso elimina la posibilidad de que los países puedan recurrir a la devaluación como instrumento de política monetaria, lo que tanto lamenta Krugman en su «Acabad ya con esta crisis».
Esto limitará aún más la acción de los políticos europeos, y sometiendo a la economía europea un poco más al funcionamiento del mercado de libre empresa, creando un marco que encorseta enormemente a políticos, sindicatos y grupos de presión. Pues ya los problemas no podrán solucionarse como antaño, que es depreciando la moneda, y listo: los problemas se solucionarán de un plumazo, pero con duras consecuencias con el paso del tiempo. Una devaluación provocará una gran inflación, una enorme caída del PIB, y un empobrecimiento generalizado de la población.
Ahora bien, tal cosa no quiere decir que el euro se vaya fortaleciendo poco a poco con respecto al dólar, aunque no haya incentivos para que se debilite con respecto al mismo, pues tal cosa depende de dos variables: del crecimiento de la cantidad de dinero y del crecimiento del PIB. Y, de ello, es fundamentalmente responsable el BCE, que ha incumplido en numerosas ocasiones sus propios objetivos de crecimiento de la masa monetaria, rebasándolos.
IV
Conclusión
En consecuencia, en la zona euro, el poder del BCE es mucho más limitado que el de otros bancos, reduciendo el control gubernamental sobre los individuos. A pesar de los graves errores cometidos por el BCE, ya comentados anteriormente, la Eurozona tiene mucho más margen de maniobra que el resto de economías.
El euro presenta una inflación mucho menor que otras economías, como por ejemplo la estadounidense. Mientras que en otras zonas, los bancos inyectan dinero a mansalva para facilitarles la labor a sus gobiernos, en la zona euro eso se hace de forma muy limitada y a regañadientes.
Vemos en este gráfico que los activos del BCE, medidos en porcentaje del PIB, son mucho más reducidos que los de la Fed (línea roja) o los del Banco de Inglaterra (línea verde), aunque haya crecido mucho últimamente.
Esto quiere decir, que si el BCE se decidiese a imitar a otros países (política en mi opinión desacertada) y a financiar denodadamente a los estados, los recursos de los que dispone el BCE son mucho mayores de los que disponen otros bancos (porque a ellos se les están agotando, al tener una inflación creciente) y esta política lograría una zona euro mucho más activa económicamente que cualquier otra (aunque sería cortoplacista y perniciosa a largo plazo, y nos encaminaría al mismo destino que el resto: inflación creciente).
Pero, como bien dice Ángela Merkel, “hay que buscar la mejor solución, y no la más rápida”, y por eso el BCE se sigue manteniendo reacio a realizar políticas monetarias expansivas y cortoplacistas, al tiempo que todos los países europeos están implicados en las reformas estructurales a largo plazo, de liberalización de los mercados, competitividad de los mismos, reducción del sector público, etc.
En definitiva, parece que el euro está mucho peor económicamente que otras regiones, y de hecho tiene graves problemas, con origen en el BCE, como la gran centralización que existe en Europa, pero tiene más potencial que otras regiones económicas y más margen de maniobra. Sólo que se ha decidido priorizar el largo plazo, por encima del presente. El problema es que muchas veces el largo plazo, que son las políticas que más bienestar acarrean, puede llevar varias décadas en dar sus frutos.
Si tuviera que resumir todos mis artículos sobre el euro en unas pocas palabras, diría los siguiente: la tragedia del euro es la tragedia del BCE, y nada más que la del BCE, es la única rémora que nos impide alcanzar la prosperidad, a la que nos lleva el resto de características de la moneda única.