¡Albricias! La selección española de fútbol es campeona de Europa, leyenda viva del fútbol mundial. “Hemos” conquistado la cima que nunca antes nadie había logrado culminar. El Rey, El Presidente del gobierno de la nación, los medios de comunicación en masa se apresuran para salir guapos en la foto. “Somos” nuevamente el patrón con el que deben de medirse todos los demás, todos los “otros”. En medio del paroxismo colectivo, hasta el vergonzoso apelativo eufémico “la Roja” ve su carga de corrección política forzada disuelta en un mar de banderas rojigualdas y cánticos tribales. Entramos en trance, nos autoregalamos la felicidad que no es nuestra. Aunque solo sea por unos días.
Decía Goebbels que pocos medios de propaganda eran tan efectivos como difundir argumentos basados en una mitología nacional que pudiesen arraigar en actitudes primitivas. Nada como adueñarse de la proeza de 24 individuos –fruto de su trabajo, su dedicación, su esfuerzo y su mérito -, convertirla en hito nacional y utilizarla para llegar a convencer a mucha gente que piensa “como todo el mundo”, creando una falsa impresión de unanimidad. ¡Metafísica!
El uso metafísico que hace la política de logros individuales para fundamentar sentimientos generales puede no ser voluntario – en tanto que premeditado -, pero no deja de ser alarmante y enajenador. Es imposible concebir la acción política lejos de la filosofía, pues la política no es otra cosa que la competencia entre diferentes ideologías. Toda “visión” del mundo se cimenta en principios metafísicos. Determinismo, materialismo, religión… forman parte de nuestro ideario tanto si somos creyentes como si no.
Y es aquí donde surgen los problemas: ninguna nación o colectivo nacional actual es una asociación voluntaria de gentes que piensan similar. Al contrario: los principios políticos que determinan nuestras leyes – esas bajo las que con-vivimos todos – se basan en no pocas ocasiones en dogmas metafísicos no necesariamente compartidos por todos. La consecuencia inevitable es un recorte más o menos “voluntario” de la libertad de muchos en nombre de la mitología colectiva.
Ya no son los predicadores desde púlpitos amenazantes quienes nos atemorizan con las consecuencias de nuestros pecados. Son los próceres designados por la santa alianza entre conservadores y progresistas, desde principios profundamente seculares, los que blanden hoy las ideas concretas que determinan lo que puedo hacer con mi cuerpo, qué substancias debo o no debo tomar, qué contratos puedo o no puedo firmar, qué opiniones puedo formular en público, cómo puedo desarrollar mi actividad profesional. Y no dudan ni un momento en usar el poder del estado para imponernos su metafísica. Después de todo es en nombre “del interés general”.
Si nos paramos dos minutos a pensar, nos resultará muy difícil explicar dónde están las diferencias entre “un interés general superior” y “un interés divino superior”. Y si nos aferramos a “la voluntad del pueblo” (51 deciden lo que deben hacer los otros 49) terminaremos concluyendo que, muy problablemente, por “voluntad divina” también podríamos conseguir que 51 individuos fuesen felices y 49 no. La entidad “pueblo” es exactamente tan metafísicamente irreal como la entidad “Dios”.
Y sin embargo pervive la noción de colectivo emboscada tras las ramas de la “nación”, “la roja”, el “nosotros” paroxístico tan hábilmente alimentado por la clase política a base de mitologizar logros individuales: ¡socializando el mérito! Hemos “nacionalizado” la Eurocopa 2012 de fútbol, y aquí nadie se ha enterado. Igual que nacionalizamos (colectivizamos) todo aquello que valoramos como positivo, simplemente porque los “viejos” argumentos de etnicidad, lengua o religión se han quedado obsoletos. Bueno, menos en los microcosmos nacional-socialistas de todos conocidos.
El nacionalismo, el colectivismo siempre genera víctimas.
Por eso yo me alegro por cada uno de los chavales que han ganado la Eurocopa 2012, pero sigo trajando en mi despacho un poco más triste que otras veces: yo no he ganado nada, nunca lo hago cuando el que gana es el falaz y mítico “nosotros”.
Perdón por el retraso.
Para mi que tiene razón PVL, y que estamos en lo de siempre, Luis. Lo jodido es que te entiendo, sé de dónde parte tu impulso, y me parece sano. Pero también observo que te impide ver la realidad a dos palmos de tu nariz.
Venga, tú les tienes manía a los rebaños, y yo también. Y a las naciones, y yo también. Pero tenerles manía no significa que podamos hacerlos desaparecer, ni, ¡ojo!, siquiera que fuera bueno que lo consiguiéramos. La puta realidad es que el hombre es un animal social (como en muchos juntos, y actuando a menudo por un objetivo común).
Olvida por un momento tu obsesión con el «interés general» o el «bien común». ¡Deja por una vez la política! No tengo ni idea de con cuánta gente trabajas, ni de quién es el chiringuito (aunque lo sospecho). Si la cosa funciona bien, que espero, lo normal es que cada uno de los que trabajan ahí considerara un «mal común», o algo contrario al «interés general» (del equipo que hace posible el chiringuito), la quiebra de la empresa. Afortunadamente trabajo en un sitio que se caracteriza por lo que se puede llamar «espíritu de empresa». Es bastante conocido (y reconocido). Tengo algún cliente alemán que me asegura que en eso Bilbao es mejor que Alemania. Y supongo que no te cuesta nada comprender de lo que estoy hablando, ni comprender que no está nada lejos de la idea del bien general. Si a la empresa en la que trabaja un empleado con dos dedos de frente (cultura empresarial) le va bien, y si el empresario tiene dos dedos de frente (cultura empresarial), a empleado le irá bien. Y por tanto hará todo lo razonable que esté en su mano porque a la empresa le vaya bien. No está siendo gregario, ni nacionalista, ni ninguna otra carallada. Está entendiendo correctamente el mundo.
Supongo que también has oído hablar de esa cursilada tan de moda del «team building». ¡Hala!, todos los vendedores de una compañía de seguros a hacer juntos el gil en un barco de regatas, o cualquier otra actividad que les parezca más o menos aventurera, y de equipo. Donde la palabra clave es grupo (como en dinámica de grupo). Es una cursilada, no estoy seguro de que consiga las objetivos que persigue, pero se basa en una premisa correcta.
O sea, no dejes que una obsesión ponga un muro entre tú y el mundo. Y ahora, de penitencia, lee otra vez lo que han dicho los anteriores comentaristas. No hay ninguna chorrada. Solo hay un muro.
Nota: yo tampoco «gané» la copa de Europa. Pero no son más que formas de expresarse, y de permitirse una alegría. Los raros somos tú y yo, et al.
Y perdón.
El homo sapiens es una especie biológicamente gregaria: vivimos en grupos , en los que los integrantes se identifican como tal, precisamente en oposición a otros grupos. A lo largo de la historia de nuestra especie esos grupos han variado de tamaño: desde unas pocas familias e individuos agrupadas en tribus hasta millones agrupados en naciones e imperios. El sentimiento y las causas profundas que se encuentran en la alegría colectiva del grupo de homo sapiens agrupados bajo el nombre de «España» por el triunfo de la selección española de fútbol deben ser muy similares a la que experimentaron los «aliados» al vencer en la IIGM, o al de los romanos cuando derrotaron a Aníbal: «nuestro grupo ha vencido al otro grupo que es nuestro enemigo». Por supuesto y por descontado, la trascendencia e importancia de una y otras victorias no son comparables. Pero lo que subyace en el fondo es esencialmente el mismo comportamiento biológico: el gregarismo de nuestra especie, que es uno de los rasgos sociales característicos junto con la jerarquía, que nos definen.
Estimados todos,
supongo que nuestra controversia nace desde la distancia que nos separa a la hora de apreciar la metafísica de esa cosa llamada nación. Hubo un tiempo en el que yo también defendía posiciones espanolistas. Hoy sigo creyendo que comparto una herencia cultural e histórica con todos los espanoles.
Sin embargo no creo que las viejas costumbres ni la historia común contribuyan a mi felicidad, ni a la de nadie. Antes al contrario: perpetuando el sentimiento de pertenecia a una nación consagramos la sumisión de todos a un estado cada vez más ávido de mi libertad, de nuestras libertades.
Aclamar omo logro nacional las victorias de Max Schmeling era una «vieja costumbre» de la noble raza aria, seguir sus luchas en la radio, celebrar sus victorias como las del «Volk». Aclamar y festejar los exitos del Schalke 04 (era el equipo obrero, el favorito de Adolf) también era crisol en el que se fundían las voluntades germanas.
La etiqueta moderna espera de nosotros que abominemos de las victorias del Real Madrid en los 60, o de aquella Eurocopa ante la pérfida Rusia, ejemplos todos ellos de la manipulación franquista en pos de una imagen internacional positiva: somos europeos, no estamos aislados, somos los mejores… mensajes….
Sefuela: no me consuela el rebrote espanolista frente al secesionista. Unos y otros solo petenden seguir aumentando sus cuota de poder, irremediablemente a costa de nuestra libertad.
Esopra: en DEE estamos los que estamos de forma completamente voluntaria. No le cobro a ningún autor un precio especial por escribir más, o mejor, o para compensar al que escribe menos, o peor. Tampoco les digo lo que deben decir, ni como decirlo. Me siento orgulloso de ellos porque reconozco la calidad de su trabajo. Y me regocijo en el hecho de que quieran compartirlo conmigo… y con vosotros a través de esta «mi» casa.
Eclectikus, como explico ás arriba recelo por igual de cualquiera que me robe la cartera o me diga que he de hacer. Me da igual que me lo diga en castellano, catalán o llionés, en nombre de Ramón y Cajal, Miró o el Conde Guillen.
Jahd, como se que en la torre de la vela se comparten mis recelos, supongo que hablas más desde el corazón que otra cosa. Yo también me alegré enormemente de la victoria del domingo.
Luis, las viejas costumbres no son en sí mismas necesariamente buenas o malas. Son, Y son sus defectos los que deben intentar corregirse. Por eso aludo a la asimetría como característica a evitar, mientras que pienso que no hace daño a nadie el que yo me alegre de que a tí te vaya bien, o de que gane la eurocopa la selección nacional de fútbol o de canicas transparentes. Te alegras de algo con lo que sientes una cierta identificación.
Ahora bien, esa identificación no necesariamente debe ser realizada como oposición al resto. No me gustan los nacionalismos excluyentes. Sí estoy a favor de los integradores, que aprecian sus propias características comunes locales, mientras que, a la vez, se saben miembros de comunidades más amplias.
Se puede ser muy de Cangas, o de San Román, y ser asturiano. Asturiano y español. Español y europeo. Europeo y ciudadano del mundo. Lo mismo vale para Guecho o para Tortosa. En mi caso concreto, durante las temporadas que he vivido fuera de España, he aprendido a apreciar más determinadas cosas que me unen al resto de España, a la par que a respetar grandemente otras culturas, a reconocer cosas comunes en varias de ellas, y sus diferencias.
El rebrote españolista que comentas, yo no lo entiendo como opuesto a las identidades locales sino como integrador de las mismas. Son los secesionismos estúpidos los que agreden a un señor por pasear al perro con la camiseta de la selección. Sin embargo, como decía uno de los que salió en Bilbao a la calle a celebrarlo, se escuchaba a jovencitos deiciendo : ¿Y qué hago yo aquí apoyando a la selección?.
Todo el mundo tiene derecho a no querer integrarse en una organización (aunque la siscusión sobre eso llevaría semanas y el punto fundamental estaría en dónde está el límite de ese derecho), pero no a imponer a los demás que no se integren ni a aagredirles porque lo deseen. En ese sentido, todo lo que valga para quitar fuerza a los nacionalismos excluyentes será bien recibido por mí.
Donde te doy la razón es en que todos los políticos pretenden incrementar su cuota de poder, utilicen la táctica del nacionalismo excluyente o falsamente integrador. Pero, en mi opinión esa es una historia diferente. Aunque pueda viajar al lado del hecho de alegrarse o cabrearse por una victoria deportiva, no necesariamente es su compañera de viaje.
Saludos
Luis, no puedo estar de acuerdo con el fondo de lo que comentas, o lo que yo interpreto como tal.
La socialización de los éxitos deportivos es algo que es una vieja costumbre especialmente en España. «Hemos ganado», pero «han perdido» son las frases que siempre se han eschuchado tras un partido de «nuestro» equipo. Es la asimetría lo que se debe perseguir, no un sentimiento de identificación con quienes representan de forma oficial a un país, aunque sea un evento deportivo. Quizás lo que yo echo en falta es esa identificación en otras situaciones en que no vendría mal que se hiciera. Cuidado, sin perder nuestra propia libertad, ni el derecho a no sentirse identificado.
Lo que sí me parece lamentable es que se pretenda socializar el rédito que produce ese esfuerzo, y que no es puramente intangible. Me refiero a pretender socializar las primas de los jugadores. La Eurocopa la han ganado para todos, pero las medallas son suyas, las primas que les pagan (sean correctas o no, ellos no han tomado la decisión de que se las paguen y están en su derecho de cobrarlas) son suyas, puesto que suyo ha sido el esfuerzo. Yo no regatee a ningún italiano, portugués, o de otra nacionalidad, ni paré un tiro a bocajarro.
Es lamentable la maniobra que se está orquestando. He escuchado hace un momento que, al pobre Iniesta, le han preguntado por un bulo que han hecho circular acerca de que iba a donar su prima a los afectados por el incendio de Valencia. Ese que se ha originado al instalar unas placas fotovoltaicas. Iniesta ha respondido que es menntira y que cada uno hace con su dinero lo que quiere.
Creo que no hay dinero para pagar la propaganda de unificación nacional en torno a algo común que se ha derivado de este triunfo en la Eurocopa. Creo que sirve para contrarrestar parte de la enorme manipulación de los reinos de Taifas. Y sospecho que toda la campaña contra las primas que han ganado justamente, no pretende más que acabar con el prestigio de unos individuos que están molestando mucho a quienes quieren ser reyes de los patios de su casa, y de la manzana de al lado, atentando precisamente contrra la libertad individual.
Este es un buen artículo sobre lo que habria que imitar de esta selección, y cómo se consigue triunfar http://tinyurl.com/bo2m7fd
Lo siento por el tocho . Saludos
Luis, a veces parece que olvidas el carácter simultáneamente individualista y gregario del ser humano. Es indisoluble, se da en mayor o menor proporción pero se da. esto es sólo una expresión de esa indisolubilidad.
Y no me digas que tú no, porque entonces no existiría DEE, donde buscas y encuentras a tus pares, o casi. 😉
Estoy casi de acuerdo en el planteamiento Luis, en el fondo de la cuestión. Pero hay un matiz que hace que en las circunstancias actuales, un triunfo de la selección nacional de fútbol, sea todo un gozo para los que estamos en contra del nacionalismo centrífugo, desintegrador y con no pocos tintes nazis que sufrimos en España. Si de paso, también molesta a la progresía, que a fin de cuentas es el mainstream de la corrección política en este país… pues miel sobre hojuelas.
Así que, a pesar de que yo no he contribuido ni con un abdominal al triunfo de «la Roja», sólo por oír el rechine de dientes de cierta gente, y ver banderas de mi país inundando Cataluña, el País Vasco y Galicia, me alegran como nunca lo han hecho los triunfos de deportistas que aunque solo sea de manera efímera, representan un profundo corte de mangas a las tesis regionalistas y tonti-progres. Puede que tu visión desde el exilio sea diferente a los que lo vivimos a diario.
Me ocurre que he aprendido a no querer substituir un nacionalismo por otro. Es todo, estimado Eclectikus 🙂
A mi juicio no es sustituir un nacionalismo por otro, en todo caso es combatir al nacionalismo con cierto patriotismo, aunque solo sea en modo defensivo cascarrabias 😉 Para unas pocas ocasiones que tenemos hay que aprovecharlas.
Disiento en lo fundamental: no se trata de apropiarse del triunfo de 24 individuos. Es que esos 24 individuos son lo mejor de una actividad muy, muy, muy extendida en España. No hay más que casi cada pueblo tiene su equipo, y que el sueño de muchos chavales es llegar a los más alto en esta actividad, por otro lado muy honorable. Aunque algunos deportistas de élite desentonen, la mayoría es gente honrada, trabajadora, que se esfuerza para mejorar individualmente pero sin pisar al compañero, porque el fútbol es un deporte de equipo. Y ser líder mundial en una actividad tan competitiva a nivel mundial tiene mérito.
Por comparar, diría que un caso distinto es el de la F1. Los triunfos de Alonso son su mérito, porque además los ha conseguido con fabricantes extranjeros. Aquí sí que España no puede colgarse ninguna medalla.
Entre medias, el tenis. Una actividad más elitistas, pero también dice bastante del pais que haya un número tan importante de tenistas en la élite, sobre todo cuando nos comparamos con otras potencias más «tradicionales». Que hubiese en su momento un Santana fue un poco fruto de la suerte. Que a partir de los Sánchez-Vicario se haya llegado a hablar de la Invencible, colocando a dos o tres tenistas en semis de grand slam, ya no es casualidad.
El principal problema es el eco mediático. Pero eso es porque la gente sigue de forma desproporcionada el deporte por encima de otras actividades, a lo mejor porque el deporte es fácil de entender, mientras que si te explican por qué ganó el Nobel Ramón y Cajal la mayoría de la gente se queda igual.
Estimado Jahd, no discuto el mérito de la selección de fútbol, en absoluto. Discuto la apropiación indebida, la «nacionalización» del hito positivo. Es el mismo mecanismo (exactamente el mismo) que se esconde tras el «hacienda somos todos», con el que abonamos la mediocridad, la solidaridad bajo amenaza y la rendición de responsabilidades propias al estado.
Es que en el caso de la selección creo que precisamente se hace alarde del sacrificio y del buen hacer como individuos, pero dentro de un equipo. Vamos, lo contrario a fomentar la mediocridad, todo lo contrario: que con esfuerzo se puede llegar a lo más alto. Y encima en un deporte que, aunque salpicado por escándalos y corrupción, como todo en España, en general no es un campo abonado de subvenciones, sino fruto de que España es un pais futbolero. Es más, incluso Franco, que lo detestaba, tuvo que seguir la corriente, porque otras cosas no, pero el fútbol, que no se lo quiten al pueblo.
Es que la nacion tiene una parte, no toda pero una parte del merito al exito deportivo: cuando España no comia o cuando comia pero sus atletas eran hijos de gente que no habia comido España no se comia una rosca en ningun deporte. La deteccion o no deteccion, la presencia o la ausencia de infraestructuras especialmente cuando se trata de un deporte que necesita una infraestructura sofisticada como en el caso de la natacion son determinante para poder producir campeones y esa presencia o ausencia es el fruto de un esfuerzo nacional (no hé dicho estatal o publico sino nacional: las piscinas privadas ya sean con animo de lucro o sin él tambien me valen). Y luego estan las tacticas y tecnicas que son un reflejo del nivel de eduacion: los avances en la comprension de la hidrodinamica y fisiologia del nadador, del traje de baño y de los metodos de preparacion han hecho que el invencible Johnny Weissmûller (Tarzan) primer hombre en bajar del minuto en los cien metros hoy en dia nadando en crawl los cien metros quedaria a diez metros de la recordwoman de mariposa nadando los doscientos. Esos avances son un reflejo al menos parcial de la actividad «intelectual» y tecnologica de una nacion.