Es precioso, con sus ojos luminosos que parece de verdad. El juguete favorito de mi hija durante años. Pero ya se sabe, los niños son de quereres cambiantes y un buen día dejó de jugar con él. Al armario. El otro sábado al niño se le ocurrió ponerle la batería y darse unas vueltas con el por la casa. Ladridos, piruetas, paseos. No duró la paz ni cinco minutos. La rompió el grito desaforado su hermana: «Papá, mi hermano me ha quitado el I-Cybie!». Bajo a ver que se cuece y me los encuentro pujando por del perro-robot como dos hienas por la carroña. A lo que parece, la niña ha recuperado la querencia por la maquinita sólo por el echo de que su hermano ha decidido usarla. Una reacción típicamente infantil, propia de una persona en desarrollo y sin madurez emocional. Estos niños!
Por supuesto que la niña le llamó a su hermano «abusón», faltaba más! Igual, igual que Diego López Garrido.
Aclaratorio: Si estas cosas son ya de por sí hilarantes hablando de algo que el sujeto «a» apreció en su día, imagínense la panzada de risa que me dió cuando ví la escena repetida, teniendo en cuenta que esta vez al sujeto «a» el objeto de la discordia siempre le ha traido al pairo. Qué pena que Quevedo esté criando malvas!