¿Eres adicto a internet?

Si estás pinchando en este enlace quizás tengas que hacértelo mirar. O mejor, ahórrate los costes de búsqueda de unos especialistas que todavía no existen y que, en cualquier caso, serán unas máquinas tragaperras más adictivas aún que la adicción que tratabas de controlar, y haz introspección, como yo la he hecho. No hará falta que profundices mucho. Mantente en la superficie. ¿Cuánto tiempo dedicas a internet? ¿Cuánto cambias de página a página y zapeas por la red? ¿Cuánto lees de los textos a los que accedes? ¿Cómo los lees, lateralmente, en vertical, en horizontal? ¿Cómo seleccionas de entre la información ingente disponible en la red la que realmente te interesa y realmente te va a aportar verdadero conocimiento o, eso, información? ¿Cuántas cosas te bajas al día de música, literatura, cine, etc que almacenas en discos duros externos y que no tendrías tiempo en tu vida para ver/leer/oír…?

Según Nicholas Carr, que también se lo ha hecho mirar a sí mismo por sí mismo, internet está transformando nuestra mente. En su obra Superficiales: ¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes? que por supuesto no he hecho más que empezar, y que leo a ratos, plantea cómo el pensamiento que el denomina “lineal” que ha dado origen a nuestras culturas y a nuestras tecnologías, que también se conoce como pensamiento secuencial, está sufriendo un deterioro: nos estamos volviendo como niños hiperactivos con déficit de atención, y el medio internet está constituyendo cada vez más el mensaje.

Para mi la cuestión se puede y se debe plantear en términos de adicción. Otro libro fantástico que recomiendo encarecidamente a todo aquel que quiera comprender el fenómeno de las distintas adicciones, de David Linden (uno de nuestros otrora entrevistados), es La Brújula del Placer. Los mismos mecanismos neurobioquímicos subyacen al placer de fumar, al de comer y al de “conectarse”. La carencia de nuestra droga nos produce mono. ¿Sientes alguna vez “mono” de “conectarte”? ¿Estás en medio de una conversación con un vecino o amigo y te pones a pensar en un comentario de un blog, dejando de prestar la atención central al interlocutor y dejando el piloto automático de la atención periférica?

Algunos, dice Nicholas Carr, se declaran ya incapaces de sentarse a leer un libro. Se declaran incapaces, aún más, de leer Guerra y Paz. Pero es que además se declaran incapaces de leer un post que tenga más de tres párrafos.

¿Hacia dónde van nuestras mentes, a la deriva por el mar de internet? Es obvio que el cómo interactuámos con el mundo afecta a la estructura de nuestro cerebro. Las herramientas que usamos y cómo las usamos cambian nuestras mentes. No nos percatamos. Pensamos que están ahí para ser utilizadas y luego abandonadas. Pero no. Y menos aún una herramienta como esta, que es, ni más ni menos, la base de datos y de información en todo tipo de formato más grande del mundo.

Otro libro aborda un problema suscitado por la red. Lo escribe Cass Sunstein, autor también junto con Richard Thaler de Nudge, un libro de economía conductual. Rumorología –así se titula la corta pero clara e inteligente obra de Sunstein- nos alerta contra los peligros de la difusión de rumores, acrecentado con el nacimiento de internet. Bulos, mentiras, falsedades, difamaciones…en definitiva información poco o mal contrastada o definitivamente difundida por profesionales de la propaganda y creída por los prejuicios ya establecidos en las personas como parte de su bagaje natural-cultural, corren paralelas a informaciones fiables y contrastadas.

En internet no es difícil acabar yendo a la deriva, y naufragar. Puede hacernos perder el norte, no hay una buena brújula que nos oriente, salvo la del placer de la que habla David Linden en su libro, y nuestra mente se desorienta, y terminamos muchas veces arrastrados por corrientes de información falaces. Es conveniente tener un buen anclaje en el mundo real. Tenemos que desconectarnos más. No podemos permitir que el agua de ese mar inunde nuestras vidas y termine por ahogarnos. Vuelvo a preguntarte amigo ¿eres adicto a internet? La respuesta está en tu mente, si es que no está ya completamente descuartizada por la hydra que habita este piélago.

Dos consejos:

1.-Abra internet sólo para cosas importantes e informativas: su correo y Desde el Exilio.

2.-Ya lo dijo Groucho Marx sobre la tele: Encuentro la televisión muy educativa. Cada vez que alguien la enciende, me retiro a otra habitación y leo un libro. Lean un buen libro de cuando en cuando, de cabo a rabo. Los tres de arriba son altamente recomendables. Este segundo consejo no es desinteresado. Me he afiliado a la Casa del Libro y por cada libro enlazado que se venda a partir de mi enlace cobro una pequeña comisión. No me va a sacar del paro, pero menos da una piedra.

En fin, creo que me he extendido demasiado. No sé cuántos llegarán a leer estas últimas palabras. Quizás la mayoría las lean porque empiezan por el final. Así son las cosas en la red de redes.

Germanico
Germanico

No hay aprendizaje sin error, ni tampoco acierto sin duda. En éste, nuestro mundo, hemos dado por sentadas demasiadas cosas. Y así nos va. Las ideologías y los eslóganes fáciles, los prejuicios y jucios sumarios, los procesos kafkianos al presunto disidente de las fes de moda, los ostracismos a quién sostenga un “pero” de duda razonable a cualquier aseveración generalmente aprobada (que no indudablemente probada), convierten el mundo en el que vivimos en un santuario para la pereza cognitiva y en un infierno para todos, pero especialmente para los que tratan de comprender cabalmente que es lo que realmente está sucediendo -nos está sucediendo.

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25 comentarios

  1. No Mujer-árbol. el diván se lo fabrica de su propia madera, al igual que la pasta de papel de los libros que lee. Si hay algo positivo en todo esto, quiero creer que será que se talarán menos árboles para la industria papelera. Porque con tanta tontería sobre el calentamiento global y el supuesto «cáncer» de los gases de efecto invernadero yo lo que veo es que el pulmón del planeta podría morir, en todo caso, por atrofia inducida.  Aunque, como bien dices, quién sabe…

  2. Saludos de nuevo Ger, (no te mosquees, es mi manía de acortar los nicks, pregúntale a Ec).
    Doctor, mi caso es adicción a la información en segunda generación, ya que es heredada. Y aumentada desde que allá por el 85 tuve acceso a un terminal de Reuters. Desde entonces Reuters, Bloomberg, o los dos han estado presentes casi siempre. Incluso en unas vacaciones me metí en un bar en el que casualmente había uno de esos, y también ha habido muchos días que los he abierto en casa. Cuando me he tenido que alejar de ellos por razones importantes, notaba que se me hinchaban las venas. Eso sí, , he comprobado que los efectos del mono se disipan al cabo de una semana en el Caribe.
    Internet lo considero algo de enormes posibilidades, con un gigantesco acceso a información de la cual vas, a través de prueba y error, decidiendo cual es confiable. Y no podemos olvidar el acceso a mundos virtuales y a relacionar gentes de lo mas distantes, con intereses mas o menos coincidentes.
    No creo en que aporte una economía diferente 1.8 o 2.0, aunque sí algunos negocios tecnológicamente diferentes, y una velocidad de comunicación impensable hace 30 años, cuando lo más avanzado era un télex. También una oportunidad de canal de ventas adicional. Pero a nivel individual, ya que el conjunto de ventas no crecen por el simple hecho de su existencia. A través de móvil conecto poco, y no tengo facebook ni twitter, ni intención de tenerla. Tengo que leer al menos dos periódicos y ver cuatro telediarios en el día. Leo unos 50 libros al año, entre los que se incluyen novelas de Tom Clancy.
    ¿me da cita, por favor? ¿me daría un diagnóstico provisional? 

      • Me siento identificada con el tema y con muchas de las respuestas. También soy de la generación libro.0 (libro-punto-cero) y todavía tengo muchos que leer en la recámara. Mis dos blogos y los de otros son lectura casi diaria; sin embargo el feisbú me deja fria y desconozco totalmente como funciona el tuitele. Si no fuera por internet me habría perdido fuentes y opiniones que antes tardaban siiiglos en llegarme y que me tomaban montones de tiempo en aprender, interpretar y digerir. Quiero creer que los libro.0 tenemos la ventaja de la digestión lenta y provechosa, adquirida sobre el papel, pero no sé: he conocido a algunos libro.0 que se han empachado de internet y devoran cualquier cosa que éste produzca, venga de donde venga y sea como sea, en la materia que más les atrae (en historia y política es la monda). Luego lo devuelven -en los dos sentidos de la palabra- a la red, emporcando así, cada vez más, los hilos con los que luego otros tendrán (o no) que tejer. No soy my optimista para el futuro, pero los factores son tantos que sabediós qué saldrá dentro de 15 años. Me imagino que el Dr. Germánico me enviará el diván por email… Por favor, nada de monasterios como medicina, mejor una isla. LDT.

  3. Creo que la mayoría de nosotros somos un poco como esos tipos que se criaron en mundo de coches tirados por caballos y, en cuanto llegaron los locos años veinte, se pusieron al volante de un coche de carreras con entusiasmo juvenil.
     
    Cuando yo era estudiante, tenía en casa dos diccionarios enciclopédicos que consulté hasta la extenuación. Esa era mi Wikipedia. La información eran los telediarios y los periódicos más o menos vinculados al poder político.  Era un mundo mucho más reducido, pero era capaz de sentarme una tarde a leer Crimen y Castigo, La rebelión de las masas,  o Historia del tiempo, y para la madrugada siguiente ya lo había terminado.
    Mi mundo cambió el día en que estrené mi primera conexión a Internet con un módem de 56K. De esto hace ya una eternidad, o eso me parece. Al poco tiempo concertaba citas con criaturas del sexo opuesto para conocerlas cara a cara, encuentros que en alguna ocasión terminaron en intercambios de fluidos corporales. Con el tiempo, mi adicción a Internet empezó a basarse más en el hambre de información, ideas, conocimientos y estímulos intelectuales en general que en pulsiones básicas. Durante un tiempo dejé de leer libros, libros de papel con letras impresas. Afortunadamente, en algún momento me di a mi mismo un toque de atención y volví a experimentar el placer de sentarme en un sofá a leer un libro de trescientas o cuatrocientas páginas sin más distracciones que la música de fondo y el ruido de los coches que pasan por la avenida más cercana.
     
    Soy más veterano en Internet que los estudiantes de hoy en día con sus smartphones, sus féisbuc y sus tuíter. Tenía mi propio dominio y había diseñado mi página web cuando ellos aún no tenían vello púbico, ví caer las torres gemelas a través de Internet en 2001 (por la CNN, si mal no recuerdo), he desarrollado gran parte de mi actividad profesional en la web, y ahora prefiero sentarme a leer un rato a Oliver Sacks o a Pessoa, en formato de papel, que ponerme como un lelo a actualizar mi perfil de féisbuc y tuitear tonterías. Ni siquiera tengo iPhone o iPad. 
     
    Eso sí, tengo mi lista de veinte o veinticinco blogs favoritos, que he de visitar sin falta, con regularidad, y en algunos me encuentro con viejos conocidos, algo que resulta acogedor y reconfortante. Hoy en día, el nivel de un internauta (es decir, de un hombre civilizado) se puede evaluar por la lista de blogs que visita regularmente.
     
     

    • Cara de Palo, tus elecciones librescas son verdaderamente buenas. Y te ha pasado lo que a Carr, ha llegado un momento en que te has dado cuenta que internet tenía el potencial de cambiar tu mente a peor, y te rebelaste contra  ello. Somos, en efecto, un grupo de personas de mediana edad que han visto nacer internet, pero conocieron los tiempos sin él. La cuestión es qué pasará con nuestros hijos. ¿Se volverán incapaces de leer Guerra y Paz? Obviamente la cosa se tendrá que medir con estadísticas, porque los habrá que sí y los habrá que no, pero….¿se producirá un cambio significativo en el modo de pensar, en general, se hará el ser humano un ser cognitivamente más disperso? Ni idea.

    • Gran artículo en si mismo, Germánico, pero mejor todavía al dar pie a comentarios como éste de Caradepalo. Que cantidad de «vida» la que se puede evocar en unos pocos párrafos.

  4. Muy bueno.

    ¿Estás en medio de una conversación con un vecino o amigo y te pones a pensar en un comentario de un blog, dejando de prestar la atención central al interlocutor y dejando el piloto automático de la atención periférica? 

    Ya, ¿pero quién ha dicho que esa conversación tenga ningún interés? Puede tenerlo, o no. Con un vecino, seguro que no. Así que el piloto automático estaba garantizado mucho antes de que nadie pensara siguiera en internet. Y, la verdad, entre las musarañas, y sacar discretamente el móvil para echar una ojeada a Twitter, mientras el conejito de Duracell sigue con su brasa, no hay comparación. Yo no dividiría la comunicación entre internet / no internet, sino entre tipos de comunicación, ocurran donde ocurran. Algo así: ¿Estás hablando de (a) ideas; (b) cosas; (c) sucedidos; (d) personas?

    También es muy popular la idea de la «superficialidad» de interrnet. Tengo mis dudas. La gran diferencia es la interacción y el acceso a las fuentes. Ninguna de ellas me parece particularmente superficial. Teniendo en cuenta que no es nada extraordinario encontrarte, por ejemplo, preguntando en un blog a un emminente astrofísico por el significado de algo que ha expuesto, y que no has entendido, y que te conteste amablemente, añadiendo enlaces la literatura en la que puedes ampliar el asunto, lo de la «superficialidad» me parece un poco aventurado.

    Claro, siempre habrá quien no controle, y se disperse por mil sitios. Como el tío de la aldea que llegaba a la ciudad, y le entraba el nervio. Pero se acostumbraba pronto.

    Los libros. ¡Ah, los libros! También tienen sus problemas. Visto desde internet, el inconveniente de que no le puedes chinchar al autor con preguntas malditas. Y te las cuela todas. Y claro, ¿quien puede vender un libro sobre internet, planteando que no hay ningún problema, y que menos lobos, Caperucita? 

    Perdón, perdón. Tenía que hacer un poco el gamberro. Pero en plan serio, yo creo que la diferencia sería mirar el cambio sobre la base de a qué está sustituyendo internet. Qué cosas ha dejado de hacer la gente a cambio de. ¿Ver la tele? ¿Leer el papelucho de Pedro Jota? ¿Novelas de Tom Clancy? ¿Jugar al parchís? ¿Picos de heroína? ¿Cine español? No consigo ver la pérdida.

    • Quizás hemos ganado en diálogos socráticos. Aquí, en Desde el Exilio, y en general en algunos buenos blogs que hay por ahí de los cuales no voy a hacer propaganda, porque Desde el Exilio es mi causa, he aprendido muchas cosas nuevas, he encontrado una respuesta inmediata a mis exabruptos y exclamaciones (y a veces argumentos) y, en fin, he tratado con personas inteligentes.  Por ese lado he ganado. Y no es el único.

      El problema con el exceso de información, Plazaeme, es que ante él, como ante el exceso de productos en el estante de un supermercado (más vale pecar por exceso  que por defecto, diría mi abuela) uno recurre con mayor facilidad a heurísticos, a atajos mentales, en sus decisiones. Esto nos hace en cierto sentido más irracionales, y el procesador lento, pausado, secuencial, centrado, lineal, racional, matemático, se ve aparcado con facilidad y sustituido por las tendencias fáciles a gratificaciones inmediatas. Es un tema controvertido, desde luego, y no es fácil determinar hasta que punto internet cambia nuestras mentes (a peor o incluso a mejor). Pero el libro de Carr es interesante, y hace pensar sobre ello con el sistema de pensamiento central, reflexionar a la antigua, sobre las nuevas formas de obtener y procesar la información.

      • Sí, lo entiendo, y supongo que debe ser interesante. Lo que no sé es si Carr está jugando adecuadamente con los números, o si está creando un ejemplo tipo, y  habría que ver si ese ejemplo es representativo de algo.

        Me explico. Obtener y procesar información es la clave. Pero la cuestión es que la mayor parte de la gente hacía y hace eso por delegación. Lo que me diga mi periódico, mi «enterado», como quiera que se transmita eso en mi grupo / nicho. El delegado transmite la información ya filtrada y digerida. Dudo mucho que eso haya cambiado, porque eso es como somos. Lo que cambia es la cuestión para los «delegados». 

        Estos pueden ser transmisores de ideología, y entonces internet no ha cambiado gran cosa. Mayor velocidad y alcance. Y que permite un mayor número de «ideologías minoritarias» en activo. O pueden ser gente con curiosidad, y para estos internet lo ha cambiado todo. Porque pone a su alcance el acceso a las fuentes, y al debate real de los que están en el meollo de la cosa. Esto hace que haya un porcentaje de «delegados» con mucha mejor información que nunca. ¿Son pocos? Sí. Pero …

        Para mi que lo que cambia internet, para la gran masa, es la manera de perder el tiempo. No soy capaz de verle la relevancia a eso. 

        • Las ventajas son muchas, Plazaeme, y los inconvenientes, muchos de ellos derivan de las externalidades que generan semejantes ventajas.  Otro es el señalado de la velocidad de difusión de las mentiras. Uno tiene que tener algún tipo de referente externo a la red con el que contrastar las informaciones que circulan por ella, o bien dentro de ella han de «seleccionarse» mecanismos de filtrado y evaluación de información que permitan distinguir el gato de la liebre.

          Las masas, es decir, el común de los mortales cuyo horizonte existencial no supera el sobrevivir y divertirse con pan y circo, tiene nuevos juguetes, pero también nuevas formas de relacionarse. Siempre tendremos que tener, nuevamente, un referente externo: un cara a cara. Porque somos primates de cara a cara, y eso la red no lo cambiará.

          Lo que preocupa a Carr, al menos por lo que he visto en la primera parte del libro, son los cambios en la mente de las personas producidos por la nueva herramienta. Cuenta algunos de los hitos culturales en nuestra manera de procesar y transmitir información, por ejemplo el del paso del lenguaje oral al escrito, que realmente cambiaron radicalmente nuestra cultura y nuestra sociedad. La imprenta, luego la radio, el teléfono, la televisión….y ahora internet, suponen cambios que, como es natural, afectan a nuestro modo de comunicarnos unos con otros y por tanto al modo mismo en que procesamos la información en nuestro cerebro. Supongo que al final del libro, que leo en fragmentos en momentos de mono de internet, explicará exactamente cómo cree él que estos cambios se producen y cómo podrían afectar a nuestro futuro (en términos negativos, si es que fuera así).

          Ciertamente el término masa que has usado, tan común ahora, no lo era en sociedades menos masificadas. Es un producto de la sucesión de revoluciones tecnológicas de las sociedades humanas. Masa, como contrario a persona diferenciada, con criterio, documentada, bien formada e informada, hay cada vez más. Quizás creció cuantitativamente por el simple hecho del crecimiento poblacional, pero no sabemos si las proporciones de masa espesa y municipal serían otras sin distracciones maravillosas, sin circos de uso doméstico tales como la tele y el pc.  Nosotros, desde luego, tampoco podríamos mantener esta conversación. Quizás al final tengas razón y lo único que cambia es el modo de entretenerse de los más «iguales». Sea como fuere tendremos que estar alerta contra todo aquelllo que nos facilite la vida y no perder nunca el ancla que nos mantiene sobre terreno firme, y real.

  5. Bueno amigos, me retiro a la montaña. Voy a mi sesión diaria de «desenganche». Hoy la empiezo tarde.

     

     

    • Cuidado con los libros que los carga el diablo.

      Saludos 

      (oye, parece que se ha filtrado un mensaje que te envié de respuesta a tu respuesta, llevaba un enlace y se ha debido quedar en spam, no tiene mayor importancia, pero creí que no lo había mandado y lo he repetido dos veces) 

       

  6. Yo no estoy enganchado a internet….. Simplemente esperaba que algún día existiera algo así.
     
    Es mas, sonrío en algún momento cuando recuerdo A Valentine y Peter, Demóstenes y Locke, participando en redes informáticas en la novela El Juego de Ender, de Orson Scotrt Card, su visión de lo que podría llegar a ser como influencia planetaria y en el cómo ahora mismo articula un espacio de influencia política,  de intercambio ideas, productos, sueños y realidades difícilmente asimilable para quien no está a menudo metido en él.
     
    No es una adicción, realmente creo que es una forma de vida. No sustituye, o no debería, sustituir la relación personal pero que complementa muchas de las necesidades, en mi caso las de intercambio de ideas, que desgraciadamente no tenemos algunos tan a mano.
     
    Un Saludo Germánico…. Doctor psicolonautico.

    • Usted, Sr. Bastiat, es un caso claramente desesperado. Requiere una terapia de choque. Un año en un convento cuidando del huerto, por supuesto un convento sin electricidad, como los de la Edad Media.

      Y es que en efecto, Bastiat, hay ciertas tecnologías de las que una vez disponemos no podemos/queremos prescindir. Nos hacen la vida más fácil y más confortable, o, en el mejor de los casos, menos difícil y más soportable. Pongo en coña lo del convento sin electricidad de la Edad Media, y su huerto, pero  este castigo, de aplicarse, supondría una pérdida de calidad de vida tal, que haría ésta última difícilmente soportable.

      Creo que en el caso de internet la tecnología tiene un lado perverso que inclina la balanza hacia los aspectos de facilidad y comodidad «cognitivas», frente a los de liberación de dificultades e incomodidades, y por tanto afecta a nuestra mente más negativamente que si simplemente nos proporcionase más y mejor información a un click. Nos vuelve más mezquinos cognitivos, menos capaces de dedicar recursos cognitivos a los estímulos realmente importantes tanto de nuestro entorno real, como incluso, llegado el caso, del propio entorno virtual, por el que navegamos a toda vela, a velocidad de crucero, sin pararnos en ningún puerto a poner los pies en tierra y disfrutar de las costumbres locales. Vivimos en una realidad paralela en la que todo se sucede a gran velocidad, y resulta difícil discriminar lo esencial de lo accesorio. Pero sobre todo se produce un cambio en nuestros circuitos de recompensa del cerebro que nos hace esperar mayor cantidad de información en menor tiempo terminando por importar, en algunos casos, la descarga de información misma más que su contenido, y convirtiéndose el medio en el mensaje.  

      Evidentemente el truco está en que seamos capaces de tratar la herramienta como cualquier otra dentro de la caja de herramientas de nuestra mente. Pero no parece fácil, parece más bien un parásito que tiende a invadir toda nuestra vida mental y a transformarla, de forma tal que los fragmentos y discontinuidades que va creando en nuestro hilo mental nos parezcan saltos naturales que hubiéramos dado nosotros en cualquier circunstancia, con o sin la herramienta.

      Envíen una ambulancia a la casa del Sr. Bastiat con 3 ayudantes de los fortachones, por si ofrece resistencia.

       

       

       

      • Tranqui doctor….. que me voy al pueblo de finde a ver si despejo mis recovecos neuronales a base de taladradora y escardillo, de chimenea y fresquito campero. Y si, indudablemente la satisfacción por la información obtenida te hace desear más. Resulta muchas veces gratificante el saber cosas que ante no sabía y que a golpe de clic puedes mezclar la energía solar con la nuclear, con la historia de los visigodos o la información sobre la Nascar, NBA o el Marca en general. La Volvo Ocean Race o la web de Bricomanía. Y ni qué decir tiene, con el placer de aporrear progres y ecologetas a base de argumentos. Eso …. a veces, si que me parece vicio. si

        • Mierda, otro diagnóstico erróneo. Pero si eres un sanote hombre de campo. El azadón es tu herramienta que te ata a la tierra. Bien. Internet solamente para información. Te doy el alta y mi bendición. Puedes ir en paz. Amén.

  7. Yo soy adicto a Internet, a mucha honra además 😉 Sobre la manera de procesar la información, creo que los que estudiamos cuando no existía este invento, tenemos la ventaja de haber vivido ambos paradigmas, y a juzgar por lo que leo por ahí, especialmente en Facebook, se nota un montón. La juventud actual no toca un libro, apenas saben escribir (incluso los universitarios), y su cultura personal se ha convertido en una wiki-cultura, que no está mal pero no es suficiente. Yo sigo leyendo libros de papel, me encanta como huelen, el pasar de las páginas, los pies de página… en fin que el mundo analógico no es incompatible con el digital.

    Sobre «La Casa del Libro» yo también estoy afiliado y no he vendido un p*t0 libro, te recomiendo que pruebes Amazon, mucho más versátil, y ya tienes Amazon España.

    Saludos. 

     

    • jaajjaajajaaa…yo tampoco he vendido un p* libro, y llevo dos meses, Eclectikus.
      Pero lo importante es que nuestros lectores conozcan fuentes veraces de información y conocimiento. Si por enlazar te ofrecen la posibilidad, de paso, de sacarte algo en el caso de que milagrosamente haya un comprador impulsivo, pues mejor.

      En lo que dices primero que te respondo en segundo lugar pones de manifiesto que el fenómeno se está dando. Es decir: tú sigues con tu olfato, como Proust con las magdalenas, anclado en ese maravilloso olor de página, incluso de página amarillenta, que te evoca momentos de intenso flujo y gozo (en fin, algunos pensarán en un orgasmo). Pero los jóvenes de ahora ESTÁN CRECIENDO con internet. Las nuevas generaciones están conformando sus mentes con el nuevo medio. Y el resultado pues,…cualquiera sabe. Los hay alarmistas y los hay optimistas. Yo no me atrevería a decantarme. Ayer decía que internet acabará con el monopolio de las universidades del conocimiento como la imprenta acabó con el de la Iglesia. Eso necesariamente es bueno. Malo es lo que señala Sunstein de la rumorología. Malo es que la información de pronto se haya desbordado rompiendo todos los diques e inundando el mundo, al menos a corto plazo, porque quienes la «contenían» y la «vendían» en monodosis ahora tienen a su alrededor drogadictos de información que se chutan de todo gratis, y ellos no cobran por su mercancía. Etc etc.

      Quien sabe si nuestros nietos, si es que llegamos a verlos, no fliparán con la biblioteca del abuelo.

      • Su cita, Eclectikus, es pasado mañana a las 12:00. Tiene que inyectarse un poco de internetdona. Hay que cambiar de droga.

  8. El Doctor Germánico te cita para mañana a las cuatro en su consulta, Drizzt. Me ha comunicado que lo tuyo no es nada grave. De hecho pareces estar en vías de curación.

    😉

    • Disculpa que no te cite antes pero es que tiene sesión de grupo con varios pacientes. Están todos conectándose y desconectándose y haciendo ejercicios de meditación trascendental.

  9. Hola Germánico

    Sonrío, porque en parte encajo en la búsqueda de información al hacer y porque hace algún tiempo me di cuenta de lo que comentas del pensamiento secuencial: buscamos recetas fáciles y rápidas para atajar nuestros problemas y no profundizamos en la compresión de los problemas y porqué esas son las soluciones.

    Aunque en mi caso, el síndrome de diógenes digital, de almacenar todo lo que se pasa por delante de mi ordenador, hace años que se pasó, cuando llegué a la conclusión que bajarme todo lo que me bajo para nada, era perder el tiempo – y el dinero en soportes y discos duros – 

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